jueves, 6 de septiembre de 2012

Frankie Clown

Queríais que volviese al Frerard; aquí tenéis. 




DINNNG - DONNNG 



El timbre de la casa sonó y los más de 15 niños que había dentro se volvieron como locos, corriendo hasta la entrada sin hacer caso a los adultos que les vigilaban y les pedían un poco de cuidado. 

-¡Hola, holaaaa! -Gritó la persona al otro lado de la puerta con una voz divertida. Se trataba de un joven payaso con una peluca azul rizada, la cara blanca, la boca repintada de rojo y una nariz redonda roja también. Además, llevaba un traje de rayas y círculos con colores llamativos y unos zapatos 3 veces más grandes de lo normal. 

Los niños gritaron emocionados al verle. 

-Me han dicho que hoy es el cumpleaños de alguien, ¿sabeis vosotros de quien es? 

Todos los chavales gritaron a coro "¡De Mikey! ¡De Mikey!" 

-¡Aquí! ¡Yo soy Mikey! Mikey Way. -Gritó uno de los niños, un chico de gafas y pelo castaño, muy delgado y más alto que el resto. 

-Ohhh, ¡Felicidades, MikeyWay! Tengo un regalo para ti. 

Se sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta y lo extendió frente a los chicos, mostrándoles que no escondía nada en él. Puso el pañuelo alrededor de su puño izquierdo y sopló sobre él. A continuación levantó la tela y apareció un perrito de peluche del tamaño de la palma de la mano del payaso. 

Tanto niños como adultos aplaudieron sorprendidos. 

-¡Ah! ¿Es para mi? -Preguntó Mikey con los ojos brillantes. El payaso asintió con una gran sonrisa- Me encantas los perros, ¡gracias! 

-Muy bien niños, todos para dentro. Ahora el payaso Frankie os hará algunos trucos más. 

Todos volvieron a correr, esta vez hacia el salón, donde la mamá de Mikey había preparado una larga mesa llena de comida, refrescos y zumos. 

Se sentaron en el suelo, dejando un espacio frente a ellos para que el payaso hiciese su número. 

-¡Muy bien niños!-Llamó su atención con esa voz gangosa y graciosa- Para el siguiente número, necesitaré vuestra ayuda. 

Los mas jóvenes veían con entusiasmo todo lo que el payaso mágico hacía, la mayoría de ellos con la boca abierta y deseando ser payasos de mayores, mientras los mayores observaban desde lejos y reían ante las caras de asombro de los chavales. Todos, excepto un moreno con cara de fastidio que estaba en la esquina más alejada, compartiendo su enfado con sus colegas mediante el móvil. 

-Gee, cariño, ¿por qué no te acercas y ves la actuación? Este chico es muy bueno, se ha ganado a todos. Además es muy divertido. 

-Oh, si. Se ha sacado un pañuelo de la manga. WOW. -Le respondió con sarcasmo a su madre. 

-Al menos podías disimular por tu hermano y fingir que te lo pasas bien. -Gerard levantó la mirada por primera vez de su movil. 

-Es por su culpa que estoy aqui cuando podría estar tirándome a algún tipo en el baño de algún bar donde habría ido con mis colegas. 

-¡Gerard! Te recuerdo que no estás hablando con uno de tus amigotes y esa no es forma de hablarle a tu madre. -La vena hinchada en la frente de Donna hizo saber a Gerard que se callaba o nada bueno pasaría. Y no quería que Donna le cortase las pelotas por malhablado, gracias- Ahora mismo vas a darme el movil, vas a sentarte junto a los niños y vas a sonreir como si de verdad te lo estuvieses pasando bien. 

-Pero...

-Sin peros, Gerard. Si no quieres quedarte sin coche, más te vale que hagas lo que te he dicho. Ah, y si Frank quiere o necesita algo, serás el encargado de ayudarle. 

Gerard se guardó para él la respuesta poco educada que tenía en la punta de la lengua, le dio el móvil a Donna, que ya tenía la mano extendida, y se fue a sentar donde los niños se divertían con el payaso, que en ese momento regalaba globos con formas de animales. 

-Ey, moreno ¿tú también quieres un globito? -Le preguntó el payaso a Gerard con voz sensual cuando los niños se alejaron para jugar con sus "mascotas". 

-Yo no uso ese tipo de globitos precisamente. -Respondió secamente. 

Frank rió por lo bajo y Gerard no pudo evitar mirarle de reojo, pero en seguida volvió a ignorarle. 

-Vaya, vaya, moreno. No eres muy simpático, ¿no? -Se fue acercando poco a poco hasta quedar frente a él- Mira, si hueles esta flor, tu carácter mejorará. Está comprobado. 

-¿Qué mierda dices? Yo no quiero cambiar mi... -Justo entonces se giró hacia el payaso, que estaba de pie a unos centrímetros de él acercándole a la cara una flor de plástico que llevaba a modo de anillo gigante y no pudo terminar la frase, pues un chorro de agua impactó en su cara, mojándole hasta el flequillo. 

Frank se desternilló de risa al igual que un par de niños que lo habían visto. Gerard pasó de la sorpresa a la furia en menos de un segundo. Se puso en pie enfrentando al payaso. Era por lo menos una cabeza más alto que él. 

-¡¿Qué cojones haces, imbécil?!- Le gritó, echando chispas por los ojos. Le agarró de la camisa y le hizo ponerse de puntillas, pero ni por esas dejó de sonreír. 

-Vaya, creo que contigo no hace efecto. Ese mal humor es permanente. 

-¡Te mato, cabrón! -Dijo, zarandeándole con violencia. 

-¡GERARD!

Donna había entrado en el salón justo a tiempo de ver a su hijo mayor a punto de golpear al payaso. Varios niños chillaban a punto de llorar por los gritos y la escena que veían. 

-Suéltale ahora mismo y lárgate de mi vista. Te has quedado sin coche. -No elevó la voz en ningún momento, y eso era peor que cuando gritaba. 

Gerard apoyó al payaso de nuevo en el suelo pero no le soltó. 

-Espero no volver a verte, enano de mierda, porque te estamparé con la pared. -Susurró con veneno en la voz. 

-La próxima vez que me veas, lo único que querrás hacer será follar conmigo. -Respondió el más bajo con seguridad y chulería. 

-¿Pero qué te has creido? Solo eres un puto payaso de mierda. Nunca me fijaría en ti. 

-¡Gerard! -Volvio a llamarle Donna. Soltó a Frank y se dio media vuelta para largarse. Antes de irse le escuchó. 

-No apuestes sobre lo que no puedes ganar. 

*

"Maldito payaso y la madre que lo parió" pensaba Gerard. Donna le había echado de la fiesta de cumpleaños y no solo de la fiesta, sino de la casa. Eso sí, no sin antes hacerle disculparse con su hermano Mikey por 'estropearle su cumpleaños'. 

Y ahora estaba sentado en la acera frente a su casa, de espaldas a ésta, donde llevaba ya hora y media fumando por hacer algo y esperando a que la maldita fiesta terminase y los críos (payaso incluido) se largasen a su casa para que él pudiese irse a su habitación. 

En cualquier otra ocasión hubiese estado feliz porque su madre le echase de casa, pues así podría largarse con sus colegas. Pero sin coche y viviendo en el culo del mundo, era imposible. 

Así que allí estaba, fumando su sexto cigarrillo y maldiciendo al payaso una y otra vez. Se le acababan los insultos y volvía a empezar. 

De repente, padres fueron llegando en busca de sus hijos y los niños empezaron a irse, pero ni rastro del payaso. Cuando creyó que todos se habían ido, apagó el último cigarro (tendría que comprar una cajetilla nueva al día siguiente), se palmeó el pantalón para limpiarse y se giró para encaminarse a casa por fin. Pero al hacerlo casi choca contra un chico. 

Gerard fue a recriminarle por ponerse en su camino, pero solo fue capaz de boquear, pues las palabras se quedaron en su garganta. Se quedó embobado, mirando al chico como un tonto. 

Pero es que frente a él estaba el tío de sus sueños (Sí, a veces era todo un cursi, pero no hacía falta que nadie lo supiese). 

Era un chico más bajo que él, de pelo castaño oscuro, corto y con el flequillo cayéndole hacia un lado. Llevaba unos pantalones negros super ajustados un poco caídos, dejando ver parte de sus calzoncillos verdes En la parte superior llevaba una camiseta blanca y encima una camisa de cuadros negros y azules, arremangada hasta los codos. Por eso Gerard pudo ver la gran cantidad de tatuajes que adornaban sus brazos. También en su cuello tenía alguno, ademas de un piercing en el labio. 

El chico le miraba divertido, esperando que Gerard dejase de babear y dijese algo, pero como parecía que no reaccionaba, habló él. 

-¿Te gusta lo que ves? 

-¿Qué? Oh, lo siento. Es que... Joder, ya ves que si me gusta. -Jadeó, haciéndole reír- Soy Gerard. 

-Encantado, Gee. -Le dijo con confianza, como si se conociesen de toda la vida. Una parte específica del cuerpo de Gerard se mostró muy interesada cuando esa voz ronca pronunció su nombre- Yo soy... Anthony. 

-Oye, me puedes mandar a la mierda porque nos acabamos de conocer y tal, pero, si no estás ocupado, podríamos, no sé, ¿tomar algo?. 

-Bueno, ahora mismo tengo planes...

-Oh...

-Pero podrías venirte, si quieres. Tengo ensayo con mi banda asi que podrías venir a vernos y luego tomamos algo.

-Eso suena bien. -Aceptó sonriente. Anthony cogio una pesada mochila que había junto a él y le guió hasta su coche- ¿Y qué tocas? 

-Lo que quieras que te toque. -Gerard rió nervioso. Se sentía como un puto adolescente en su primera cita. 

-Me refería a qué tocas en la banda. De instrumento y eso. 

-Ah, pues la guitarra. Y también canto, aunque eso no se me da del todo bien. -Rió. 

-Joder, me muero por escucharte cantar. Si tu voz cantando es la mitad de sexy que al hablar, harás que me corra. -Los dos se echaron a reír, consiguiendo que el camino se hiciese más corto entre broma y broma, flirteo y flirteo. 

*

-Ahh, joder. Me encantas, Anthony. 

Una vez terminado el ensayo, los chicos de la banda invitaron a Gerard a unas cervezas y unos 'cigarrillos mágicos', como ellos los llamaron. Después de eso, cada uno se fue a su casa y, ante la indecisión de Gerard sobre si entrarle a Anthony o no, éste se ofreció para llevarle de regreso. 

Pero cuando ya estaban frente a la casa y Gerard se disponía a salir del coche abochornado por no haber sido capaz de lanzarse (cosa que nunca había sido problema para él, pero Anthony era diferente, era la encarnación de todos sus deseos), el más bajo le sujetó del brazo, le hizo sentarse de nuevo, y reptó como una serpiente hasta sentarse en su regazo y comerle la boca con ansias. Todo en décimas de segundos. 

Gerard no pudo creer su suerte y, sujetándose de su culo como si la vida le fuera en ello, respondió al beso. 

-¿Te gusto, Gee? 

-No sabes cuánto. -Murmuró contra su cuello entre beso y lametón. 

-¿Crees que soy atractivo? -Siguió preguntando con voz entrecortada. 

-Eres sexy. -Mordisco- Nunca he conocido a nadie más sexy que tú. -Metió las manos bajo su camiseta y Anthony enredó los dedos en su pelo, tirando de él hacia atrás para inclinarse y chupar su garganta con gula. 

-¿Te gustaría follar conmigo? -Gerard se apartó antes de responder para poder mirarle a los ojos, dejándole ver el deseo en estos. Además, quitó una de las manos que el chico tenía en su pelo y la llevó a su entrepierna para que notase lo duro que estaba.

-Anthony, estoy más cachondo que en toda mi puta vida y sólo me has besado. Por supuesto que quiero follar. 

-Dímelo. -Susurró con la voz tomada- Dime que me deseas, que estás loco por mi y que quieres follarme aqui y ahora. 

-Te deseo. -Beso- Estoy loco por ti. -Beso- Y quiero follarte aqui y ahora. 

Gerard se acercó de nuevo a su boca buscando el beso que iniciase todo lo demás. Sin embargo, Anthony le puso una mano en el pecho y le alejó. 

-¿Pero qué... 

-Ya he demostrado lo que quería, así que puedes irte. 

-¿Perdona? -Gerard no entendía nada de lo que estaba pasando, solo sabía que tenía el calentón de su vida y Anthony se estaba moviendo hacia su asiento dispuesto a dejarle con una barra de hierro entre las piernas. 

-Te dije que la próxima vez que me vieses querrías follar. Tú dijiste que no y ahora acabo de demostrarte que yo tenía razón. 

-Espera, espera, espera... ¿QUÉ? No entiendo nada. -La situación cada vez era más rara- ¿Eres Frank, el estúpido payaso por cuya culpa me han echado de mi casa? 

-¡Tachán! -El chico se puso la nariz roja del disfraz de payaso sonriendo con prepotencia, confirmando su pregunta. 

-¡Eres un cabronazo hijo de puta! -Frank amplió su sonrisa todo lo que pudo, de forma graciosa- Vete a la mierda. 

Abrió la puerta del coche echando humo por las orejas debido al cabreo que llevaba. 

-Ey, Gee. -Remarcó el nombre con falsa ternura- Cuando te aceptes a ti mismo lo que sientes por este payaso y mejores tu humor, llámame. -Alargó el brazo y le metió una tarjeta en el bolsillo trasero del pantalón mientras salía. 

-Que te den. -Fue la despedida del moreno. Frank movió la cabeza y rió cuando Gerard cerró la puerta de un portazo. 


Habían pasado 4 días desde esa horrible tarde en la que conoció al payaso y aún seguía cabreado con él. No, cabreado era poco comparado con lo que sentía realmente. Como se le encontrase en algún lugar se le cargaba. 

¿Quien se creía ese gilipollas para tomarle el pelo a él? ¿Quién se había pensado que era para dejarle con ese calentón por una simple apuesta en la que ni siquiera había aceptado participar? 

Porque lo cierto era que Gerard no sabía la razón real por la cual estaba tan enfadado con Frank, si por reírse de él o por dejarle a medias con las ganas que le tenía. 

De acuerdo, sí lo sabía, era por lo segundo. La verdad es que no se había portado muy bien con Frank cuando estuvo trabajando en la fiesta de su hermano. Vale, se había portado como un jodido borde aún a pesar de que Frank siempre fue de buenas. Pero es que estaba harto de tanto crío y lo tenía que pagar con alguien. 

Pero que se lo aceptase a sí mismo no quería decir que se lo fuese a admitir a Frank. Nunca. Já. 

Su discurso mental se fue por el deshague cuando se descubrió cogiendo el móvil y marcando ese número que ya se sabía de memoria de tantas veces que había meditado sobre si llamar o no. 

-¿Diga? -La voz de Frank al otro lado del teléfono le pilló de improviso. Se había dejado llevar por un impulso y no sabía ni lo que iba a decirle- ¿Quién llama?-Gerard seguía en silencio pero Frank le escuchaba respirar- Gerard, ¿eres tú? Te escucho respirar. Habla. 

-Soy yo. -Fue todo lo que pudo decir. 

-¿A qué debo tu llamada? ¿Acaso has reflexionado? 

-Sí. -Frank esperó que añadiese algo, pero no dijo más. 

-¿Y...? Gerard, no puedo ni me apetece sacarte las palabras con sacacorchos así que si no tienes nada que decirme, voy a colgar. 

-No, no. Espera. Sí tengo algo que decirte. -Se quedó en silencio unos segundos, respirando profundamemte. Frank mentiría si dijese que no se estaba mordiendo los labios con nerviosismo- Eres un capullo integral y todo eso. Bueno, ya te llamé de todo el otro día, así que no lo repetiré. Pero a pesar de todo me gustas, como nunca me había gustado nadie y lo siento porque el otro día me porté como un idiota contigo y...

-Gee. Gee, vale. -Le interrumpió al escucharle hablar cada vez más y más rápido- Está bien, Gee, no tienes que disculparte. Tu también me gustas. -Pudo escuchar un suspiro de alivio al otro lado del telefono por lo que rió por lo bajo- ¿No estás enfadado por lo de la otra noche? 

-¿Te refieres a dejarme con el calentón del siglo? Claro que estoy enfadado. Tendrás que hacer algo para que te perdone. 

-Mm.. se me ocurre algo con lo que seguro que me gano tu perdón. ¿Te apetece venir a mi casa? 

-Solo si me recibes con tu nariz de payaso. 




FIN

viernes, 10 de agosto de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 7 - FIN


CAPÍTULO 7:

Mikey ya no era un ser humano. O, al menos, hacía tiempo que había dejado de comportarse como tal. No hablaba, no reía ni lloraba, apenas comía... Todo lo que hacía era dormir la mayor cantidad de tiempo posible y respirar. Y habría dejado de hacer esto último de haber tenido fuerza suficiente.
Michael Way se había convertido en una masa de carne del color de la tiza que se movía por inercia, sin pensarlo, y se dedicaba a mirar el infinito a través de las sucias paredes. Nada le hacía reaccionar, ni los insultos, ni las palizas, ni las visitas esporádicas de sus familiares. Básicamente porque nunca recibía la visita que él deseaba.
Cumplía su tercer mes de condena en la prisión de Nueva Jersey. Tercer mes de una larga condena perpetua durante la cual le estaría prohibida la visita de su amada Elena.
Finalmente Alicia se había salido con la suya y el dinero y las manipulaciones consiguieron que Mikey diese con sus huesos en la cárcel por "abuso de menores". Ni la declaración de Elena ni la defensa de su abogado pudieron librarle.
Sus padres y su hermano estaban haciendo lo imposible por rebajar su condena al menos. Incluso Frank estaba dejándose la piel en ello. Pero todo estaba siendo inútil. El padre de Alicia controlaba lo inimaginable y ni un milagro podía sacarle de allí. Por primera vez en su vida, a Mikey se le pasó por la mente el asesinato cuando, al salir del juzgado tras recibir su condena, se encontró de frente con la sonrisa satisfecha y arrogante de Alicia.

Los primeros días en prisión gritó, lloró e imploró ver a Elena, al menos para despedirse de ella, pues en día del juicio le sacaron a rastras sin darle tiempo ni a una última mirada. Con el paso de los días comprendió que nunca más vería a su hermana y fue asimilándolo. Entonces la vida dejó de tener sentido y Mikey se convirtió en un ente ausente con el que tanto presos como guardias hacían lo que querían. Él sólo cerraba los ojos.
Su familia no daba a basto. No sólo no paraban ni un segundo intentando mejorar una solución o mejora, sino que además veían cómo día a día Elena decaía más y más. Su estado era paralelo al de Mikey por lo que sus padres empezaban a pensar que no sólo habían perdido un hijo, sino dos. Tampoco comía, lo cual la estaba haciendo enfermar, ni dormía y, en las pocas ocasiones en las que los somníferos la ayudaban a dormir, tenía pesadillas horribles y despertaba gritando y sollozando el nombre de Mikey hasta casi desgarrarse la garganta.
Las cosas no podían ir peor en la familia Way.
Cuando por fin estaban todos reunidos de nuevo y dos de ellos creyeron haber encontrado su verdadero amor, todo se derrumbaba y aprendían de la forma más cruel que nada es perfecto ni la felicidad dura por siempre.

...
-Elena. Elena, ¿estás ahí? -Llamaba Gerard desde la puerta del cuarto de la chica. No recibió ninguna contestación, como de costumbre, sólo el sonido de una respiración agitada causada por el llanto.
Sin esperar respuesta, entró en el cuarto que estaba en penumbras, caminando lentamente con una bandeja en las manos hacia donde sabía que estaba la cama y, sobre ella, como siempre, su hermana pequeña.

-¿Qué tal estás? -Susurró, recibiendo más silencio a cambio- Debes comer algo. -Se sentó al borde de la cama y acercó la bandeja a la chica, quien simplemente con el olor sintió su estómago retorcerse, por lo que se dio la vuelta y se envolvió en las mantas hasta la cabeza- No puedes seguir así. ¿Qué crees que diría Mikey si te viese en este estado?
El escuchar el nombre de la persona que amaba le hizo aumentar el llanto y doblarse sobre sí misma, abrazando sus rodillas. Gerard quiso cortarse la lengua por provocar eso. Suspiró y apartó la bandeja, dejándola en el suelo.
-¿Cuándo podré verle? -Susurró la chica, su voz sonando rota y ronca después de tanto tiempo sin hablar.
-Tengo algo importante que decirte. -Cogió aire para darse fuerza. No era nada fácil- Hemos hecho todo lo posible, contratando a los mejores abogados y buscando alguna posible fisura en el caso, pero no podemos hacer nada. No hay forma de que le rebajen la condena. Y, además... Nunca más podrás ver a Mikey. Aún cuando seas mayor de edad, al haber sido condenado por tu supuesto abuso, no te permitirán ir a verle. Lo siento.
Las lágrimas escapaban de los ojos de Gerard según hablaba y empeoraban al escuchar el empeoramiento del estado de Elena. Se tumbó junto a ella, ambos llorando sin consuelo de la forma más silenciosa posible y, al sentirlo, la chica se dio la vuelta y abrazó a su hermano con todas sus fuerzas, acompañándose mutuamente en el llanto hasta quedarse dormidos de puro cansancio.

...
Cuando Gerard se despertó, le sorprendió ver la luz del escrito de Elena encendida y a ella sentada en frente escribiendo algo. Desde que condenaron a Mikey, la chica se había movido de su cama nada y menos y verla en esa actitud era extraño.
Pero significaba que probablemente estaba empezando a superar la situación, así que no pudo evitar alegrarse un poco por ello.
Al incorporarse en la cama hizo ruido y Elena se giró hacia él.
-Perdona, Gee. ¿Te he despertado?

-No, tranquila. Me alegra ver que estás levantada ¿Qué haces?
-Escribo una carta para Mikey. -Explicó terminando de escribir y cerrando un sobre con la carta dentro- Vas hoy a verle, ¿verdad? -El mayor asintió- ¿Me harías el enorme favor de entregársela cuando vayas a verle esta tarde? Sólo es una especie de despedida, ya que no me dejaron hablar con él antes de llevársele.
-Claro, cuenta con ello. -Elena le tendió el sobre y Gerard se lo guardo en el bolsillo de su camisa de cuadros.
-Gracias. ¿Bajamos a comer? -Gerard sonrió tan grande como pudo, pensando que era la recuperación más rápida de la historia y feliz por ello. Asintió con la cabeza, rodeó los hombros de la menor y besó su frente antes de echar a andar con ella escaleras abajo hacia la cocina, donde Donna y Donald la recibieron con abrazos y besos y una sonrisa de oreja a oreja.
...
Mikey apretó la carta de Elena contra su pecho con todas sus fuerzas. Si se concentraba podía sentir el tacto de Elena, podía verla escribiéndole esas letras, pensando sólo en él. Era capaz de olerla.
Apretó los ojos y una lágrima se escapó entre sus pestañas oscuras.
Mikey estaba solo en su celda tras haber terminado la visita de su hermano. Su compañero estaría dándole una paliza a algún tipo de culo respingón que se hubiese negado a dejarse follar, como a él mismo le pasó cuando llegó a la cárcel. No le importaba lo más mínimo, todo lo que quería era leer esa carta, pero no dejaba de retrasar el momento. Sabía que algo no iba bien y sentía que si la leía no habría vuelta atrás.
Finalmente suspiró abriendo los ojos, abrió la carta y se acercó a la pequeña ventana de la celda para ver con más claridad.
Hola Mikey.
Esta mañana me he levantado con una idea fija en mi cabeza. Quiero disfrutar del día
con nuestra familia, así que voy a simular que todo va bien por unas horas. Pero en realidad soy incapaz de seguir adelante sin ti.
En este tiempo te has convertido en una pieza esencial de mi vida sin la cual no puedo respirar, por eso voy a terminar con todo.
Sólo quería disculparme contigo porque todo esto ha sido culpa mía. Yo fui la que te insistió para que mantuviéramos una relación aún sabiendo en los problemas que podías meterte. Siento haberte arruinado la vida.
Perdóname, mi amor.
No quiero que estés triste por mi, pero no puedo soportar tu ausencia, y menos sabiendo que nunca me dejarán verte de nuevo.
Adiós, mi vida. Siempre te amaré más que a nada, no lo olvides.
Elena.

Para el momento en que terminó de leer, Mikey estaba sentado en el suelo, llorando de desesperación y golpeando la cabeza contra la pared, la carta estrujada en sus manos.
Sin pararse a pensarlo, se había levantado y había cogido la sábana de su catre, anudándola a las barras de la ventana subido desde la vieja silla que había en la celda.
-No me arrepiento de nada, mi pequeña. Te amo y nadie cambiará eso. Volveremos a estar juntos.
Una patada a la silla que le sostenía le hizo caer al vacío hasta que la sábana alrededor de su cuello le detuvo en el aire.
El nombre de la chica fue lo último que se escuchó en la celda mientras la carta de su mano caía al suelo.

 
 
FIN

domingo, 15 de julio de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 6

CAPÍTULO 6:


-¿Vamos a ir ahí? -Susurró Elena para no romper la atmósfera tan acogedora que se había formado en la habitación.

La chica estaba recostaba sobre el brazo izquierdo de Mikey, ambos desnudos después de haber hecho el amor, sobre la cama, viendo unas fotos que el mayor había ido recolectando. Eran fotos de un pequeño pueblecito en la costa de España donde vivirían los dos juntos cuando la chica terminase el instituto, sin nadie que les conociese y, por tanto, que les mirase mal por la relación que tenían.

-Exacto, pequeña. Compraremos una casita para los dos y nos iremos. Seremos una pareja más y no tendremos que escondernos. -Respondió también en susurros, acariciando el brazo de la chica.

-Ojala pudiésemos irnos ahora mismo.

-Sólo tenemos que aguantar unos meses para que termines el instituto y nos iremos.

-Mh-hm. -Fue su única respuesta, ya que empezaba a adormilarse. Se acurrucó más contra el chico y cerró los ojos, relajándose con el subir y bajar de su pecho. Mikey recogió las fotos y las dejó en el suelo junto a la cama antes de acomodarse junto a ella, dejándose llevar por el sueño.

Por eso, por estar dormidos y sumidos el uno en el otro, no escucharon el follón que se armó en el piso de abajo.

El único sonido que rompía el silencio de la casa era el del televisor del salón, donde Donna y Donald dormitaban tumbados en el sillón uno junto al otro. Pasaron por alto el sonido de la sirena de policía, pensando que algo había ocurrido en algún lugar de la ciudad, como siempre, por lo que se asustaron cuando la sirena empezó a sonar cada vez más fuerte hasta llegar a su calle. Lo siguiente, fue el sonido de golpes en la puerta de entrada.

Donna se levantó de un salto, muerta de miedo. Donald hizo lo mismo, intentando tranquilizarla sin resultado. Cuando los llamados se hicieron más insistentes, Donald por fin fue hasta la puerta y la abrió, encontrándose al otro lado con varios policías y las luces del coche patrulla iluminando la calle.

-Buenas noche. ¿Qué ocurre, agentes?

-Venimos en busca de Michael James Way.

-¿Michael? ¿Qué ha ocurrido? -Medio gritó Donna desde detrás de su marido.

-Tenemos una orden judicial y nos han encargado encontrarle y llevarle a comisaría. -Sin explicar más, hizo un gesto de cabeza a sus compañeros y entró en la casa, quitando a Donna y Donald del camino sin mucho cuidado seguido por los otros. Revisaron la planta baja sin encontrar a nadie y subieron las escaleras hacia las habitaciones. La primera puerta era un baño y al lado estaba el cuarto de Donna y Donald. La siguiente era el antiguo cuarto de Gerard, actualmente de Elena, el cual estaba vacío.

Los señores Way se preocuparon al ver que la menor de sus hijos no estaba en su habitación como debería, pero lo dejó pasar un momento cuando vio al oficial encaminarse a la última habitación. No permitiría que le hiciesen nada a su pequeño sin darle una muy buena razón, menos aún llevársele a comisaría porque sí. Por ello, se interpuso entre el policía y la puerta impidiéndole el paso.

-Apártese, señora. No lo haga más difícil.

-No pienso dejarle entrar hasta que no me diga qué ocurre.

-Donna... -Intentó hablar su marido, pero la mujer se negó.

-No pueden venir a las 11 de la noche y entrar en mi casa como si nada, diciendo que van a llevarse a mi pequeño a la cárcel y pretender que yo me quede tan tranquila mirando.

-Su hijo está acusado de abusar de una menor de edad. Más específicamente, de su hermana pequeña.

-¿Que mi hijo qué? No, está usted equivocado. ¡Eso es imposible!

-Nuestro hijo nunca haría una cosa así. Él es un buen chico. -Intervino Donald de nuevo. Sin embargo el policía no había ido allí a escuchar excusas de la familia.

-Señora, apártese o la llevaré a usted también a comisaría. -Con otro gesto de cabeza, dos de sus compañeros se acercaron a Donna y, cogiéndola cada uno de un brazo, la quitaron del medio.

El policía que parecía estar al mando se acercó a la puerta de nuevo y, sin más, abrió.

-¿Lo ve señora? Tiene a un puto pervertido abusador de menores como hijo. ¡Michael Way! -Gritó. Ese fue el momento en el que tanto el nombrado como Elena se despertaron sobresaltados, descubriendo con pánico que la habitación estaba llena de gente y ellos estaban desnudos, en la cama, y son marcas que delataban lo que habían hecho un rato antes- Queda usted detenido por abuso de menores. Se viene con nosotros a comisaría.

-P-pero , ¿qué... -Mikey estaba totalmente en blanco. No sabía que hacer o qué decir, sólo escuchaba una y otra vez en su cabeza "por abuso de menores".

-¡No, no! ¡Mikey! -Elena gritaba aterrada de que se llevasen a su pareja a prisión o cualquier otro sitio. El chico estaba en estado de shock y ni se movía. Los gritos de sus padres retumbaban en sus oídos junto a las acusaciones del policía.

Viendo que el joven no se movía, los dos policías de antes fueron hacia él y le sacaron de la cama. En un momento de razón, Mikey recordó que estaba desnudo y cogió la ropa que antes había tirado al suelo para ponérsela a toda prisa.

En cuestión de segundos, los policías habían puesto las esposas alrededor de sus muñecas y le sacaban de la casa mientras le leían sus derechos. Elena corrían tras ellos gritando y los dos mayores no sabían que hacer. Donna lloraba y Donald discutía con el agente.

Pero nada sirvió para cambiar las cosas. Mikey terminó en el interior del coche de policía, con la mirada fija en el infinito del asiento delantero, rumbo a la comisaría y, probablemente, a la cárcel.

Las siguientes horas fueron de desesperación total.

Donald y Donna acribillaron a preguntas a una derrumbada Elena que apenas podía hilar dos palabras debido al llanto. Llamaron a Gerard y Frank para informarles y que ayudasen en lo posible y contactaron con el mejor abogado que conocían y podían permitirse.

El abogado en seguida fue a la comisaría donde Mikey estaba retenido a informarse de todo lo que pudiese. Descubrió que Mikey había sido denunciado por Alicia y que sería el padre de ésta el juez encargado de llevar a cabo el juicio, lo cual complicaría las cosas, pues todos sabían la extraña obsesión de la joven con el menor de los Way.

Fue gracias a Alicia y su padre, que el juicio contra Mikey se hizo enseguida, cosa que nunca ocurría. Esa misma mañana, cuando el joven llevaba unas pocas horas en el calabozo de la comisaría, un policía le sacó entre insultos y algún que otro golpe, le puso las esposas y le metió en un coche patrulla donde iba otro policía más para llevarle al juicio.

-Michael James Way. Se le acusa de pedofilia por obligar a una joven de 16 años a mantener una relación con usted. -Inició el juez. El abogado defensor se levantó de su asiento.

-¡Protesto! La relación era de mutuo acuerdo. Tanto el señor Way como la joven Elena eran plenamente consciente de lo que estaban pasando.

-Rechazada. Aguarde su turno. -Rechazó el juez- En primer lugar hablará la acusación. -El abogado de la acusación se puso en pie.

-Gracias, señoría. Vengo en representación de El Defensor del Menor para asegurarme de que metan en prisión a Michael James Way por abusar física y mentalmente de la joven llamada Elena Way, que, además de ser menor de edad, es también su hermana. Hemos obtenido las pruebas que confirmas que hubo relaciones sexuales entre el acusado y la chica. -Se acercó al jurado y les entregó unos papeles.

Y es que, a lo largo de esas horas, la policía había regresado a la casa de los Way con una orden judicial para llevar a Elena al hospital y que le realizasen una serie de pruebas que confirmasen o negasen la existencia de relaciones sexuales entre los dos.

-Como verán, las pruebas son concluyentes. -El juez asintió con la cabeza, al igual que la mayor parte del jurado- No tengo nada más que añadir por el momento. -Le dirigió una mirada de asco a Mikey, que miraba fijamente la mesa frente a él, ausente. De fondo se escuchaban los sollozos de su madre y los susurros de su hermano y Frank.

-Es su turno, defensa.

-Bien. Como he dicho antes, ambos jóvenes iniciaron una relación amorosa de mutuo acuerdo, ninguno de los dos estaba obligado como bien ha declarado Elena Way. Es cierto que podían haber hecho las cosas de otra forma, pero de ahí a acusar a mi cliente de abuso a una menor hay un gran paso. En las pruebas médicas realizadas a la joven no se aprecian marcas ni signos que nos lleven a pensar que ha sido obligada a realizar determinadas acciones. -Añadió señalando los documentos que aún ojeaban algunas personas del jurado.

-Protesto, señoría. Una chica de 16 años no sabe los peligros de una relación con alguien tan mayor. Ese chico de ahí le habrá hecho ver cosas que no son y la habrá mantenido engañada por quien sabe cuánto tiempo, aprovechándose sexualmente de ella cuando necesitaba satisfacerse. Si Michael Way hubiese conocido a una mujer de su edad, habría dejado tirada a esta joven con daños psíquicos irreversibles, los cuales probablemente ya tenga. Por eso, por pedofilia y abusos reiterados a lo largo del tiempo y con el agravante de ser parte de la misma familia, pedimos para el acusado Cadena Perpetua.





Continuará...

sábado, 2 de junio de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 5



CAPÍTULO 5:



El mayor problema de la relación de Mikey y Elena (dejando de lado la diferencia de edad, el hecho de ser hermanos, que no pudiesen mostrarla en público, etc, etc, etc) era un problema que Mikey acarreaba desde hacía ya varios años.

Y el problema tenía nombre y apellido: Alicia Simmons.

Alicia era una chica de 24 años a la que conoció cuando ella tenía 20 y él 24, en la fiesta de un colega que tenían en común. Y desde la primera palabra que cruzaron, la chica se mostró más que interesada en él.

Esa misma noche intentó ligárselo, sin conseguirlo. Y los siguientes 4 años no había cesado en su intento.

De alguna forma había conseguido su número de teléfono, tanto el fijo como el móvil, y después de esa fiesta le llamaba prácticamente todos los días. Le esperaba a la salida del trabajo y “coincidía” con él en los lugares más extraños.

Estaba totalmente obsesionada con él.

Le hacía regalos, iba diciendo por ahí que salían juntos y se presentaba en su casa cuando menos lo esperaba. Incluso en varias ocasiones había amenazado con suicidarse si no le concedía una cita o algo por el estilo.

En un principio, Mikey la había tomado en serio.

Intentaba hablar con ella, la rechazaba sutilmente y se preocupaba por sus amenazas.

Pero después de 4 años había aprendido a ignorarla.

Si se la encontraba en la calle, simplemente pasaba de ella. Tiraba sus regalos según los recibía y, si se presentaba en su casa, la echaba de allí sin muchos miramientos.

Pero es que, en serio, era una pesada y estaba harto de ella.

Y en ese momento no hacía más que complicar las cosas, porque Mikey y Elena tenían que poner especial cuidado al estar juntos, no fuese a ser que Alicia apareciese de repente y les pillase.

Si ya de por si era difícil tener tiempo para ellos solos, era aún peor al tener que vigilar que esa loca de pelo negro no estuviese espiando desde alguna esquina...

...

-¿Irás mañana a recogerme al instituto? -Preguntó Elena contra el cuello de Mikey.

Era de noche y la pareja descansaba abrazada en la cama de él, hablando en susurros, mitad por no querer que sus padres les escuchasen, mitad por no querer romper la magia del momento que vivían ahí acurrucados.

-Pues claro, pequeña. Como cada viernes. -Respondió, dándole después un beso en la frente- Además, luego iremos a casa de Gerard y Frank.

-Me gustaría poder decirle a la gente que quien va a buscarme es mi novio y no mi hermano...

-Por el momento habrá que conformarse con lo que tenemos. -Volvió a besar su frente, bajando después por su nariz, rozando sus mejillas para terminar cubriendo los labios de la menor con los suyos.

La besó despacio, con ternura, sin intención de llegar más allá. Simplemente intentando mostrarle mediante actos lo que sentía por ella.

Pero como todo entre ellos, parecía poco. Así que sin pretenderlo, el beso fue subiendo intensidad, con más lengua, más dientes y más saliva. Y cuando se quisieron dar cuenta, Elena estaba sentada sobre Mikey y se movía contra él de forma sinuosa, volviéndole loco.

-Hazme el amor otra vez, Mikey. -Ronroneó contra sus labios, sensual y cálido.

El chico no dijo nada. Tampoco es que hubiese podido, pues la boca de Elena se había adueñado de la suya de nuevo, sin dejarle apenas respirar.

Aunque, ¿a quién le importa respirar cuando la boca de la persona que amas está enganchada a la tuya?

La hizo girar sin despegarse de ella, dejándola bajo su cuerpo, y dio gracias de que ya no tuviesen ropa de por medio debido a su sesión de sexo anterior.

Besó cada porción de piel que encontraba disponible y paseó sus manos por ese cuerpo que era su perdición, sintiendo a Elena relajarse con sus caricias y empezar a respirar de forma más agitada cuando se acercaba a ciertas partes de su anatomía.

Cuando envolvió sus pezones con los labios, el cuerpo de la chica se arqueó hasta lo imposible, rozándose más aún con la piel caliente de Mikey.

-Vamos, Mikey... Por favor. -Gimió, apretando sus dedos en la fuerte espalda de su novio y clavando ligeramente las uñas, sabiendo cómo ponía eso al chico.

-Dios, Elena. No hagas eso si no quieres que acabemos antes de empezar. -Gruñó, reptando por su cuerpo para llegar a sus labios y morderla suavemente.

Ella sólo rió junto a su oído, sintiendo el escalofrío que recorrió el cuerpo del mayor.

Mikey resguardó su cara en el cuello de Elena, besando y lamiendo con ganas, mientras ella se estiraba para coger un condón de la mesilla y ponérsele al chico en un rápido y eficaz movimiento.

Al sentirlo, Mikey la hizo rodar sobre sí misma, dejándola de espaldas a él, y colocó una almohada bajo su estómago para que estuviese más cómoda y él tuviera mejor ángulo.

Besó sus hombros y su espalda, prestándole atención a cada una de sus vértebras antes de volver a subir y pegar su mejilla a la de ella.

Acariciando su costado con una mano, usó la otra para guiarse hasta el centro de su cuerpo y penetrarla poco a poco, la costumbre haciéndolo más fácil y permitiéndole establecer un ritmo constante en seguida.

Para entonces Elena no era más que gelatina que vibraba bajo el toque de su novio. Ronroneos y gemidos lo único que salía de su boca, más o menos el mismo estado de Mikey.

Al sentirse a punto, Mikey volvió a esa boca que era su cielo personal, dejándose las últimas fuerzas en ese beso pasional y desenfrenado que Elena respondió como pudo, antes de caer los dos en la bruma del orgasmo.

Elena se desplomó sobre el colchón, sintiendo a Mikey caer tras ella y respirar aún agitado contra su piel, erizándose sin poder evitarlo.

Agotado salió de ella y se quitó el condón, echándolo a alguna parte que no le interesaba, y rodeó a su pareja con un brazo, dispuesto a descansar hasta que tuviese que volver a su habitación para no despertar sospechas innecesarias.

...

Tal como acordaron, a la hora de salida Mikey esperaba a Elena aparcado una calle más allá del instituto.

Era más tarde de lo normal, los estudiantes eran cada vez más escasos y Elena seguía sin aparecer. Y Mikey empezaba a ponerse nervioso, porque sí, puede que fuese un poco (demasiado) sobre-protector, pero Elena era lo que más quería en ese mundo y sólo tenía 16 años...

Mientras se angustiaba por todas las cosas malas que podían haberle ocurrido y se planteaba ir llamando a la policía, un golpe en el cristal le sacó de sus pensamientos. allí estaba su Elena, sana y salva.

Mikey suspiró mentalmente cuando ella entraba en el coche. Miró a todos lados, vigilando que no hubiese nadie, y se inclinó para darle un pequeño beso en los labios a su novio, que respondió con una sonrisa.

-¡Hola! -Saludó ella con alegría.

-Buenas, preciosa. ¿Se puede saber dónde estabas? Me estaba empezando a preocupar... -Se quejó con un puchero en los labios.

-Aw mi niño, que se preocupa por nada. -Se burló poniendo morritos y apretujando las mejillas de Mikey.

-Eso vas a tener que pagármelo. -El mayor subió la cabeza fingiendo enfado y Elena sonrió de medio lado.

-Creo que sé cómo hacer que se te pase el mar humor. -Miró de nuevo la calle para comprobar que no había nadie y, sonriendo con picardía, se pasó al asiento de atrás, cogiendo una mano de Mikey y obligándole a seguirla.

Le hizo sentarse en la mitad del asiento y ella se colocó a horcajadas sobre sus muslos. Las manos de Mikey se movieron como guiadas por un imán hasta las caderas de su chica.

Al resguardo de los cristales ahumados del coche, Elena se adueñó de la boca del chico con posesividad y agresividad, enredando sus lenguas y recorriendo todo el interior de su boca, gimiendo suavemente al sentir las manos de Mikey recorriendo sus sensibles costados para terminar enredadas en su pelo largo y negro.

El sonido de un golpeteo contra el cristal les recordó que estaban en mitad de la calle, por lo que Elena se arrojó rápidamente a un lado de Mikey y éste intentó ponerse lo más presentable posible antes de abrir el cristal de su ventanilla.

Casi le da un ataque al encontrarse a Alicia al otro lado, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su prominente escote.

-¡Alicia! -La saludó con demasiada efusividad, así que intentó relajarse- ¿Querías algo?

-¿Qué hacéis ahí atrás? -Cuestionó, cotilleando el interior del coche, donde Elena disimulada mirando por el cristal contrario, aún con los labios rojos a juego con sus mejillas.

-Oh, nada. Em... Estaba ayudando a Elena con... con unos deberes. Sí, eso.

-¿Aquí, en el coche? -Preguntó desconfiada.

-Sí. Son para las clases extraescolares que tiene ahora, ya sabes. Y se supone que debía llevarlos hecho pero no. Es una cabeza loca. -Negó con la cabeza riendo, como un hermano que se pelea en broma con su hermana.

En cualquier otra ocasión no le daría tantas explicaciones a Alicia, pero el haberle pillado de improviso junto a los nervios le estaban haciendo hablar más de la cuenta, lo cual solo lograba que Alicia desconfiase más y más.

Había visto a los dos hermanos pasarse de repente a la parte trasera del coche y, al acercarse solo vio dos figuras que se movían mucho debido a los cristales tintados, pero daba la sensación de que Elena estaba sobre Mikey, por lo que llamó a la ventanilla para ver qué hacían.

La excusa de Mikey no era demasiado creíble y ya les había visto antes en situaciones algo “raras”, pero decidió dejarlo pasar por el momento.

-Ya... Oye, ¿por qué no salimos tú y yo cuando dejes a tu hermana en clase? Podemos pasarlo muy bien... -Cambió el tono de voz a uno más provocativo, inclinándose para colar la cabeza dentro del coche, pretendiendo besarle, pero Mikey se hizo para atrás evitándolo.

-No, lo siento Ali, tengo que ir a hacer unas cosas, ya sabes, trabajo. -Sonrió con fingida pena antes de volver a hablar- Bueno, tenemos que irnos o llegará tarde. Que tengas un buen día. -Y sin darle tiempo a más, subió la ventanilla, cambiándose rápidamente de sitio para encender el coche y largarse de allí lo antes posible.

Unas calles más allá, Elena se movió al asiento del copiloto, rompiendo el tenso silencio que les acompañaba desde la charla con Alicia.

-Así que... Ali, ¿eh? -Comentó como si nada, pero sin poder evitar el tono de desprecio.

-Cariño, no estarás celosa ¿no?

-Oh, no, ¿es que debería? -Estaba enfadada y Mikey lo sabía, por lo que quitó la mano derecha del volante y cogió una de las de Elena, enlazando sus dedos un momento mientras hablaba.

-Sólo quería quitármela de encima cuanto antes, ya sabes qué pesada es. No deberías ponerte celosa por nadie, yo solo tengo ojos para ti. Mi corazón es tuyo, preciosa. -Susurró.

Y Elena no pudo seguir más tiempo enfadada. No cuando su Mikey le decía esas cosas tan bonitas y sinceras, así que se estiró un poco para besarle en la mejilla y siguieron el camino como si no hubiese pasado nada.

...

-Mikey, no hagas eso aquí. Nos van a ver. -Susurró asustada, intentando separarse del chico, que la tenía abrazada por la cintura y pretendía besarla.

Estaban en la casa de Gerard y éste y Frank habían ido a la cocina a por unas bebidas y algo de picar.

-No te preocupes. Ya lo sabemos.

Gerard entraba en el salón donde ellos estaban con una sonrisa, seguido por Frank, que les miraba divertido.

-¿Vo-Vosotros lo sabéis? -Ambos chicos asintieron a la vez con la cabeza- ¿Y n-no os parece mal? -Esta vez negaron, también a la vez.

-Yo solo quiero que mi hermanito (y mi hermanita) sean felices. Y si para eso tienen que estar juntos... -Se encogió de hombros.

-Y yo no soy muy dado a cumplir las normas, así que no tengo ningún problema.

-Los dos lo saben, nos apoyan y no se lo dirán a nadie. -Susurró Mikey junto al oído de la chica, abrazándola de nuevo, ahora desde la espalda- Aquí somos libres para hacer lo que queramos sin peligro a que me detengan o algo así. -Bromeó.

-Nada de “lo que queramos”. -Se opuso Gerard, moviendo las manos y poniendo cara de asco- No estoy dispuesto a ver a mis hermanos follando en mitad de mi salón o algo así.

-Jo, ¿por qué no? -Preguntó Frank con un puchero en los labios. Gerard le miró feo, por lo que levantó las manos en señal de paz- Vale, no he dicho nada.

Mikey y Elena reían viendo la pelea de la otra pareja, hasta que el chico la besó suave en los labios y ella no pudo evitar sonrojarse.

-Se me hace raro poder estar así delante de otras personas. -Murmuró, cohibida.

-Pues vete acostumbrando, porque en algún momento tú y yo nos vamos a ir bien lejos, donde no nos conozca nadie y podamos mostrar nuestro amor delante de todos.

-Eww, Mikey. Eres lo más cursi y ñoño que existe. -Dijo Frank, copiando la cara de asco de su novio. Mikey le enseñó el dedo del medio en respuesta.

Mientras ellos cuatro pasaban una tarde de maravilla, una chica morena observaba desde la acera de enfrente lo que ocurría a través de las ventanas.

Ahora sí que no había ninguna duda. La relación de Mikey y Elena no tenía nada que ver con una relación fraternal.

Y no estaba dispuesta a compartir al chico.

Mikey era suyo, o no de nadie. Ella se encargaría personalmente de que así fuese.




Continuará...

viernes, 4 de mayo de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 4

CAPÍTULO 4:

-Gerard, estoy jodido. Bien jodido. -Le decía Mikey a su hermano una y otra vez mientras daba vueltas por el salón de su casa volviendo loco al mayor.

-Deja de decir eso de una vez. Siéntate, tranquilízate y dime qué demonios te pasa.

Al ver que Mikey no le hacía el menor caso y seguía repitiendo lo mismo, se levantó de donde había estado pintando hasta la llegada de su hermano, le cogió de un brazo y le obligó a sentarse en el sofá, quedándose a su lado.

Nunca había visto a su hermano tan angustiado e inquieto y eso no era para nada buena señal.

-Respira Mikey. Y ahora, cuéntame qué te ocurre. ¿Por qué estás así? -El menor cogió aire y cerró los ojos dándose fuerza mentalmente para hablar.

-¿Recuerdas a la chica que conocí hace algo más de un mes?

-Oh, sí. Esa de la que te enamoraste a primera vista y no parabas de hablar de ella, ¿cierto?

-Exacto. -Suspiró.

-¿Cómo se llamaba? ¿Selena? ¿Malena?

-Elena. -Le corrigió.

-Si, eso. Y bueno, ¿qué pasa con ella? -Le miró pensativo y abrió los ojos con temor- ¿La has embarazado?

-¿Qué? No, no. No es eso. -Gerard respiró aliviado- Es peor. Resulta que no la conocía tan bien como creía.

-¿Está casada?

-Ojala... Pero no puede casarse. No con su edad. -Comentó casi en un susurró.

-Espera, ¿qué? ¿Con su edad? Mikey...

-Tiene 16 años. -Le cortó- Yo pensando que era profesora y por eso iba al instituto y resulta que estaba estudiando. -Comentó más para sí mismo que para Gerard.

-Mikey, ¿cómo has podido acostarte con una niña de 16 años? Es como si te liases con nuestra, em, hermana. -Aún se les hacía raro el hecho de tener una hermana.

-Eso es lo peor. -Susurró cabizbajo- Es ella. Mi Elena.

Durante unos eternos minutos ninguno de los dos dijo nada. Mikey esperando con miedo la reacción de su hermano y Gerard rogando porque el otro dijese de repente que todo era una broma.

Pero eso nunca pasó, y cuando vio un par de lágrimas corriendo por las pálidas mejillas del castaño, la realidad le golpeó como un bate en las costillas.

-¿Estás... Estás hablando en serio? ¿Nuestra hermana Elena? ¿Ella es la chica especial y perfecta de la que estabas enamorado? -El llanto de Mikey aumentó como respuesta- Bueno, no sé si perfecta, pero especial es, eso seguro. -Comentó para después pasar un brazo alrededor del menor, intentando consolarle.

-Y lo peor es que aún la amo, Gerard. Intenté alejarme de ella cuando me habló de sus verdaderos padres y de repente mamá la invita a vivir con nosotros. Y para colmo, me entero de que sólo tiene 16 años. -Sollozó con fuerza, sintiendo los brazos de Gerard apretarse más a su alrededor- La amo, Gee. La amo más que a mi vida. Joder, soy un pedófilo incestuoso.

-No, Mikey, no hables así. Tú no sabías nada de esto cuando la conociste. Imagino que ha sido un duro golpe. Me tienes aquí para lo que necesites, lo sabes, ¿no?

Mikey asintió con la cabeza y volvieron a quedarse en silencio. Gerard fue a por un vaso de agua para su hermano y volvió junto a él.

-¿Y qué tal llevas la convivencia con ella?

-Estas semanas han sido horribles. Verla todas las mañanas con esa carita, aún medio dormida. Y por las noches cuando sale del baño sólo con una toalla para ir a su habitación... Pero lo peor es saber que está a unos pocos pasos y no puedo acercarme a ella, dormir con ella, besarla como tanto deseo.

-Mamá me decía que estaba preocupada por ti porque apenas pasabas por casa y cuando ibas te encerrabas en tu cuarto. Ya entiendo por qué.

-No le digas nada de esto a mamá, por favor. A nadie.

-¿El qué no le puedes decir a nadie, cariño?

La pareja de Gerard entraba en ese momento en el salón donde estaban. Tan ausentes estaban metidos en la conversación que no le habían escuchado llegar.

-Frankie, mi amor. No es nada. ¿Qué tal el día?

El recién llegado caminó hacia su novio, saludando a Mikey con un gesto de cabeza, y se sentó en el reposabrazos para darle un pequeño beso en los labios.

-Mejor ahora que estoy en casa. ¿Qué tal, Mikey? ¿Problemas existenciales que consultar con tu hermano?

-No, todo está bien. -Respondió con un tono no muy creíble y se puso en pie- Bueno, os dejo, que querréis estar solos.

-Espera, te acompaño a la puerta.

Gerard se levantó también, recibiendo una palmada juguetona en el culo por parte de Frank, y siguió a su hermano hasta la puerta de entrada.

-Gracias por escucharme y no juzgarme, Gee. En verdad necesitaba contárselo a alguien.

-No tienes nada que agradecerme. Para eso estoy aquí. -Le dio un piquito fraternal en los labios- Te quiero.

-Yo también te quiero.

Al dejar la casa de la pareja y caminar hasta la suya no pudo evitar pensar en la envidia que sentía hacia ellos. Frank y Gerard se tenían el uno al otro, se amaban y no dudaban en demostrárselo en cuanto podían. Nunca había visto tan feliz a su hermano como lo era desde que estaba con Frank.

Y él quería lo mismo. Alguien con quien compartir su vida, a quien llenar de cariño.

Sin darse cuenta estaba frente a la puerta de su casa, sin llaves y sintiendo pequeñas gotas de agua caer sobre él. Así que antes de empaparse, llamó al timbre.

Elena fue la que abrió la puerta.

-Ho-Hola, Mikey.

-Hola. -Pasó de largo sin mirarla demasiado y casi corrió hasta su habitación, donde cerró la puerta con pestillo.

Pero no recordó que en la habitación había otra puerta. Una que daba directamente a la habitación que fue de Gerard y ahora ocupaba Elena, sin tener que salir al pasillo.

Al llegar a su cuarto se dejó caer boca abajo en la cama y no notó que la puerta se abría y alguien caminaba hacia él hasta que una mano se posó con suavidad en su cabeza, acariciándole con la punta de los dedos. Y eso fue lo único que necesitó para reconocerla.

-Elena... ¿Qué haces aquí? -Preguntó en tono cansado, sin levantar la cara de la almohada.

-Deberíamos hablar.

-No hay nada de qué hablar. Por favor, vete de mi habitación.

Pero la joven no le hizo caso, sino que se sentó a su lado en la cama y llevó su mano de la cabeza del castaño hasta su espalda.

-Llevas todos estos días esquivándome. Mikey. Por favor, por lo menos escúchame.

El chico se removió un poco y se puso boca arriba, con los ojos cerrados, pues si la miraba, estando los dos en la cama, lo único que podría hacer sería recostarla en el colchón, besarla hasta dejarla sin aire y hacerle el amor toda la noche.

-¿Qué quieres que hablemos? ¿Cómo me engañaste haciéndome creer que trabajabas en ese instituto en lugar de decirme que tienes 16 años?

-Yo nunca te dije que trabajase ahí... Tú no preguntaste por mi edad y yo no comenté nada al respecto. Lo siento por eso. Pero de todas formas, lo que pasó, pasado está. Estuvimos juntos a pesar de que yo soy menor de edad.

-Yo no lo sabía. -La interrumpió.

-Lo que quiero decir es... Ya hemos hecho muchas cosas juntos y no hay vuelta atrás. ¿Por qué dejarlo entonces? Yo aún te amo. -Susurró eso último con voz entrecortada.

-¿Olvidas acaso que somos hermanos? Lo que hicimos estuvo mal. Eres pequeña y encima de mi familia. Soy un monstruo.

-No digas eso ni de broma. Dime. ¿Te parece mal que tu hermano esté enamorado de otro chico? ¿O que una persona mayor encuentre el amor con alguien más pequeño? El amor es para todo el mundo y nadie puede controlarlo. ¿Por qué iba a estar mal que tú y yo nos amásemos?

El sollozo que se escapó de su garganta coincidió con una lágrima que se escapaba de los ojos de Mikey. Al verlo, la chica cogió una de sus manos entre las suyas y la apretó con fuerza. Y, al no encontrar oposición alguna, se inclinó sobre él y rozó sus labios con los propios, sintiendo que el alma volvía a su cuerpo por fin desde que le vio alejarse de su casa hacía más de un mes.

Mikey, que se sentía igual, en un principio no hizo ningún movimiento, pero finalmente no pudo evitar corresponder ese beso tan anhelado por ambos.

Pero antes de dejarse llevar, la razón volvió a su cabeza y separó a la chica de sí, sentándose para quedar frente a frente, acariciando levemente su mejilla con los dedos.

-Aún así, esto está mal, Elena. No podemos estar juntos, entiéndelo.

-¿Todavía me quieres? -Le cortó, mirándole fijamente con esos ojos que le volvían loco.

-No solo te quiero. Te amo más que a mi vida, Elena. -Los ojos de ella brillaron de felicidad- Pero la gente no lo vera bien. Podrían denunciarme por estar con una menor de edad.

-Nadie tiene por qué saberlo. -Llevó una mano hasta el rostro del mayor, acariciando todos sus rasgos- Yo sólo quiero estar contigo, aunque para eso debamos llevarlo en secreto, o tengamos que fugarnos. No me importa, siempre que estés a mi lado.

Y antes de que alguien dijese algo más, sus labios se habían unido en un beso de verdad, no un simple roce como momentos antes.

Labios, dientes y lenguas se reconocieron después de tanto tiempo y se pegaron como si no quisiesen separarse nunca más, exactamente lo que pensaban sus dueños.

Poco a poco fue recostando a la chica sobre la cama, quedando él encima con cuidado de no dejar todo su peso sobre ella.

La ropa estorbaba y no tardó mucho en desaparecer mientras labios y manos recorrían todo el cuerpo contrario, recordando cada pliegue, cada recoveco y cada señal que nunca habían conseguido olvidar.

Pronto Mikey estaba dentro de la persona que amaba, mirándose fijamente a los ojos y prometiéndose en silencio no separarse nunca más.

Nadie podría nunca enterarse de lo que ocurría entre ellos, pero eso no evitaría que se amasen y compartiesen juntos cada momento posible.

Así, cada noche se pasarían en silencio a la habitación contigua, aprovecharían cada minuto en el que estuviesen solos en casa y saldrían juntos, simulando ser dos hermanos que por fin se han aceptado cuando en su interior todo lo que quieren es cogerse de la mano y mostrar al mundo la pareja de amantes que en realidad son.

A pesar de las circunstancias, todo parecía perfecto para ellos y por fin vivían felices.

Pero no todo es lo que parece, ni la felicidad dura para siempre...



Continuará...