viernes, 4 de mayo de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 4

CAPÍTULO 4:

-Gerard, estoy jodido. Bien jodido. -Le decía Mikey a su hermano una y otra vez mientras daba vueltas por el salón de su casa volviendo loco al mayor.

-Deja de decir eso de una vez. Siéntate, tranquilízate y dime qué demonios te pasa.

Al ver que Mikey no le hacía el menor caso y seguía repitiendo lo mismo, se levantó de donde había estado pintando hasta la llegada de su hermano, le cogió de un brazo y le obligó a sentarse en el sofá, quedándose a su lado.

Nunca había visto a su hermano tan angustiado e inquieto y eso no era para nada buena señal.

-Respira Mikey. Y ahora, cuéntame qué te ocurre. ¿Por qué estás así? -El menor cogió aire y cerró los ojos dándose fuerza mentalmente para hablar.

-¿Recuerdas a la chica que conocí hace algo más de un mes?

-Oh, sí. Esa de la que te enamoraste a primera vista y no parabas de hablar de ella, ¿cierto?

-Exacto. -Suspiró.

-¿Cómo se llamaba? ¿Selena? ¿Malena?

-Elena. -Le corrigió.

-Si, eso. Y bueno, ¿qué pasa con ella? -Le miró pensativo y abrió los ojos con temor- ¿La has embarazado?

-¿Qué? No, no. No es eso. -Gerard respiró aliviado- Es peor. Resulta que no la conocía tan bien como creía.

-¿Está casada?

-Ojala... Pero no puede casarse. No con su edad. -Comentó casi en un susurró.

-Espera, ¿qué? ¿Con su edad? Mikey...

-Tiene 16 años. -Le cortó- Yo pensando que era profesora y por eso iba al instituto y resulta que estaba estudiando. -Comentó más para sí mismo que para Gerard.

-Mikey, ¿cómo has podido acostarte con una niña de 16 años? Es como si te liases con nuestra, em, hermana. -Aún se les hacía raro el hecho de tener una hermana.

-Eso es lo peor. -Susurró cabizbajo- Es ella. Mi Elena.

Durante unos eternos minutos ninguno de los dos dijo nada. Mikey esperando con miedo la reacción de su hermano y Gerard rogando porque el otro dijese de repente que todo era una broma.

Pero eso nunca pasó, y cuando vio un par de lágrimas corriendo por las pálidas mejillas del castaño, la realidad le golpeó como un bate en las costillas.

-¿Estás... Estás hablando en serio? ¿Nuestra hermana Elena? ¿Ella es la chica especial y perfecta de la que estabas enamorado? -El llanto de Mikey aumentó como respuesta- Bueno, no sé si perfecta, pero especial es, eso seguro. -Comentó para después pasar un brazo alrededor del menor, intentando consolarle.

-Y lo peor es que aún la amo, Gerard. Intenté alejarme de ella cuando me habló de sus verdaderos padres y de repente mamá la invita a vivir con nosotros. Y para colmo, me entero de que sólo tiene 16 años. -Sollozó con fuerza, sintiendo los brazos de Gerard apretarse más a su alrededor- La amo, Gee. La amo más que a mi vida. Joder, soy un pedófilo incestuoso.

-No, Mikey, no hables así. Tú no sabías nada de esto cuando la conociste. Imagino que ha sido un duro golpe. Me tienes aquí para lo que necesites, lo sabes, ¿no?

Mikey asintió con la cabeza y volvieron a quedarse en silencio. Gerard fue a por un vaso de agua para su hermano y volvió junto a él.

-¿Y qué tal llevas la convivencia con ella?

-Estas semanas han sido horribles. Verla todas las mañanas con esa carita, aún medio dormida. Y por las noches cuando sale del baño sólo con una toalla para ir a su habitación... Pero lo peor es saber que está a unos pocos pasos y no puedo acercarme a ella, dormir con ella, besarla como tanto deseo.

-Mamá me decía que estaba preocupada por ti porque apenas pasabas por casa y cuando ibas te encerrabas en tu cuarto. Ya entiendo por qué.

-No le digas nada de esto a mamá, por favor. A nadie.

-¿El qué no le puedes decir a nadie, cariño?

La pareja de Gerard entraba en ese momento en el salón donde estaban. Tan ausentes estaban metidos en la conversación que no le habían escuchado llegar.

-Frankie, mi amor. No es nada. ¿Qué tal el día?

El recién llegado caminó hacia su novio, saludando a Mikey con un gesto de cabeza, y se sentó en el reposabrazos para darle un pequeño beso en los labios.

-Mejor ahora que estoy en casa. ¿Qué tal, Mikey? ¿Problemas existenciales que consultar con tu hermano?

-No, todo está bien. -Respondió con un tono no muy creíble y se puso en pie- Bueno, os dejo, que querréis estar solos.

-Espera, te acompaño a la puerta.

Gerard se levantó también, recibiendo una palmada juguetona en el culo por parte de Frank, y siguió a su hermano hasta la puerta de entrada.

-Gracias por escucharme y no juzgarme, Gee. En verdad necesitaba contárselo a alguien.

-No tienes nada que agradecerme. Para eso estoy aquí. -Le dio un piquito fraternal en los labios- Te quiero.

-Yo también te quiero.

Al dejar la casa de la pareja y caminar hasta la suya no pudo evitar pensar en la envidia que sentía hacia ellos. Frank y Gerard se tenían el uno al otro, se amaban y no dudaban en demostrárselo en cuanto podían. Nunca había visto tan feliz a su hermano como lo era desde que estaba con Frank.

Y él quería lo mismo. Alguien con quien compartir su vida, a quien llenar de cariño.

Sin darse cuenta estaba frente a la puerta de su casa, sin llaves y sintiendo pequeñas gotas de agua caer sobre él. Así que antes de empaparse, llamó al timbre.

Elena fue la que abrió la puerta.

-Ho-Hola, Mikey.

-Hola. -Pasó de largo sin mirarla demasiado y casi corrió hasta su habitación, donde cerró la puerta con pestillo.

Pero no recordó que en la habitación había otra puerta. Una que daba directamente a la habitación que fue de Gerard y ahora ocupaba Elena, sin tener que salir al pasillo.

Al llegar a su cuarto se dejó caer boca abajo en la cama y no notó que la puerta se abría y alguien caminaba hacia él hasta que una mano se posó con suavidad en su cabeza, acariciándole con la punta de los dedos. Y eso fue lo único que necesitó para reconocerla.

-Elena... ¿Qué haces aquí? -Preguntó en tono cansado, sin levantar la cara de la almohada.

-Deberíamos hablar.

-No hay nada de qué hablar. Por favor, vete de mi habitación.

Pero la joven no le hizo caso, sino que se sentó a su lado en la cama y llevó su mano de la cabeza del castaño hasta su espalda.

-Llevas todos estos días esquivándome. Mikey. Por favor, por lo menos escúchame.

El chico se removió un poco y se puso boca arriba, con los ojos cerrados, pues si la miraba, estando los dos en la cama, lo único que podría hacer sería recostarla en el colchón, besarla hasta dejarla sin aire y hacerle el amor toda la noche.

-¿Qué quieres que hablemos? ¿Cómo me engañaste haciéndome creer que trabajabas en ese instituto en lugar de decirme que tienes 16 años?

-Yo nunca te dije que trabajase ahí... Tú no preguntaste por mi edad y yo no comenté nada al respecto. Lo siento por eso. Pero de todas formas, lo que pasó, pasado está. Estuvimos juntos a pesar de que yo soy menor de edad.

-Yo no lo sabía. -La interrumpió.

-Lo que quiero decir es... Ya hemos hecho muchas cosas juntos y no hay vuelta atrás. ¿Por qué dejarlo entonces? Yo aún te amo. -Susurró eso último con voz entrecortada.

-¿Olvidas acaso que somos hermanos? Lo que hicimos estuvo mal. Eres pequeña y encima de mi familia. Soy un monstruo.

-No digas eso ni de broma. Dime. ¿Te parece mal que tu hermano esté enamorado de otro chico? ¿O que una persona mayor encuentre el amor con alguien más pequeño? El amor es para todo el mundo y nadie puede controlarlo. ¿Por qué iba a estar mal que tú y yo nos amásemos?

El sollozo que se escapó de su garganta coincidió con una lágrima que se escapaba de los ojos de Mikey. Al verlo, la chica cogió una de sus manos entre las suyas y la apretó con fuerza. Y, al no encontrar oposición alguna, se inclinó sobre él y rozó sus labios con los propios, sintiendo que el alma volvía a su cuerpo por fin desde que le vio alejarse de su casa hacía más de un mes.

Mikey, que se sentía igual, en un principio no hizo ningún movimiento, pero finalmente no pudo evitar corresponder ese beso tan anhelado por ambos.

Pero antes de dejarse llevar, la razón volvió a su cabeza y separó a la chica de sí, sentándose para quedar frente a frente, acariciando levemente su mejilla con los dedos.

-Aún así, esto está mal, Elena. No podemos estar juntos, entiéndelo.

-¿Todavía me quieres? -Le cortó, mirándole fijamente con esos ojos que le volvían loco.

-No solo te quiero. Te amo más que a mi vida, Elena. -Los ojos de ella brillaron de felicidad- Pero la gente no lo vera bien. Podrían denunciarme por estar con una menor de edad.

-Nadie tiene por qué saberlo. -Llevó una mano hasta el rostro del mayor, acariciando todos sus rasgos- Yo sólo quiero estar contigo, aunque para eso debamos llevarlo en secreto, o tengamos que fugarnos. No me importa, siempre que estés a mi lado.

Y antes de que alguien dijese algo más, sus labios se habían unido en un beso de verdad, no un simple roce como momentos antes.

Labios, dientes y lenguas se reconocieron después de tanto tiempo y se pegaron como si no quisiesen separarse nunca más, exactamente lo que pensaban sus dueños.

Poco a poco fue recostando a la chica sobre la cama, quedando él encima con cuidado de no dejar todo su peso sobre ella.

La ropa estorbaba y no tardó mucho en desaparecer mientras labios y manos recorrían todo el cuerpo contrario, recordando cada pliegue, cada recoveco y cada señal que nunca habían conseguido olvidar.

Pronto Mikey estaba dentro de la persona que amaba, mirándose fijamente a los ojos y prometiéndose en silencio no separarse nunca más.

Nadie podría nunca enterarse de lo que ocurría entre ellos, pero eso no evitaría que se amasen y compartiesen juntos cada momento posible.

Así, cada noche se pasarían en silencio a la habitación contigua, aprovecharían cada minuto en el que estuviesen solos en casa y saldrían juntos, simulando ser dos hermanos que por fin se han aceptado cuando en su interior todo lo que quieren es cogerse de la mano y mostrar al mundo la pareja de amantes que en realidad son.

A pesar de las circunstancias, todo parecía perfecto para ellos y por fin vivían felices.

Pero no todo es lo que parece, ni la felicidad dura para siempre...



Continuará...