viernes, 10 de agosto de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 7 - FIN


CAPÍTULO 7:

Mikey ya no era un ser humano. O, al menos, hacía tiempo que había dejado de comportarse como tal. No hablaba, no reía ni lloraba, apenas comía... Todo lo que hacía era dormir la mayor cantidad de tiempo posible y respirar. Y habría dejado de hacer esto último de haber tenido fuerza suficiente.
Michael Way se había convertido en una masa de carne del color de la tiza que se movía por inercia, sin pensarlo, y se dedicaba a mirar el infinito a través de las sucias paredes. Nada le hacía reaccionar, ni los insultos, ni las palizas, ni las visitas esporádicas de sus familiares. Básicamente porque nunca recibía la visita que él deseaba.
Cumplía su tercer mes de condena en la prisión de Nueva Jersey. Tercer mes de una larga condena perpetua durante la cual le estaría prohibida la visita de su amada Elena.
Finalmente Alicia se había salido con la suya y el dinero y las manipulaciones consiguieron que Mikey diese con sus huesos en la cárcel por "abuso de menores". Ni la declaración de Elena ni la defensa de su abogado pudieron librarle.
Sus padres y su hermano estaban haciendo lo imposible por rebajar su condena al menos. Incluso Frank estaba dejándose la piel en ello. Pero todo estaba siendo inútil. El padre de Alicia controlaba lo inimaginable y ni un milagro podía sacarle de allí. Por primera vez en su vida, a Mikey se le pasó por la mente el asesinato cuando, al salir del juzgado tras recibir su condena, se encontró de frente con la sonrisa satisfecha y arrogante de Alicia.

Los primeros días en prisión gritó, lloró e imploró ver a Elena, al menos para despedirse de ella, pues en día del juicio le sacaron a rastras sin darle tiempo ni a una última mirada. Con el paso de los días comprendió que nunca más vería a su hermana y fue asimilándolo. Entonces la vida dejó de tener sentido y Mikey se convirtió en un ente ausente con el que tanto presos como guardias hacían lo que querían. Él sólo cerraba los ojos.
Su familia no daba a basto. No sólo no paraban ni un segundo intentando mejorar una solución o mejora, sino que además veían cómo día a día Elena decaía más y más. Su estado era paralelo al de Mikey por lo que sus padres empezaban a pensar que no sólo habían perdido un hijo, sino dos. Tampoco comía, lo cual la estaba haciendo enfermar, ni dormía y, en las pocas ocasiones en las que los somníferos la ayudaban a dormir, tenía pesadillas horribles y despertaba gritando y sollozando el nombre de Mikey hasta casi desgarrarse la garganta.
Las cosas no podían ir peor en la familia Way.
Cuando por fin estaban todos reunidos de nuevo y dos de ellos creyeron haber encontrado su verdadero amor, todo se derrumbaba y aprendían de la forma más cruel que nada es perfecto ni la felicidad dura por siempre.

...
-Elena. Elena, ¿estás ahí? -Llamaba Gerard desde la puerta del cuarto de la chica. No recibió ninguna contestación, como de costumbre, sólo el sonido de una respiración agitada causada por el llanto.
Sin esperar respuesta, entró en el cuarto que estaba en penumbras, caminando lentamente con una bandeja en las manos hacia donde sabía que estaba la cama y, sobre ella, como siempre, su hermana pequeña.

-¿Qué tal estás? -Susurró, recibiendo más silencio a cambio- Debes comer algo. -Se sentó al borde de la cama y acercó la bandeja a la chica, quien simplemente con el olor sintió su estómago retorcerse, por lo que se dio la vuelta y se envolvió en las mantas hasta la cabeza- No puedes seguir así. ¿Qué crees que diría Mikey si te viese en este estado?
El escuchar el nombre de la persona que amaba le hizo aumentar el llanto y doblarse sobre sí misma, abrazando sus rodillas. Gerard quiso cortarse la lengua por provocar eso. Suspiró y apartó la bandeja, dejándola en el suelo.
-¿Cuándo podré verle? -Susurró la chica, su voz sonando rota y ronca después de tanto tiempo sin hablar.
-Tengo algo importante que decirte. -Cogió aire para darse fuerza. No era nada fácil- Hemos hecho todo lo posible, contratando a los mejores abogados y buscando alguna posible fisura en el caso, pero no podemos hacer nada. No hay forma de que le rebajen la condena. Y, además... Nunca más podrás ver a Mikey. Aún cuando seas mayor de edad, al haber sido condenado por tu supuesto abuso, no te permitirán ir a verle. Lo siento.
Las lágrimas escapaban de los ojos de Gerard según hablaba y empeoraban al escuchar el empeoramiento del estado de Elena. Se tumbó junto a ella, ambos llorando sin consuelo de la forma más silenciosa posible y, al sentirlo, la chica se dio la vuelta y abrazó a su hermano con todas sus fuerzas, acompañándose mutuamente en el llanto hasta quedarse dormidos de puro cansancio.

...
Cuando Gerard se despertó, le sorprendió ver la luz del escrito de Elena encendida y a ella sentada en frente escribiendo algo. Desde que condenaron a Mikey, la chica se había movido de su cama nada y menos y verla en esa actitud era extraño.
Pero significaba que probablemente estaba empezando a superar la situación, así que no pudo evitar alegrarse un poco por ello.
Al incorporarse en la cama hizo ruido y Elena se giró hacia él.
-Perdona, Gee. ¿Te he despertado?

-No, tranquila. Me alegra ver que estás levantada ¿Qué haces?
-Escribo una carta para Mikey. -Explicó terminando de escribir y cerrando un sobre con la carta dentro- Vas hoy a verle, ¿verdad? -El mayor asintió- ¿Me harías el enorme favor de entregársela cuando vayas a verle esta tarde? Sólo es una especie de despedida, ya que no me dejaron hablar con él antes de llevársele.
-Claro, cuenta con ello. -Elena le tendió el sobre y Gerard se lo guardo en el bolsillo de su camisa de cuadros.
-Gracias. ¿Bajamos a comer? -Gerard sonrió tan grande como pudo, pensando que era la recuperación más rápida de la historia y feliz por ello. Asintió con la cabeza, rodeó los hombros de la menor y besó su frente antes de echar a andar con ella escaleras abajo hacia la cocina, donde Donna y Donald la recibieron con abrazos y besos y una sonrisa de oreja a oreja.
...
Mikey apretó la carta de Elena contra su pecho con todas sus fuerzas. Si se concentraba podía sentir el tacto de Elena, podía verla escribiéndole esas letras, pensando sólo en él. Era capaz de olerla.
Apretó los ojos y una lágrima se escapó entre sus pestañas oscuras.
Mikey estaba solo en su celda tras haber terminado la visita de su hermano. Su compañero estaría dándole una paliza a algún tipo de culo respingón que se hubiese negado a dejarse follar, como a él mismo le pasó cuando llegó a la cárcel. No le importaba lo más mínimo, todo lo que quería era leer esa carta, pero no dejaba de retrasar el momento. Sabía que algo no iba bien y sentía que si la leía no habría vuelta atrás.
Finalmente suspiró abriendo los ojos, abrió la carta y se acercó a la pequeña ventana de la celda para ver con más claridad.
Hola Mikey.
Esta mañana me he levantado con una idea fija en mi cabeza. Quiero disfrutar del día
con nuestra familia, así que voy a simular que todo va bien por unas horas. Pero en realidad soy incapaz de seguir adelante sin ti.
En este tiempo te has convertido en una pieza esencial de mi vida sin la cual no puedo respirar, por eso voy a terminar con todo.
Sólo quería disculparme contigo porque todo esto ha sido culpa mía. Yo fui la que te insistió para que mantuviéramos una relación aún sabiendo en los problemas que podías meterte. Siento haberte arruinado la vida.
Perdóname, mi amor.
No quiero que estés triste por mi, pero no puedo soportar tu ausencia, y menos sabiendo que nunca me dejarán verte de nuevo.
Adiós, mi vida. Siempre te amaré más que a nada, no lo olvides.
Elena.

Para el momento en que terminó de leer, Mikey estaba sentado en el suelo, llorando de desesperación y golpeando la cabeza contra la pared, la carta estrujada en sus manos.
Sin pararse a pensarlo, se había levantado y había cogido la sábana de su catre, anudándola a las barras de la ventana subido desde la vieja silla que había en la celda.
-No me arrepiento de nada, mi pequeña. Te amo y nadie cambiará eso. Volveremos a estar juntos.
Una patada a la silla que le sostenía le hizo caer al vacío hasta que la sábana alrededor de su cuello le detuvo en el aire.
El nombre de la chica fue lo último que se escuchó en la celda mientras la carta de su mano caía al suelo.

 
 
FIN