jueves, 19 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 3



CAPÍTULO 3:


Tras unos segundos de reflexión interna, Mikey se echó a reír, dejando desconcertada a Elena.

-¿De qué te ríes?

-Muy buena broma. Casi me lo creo y todo. Uff.

-¿Por qué iba a bromear con esto?

-Venga, cielo, déjalo ya.

-¡No bromeo! -Se levantó de la cama sujetando la sábana para taparse. Estaba empezando a enfadarse por el comportamiento de su novio. Ese no era un tema con el que le gustase bromear.

Al ver su reacción, Mikey empezó a preocuparse de verdad.

-No puedes estar hablando en serio.

-¿Cómo se te ocurre pensar que puedo o quiero bromear con algo tan importante como eso? ¿No me crees? -Caminó hasta el armario, de donde sacó unos papeles que le lanzó a Mikey casi a la cara- Compruébalo.

Mikey miró los papeles por encima. Custodias y denuncias hasta llegar a lo que realmente le interesaba, los papeles que decían que Elena había nacido muerta.

Firmados por Donald y Donna Way. New Jersey.

De repente el mundo parecía que se había puesto boca abajo. Acababan de tener una tarde increíble, habían hecho el amor juntos por primera vez y estaban disfrutando de su compañía. Y ahora pasaba eso.

-No. No, no, no. -Murmuró, negándose a creerlo. Pero algo dentro de el le advertía de que podía ser cierto y que seria mucha casualidad que existiese un matrimonio llamado igual que viviese en el mismo sitio. Se puso de pie moviéndose de un lado a otro del cuarto. Además, recordaba que su madre había estado embarazada y había tenido problemas pero...- Esto no puede estar pasando.

-¿Qué te ocurre?

-Yo... Tengo que irme, lo siento. -Recogió toda su ropa y se vistió en menos de que lo dura un parpadeo, tan rápido que a Elena no le dio tiempo ni a acercarse a él para ver qué le pasaba.

-Mikey... Mikey, dime que te pasa. -Rogó preocupada al verle ponerse las zapatillas.

-Esto ha sido un error, Elena. Tengo que marcharme.

Mikey salió de la habitación dejando a una Elena paralizada que salió corriendo tras él cuando escuchó el sonido de la puerta principal al ser abierta, aún solo con la sábana.

-¡Mikey! -El chico se detuvo a unos pasos de la casa, sin mirarla- No sé qué ha pasado o si es por algo de lo que te he contado, pero no me dejes. Por favor.

Su voz sonaba temblorosa y rota, justo como se sentía ella en esos momentos. Mikey se giró para mirarla un momento y sintió que su alma se rompía al verla aferrada con una mano a la sábana y con la otra al marco de la puerta, los ojos rojos y las mejillas mojadas por sus lágrimas.

-Lo siento. -Fue lo único que dijo antes de girarse y caminar a paso rápido hasta su coche. Arrancó y se fue sin mirarla, pues si lo hacia tendría que volver y no podía hacerlo.

Ya en la soledad de su coche, a unas cuantas calles de distancia, paró y dejó escapar todo su dolor a modo de lágrimas desesperadas.

No podía ser cierto. Elena, la chica de la que se había enamorado a primera vista, a quien tantas veces había besado en el poco tiempo que llevaban juntos y con quien había hecho el amor escasas horas antes, no podía ser de su familia.

Su hermana.

La vida estaba siendo cruel con él y el destino se reía en su cara sin consideración.

En su casa, Elena se desplomaba sobre su cama, aspirando el aroma de Mikey que aún impregnaba las sábanas y almohadas, preguntándose qué había salido mal y por qué todo se había terminado tan rápido, sin encontrar una respuesta.

Durante las dos semanas siguientes, Elena llamó al móvil de Mikey, un día tras otro, recibiendo siempre la misma respuesta: nada.

Mikey no respondía sus llamadas ni mensajes y ya no le veía por las mañanas en el sitio de siempre.

Era como si hubiese desaparecido, y tampoco tenía donde buscarle. En el tiempo que duró su relación habían hablado de muchas cosas, pero nunca le había dicho dónde vivía ni le había hablado de su familia. Sólo sabía que tenía un hermano mayor, Gerard, del que hablaba a menudo y al cual parecía que admiraba más que a nadie.

Pero tampoco sabía nada sobre él. Al parecer tenía pareja y vivían juntos. Un compañero de trabajo. Pero no tenía idea de dónde.

Así que lo había dejado por imposible. Seguía llamando de vez en cuando, pero ya no tenia esperanzas de recibir contestación.

Desde aquel día en que Mikey se había ido, pasaba la mayor parte del día encerrada en su cuarto, pagada a su teléfono, y el resto de las horas buscaba información sobre sus padres.

Ya había averiguado que no se habían mudado fuera del país ni del estado, así que seguían viviendo en Jersey, sólo le quedaba averiguar dónde y decidirse a ir. Y también averiguo que, antes de ella, habían tenido otros dos hijos, de 31 y 28 años.

No fue hasta casi un mes después de dejar de ver a Mikey que por fin encontró la dirección de sus padres, pero todavía le llevó una semana más tener la valentía necesaria para ir a verles.

Y allí estaba, sentada en el sillón de la sala de estar de los señores Way escuchando cómo su tía Melani les contaba todo sobre el caso de tráfico de bebés y esperando cualquier reacción por parte de ellos, sobre todo esperando que no se lo creyesen.

Y en un primer momento fue así. Les parecía todo demasiado irreal para ser cierto. Años creyendo que estaba muerta y ahora le decían que había sido un engaño.

Pero con un vistazo a todos los documentos y pruebas que habían recopilado en esos años, terminaron aceptando que era cierto, que esa morena que estaba frente a ellos era su hija Elena, cuyos rasgos físicos les recordaban a los de la propia Donna en su adolescencia.

La mujer lloraba de emoción, de incredulidad y de alegría. Se levantó y, despacio, casi con miedo, se acercó a Elena, que se levantó para quedar frente a ella, y abrió los brazos en muda invitación.

Elena no lo dudó y se abrazó a ella con una gran sonrisa y alguna que otra lágrima por el tan esperado reencuentro. Después fue el turno de Donald de abrazarla, mas tímido que su mujer pero con la misma intensidad.

Se pusieron al día sobre sus vidas. Sus padres se mostraron muy interesados en qué tal había vivido con sus padres adoptivos y después Donald quiso enterarse de todo sobre la investigación, prometiéndole a Melani que les ayudaría en todo lo que pudiese.

-Como me gustaría que hubieses crecido con nosotros. Seguro que te hubieses llevado genial con tus hermanos. Sobre todo con Michael. -Donna y Elena hablaban al otro lado de la sala- Que, por cierto, ya debería de estar aquí. Ha estado tan raro estos últimos días... -Comentó con preocupación maternal.

-A mi también me habría gustado... Ojala me acepten como parte de la familia.

-Seguro que sí. Son muy buenos chicos. Gerard vive con su novio al otro lado de la ciudad y Michael vive aquí.

A Elena no le dio tiempo a pensar en la coincidencia que era que se llamasen Michael y Gerard, igual que Mikey y su hermano, porque en ese momento el hijo menor de los Way entraba por la puerta de la sala, quedándose a cuadros a ver a Elena allí.

-¡Michael, cariño! Ven, ven aquí que te presente.

Elena empezaba a encajar las piezas de ese rompecabezas que siempre había sido su vida.

Mikey, SU Mikey, era hijo de Donna y Donald lo que significaba que también era su hermano.

Ahora entendía la reacción del chico al mencionarle el nombre de sus verdaderos padres.

¡Eran hermanos! Y en su caso, hermanos era igual a incesto.

Mientras todas esas voces gritaban en su cabeza, Mikey se había acercado a su madre y ésta le estaba explicando todo lo que Elena y Melani les habían contado.

-Ella es tu hermana. Elena.

Los dos más jóvenes se miraron fijamente después de un mes de soportar la ausencia del otro. Finalmente, Mikey se acercó a Elena.

-Encantado. -Fue su simple respuesta, antes de estrecharle la mano.

-Cielo, es tu hermana. Dale una bienvenida mejor.

-No, así vale. -Respondió alejándose de nuevo para quedar al otro lado del cuarto y evitar tenerla tan cerca.

Si no ponía distancia entre ellos, se tiraría encima de ella y la besaría hasta morir.

-Justo antes de que llegases estaba diciéndole que ojala hubiese crecido con vosotros. Y como no fue así, me preguntaba si... -Hizo una pausa buscando las palabras correctas que no asustasen a la chica. Donald le dio ánimos con la mirada- Si querías venirte a vivir aquí, con nosotros. Ya que tus padres adoptivos no están... -Elena miró a Mikey de reojo, que tenía los ojos como platos, y Donna tomó su silencio como duda- Claro que imagino que no quieras, no nos conocemos apenas y...

-Si, Donna. Me encantaría. -Respondió finalmente con una gran sonrisa.

Mikey sintió que se derretía con ese gesto, pero lo disimuló lo mejor que puso y se acercó a su madre.

-¿Por qué va a quedarse aquí? ¡Ya tiene un casa! -Elena sintió una puñalada en el pecho. Pero es que si apenas podía estar en la misma habitación que ella sin tirársele encima, menos aguantaría vivir en la misma casa que ella, verse todos los días, ducharse en la misma bañera...

No podía pensar esas cosas. Era su hermana, y eso no pasa entre hermanos.
-¡Michael James Way! No seas maleducado. -Rugió Donald- Somos su familia y nos haremos cargo de ella.

-Es que... Ya tiene la edad para vivir sola. No necesita que nadie se haga cargo de ella. -Elena tragó duro y miró el suelo sabiendo lo que venía.

-¿La edad? ¿Desde cuándo los 16 años son edad suficiente para vivir sola?

-¿Q-qué? ¿16? No. Es imposible. Seguro que tiene muchos más... -Tartamudeó, mirando a Elena en busca de una explicación que no podía darle en ese momento. Por eso esquivó su mirada.

La chica sabía que ese día llegaría antes o después.

Tenía 16 años y estudiaba en el instituto, no trabajaba allí como su exnovio creía. Ella nunca le dijo su edad y él simplemente la dio por hecho.

Mikey la miró dolido por el engaño, pero ella seguía esquivándole.

-Está bien... Me voy. -Casi susurró antes de darse la vuelta y salir del salón para subir las escaleras hacia su habitación.

En la sala todo se quedó en silencio. Donna y Donald no entendían el comportamiento de su hijo, siempre tan educado y formal con la gente nueva y ahora tan frío y grosero. Melani no quería importunar a los dueños de la casa y Elena no sabía si le saldría la voz sin temblores después de toda la escena y el miedo que ahora tenía al ver cómo se había tomado lo de su edad.

-Bueno y... -Rompió el silencio Donna- ¿Entonces te quedas?

-Yo... No querría molestar.

-No molestas, cariño. Tenemos que recuperar el tiempo perdido. Seríamos felices si te quedases. -Le dijo con ternura y cariño.

-Está bien. -Sonrió de nuevo, sabiendo que todo iría bien con sus padres a partir de ahora- Me quedo.



Continuará... 

martes, 17 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 2



CAPÍTULO 2:


Los chicos mantuvieron su relación a escondidas por petición de Elena. Aunque Mikey no entendió por qué, aceptó. Así que se veían todas las mañanas hasta del trabajo, separándose siempre antes de llegar al instituto, y quedaban alguna que otra tarde para dar un paseo o tomar algo tranquilamente.

Fue una tarde lluviosa en la que Elena llamó a su novio al móvil, diciéndole que debido al frío y a la lluvia no le apetecía salir de casa, pero que si quería podía ir a verla a casa, que estaba sola hasta la noche.

Mikey aceptó, claro. El día anterior no habían podido verse por tener cosas que hacer, así que sería capaz de ir al otro lado del mundo para verla esa tarde.

Puntualmente llegó a su casa y llamó al timbre. Lo primero que sintió al ver abrirse la puerta fueron los brazos de Elena alrededor de sus hombros arrastrándole hasta dentro. Y, antes de poder decir nada, su boca fue poseía por otra ansiosa y húmeda y caliente.

-Vaya, qué bienvenida. -Murmuró casi sin aire cuando Elena le dio un poco de espacio para respirar.

Justo entonces se dio cuenta del rubor en las mejillas de Elena, que se mordía el labio nerviosa. Bajó la vista hasta su cuello blanco, acariciado por algunos mechones de pelo negro. Siguió bajando y jadeó sin darse cuenta, abriendo la boca.

Sus hombros estaban al descubierto por no llevar camiseta y su pecho estaba tapado únicamente por un sujetador verde de puntilla, más transparente que otra cosa.

Más abajo, su estómago liso y terso se mostraba en todo su esplendor sin nada que lo cubriese hasta llegar a sus caderas, donde unas braguitas a juego con el sujetador tapaban su parte más íntima. O medio tapaban, ya que también eran medio transparentes.

Durante su escrutinio, Mikey no había sido capaz de decir nada, sólo la miraba embobado, haciendo que el rostro de la chica se calentase más y más y se sonrojase, mordiendo más fuerte su labio.

-Elena...

-¿Te gusta? -Preguntó con timidez.

-¿Que si me gusta? -La miró como si estuviese loca por tan solo preguntarlo cuando era más que obvio y la recorrió con la mirada de arriba a abajo de nuevo, devorándola con los ojos- Es... Joder, no tengo palabras.

Una de las manos de Mikey se apoyó en el cuello de la chica, acariciando su nuca con la punta de los dedos para después llevarla a la parte delantera y bajarla poco a poco, disfrutando de la textura de toda esa piel a su disposición. Era apenas un roce que estaba provocando estragos en la morena.

Esa mano siguió bajando, sinuosa, pasando entre sus pechos sin apenas tocarlos hasta llegar a su estómago, donde rodeo su ombligo un par de veces.

Para ese momento, Elena había cerrado ya los ojos, dejándose embargar por las sensaciones de esos finos dedos conociendo su cuerpo.

Al llegar a la goma de su ropa interior, Mikey hizo el amago de retirar la mano, pero la mano de ella sujetándole por la muñeca lo impidió.

-No... Sigue. -Susurró, y abrió los ojos para mirarle fijamente y con seguridad- Por favor...

Mikey suspiró y colocó la mano de nuevo sobre su estómago, llevándola hasta su cadera, donde se entretuvo haciendo círculos con los dedos.

Poco a poco volvió a pegarse a ella, sintiendo la cada vez más rápida respiración de la chica contra su rostro, y terminó por unir sus labios, besándola con posesividad justo cuando las yemas de sus dedos traspasaban la barrera inferior de ropa.

Acarició superficialmente el fino y escaso bello que ahí tenía, suave y que le incitaba a ir más allá. Avanzó un poco más y tuvo que sujetar a Elena por la cintura con el otro brazo para evitar que se cayese por el temblar de sus piernas. La morena jadeó, buscando aire desesperadamente.

Todo lo que sentía era increíble y no quería que parase nunca, pero no estaban en el mejor sitio para hacer eso, así que sacando fuerzas de donde no tenía se separó un poco de Mikey y empezó a caminar hacia atrás, sin dejar que Mikey sacase sus dedos de donde los tenía.

Con un poco de trabajo llegaron hasta la habitación de Elena, amplia, con un gran ventanal cubierto por una cortina y una cama de matrimonio en el centro.

Al ver la cama, Mikey se hizo dueño de la situación otra vez y la llevó hasta ella. Apartó el edredón y la tumbó sobre las sábanas azules y frías, que al contacto con su espalda la hicieron arquearse.

Mikey besaba su cuello con dulzura mientras sus manos vagaban por su cintura, subiendo por los brazos hasta sus hombros para volver a bajar, esta vez abarcando con las manos abiertas sus pechos, los cuales masajeó, deshaciéndose rápidamente del sujetador.

Al dejarlos al aire, su boca fue bajando poco a poco por su cuello hasta llegar hasta ellos para besarlos y lamerlos, endureciendo sus pezones y arrancándole suaves gemidos a la chica, que se hicieron más fuertes y desesperados cuando dos dedos se introdujeron en ella.

Sin saber cómo, estaba totalmente desnuda, sintiendo las manos y la boca y la lengua de Mikey en todas partes, volviéndola loca. Pero él seguía con toda su ropa y eso no era justo, así que, apartando a Mikey con desgana, se arrodilló sobre la cama y le sacó la chaqueta y la camiseta sin rodeos.

Mikey se quitó los zapatos con los pies y besó a Elena, sintiendo las manos de esta por su pecho y su espalda antes de bajar al broche de su pantalón vaquero, que fue abierto en un abrir y cerrar de ojos.

Se puso de pie bajo la atenta mirada de Elena, con los ojos más oscuros que de costumbre si es que eso era posible, y se quitó el pantalón y los boxer de una sola vez, quedando ya por fin los dos en igualdad de condiciones.

Se arrodilló en la cama frente a su novia, la envolvió entre sus brazos y la recostó de nuevo, siguiendo donde lo había dejado.

Elena parecía un poco indecisa sobre lo que debía hacer, pero al final dejó su timidez aparte y recorrió con sus dedos la espalda del chico sobre ella, raspando suavemente son las uñas, algo que descubrió enseguida que encendía a Mikey más todavía. Acarició sus nalgas, apretándole más contra ella, y volvió a la parte delantera, cogiendo en su mano su duro y necesitado pene, mandándole descargas de placer a todas las células de su cerebro.

Cuando Mikey sintió que ya no podría aguantar mucho más, se separó de la boca de Elena lo justo para poder hablar, o más bien, jadearle.

-¿Cariño, tienes un condón?

-Si... Ahí en el cajón de la-la mesita.

El chico se incorporó para estirarse y alcanzar el cajón y de repente sintieron frío por separarse de la piel contraria, pero el disgusto no duró mucho, pues a los escasos segundos Mikey estaba de nuevo sobre ella, colocado entre sus piernas.

Le dio un pequeño beso para transmitirle confianza al ver cierto brillo de duda en sus ojos y empezó a penetrarla lentamente.

Elena se tensó en un primer momento, algo muy propio de las chicas vírgenes, pero Mikey rechazó esa idea. Elena no podía serlo todavía, seguro.

Aún así, siguió entrando en ella pero con todo su cuidado y su paciencia y al sentirse dentro del todo se inclinó para besarle con ternura aún sin moverse. Aunque su cuerpo gritaba por una liberación, lo último que haría sería dañarla.

Al sentirla relajarse bajo sus caricias y besos empezó a moverse despacio, sin dejar de mirarla nunca a los ojos. Miradas cargadas de pasión y cariño a partes iguales.

Según pasaba el tiempo, las embestidas eran más rápidas y Elena pedía más y más, y Mikey se lo daba encantado.

Con un último mordisco en la oreja y una penetración más que profunda, Elena se dejó ir, cayendo desmadejada sobre las almohadas.

Mikey le dio tiempo de reponerse pero volvió con lo que hacía, aunque no tardó mucho más en terminar también y caer desplomado a su lado, desde donde besó su hombro desnudo antes de pasar un brazo por su cintura y así descansaron unos minutos.

-Cuánto me alegro de que esté lloviendo. -Murmuró juguetón junto a su oído tras quitarse en condón y hacerle un nudo.

-Sí, se hacen mejores planes así, ¿verdad?

-Verdad. Elena... -Su voz se puso seria de repente.

-¿Qué ocurre?

-Sé que hace poco que nos conocemos y que estamos juntos pero creo que... Creo que te quiero más que a nada. -Los ojos de la chica brillaron al escucharle y antes de responder no pudo evitar besarle con dulzura.

-Yo también te quiero más que a nada.

Siguieron metidos bajo las sábanas durante una hora más, hablando, riendo y bromeando de todo un poco y hablando de cosas más serias también. Pasando el tiempo con la persona con la que querían estar.

-¿Y vives sola?

-No. Vivo con mis tíos. -Mikey se extrañó pero pensó en que conseguir una casa estaba complicado en los tiempos que corrían.

-¿Y tus padres?

-Ellos murieron... -Se sentó con la cabeza gacha y las rodillas dobladas y una sábana alrededor de su cuerpo desnudo. Mikey se sentó también y la abrazó.

-Lo siento. No sabía nada...

-No te preocupes. -Le sonrió con tristeza- De todas formas, ellos no eran mis padres de verdad. No quiero decir con eso que no les quiera. Les amaba con mi vida, ellos me criaron. Pero no eran mis padres.

-¿Cómo es eso?

-Verás, con catorce años mis padres murieron en un accidente de tráfico y, arreglando unos papeles de herencias y todo eso, mi tía, la hermana de mi madre, encontró los papeles de mi adopción y creyó conveniente decírmelo. Entonces decidí que quería encontrar a mis padres biológicos, aunque fuese solo por conocerlos. No les guardaba rencor por darme en adopción. -Mikey escuchaba atento cada palabra que salía de la boca de su novia- Mi tío tiene una agencia de detectives así que quien mejor que él para ayudarnos. Y lo que encontró no nos lo esperábamos para nada.

>>Resulta que cuando nací, a mis padres biológicos les dijeron que había muerto. Los médicos me llevaron a un centro de adopciones, donde me dejaron a cambio de una buena suma de dinero. Y allí me encontraron mis padres adoptivos, que no sabían nada de todo lo que había pasado.
Y lo peor es que no soy la única a la que le pasó, sino que hay un delito de tráfico de bebés bastante gordo detrás de todo esto, y ahora mis tíos están intentando destapar el asunto y meter a los culpables a la cárcel. Pero yo me conformo con conocer a mis padres.

-Dios, mi amor, no me imaginaba nada de eso. Lo siento.

-No tienes por qué sentirlo. -Se encogió de hombros- Si eso no hubiese pasado, las pistas de mis padres no me hubiesen llevado hasta aquí y no te habría conocido, así que en el fondo he salido ganando. -Sonrió, esta vez de verdad, y besó su mejilla.

-¿Eso quiere decir que sabes algo de tus padres?

-Sí, encontraron los documentos donde falsificaron mi muerte y están firmados por ellos. Se llaman Donal y Donna Way. Ahora solo tengo que encontrar dónde viven.

Pero Mikey ya no la escuchaba. Se había desconectado después de escuchar los nombres de sus supuestos padres biológicos. Sus padres. Los padres de él...




Continuará...

domingo, 15 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 1


Esta historia está hecha como relago para @SweetReveenge_, según ella, mi Fan Numbre 1.
Para tí guapa :) Gracias por tu apoyo y tus bonitas palabras :3 



CAPÍTULO 1:


-Ui, lo siento.

-Perdóname.

Una chico y una chica caminaban con prisa por la acera, tan centrados en sus cosas que no se dieron cuenta de que iban por el mismo camino hasta que chocaron y las cosas de ella cayeron al suelo. El chico la ayudó a recoger sin levantar la mirada y, cuando al fin la miró y sus ojos se encontraron con los de ella, ambos se quedaron paralizados unos segundos. Finalmente, él pareció volver en sí. Recogió un último libro y se incorporó, tendiéndoselo.

-Disculpa, iba distraído. -La chica cogió el libro y sonrió con timidez- Me llamo Mikey.

-Yo soy Elena.

-Encantado. -Sonrió también y volvieron a perderse en la mirada contraria un rato, hasta que ella abrió grande los ojos, asustada.

-¡Mierda! ¡Es tarde, tengo que irme! -Y echó a correr sin decir más mientras Mikey se giraba, viéndola irse.

-¡Dime por lo menos donde podré verte de nuevo! -Gritó desesperado.

-¡Paso por aquí todas las mañanas! -Y desapareció tras una esquina.

Al día siguiente, unos minutos antes que el día anterior, Mikey estaba en la misma calle en la que se había chocado con Elena, apoyado en una pared, fumando un cigarrillo para intentar sacarse los nervios de encima.

Dos miradas le habían bastado para saber que esa chica no era como las demás, que tenía algo por lo que merecía la pena luchar y estaba dispuesto a hacerlo.

Varios minutos y dos cigarrillos después, la chica morena, de piel pálida y ojos negros como el carbón que había conocido el día anterior, caminaba distraída por la calle, acercándose a él poco a poco pero sin prestarle atención.

Mikey aprovechó ese momento para estudiarla de arriba a abajo.

Era alta y esbelta, con el pelo por los hombros, tan oscuro que, junto con esa piel tan clara, le recordaba vagamente a su hermano Gerard. Los pantalones ajustados marcaban su cadera y piernas y el escote de su camiseta mostraban parte de una más que decente delantera.

Caminaba sin fijarse en nada ni nadie de su alrededor, dando la sensación de ser muy despistada. Como el día anterior, llevaba varios libros en los brazos que Mikey no reconoció.

Al llegar a su lado, Elena iba a seguir de largo sin siquiera haberle visto.

-Hola.

Al escuchar una voz ronca junto a ella, que pensaba que estaba sola, se asustó y se giró de golpe, dejando caer los libros.

-Perdona, no quería asustarte. -Se disculpó el chico, agachándose a recoger los libros.

-No pasa nada, iba distraída. Gracias. -Cogió los libros que le daba el chico- ¿Qué tal?

-Esperándote. Y ahora que te veo, mucho mejor. -Elena bajó la mirada avergonzada a la vez que sus mejillas se teñían de rosado.

-¿Para qué me esperabas? -Decidió pasar por alto el resto de lo dicho por el chico, quien se encogió de hombros.

-Solo quería volver a verte.

-Pues aquí me tienes. -Sonrió, un poco más roja que antes- Pero debo irme o voy a llegar tarde.

Como el día anterior, Elena se dispuso a seguir su camino, pero esta vez Mikey echó a andar tras ella al ver que se alejaba. Apresuró un poco el paso hasta llegar a su altura. Elena no le miró, pero esta vez supo que estaba junto a ella, así que sonrió de nuevo mirando hacia el lado contrario.

-¿Dónde vas siempre con tanta prisa? -Preguntó él, divertido.

-¿Tú no trabajas? -No respondió, pero con eso Mikey entendió que la chica se dirigía a trabajar.

-Sí. ¿Me permites acompañarte?

-Claro, por qué no. -Caminaron un rato en silencio hasta que Elena le de reojo y se encontró los ojos del chico clavados en los suyos durante unos eternos segundos que se rompieron cuando Mikey gritó una advertencia y la agarró, tirando de ella hacia él para evitar que se chocase contra una farola.

Tras el susto, se encontraron abrazados uno al otro, Elena refugiada entre los brazos del chico. Volvieron a mirarse. Parecía que desde que se conocieron, apenas un día antes, era lo único que sabían hacer: mirarse fijamente a los ojos.

Inconscientemente, Mikey se estaba inclinando hacia la chica, sus ojos vagando desde los ojos negros hacia sus labios. Ella iba cerrando los ojos cuando de repente los abrió completamente de nuevo.

-Mierda, mierda, mierda. ¡Llegaré tarde de nuevo!

Se soltó con una disculpa y sin mirarle por vergüenza y se fue corriendo con un último movimiento de mano a modo de saludo.

Mikey volvió a quedarse mirándola desaparecer hasta entrar en el recinto de lo que parecía un instituto. "Debe ser profesora... Lo que daría yo por haber tenido una profesora como ella". Suspiró y volvió sobre sus pasos.

Mañana tras mañana, Mikey esperaba a Elena en el sitio de siempre, quien ahora no pasaba de largo sino que le buscaba con la mirada y se sonreían mutuamente al verse. Como todos los días desde hacía ya 9 días, la acompañaba hasta la puerta del instituto, hablando de cualquier cosa y conociendo así cosas de sus respectivas vidas, y se despedían hasta el día siguiente.

Hasta que una mañana Mikey no aguantó más y, nada más verla, se acercó a ella con paso decidido, interponiéndose en el camino de una asombrada Elena y, sin más, se inclinó sobre ella, poniendo las manos en su cintura, y la besó.

Al principio la pilló desprevenida, pero tras ese momento de confusión, la chica le respondió al beso y éste subió de intensidad.

Lo que empezó como una simple y tenue caricia de labios se profundizó cuando los labios se entreabrieron, chocando sus alientos y rozando sus lenguas.

Cuando se dificultaron sus respiraciones, se alejaron poco a poco, dejando que sus narices se rozasen aún y mirándose a los ojos como habían hecho todos los días.

Sus labios, al igual que sus ojos, brillaban bajo la luz del sol naciente.

-No sabes cuánto deseaba hacer esto. -Susurró Mikey contra sus labios, erizando la piel de Elena al sentir su cálido aliento contra su boca.

-Seguro que tanto como yo. -Respondió igual. Sonriendo, volvieron a juntar sus bocas, pero esta vez la chica rodeó su cuello con sus brazos y él su cintura, apretándola contra su cuerpo.

-¿No puedes faltar hoy?

-No debería pero... Puedo inventar alguna excusa. -Sonrió traviesa, rozaron sus labios una vez más y caminaron en dirección contraria a la que seguían siempre.

Según caminaban sin destino fijo, Mikey se atrevió a enredar sus dedos con los de Elena, quien le miró con cariño y apretó el agarre dándole seguridad.

Sus pasos les llevaron a un parque, totalmente vacío a esas horas de la mañana. Se sentaron bajo un árbol, la chica entre las piernas de él, apoyando la espalda en su pecho. Mientras hablaban, Mikey enredaba sus dedos en el cabello moreno y dejaba fugaces besos de ves en cuando en sus mejillas, en su cabeza y en su cuello, haciéndola estremecer.


Continuará...

FINAL DE OBSESIONADOS CON EL SEXO

No dije nada, pero el capítulo 54 fue el final del fic. Así que, eso. Gracias a los que lo leísteis :)