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jueves, 6 de septiembre de 2012

Frankie Clown

Queríais que volviese al Frerard; aquí tenéis. 




DINNNG - DONNNG 



El timbre de la casa sonó y los más de 15 niños que había dentro se volvieron como locos, corriendo hasta la entrada sin hacer caso a los adultos que les vigilaban y les pedían un poco de cuidado. 

-¡Hola, holaaaa! -Gritó la persona al otro lado de la puerta con una voz divertida. Se trataba de un joven payaso con una peluca azul rizada, la cara blanca, la boca repintada de rojo y una nariz redonda roja también. Además, llevaba un traje de rayas y círculos con colores llamativos y unos zapatos 3 veces más grandes de lo normal. 

Los niños gritaron emocionados al verle. 

-Me han dicho que hoy es el cumpleaños de alguien, ¿sabeis vosotros de quien es? 

Todos los chavales gritaron a coro "¡De Mikey! ¡De Mikey!" 

-¡Aquí! ¡Yo soy Mikey! Mikey Way. -Gritó uno de los niños, un chico de gafas y pelo castaño, muy delgado y más alto que el resto. 

-Ohhh, ¡Felicidades, MikeyWay! Tengo un regalo para ti. 

Se sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta y lo extendió frente a los chicos, mostrándoles que no escondía nada en él. Puso el pañuelo alrededor de su puño izquierdo y sopló sobre él. A continuación levantó la tela y apareció un perrito de peluche del tamaño de la palma de la mano del payaso. 

Tanto niños como adultos aplaudieron sorprendidos. 

-¡Ah! ¿Es para mi? -Preguntó Mikey con los ojos brillantes. El payaso asintió con una gran sonrisa- Me encantas los perros, ¡gracias! 

-Muy bien niños, todos para dentro. Ahora el payaso Frankie os hará algunos trucos más. 

Todos volvieron a correr, esta vez hacia el salón, donde la mamá de Mikey había preparado una larga mesa llena de comida, refrescos y zumos. 

Se sentaron en el suelo, dejando un espacio frente a ellos para que el payaso hiciese su número. 

-¡Muy bien niños!-Llamó su atención con esa voz gangosa y graciosa- Para el siguiente número, necesitaré vuestra ayuda. 

Los mas jóvenes veían con entusiasmo todo lo que el payaso mágico hacía, la mayoría de ellos con la boca abierta y deseando ser payasos de mayores, mientras los mayores observaban desde lejos y reían ante las caras de asombro de los chavales. Todos, excepto un moreno con cara de fastidio que estaba en la esquina más alejada, compartiendo su enfado con sus colegas mediante el móvil. 

-Gee, cariño, ¿por qué no te acercas y ves la actuación? Este chico es muy bueno, se ha ganado a todos. Además es muy divertido. 

-Oh, si. Se ha sacado un pañuelo de la manga. WOW. -Le respondió con sarcasmo a su madre. 

-Al menos podías disimular por tu hermano y fingir que te lo pasas bien. -Gerard levantó la mirada por primera vez de su movil. 

-Es por su culpa que estoy aqui cuando podría estar tirándome a algún tipo en el baño de algún bar donde habría ido con mis colegas. 

-¡Gerard! Te recuerdo que no estás hablando con uno de tus amigotes y esa no es forma de hablarle a tu madre. -La vena hinchada en la frente de Donna hizo saber a Gerard que se callaba o nada bueno pasaría. Y no quería que Donna le cortase las pelotas por malhablado, gracias- Ahora mismo vas a darme el movil, vas a sentarte junto a los niños y vas a sonreir como si de verdad te lo estuvieses pasando bien. 

-Pero...

-Sin peros, Gerard. Si no quieres quedarte sin coche, más te vale que hagas lo que te he dicho. Ah, y si Frank quiere o necesita algo, serás el encargado de ayudarle. 

Gerard se guardó para él la respuesta poco educada que tenía en la punta de la lengua, le dio el móvil a Donna, que ya tenía la mano extendida, y se fue a sentar donde los niños se divertían con el payaso, que en ese momento regalaba globos con formas de animales. 

-Ey, moreno ¿tú también quieres un globito? -Le preguntó el payaso a Gerard con voz sensual cuando los niños se alejaron para jugar con sus "mascotas". 

-Yo no uso ese tipo de globitos precisamente. -Respondió secamente. 

Frank rió por lo bajo y Gerard no pudo evitar mirarle de reojo, pero en seguida volvió a ignorarle. 

-Vaya, vaya, moreno. No eres muy simpático, ¿no? -Se fue acercando poco a poco hasta quedar frente a él- Mira, si hueles esta flor, tu carácter mejorará. Está comprobado. 

-¿Qué mierda dices? Yo no quiero cambiar mi... -Justo entonces se giró hacia el payaso, que estaba de pie a unos centrímetros de él acercándole a la cara una flor de plástico que llevaba a modo de anillo gigante y no pudo terminar la frase, pues un chorro de agua impactó en su cara, mojándole hasta el flequillo. 

Frank se desternilló de risa al igual que un par de niños que lo habían visto. Gerard pasó de la sorpresa a la furia en menos de un segundo. Se puso en pie enfrentando al payaso. Era por lo menos una cabeza más alto que él. 

-¡¿Qué cojones haces, imbécil?!- Le gritó, echando chispas por los ojos. Le agarró de la camisa y le hizo ponerse de puntillas, pero ni por esas dejó de sonreír. 

-Vaya, creo que contigo no hace efecto. Ese mal humor es permanente. 

-¡Te mato, cabrón! -Dijo, zarandeándole con violencia. 

-¡GERARD!

Donna había entrado en el salón justo a tiempo de ver a su hijo mayor a punto de golpear al payaso. Varios niños chillaban a punto de llorar por los gritos y la escena que veían. 

-Suéltale ahora mismo y lárgate de mi vista. Te has quedado sin coche. -No elevó la voz en ningún momento, y eso era peor que cuando gritaba. 

Gerard apoyó al payaso de nuevo en el suelo pero no le soltó. 

-Espero no volver a verte, enano de mierda, porque te estamparé con la pared. -Susurró con veneno en la voz. 

-La próxima vez que me veas, lo único que querrás hacer será follar conmigo. -Respondió el más bajo con seguridad y chulería. 

-¿Pero qué te has creido? Solo eres un puto payaso de mierda. Nunca me fijaría en ti. 

-¡Gerard! -Volvio a llamarle Donna. Soltó a Frank y se dio media vuelta para largarse. Antes de irse le escuchó. 

-No apuestes sobre lo que no puedes ganar. 

*

"Maldito payaso y la madre que lo parió" pensaba Gerard. Donna le había echado de la fiesta de cumpleaños y no solo de la fiesta, sino de la casa. Eso sí, no sin antes hacerle disculparse con su hermano Mikey por 'estropearle su cumpleaños'. 

Y ahora estaba sentado en la acera frente a su casa, de espaldas a ésta, donde llevaba ya hora y media fumando por hacer algo y esperando a que la maldita fiesta terminase y los críos (payaso incluido) se largasen a su casa para que él pudiese irse a su habitación. 

En cualquier otra ocasión hubiese estado feliz porque su madre le echase de casa, pues así podría largarse con sus colegas. Pero sin coche y viviendo en el culo del mundo, era imposible. 

Así que allí estaba, fumando su sexto cigarrillo y maldiciendo al payaso una y otra vez. Se le acababan los insultos y volvía a empezar. 

De repente, padres fueron llegando en busca de sus hijos y los niños empezaron a irse, pero ni rastro del payaso. Cuando creyó que todos se habían ido, apagó el último cigarro (tendría que comprar una cajetilla nueva al día siguiente), se palmeó el pantalón para limpiarse y se giró para encaminarse a casa por fin. Pero al hacerlo casi choca contra un chico. 

Gerard fue a recriminarle por ponerse en su camino, pero solo fue capaz de boquear, pues las palabras se quedaron en su garganta. Se quedó embobado, mirando al chico como un tonto. 

Pero es que frente a él estaba el tío de sus sueños (Sí, a veces era todo un cursi, pero no hacía falta que nadie lo supiese). 

Era un chico más bajo que él, de pelo castaño oscuro, corto y con el flequillo cayéndole hacia un lado. Llevaba unos pantalones negros super ajustados un poco caídos, dejando ver parte de sus calzoncillos verdes En la parte superior llevaba una camiseta blanca y encima una camisa de cuadros negros y azules, arremangada hasta los codos. Por eso Gerard pudo ver la gran cantidad de tatuajes que adornaban sus brazos. También en su cuello tenía alguno, ademas de un piercing en el labio. 

El chico le miraba divertido, esperando que Gerard dejase de babear y dijese algo, pero como parecía que no reaccionaba, habló él. 

-¿Te gusta lo que ves? 

-¿Qué? Oh, lo siento. Es que... Joder, ya ves que si me gusta. -Jadeó, haciéndole reír- Soy Gerard. 

-Encantado, Gee. -Le dijo con confianza, como si se conociesen de toda la vida. Una parte específica del cuerpo de Gerard se mostró muy interesada cuando esa voz ronca pronunció su nombre- Yo soy... Anthony. 

-Oye, me puedes mandar a la mierda porque nos acabamos de conocer y tal, pero, si no estás ocupado, podríamos, no sé, ¿tomar algo?. 

-Bueno, ahora mismo tengo planes...

-Oh...

-Pero podrías venirte, si quieres. Tengo ensayo con mi banda asi que podrías venir a vernos y luego tomamos algo.

-Eso suena bien. -Aceptó sonriente. Anthony cogio una pesada mochila que había junto a él y le guió hasta su coche- ¿Y qué tocas? 

-Lo que quieras que te toque. -Gerard rió nervioso. Se sentía como un puto adolescente en su primera cita. 

-Me refería a qué tocas en la banda. De instrumento y eso. 

-Ah, pues la guitarra. Y también canto, aunque eso no se me da del todo bien. -Rió. 

-Joder, me muero por escucharte cantar. Si tu voz cantando es la mitad de sexy que al hablar, harás que me corra. -Los dos se echaron a reír, consiguiendo que el camino se hiciese más corto entre broma y broma, flirteo y flirteo. 

*

-Ahh, joder. Me encantas, Anthony. 

Una vez terminado el ensayo, los chicos de la banda invitaron a Gerard a unas cervezas y unos 'cigarrillos mágicos', como ellos los llamaron. Después de eso, cada uno se fue a su casa y, ante la indecisión de Gerard sobre si entrarle a Anthony o no, éste se ofreció para llevarle de regreso. 

Pero cuando ya estaban frente a la casa y Gerard se disponía a salir del coche abochornado por no haber sido capaz de lanzarse (cosa que nunca había sido problema para él, pero Anthony era diferente, era la encarnación de todos sus deseos), el más bajo le sujetó del brazo, le hizo sentarse de nuevo, y reptó como una serpiente hasta sentarse en su regazo y comerle la boca con ansias. Todo en décimas de segundos. 

Gerard no pudo creer su suerte y, sujetándose de su culo como si la vida le fuera en ello, respondió al beso. 

-¿Te gusto, Gee? 

-No sabes cuánto. -Murmuró contra su cuello entre beso y lametón. 

-¿Crees que soy atractivo? -Siguió preguntando con voz entrecortada. 

-Eres sexy. -Mordisco- Nunca he conocido a nadie más sexy que tú. -Metió las manos bajo su camiseta y Anthony enredó los dedos en su pelo, tirando de él hacia atrás para inclinarse y chupar su garganta con gula. 

-¿Te gustaría follar conmigo? -Gerard se apartó antes de responder para poder mirarle a los ojos, dejándole ver el deseo en estos. Además, quitó una de las manos que el chico tenía en su pelo y la llevó a su entrepierna para que notase lo duro que estaba.

-Anthony, estoy más cachondo que en toda mi puta vida y sólo me has besado. Por supuesto que quiero follar. 

-Dímelo. -Susurró con la voz tomada- Dime que me deseas, que estás loco por mi y que quieres follarme aqui y ahora. 

-Te deseo. -Beso- Estoy loco por ti. -Beso- Y quiero follarte aqui y ahora. 

Gerard se acercó de nuevo a su boca buscando el beso que iniciase todo lo demás. Sin embargo, Anthony le puso una mano en el pecho y le alejó. 

-¿Pero qué... 

-Ya he demostrado lo que quería, así que puedes irte. 

-¿Perdona? -Gerard no entendía nada de lo que estaba pasando, solo sabía que tenía el calentón de su vida y Anthony se estaba moviendo hacia su asiento dispuesto a dejarle con una barra de hierro entre las piernas. 

-Te dije que la próxima vez que me vieses querrías follar. Tú dijiste que no y ahora acabo de demostrarte que yo tenía razón. 

-Espera, espera, espera... ¿QUÉ? No entiendo nada. -La situación cada vez era más rara- ¿Eres Frank, el estúpido payaso por cuya culpa me han echado de mi casa? 

-¡Tachán! -El chico se puso la nariz roja del disfraz de payaso sonriendo con prepotencia, confirmando su pregunta. 

-¡Eres un cabronazo hijo de puta! -Frank amplió su sonrisa todo lo que pudo, de forma graciosa- Vete a la mierda. 

Abrió la puerta del coche echando humo por las orejas debido al cabreo que llevaba. 

-Ey, Gee. -Remarcó el nombre con falsa ternura- Cuando te aceptes a ti mismo lo que sientes por este payaso y mejores tu humor, llámame. -Alargó el brazo y le metió una tarjeta en el bolsillo trasero del pantalón mientras salía. 

-Que te den. -Fue la despedida del moreno. Frank movió la cabeza y rió cuando Gerard cerró la puerta de un portazo. 


Habían pasado 4 días desde esa horrible tarde en la que conoció al payaso y aún seguía cabreado con él. No, cabreado era poco comparado con lo que sentía realmente. Como se le encontrase en algún lugar se le cargaba. 

¿Quien se creía ese gilipollas para tomarle el pelo a él? ¿Quién se había pensado que era para dejarle con ese calentón por una simple apuesta en la que ni siquiera había aceptado participar? 

Porque lo cierto era que Gerard no sabía la razón real por la cual estaba tan enfadado con Frank, si por reírse de él o por dejarle a medias con las ganas que le tenía. 

De acuerdo, sí lo sabía, era por lo segundo. La verdad es que no se había portado muy bien con Frank cuando estuvo trabajando en la fiesta de su hermano. Vale, se había portado como un jodido borde aún a pesar de que Frank siempre fue de buenas. Pero es que estaba harto de tanto crío y lo tenía que pagar con alguien. 

Pero que se lo aceptase a sí mismo no quería decir que se lo fuese a admitir a Frank. Nunca. Já. 

Su discurso mental se fue por el deshague cuando se descubrió cogiendo el móvil y marcando ese número que ya se sabía de memoria de tantas veces que había meditado sobre si llamar o no. 

-¿Diga? -La voz de Frank al otro lado del teléfono le pilló de improviso. Se había dejado llevar por un impulso y no sabía ni lo que iba a decirle- ¿Quién llama?-Gerard seguía en silencio pero Frank le escuchaba respirar- Gerard, ¿eres tú? Te escucho respirar. Habla. 

-Soy yo. -Fue todo lo que pudo decir. 

-¿A qué debo tu llamada? ¿Acaso has reflexionado? 

-Sí. -Frank esperó que añadiese algo, pero no dijo más. 

-¿Y...? Gerard, no puedo ni me apetece sacarte las palabras con sacacorchos así que si no tienes nada que decirme, voy a colgar. 

-No, no. Espera. Sí tengo algo que decirte. -Se quedó en silencio unos segundos, respirando profundamemte. Frank mentiría si dijese que no se estaba mordiendo los labios con nerviosismo- Eres un capullo integral y todo eso. Bueno, ya te llamé de todo el otro día, así que no lo repetiré. Pero a pesar de todo me gustas, como nunca me había gustado nadie y lo siento porque el otro día me porté como un idiota contigo y...

-Gee. Gee, vale. -Le interrumpió al escucharle hablar cada vez más y más rápido- Está bien, Gee, no tienes que disculparte. Tu también me gustas. -Pudo escuchar un suspiro de alivio al otro lado del telefono por lo que rió por lo bajo- ¿No estás enfadado por lo de la otra noche? 

-¿Te refieres a dejarme con el calentón del siglo? Claro que estoy enfadado. Tendrás que hacer algo para que te perdone. 

-Mm.. se me ocurre algo con lo que seguro que me gano tu perdón. ¿Te apetece venir a mi casa? 

-Solo si me recibes con tu nariz de payaso. 




FIN

lunes, 27 de febrero de 2012

Cap. 54 "Obsesionados con el sexo"

CAPÍTULO 54:



F- Gee.

G- ¿Qué pasa?

Acababan de entrar a la habitación después de cenar, dispuestos a darse un merecido descanso. Pero parecía que Frank tenía otra idea, o al menos eso daba a entender su postura sobre la cama (sentado al borde del colchón y recostado hacia atrás en sus codos) y su mirada.

F- He sido padre.

Gerard se volvió hacia él, dejando de lado su intento por ponerse ropa más cómoda, y le miró entre divertido e interrogante.

G- Lo sé. Venimos del hospital, ¿recuerdas?

F- Ahám. -Asintió con la cabeza mientras movía un poco sus caderas sutilmente- Y aún no me has dado la enhorabuena. Pensé que íbamos a celebrarlo.

Acompañó su comentario de un puchero de lo más sexy y puso cara de niño bueno, cosa que realmente NO era, ni se le acercaba.

G- Oh, supongo que tendrás algo pensado... -Comentó en tono casual, acercándose a él lentamente, recorriendo su cuerpo aún vestido con una mirada depredadora.

F- Algo qué tal... ¿Horas de sexo salvaje y desenfrenado? -Una pregunta cargada de picardía a la que sabia que el pelirrojo no iba (ni podría) negarse.

G- Bien, ¿y a qué demonios estamos esperando?

Sin tiempo de añadir nada más, el pelirrojo había saltado sobre la cama con una especie de rugido y tenía atrapado a Frank entre su cuerpo y el colchón.

F- Vaya, ¿no estabas cansado? -Preguntó divertido cuando los besos de Gerard se dirigieron a su cuello y sus manos intentaban deshacerse de la camiseta para ganar más piel que besar.

G- Sí, lo estaba. -Le sacó la camiseta como pudo, lanzándola lejos, y besó sus hombros- Pero tú me enciendes, maldito enano. -Dejó pequeños besos a lo largo de su pecho y su estómago, pellizcando los pezones con los dedos provocando que Frank se retorciese bajo él- Podría vivir toda la vida sin dormir mientras estés a mi lado.- Jugueteó con la lengua en su ombligo y fue bajando el pantalón, descubriendo que, como era común en él, no llevaba nada debajo- Tú me das energía sólo con mirarme.

Finalmente levantó la vista, sonrió, ganándose una suave caricia en la mejilla, y engulló la polla de Frank sin pensar.

Frank elevó las caderas al verse sorprendido y gimió con su voz más ronca. Llevó las manos a la almohada para tener algo a lo que sujetarse y se dispuso a disfrutar de una buena mamada a manos de Gerard, el cual estaba casi arrodillado en el suelo.

F- Mmm. Dios. Joder. Gerard. -Se sentía al borde y no creía poder evitar terminar por mucho que pensase en otra cosa, porque, joder, esa lengua y esos dientes y esas manos que se paseaban por todas partes a la vez- Gee, para o voy a correrme ya. -Jadeó.

El pelirrojo le dio una sensual lamida más a toda su extensión y se incorporó. Frank soltó el aire que estaba guardando inconscientemente y empujó sus pantalones para quitarlos del medio.

Gerard, ahora de pie, se quitó la poca ropa que aún llevaba puesta y se acostó a su lado, de perfil al colchón. Frank le imitó poniéndose de frente a él.

Como si estuviesen conectados, lo primero que hicieron al estar cara a cara fue buscar sus labios.

Poco a poco el calor fue subiendo, la pasión se escapaba por los poros y la pasión se desbordaba. Y, sin darse cuenta de cuando, estaban restregándose uno contra el otro, gimiendo como perros y quedándose sin aliento. Tan empalmados que dolía.

F- Gírate. -Susurró sobre su boca.

Gerard no se hizo de rogar y se dio la vuelta, quedando de espalda a Frank que, después de echarse en la mano un poco del lubricante que guardaban bajo la almohada, se pegó a él tanto como pudo.

Con una mano levantó la pierna izquierda de Gerard para tener mejor ángulo y con la otra se lubricó a sí mismo y al pelirrojo.

Manteniendo la pierna alzada acercó su polla hasta su entrada y metió la hinchada cabeza, obligándose a detenerse antes de correrse al sentirse tan apretado y dándole tiempo también al otro de acostumbrarse a la intromisión (aunque sus cuerpos ya estaban hechos el uno al otro).

Cuando se tranquilizó un poco siguió empujando hasta chocar su pelvis con el culo de Gerard, que se sentía totalmente lleno, completo al tenerle dentro. Además, le encantaba esa postura, unidos y totalmente pegados. Se giró un poco al notar que Frank se incorporaba en un codo y se besaron, sin mover sus cuerpos aún.

G- Mierda, Frank, muévete ya. -Pidió moviendo su cadera, consiguiendo gemidos en ambos.

El menor empezó a moverse despacio, sabiendo que le desesperaba ir tan despacio.

G- Más rápido, joder. -Lloriqueó.

F- Amo hacerte sufrir. -Susurró junto a su oreja. Su aliento erizando el vello del pelirrojo- Sé lo que te gusta. -Hizo una pausa y mordió el lóbulo- Te gusta que te folle rápido y profundo. Con tanta fuerza que te sientas partir en dos y tan hondo que me sientas en tu garganta. -Según hablaba iba moviéndose más rápido y su voz salía jadeante- Te gusta sentirme dentro de ti, que gima en tu oído. -Lo hizo y sintió un escalofrío en el pelirrojo- Míralo. Te derrites en mis manos. Te pone cachondo que te diga cosas mientras follamos. Seguro que estás a punto de correrte, ¿a que sí? Lo estás deseando... -La forma de apretar los ojos del aludido fue toda la respuesta que necesitaba.

La mano que sujetaba su pierna se dirigió hasta su polla, goteante y necesitada, y empezó a masturbarle, primero lento y cada vez más rápido, hasta igualar las increíbles embestidas que le estaba dando.

Los dos estaban al máximo de las sensaciones que podían soportar y no les hizo falta mucho más para que terminasen viendo estrellas y satisfechos.

Tan cómodos estaban que ni un movimiento hicieron mientras descansaban. Al cabo de un rato, Gerard se giró y quedó de frente a su novio.

G- Eres un jodido pervertido, ¿sabías?

F- ¿Por qué dices eso? -Cuestionó con su mejor tono inocente.

G- Porque te gusta decirme guarradas mientras follamos.

F- Sí, bueno. Y a ti te encanta escucharlas. -Se encogió de hombros y, al mirarse, se echaron a reír.

G- Sí. Supongo que estamos hechos el uno para el otro. -Pasó los brazos alrededor de su cintura para acercarle más a su cuerpo.

F- ¿Ahora te das cuenta? -Ronroneó casi sobre su boca.

G- No. Lo sé desde el primer día que te vi.

Y un dulce beso fue la mejor forma de terminar un gran día.

...


A la mañana siguiente se despertaron pronto para poder organizar la llegada a casa de la bebé sin prisas.

Limpiaron y arreglaron todo con la tienda para recibir los muebles esa misma tarde y allí estaban, tirados en el suelo tratando de construirlos.

G- Este tornillo es de allí.

F- No, ahí va este. -Le enseñó uno más pequeño.

G- Que no. Ese es de aquella pata. Éste es el de ahí.

F- Coño, mira las instrucciones. Este tornillo con esta pieza y estos con aquella. Y después se unen las dos con los que tú dices.

G- Joder, esto es un asco. No hay quien entienda esos malditos dibujos. -Refunfuñó por milésima vez- Yo he pintado la habitación así que deberías de encargarte tú de esto. -Se puso de pie, sacudiéndose la ropa, pero Frank le agarró del brazo y le devolvió a su sitio, arrastrándose a gatas hasta sentarse en su regazo.

F- No tengas morro. Si no me ayudas, no tendrás tu premio. -Comentó antes de acariciarle el cuello sensualmente con las puntas de los dedos.

G- Mmm. ¿Cuál será mi premio si lo hago?

F- Tendrás que esperar para saberlo. -Susurró- Pero te puedo asegurar que valdrá la pena. -Su mano derecha se paseó incitantemente por el pecho del pelirrojo y, al llegar a la cinturilla del pantalón, se separó y volvió a lo suyo.

Gerard gruñó de frustración y se enfrascó otra vez en instrucciones, tornillos y piezas. No pararía hasta obtener su premio y eso hizo, ganándose una increíble mamada sobre el sofá y una buena sesión de sexo en la ducha.

...


Y por fin llegó el día.

Todo estaba listo: la habitación de la niña estaba preparada, toda la casa había recibido una limpieza a conciencia y los dos papás se mordían las uñas, rogando porque el tiempo pasase más rápido y así poder tener a la pequeña Helena en casa.

Era por la tarde cuando volvieron al hospital. Jamia les esperaba en la habitación que había estado ocupando, ya vestida con su ropa y preparada para irse, con la niña en brazos.

Jamia- Helena, dile hola a tus papis. -Sujetó la manita de la pequeña y la agitó hacia los chicos a modo de saludo.

F- Hola, cariño. -Le dio un beso en la mejilla a Jamia y cogió a su hija en sus brazos. Gerard saludó a Jamia igual y después dio un beso en la frente a Helena.

Jamia- Estaréis emocionados, ¿no?

G- No sabes cuanto. -Sonrió- Frankie lleva histérico estos dos días. Es toda una madraza preocupada por su hija. -Bromeó, ganándose un zape del aludido.

F- No le hagas caso. -Le dijo a la chica- ¿Qué tal estás tú?

Jamia- Perfectamente ya. Pero e da penita despedirme de la nena.

G- Ya sabes que puedes venir a verla siempre que quieras.

Jamia- Ya, gracias, pero en realidad... -Unos golpecitos en la puerta la interrumpieron- ¡Ya estás aquí! -Se levantó de un salto de la cama y corrió a los brazos del hombre que acababa de entrar.

-Hola, cariño. -Se dieron un suave beso en los labios bajo la curiosa mirada de los otros dos chicos. Al sentir que Jamia se había olvidado de ellos, Frank carraspeó para llamar su atención.

Jamia- Oh, perdonad. Chicos, él es Patrick, mi pareja. Patrick, Frank y Gerard. -Les presentó.

G- Encantado. -Le tendió una mano que el otro aceptó y Frank hizo lo mismo.

F- ¿Cuándo tenías pensado hablarnos de él, Jam? -Le recriminó divertido.

Jamia- Perdón. -Se encogió de hombros- Llevamos juntos tres meses ya y nos vamos a ir a vivir juntos.

F- Vaya, me alegro un montón. -Le dejó a Helena a Gerard y abrazó a la chica- Siempre seréis bienvenido en casa.

Jamia- Eso es lo que os iba a decir antes de que llegase Patrick. Nos vamos a vivir a Canadá, así que no nos veremos mucho. -Frank puso cara de pena- Pero os visitaremos de vez en cuando, no te preocupes.

F- Más te vale. Y tú, espero que la cuides bien.

Patrick- No lo dudes. Jam es todo para mí.

Pasaron un rato más allí, recogiendo las últimas cosas. Jamia se fue con Patrick tras la última visita del doctor y Frank y Gerard hicieron los mismo con Helena, cargados con pañales, ropita y algunas cosas más que le habían traído en esos días.

F- Bienvenida a casa, mi amor. -Le dijo a la nena en sus brazos al traspasar la puerta de casa.

Gerard dejó las cosas en la habitación de Helena y volvió con ellos. Frank se había sentado en el sofá acunando a la niña en su pecho y el pelirrojo se sentó junto a él, abrazándole.

G- Ya estamos todos. -Susurró y besó la mejilla de su pareja mientras acariciando la de Helena.





FIN

jueves, 23 de febrero de 2012

Cap. 53 "Obsesionados con el sexo"

CAPÍTULO 53:



Frank se había puesto en pie a toda prisa y se vestía con lo primero que encontraba.

G- Ey, ey. Tranquilo, cariño. -Intentó calmarle- Ese pantalón es mío. Y te has puesto la camiseta del revés. Relájate. -Se acercó a él, le besó la frente y le quitó la camiseta para ayudarle a ponérsela correctamente.

F- Es que estoy nervioso. Tenemos que ir al hospital corriendo. No podemos perdérnoslo. Cuando el bebé nazca quiero estar allí y...

G- Calma, calma. -Le cortó- Ven aquí. -Le abrazó y le besó en los labios suavemente- Nos vamos a vestir. Vas a tomarte una tila para estar más relajado y luego iremos al hospital.

F- Pero ¿y si tiene al bebé antes? -Lloriqueó dejándose abrazar.

G- Mi amor, puede tardar horas y horas en dar a luz. No nos perderemos nada. De todas formas, en cuanto antes nos pongamos a hacer todo lo que te he dicho, antes nos iremos, ¿vale? -Frank asintió, sentándose al borde de la cama aún muy agitado. Gerard se sentó junto a él y le acarició la espalda- Respira hondo. Muy bien, así. ¿Estás mejor?

F- Sí, gracias. Gerard...

G- Dime.

F- Voy a ser padre. -Dijo ausente, como si por primera vez comprendiese lo que pasaba en realidad.

G- Lo sé, cariño. -Sonrió y le besó en la mejilla para después ayudarle a levantarse.

...


Cuando por fin estaban de camino al hospital, Frank estaba más calmado, pero aún así se le notaba hiperactivo. Sus piernas no dejaban de moverse y tamborileaba con los dedos en sus piernas.

Preguntaron por Jamia en la recepción y una enfermera les indicó dónde se encontraba en esos momentos.

Fuera de la habitación estaban ya los padres de Frank, a los que habían llamado desde casa, y los de Jamia, que no veían del todo bien el hecho de que su hija fuese a darle custodia al chico y quitarse toda responsabilidad. Pero era su hija y la apoyaban.

F- ¿Cómo está? ¿Ha nacido ya? -Casi que gritó nada más verles.

Linda- No. Pero parece que Jamia está teniendo algunas complicaciones por el adelanto del embarazo. Esa chica rubia está con ella, no nos dejan entrar.

F- Necesito verla. -Golpeó la puerta de la habitación y Stella se asomó por ella.

Stella- Oh, Frank, al fin llegas.

F- ¿Cómo va todo? -Preguntó preocupado.

Stella- Parece que será más difícil de lo normal, pero todo está bien, no te preocupes. Entra a verla si quieres y yo me quedo fuera. Tú eres el padre. -Le sonrió y le dejó pasar para salir ella después.

En la habitación había un par de enfermeras que vigilaban los avances y el estado de Jamia, mientras ésta estaba tumbada en la cama sobre un montón de almohadas. Su rostro estaba empapado y el ceño fruncido en clara muestra de dolor.

Frank se acercó a ella temeroso y puso una mano sobre su brazo.

F- Ey, Jam. ¿Qué tal estás?

Jamia- Frank, ¡te odio! ¡Esto es lo peor del mundo!¡AHH! -Agarró una mano del chico y la apretó mientras sufría una dura contracción.

F- No te preocupes, ya queda poco. Pronto acabará todo. -Intentó tranquilizarla con voz suave y pasando una toallita húmeda por su frente.

Jamia- Eso espero. O te torturaré para que sientas una mínima parte de lo que yo estoy sintiendo ahora. -Le amenazó, causándole gracia a Frank, pero se abstuvo de reír por temor a que hablase en serio.

Pasaron el resto del tiempo en silencio, excepto por las quejas de Jamia y las palabras de aliento de Frank.

Así estuvieron por más de 6 horas en las que el chico salía de vez en cuando al pasillo para que entrase Stella o la madre de la chica en su lugar.

Y cuando estaban cerca de cumplir las 9 horas de parto, el doctor echó a Frank de la habitación, anunciándole a Jamia que había llegado la hora. En situaciones normales, el padre podría haberse quedado junto a la embarazada, pero no esta vez. Todo se estaba complicando e iban a tener que dormir a Jamia para llevar a cabo el parto.

Fuera de la habitación, la madre de Jamia se aferraba a su marido esperando noticias, Linda y Cheech cuchicheaban en un rincón y Frank caminaba, atacado de los nervios, de un lado a otro bajo la atenta mirada de Gerard.

Y al fin, después de otras 2 horas de espera, una enfermera salió con un bulto en los brazos.

-A ver, ¿quién es el papá de esta ricura? -Preguntó mirando al grupo de gente.

F- ¡Yo! Bueno, nosotros. -Rectificó mirando a Gerard. La emoción reflejada en los ojos de ambos. La enfermera les miró confuso y Frank negó con la cabeza- Es una larga historia.

Se acercaron a ella y enseguida le tendió el bebé a Frank, que la acunó con cuidado entre sus brazos, temiendo realizar cualquier movimiento.

-¿Qué tal está mi hija? -Escucharon preguntar de fondo, acompañado por una respuesta positiva de la enfermera. Pero ellos dos estaban muy ocupados con la personita que dormía en brazos de su padre.

G- ¿Qué es? -Preguntó acariciando la mejilla del bebé con una gran sonrisa, idéntica a la de su novio.

Frank removió un poco las mantas que lo envolvían y amplió su sonrisa todo lo posible y más.

F- Una niña.

G- Es preciosa. ¿Estás feliz? -Miró fijamente a Frank, cuyos ojos brillaban de lágrimas contenidas.

F- Más que en toda mi vida. -Torció un poco el cuello y besó suavemente los labios del pelirrojo- Ten, cógela.

G- Pero... Me da miedo.

F- Venga, eres su papá también, ¿no? -Su sonrisa llena de calidez terminó de convencerle. Extendió los brazos y apretó contra su pecho a la pequeña, que entonces se removió un poco y abrió los ojos.

G- Hola preciosa. -Susurró- Tienes los ojitos de papi Frank, ¿sabes?.

Mientras tanto, Linda y Cheech les observaban desde lejos llenos de ternura. Se morían de ganas por ver a la niña, pero pensaron que era bueno dejarles un momento para ellos.

F- Ahí están tus abuelos. -Dijo, llamando a sus padres con la mano para que se acercasen.

Al llegar a ellos, Gerard en seguida le dejó la niña a Linda, que empezaba a llorar que la emoción mientras su marido acariciaba la pequeña cabecita.

Cheeh- ¿Cómo se llamará?

F- Pues habíamos pensado algunos nombres pero... -Hizo una pausa y miró a los ojos de Gerard- Quiero que se llame Helena. -El pelirrojo elevó las cejas totalmente sorprendido, pues nunca había comentado eso.

G- ¿Q-Qué?

F- Gee, no sabes cuánto te agradezco todo lo que has hecho por mí. Y muchas veces me has hablado de cuánto querías a tu abuela y de lo mal que lo pasaste cuando ella murió así que quiero que se llame así. Helena.

Gerard se quedó en silencio un momento, digiriendo la noticia y perdido en los ojos de su pareja y sus pensamientos, hasta que por fin sonrió con todo lo que tenía y le abrazó, luchando por no llorar como su suegra.

G- Frank, te amo. No te hacer una idea de cuánto. Gracias, gracias, gracias. -Intercaló cada agradecimiento con un beso, terminando con uno sobre sus labios que se alargó unos minutos.

No se soltaron hasta que la voz de la enfermera les hizo volver al mundo real.

-Bueno, debo llevarme a la pequeña. Dentro de un rato podrán entrar a ver a la madre, que se está recuperando rápidamente.

Reticentes, le entregaron el bebé y se desplomaron en las sillas, por fin tranquilos después de tantas horas.

Cuando les avisaron de que Jamia estaba despierta y podían entrar a verla, fueron sus padres los primeros en pasar mientras Gerard, Frank y los padres de éste iban a comer algo para no molestarla con demasiadas visitas juntas. Y, cuando los padres de la chica se fueron a descansar a casa tras comprobar el estado de su hija, Linda y Cheech le hicieron una visita relámpago y dejaron a la pareja con ella.

F- Jam, ¿qué tal estás?

Al entrar encontraron a la chica dándole el pecho a la bebé. Al escucharles levantó la cabeza para mirarles y regalarles una sonrisa cansada.

Jamia- Agotada, pero bien. Ey, peque, mira a tus papás. -Le habló a la niña.

G- Has tenido una niña preciosa.

F- Pues claro. Ya sabes quienes son sus padres, ¿cómo no iba a serlo? -Gerard rodó los ojos y Jamia rió bajito para no asustar a la bebé.

G- Vaya, habló Mister Ego. -Los dos chicos se enzarzaron en una "pelea" a golpes suaves y algún que otro mordisco mientras Jamia los miraba divertida.

Jamia- La verdad es que hacéis una pareja increíble. Es muy afortunada de teneros. -Dijo, refiriéndose a la recién nacida.

Los chicos dejaron lo que hacían y se acercaron a ella.

F- Nada de esto sería posible sin ti. Muchas gracias.

G- Sí, gracias.

Jamia- Es lo menos que podía hacer después de que me perdonaseis por haber sido tan hija de puta. -Bromeó.

...


Un rato más tarde, Gerard y Frank llegaban a casa, habiendo dejado a Helena en el hospital y a Jamia descansando. No sería hasta dentro de dos días cuando podrían llevarse a la niña a casa, debido al parto anticipado. Aunque todo estuviese bien, habían preferido controlarla en sus primeras horas.

Cuando los chicos llegaron a casa, lo primero que hicieron, inconscientemente, fue entrar al que sería el cuarto de Helena.

Lo bueno sería que les daría tiempo a colocar los muebles, lo único que faltaba para dejarlo todo listo.






Continuará...

domingo, 19 de febrero de 2012

Cap. 52 "Obsesionados con el sexo"

CAPÍTULO 52:



F- ¿Quieres que vayamos mañana a cenar por ahí?

G- Lo siento, cielo, pero tengo que quedarme en la editorial. No sé a qué hora llegaré.

Y otra mañana volvían a tener la misma conversación.

Desde hacía algunos días, Gerard se iba a trabajar en la editorial por la mañana y no volvía hasta tarde por la noche. Estaban a punto de lanzar un nuevo cómic y trabajaban contra reloj, por lo que debían aprovechar todo el tiempo que pudiesen.

Y Frank ya no sabía qué hacer tanto tiempo solo en casa, sin su pareja.

F- No me jodas. ¿Mañana también?

G- No empecemos otra vez, Frank. Lo hemos hablado miles de veces ya. Hasta que no publiquemos el cómic no tendré un horario fijo y tendré que quedarme hasta tarde.

F- Si lo entiendo pero es que... -Frank se acercó a él hasta rodear su cuello con los brazos y mirarle fijamente a escasos centímetros de distancia- Pasamos poquísimo tiempo juntos y te echo de menos. - Rozó su nariz con la del pelirrojo- Además, me muero de aburrimiento solo en casa. -Añadió separándose de él y cruzando los brazos sobre el pecho.

G- Yo también te echo de menos, princesa. -Susurró volviendo a abrazarle- Pero sabes que esto es importante para mí. Búscate algo que hacer mientras yo no esté. Llama a Pete o a alguno.

F- Ellos también tienen sus trabajos. Soy el único que no hace nada.

G- Oh, es verdad. Eres un mantenido. -Bromeó.

F- Calla, estúpido.

G- Va, no te enfades. -Le dio un beso en los labios que en seguida consiguió hacerle sonreír- Tengo que irme, ¿vale?

F- ¿Seguro que quieres irte? -Preguntó en tono sugerente, rozando sus labios con los contrarios y acariciando sus contados con las manos.

G- Claro que no quiero. -Por un momento se dejó llevar por las sensaciones de Frank acariciando su cuerpo, pero volvió en sí al ver el reloj de la pared- Pero debo irme. -Se alejó con desgana de él y le besó de nuevo, más profundo esta vez, para después susurrarle- Hasta la noche. Te amo.

F- Yo también te amo.

Y le vio salir del apartamento.

Frank suspiró audiblemente y se preparó para otro día aburrido.

Estuvo un rato viendo la televisión, escuchó música, tocó la guitarra en la terraza y compuso un par de canciones.

Pero por la tarde estaba que se subía por las paredes, agobiado de estar todo el día encerrado en casa sin nada que hacer.

Así que decidió salir a dar un paseo.

Caminó por el parque y se sentó al lado de una fuente, fumando un cigarrillo y viendo a la gente pasar de un lado a otro. Y entre el gentío reconoció a una chica con una enorme barriga de embarazada.

Sonrió y corrió hasta ella.

F- ¡Jamia!

Jamia- Hola, Frankie. ¿Qué haces por aquí?

F- Pasar el rato. No tengo nada mejor que hacer. -Respondió encogiéndose de hombros y llevando una mano hasta el vientre de ella con ternura- ¿Cómo estás?

Jamia- Los dos estamos perfectos. -Refiriéndose al bebé- Muy cansada, eso sí. No sabes qué ganas tengo de dar a luz de una buena vez.

F- Es normal. Pero ya queda poco. -Una idea le golpeó de repente- Oye, sé que cuando nazca el bebé no tendrás ninguna responsabilidad con él y eso pero me preguntaba si querrías venir conmigo a comprar algunas cosas para él.

Jamia- ¿Y Gerard?

F- Está muy ocupado con un nuevo lanzamiento. Y el punto de vista de una mujer siempre viene bien.

Jamia- Entonces te acompañaré en cantada. -Aceptó con una sonrisa.

Ese día no fueron de compras, ya que la chica realmente necesitaba descansar. Pero quedaron para el día siguiente. Y el otro. Y el otro.

Juntos compraron una cuna para el nuevo miembro de la familia, un cambiador, una trona y algunos adornos para la que sería su habitación.

Las compras les llevaron varios días y tras ella empezaron a quedar para simplemente entretenerse y hacerse compañía.

Jamia sabía bien que Frank odiaba estar solo y más odiaba el aburrimiento, así que vio una buena forma de agradecerle sus cuidados pasando tiempo con él.

Pero Gerard veía eso con ojos muy diferentes.

Le daba igual que Frank pasase todo su tiempo con sus amigos, su familia o con quien fuese. Pero Jamia... Vale que la chica había cambiado y todo ese rollo, pero no podía olvidar que ella y Frank habían estado mucho tiempo siendo pareja.

Y escuchar a Frank hablando de ella todas las noches, de lo que habían hecho, lo que le había contado o cualquier otra mierda, le hacía hervir de celos.

Y esa noche estalló.

F- Jamia dice que podíamos poner este color en la pared del dormitorio del bebé, que es tranquilizante. -Le contó mostrándole una paleta con muestras de pinturas.

G- Pues si ella lo dice, tendrá razón. Jamia es tan lista y divertida. -Dijo con desprecio y sarcasmo.

F- Gee, ¿qué te pasa?

G- ¡Pues que estoy harto! Te pasas todo el día con ella y cuando estamos juntos no paras de nombrarla.

F- Por si no te has dado cuenta, paso tanto tiempo con ella porque tú estás todo el maldito día trabajando.

G- ¡Pero has elegido todos los muebles del bebé con ella! ¡Y la decoración! Dejándome a mí de lado. No me tomas en cuenta.

F- No te dejo de lado, pero si tenemos que esperar a que estés libre para preparar el cuarto, nace el bebé y sigue vacío.

G- ¿¡Puedes hacerme el favor de dejar de echarme en cara a todas horas que paso poco tiempo en casa!?

F- No te lo echo en cara, sólo te digo la verdad.

G- Vale, perfecto. Me largo. Vete con ella si tan a gusto estás. -Se levantó de la mesa del comedor y salió del apartamento dando un portazo, dejando a Frank dentro, con la mirada perdida y destrozado sin saber qué había pasado.

Pasó toda la noche en vela esperando a que su novio regresase, pero cuando llegó el medio día seguía estando solo.

Estaba asustado. Tenía pánico de que Gerard le hubiese dejado solo de nuevo.

El pelirrojo no era así. No se iría por una pelea tan tonta, y menos sin hablarlo bien antes o sin avisar. Pero que no volviese a casa le tenía de los nervios.

Después de llamar a Mikey para comprobar que al menos estaba bien y no le había pasado nada, llamó a Jamia y fue a su casa.

Lo único que podía levantarle el ánimo no era estar con ella, sino sentir a su bebé junto a él, aunque fuese dentro del vientre de la chica.

Estuvo toda la tarde con ella, quien le tranquilizó cuando Frank le contó lo que había pasado, y esta vez fue él quien no volvió a casa.

Pero a la noche siguiente se dijo que no podía escapar de los problemas. Llevaba muchos años haciéndolo, resguardándose en el alcohol y las drogas y había acabado muy mal, así que debía cambiar eso. Volvería para hacer frente a lo que hiciese falta.

Cuando se encontró frente a la puerta del apartamento, cerró los ojos y respiró hondo antes de abrir.

Todo seguía tal y como lo había dejado el día anterior. Pero unos ruidos donde las habitaciones llamaron su atención.

Despacio y sin hacer ruido caminó por el pasillo, mirando dentro de los cuartos, sin ver a nadie dentro, hasta llegar al cuarto del bebé.

Lo que allí vio le hizo respirar tranquilo y sonreír.

Gerard estaba totalmente concentrado de cara a la pared del fondo, rodeado de botes de pintura, pinceles y brochas desparramados por el suelo.

Frank le observó desde la puerta sin hacer ruido para que no le descubriese. El pelirrojo estaba terminando un dibujo en la pared frente a él. Se mordía el labio como siempre que se concentrada profundamente en algo, sus manos estaban llenas de pintura y su ropa manchada de distintos colores. También sus mejillas y su frente tenían restos de color.

Esa imagen causó gran ternura en Frank, que entró por fin en la habitación.

F- Gerard. -Le llamó desde atrás con voz suave, sobresaltándole ligeramente cuando vio que había terminado.

El pelirrojo se llevó una mano al pecho.

G- ¡Frank! Me has asustado.

F- Perdona. -Se disculpó con una risilla- ¿Qué haces?

G- Frankie. -El pelirrojo se giró, dejando los utensilios que estaba usando en el suelo, y se acercó al otro- Lo siento. Lo siento tanto. No tenía que haberme ido así la otra noche. No tenía ningún derecho a enfadarme así. He sido yo el que ha estado ausente y preocupado únicamente por mi trabajo. Además fue mi idea la de que buscases algo que hacer. Y me parece perfecto que hayas estado con Jamia y os hayáis hecho compañía el uno al otro. Sólo es que estaba celoso, entiéndeme, yo...

No pudo seguir con su alocado discurso cuando los labios de Frank se presionaron con los suyos.

F- Está bien, lo entiendo. -Le dijo cuando rompieron el beso, pero sin alejarse demasiado, aún con las frentes unidas. Pero después frunció el ceño, se cruzó de brazos y se alejó- ¡Pero no vuelvas a hacerme eso! No sabes lo mal que lo he pasado, pensé que me habías dejado de nuevo.

Gerard le miró con culpa en los ojos y no pudo resistirse a abrazarle al ver el tierno puchero de sus labios.

G- Lo siento, cariño. No volveré a hacerlo. Antes me corto la lengua.

F- No. Si vuelves a hacerlo, seré yo quien te corte otra cosa. -Y para hacerse entender, apretó con fuerza su paquete, haciéndole encogerse de dolor.

G- Vale, vale. Me lo tendría merecido. -Frank dejó de apretar, sonriendo, pero no quitó la mano, sino que le masajeó suavemente la zona para contrarrestar el dolor- Mmm, sí eso está mejor. -Suspiró, centrándose en esa deliciosa fricción. Pero todo terminó tan rápido como empezó y esa mano se alejó de él- Eres cruel.

F- Te está quedando increíble. -Comentó ignorándole y dando vueltas sobre sí mismo para ver la habitación entera, con la boca abierta.

Las cuatro paredes de la habitación estaban pintadas de azul cielo. En la esquina más cercana a la puerta había un árbol de color marrón suyas ramas iban hacia las dos paredes que se unían en ese punto, y esas ramas tenían algunas hojas verdosas y un par de pajarillos, todo pintado a mano.
En frente, en el centro de la pared contraria y entre dos ventanas, otro árbol del mismo estilo, cuyas ramas pasaban por encima de los cristales.
Por último, alrededor de toda la habitación y a la altura del suelo, había pintado hierba.

Estar en ese cuarto hacía creer que estabas en mitad del campo. Sólo faltaba el sonido de los pájaros.

G- ¿Te gusta? -Le susurró al oído tras abrazarle por la espalda.

F- Es impresionante. Eres un artista. -Gerard sonrió mostrando todos sus dientes.

G- Cuando me fui me encerré en la editorial y pasé allí la noche pensando. Ayer por la tarde volví para hacer las paces contigo pero no estabas, así que decidí hacer algo para compensar mi estúpido comportamiento. Llevo un día y medio aquí metido trabajando. No he dormido más que un par de horas cuando salí a comer algo.

F- Eh, no puedes hacer eso. Tienes que comer y dormir. Te hará mal el olor y los vapores de la pintura.

G- Estoy bien, mamá. -Bromeó.

F- Hablo en serio. Es por tu salud.

G- Ya he terminado. Comemos y me acuesto, ¿te parece? -Le dijo, rozando su nariz contra el escorpión de su cuello. Frank asintió.

Mientras Frank preparaba la cena y la mesa, Gerard se duchó, se relajó y se quitó toda la pintura de encima.

Después de cenar se metieron en la cama. Gerard no había dormido, pero Frank no había descansado nada la noche anterior por culpa de la preocupación. Así que se quedaron dormidos al momento, uno en brazos del otro, felices. Olvidando que había un mundo más allá de esa habitación.

Pero una llamada de teléfono por la mañana les trajo de vuelta a la realidad. Frank respondió adormilado.

F- ¿Quién?

-¿Eres Frank?

F- Sí. ¿Quién es?

-Soy Stella, la amiga de Jamia. Ella está en el hospital.

F- ¿Qué? -Gritó, sentándose de golpe y asustando a Gerard- ¿Qué ha pasado?

-Parece que el bebé se ha adelantado.

F- Voy para allá enseguida. Hasta ahora. -La chica se despidió y cortaron.

G- ¿Qué ha pasado, Frank?

F- Jamia está en el hospital. El bebé viene de camino.




Continuará...

sábado, 11 de febrero de 2012

Cap. 51 "Obsesionados con el sexo"

La mañana siguiente a la fiesta fue rara. No rara para todos los invitados, pero sí para los que están encerrados todavía en la habitación.

Y no porque se arrepintiesen de lo que había pasado, sino porque tremendo lío de piernas, brazos, cabezas y demás no es una forma típica de despertarse.

Gerard fue el primero en hacerlo.

Frente a él aún estaba Frank, al cual tenía abrazado desde la espalda. Detrás estaba Quinn, quien, a propósito o sin darse cuenta, había colado su erección matutina entre las nalgas del pelirrojo. Y al otro lado de Frank estaba Bert, con una pierna sobre la cintura de Frank y el pelo tapándole la cara.

Al ver la situación no puedo evitar reír por lo bajo. Intentando mover la cama lo menos posible para no molestar a los otros tres, que aún seguían durmiendo, consiguió levantarse. Rebuscó por el suelo y encontró su boxer y sólo con eso salió del cuarto.

Entró a la cocina restregándose los ojos y pensando en meterse un buen café en vena para espabilarse, cuando se encontró de frente con su hermano.

Mikey- Vaya, al fin el anfitrión se digna a aparecer.

G- Buenos días a ti también, Michael. Dime que has hecho café.

Mikey- Por supuesto. ¿Por quién me tomas? -Gerard caminó hasta la cafetera, encontrándola vacía- Pero solo para mí, claro. No soy el criado de nadie.

El mayor de los hermanos gruñó y puso a funcionar la cafetera mientras Mikey se iba al salón riendo. Le encantaba molestar a su hermano recién levantado.

Cuando por fin consiguió su taza de café recién hecho fue al salón y se dejó caer junto a su hermano en el sofá, suspirando tras darle un gran sorbo a la bebida.

G- ¿Qué pasó con los demás?

Mikey- Ray se fue pronto porque hoy tenía que trabajar o no se qué. Pete hizo muy buenas migas con ese tal James y desaparecieron después que vosotros. Y Bill y Shannon se despertaron un poco antes que tú y se fueron. No sé qué habrá sido de los demás, pero me alegro que el rubio ese, Quinn, se haya ido, porque anoche no se despegó de mí ni un momento, intentando sobarme a la menor oportunidad.

Quinn- Es que eres tan mono y tan achuchable... Dan ganas de no despegar las manos de tu cuerpo. -Quinn se había despertado ya y había estado escuchando a Mikey desde detrás del sillón, desde donde hablaba ahora.

Al escucharle Mikey se giró asustado y su cara se volvió de color rojo.

Mikey- Yo, esto... -Intentaba disculparse cuando se dio cuenta de algo, así que frunció el ceño y miró fijamente a su hermano- ¿Por qué sale del dormitorio y tan escaso de ropa como tú?

G- Verás hermanito, es que anoche nosotros... -Pero antes de poder explicarse fue interrumpido.

Mikey- ¡GERARD ARTHUR WAY LEE! No me puedo creer que le hagas eso a Frank. ¡Y menos recién salido del centro de rehabilitación! ¿Dónde está? -Le gritó. Gerard sólo le miraba como si le hubiera salido una tercera cabeza y Quinn prefería mantenerse al margen.

Pero antes de que Mikey decidiese pegar a su hermano o algo por el estilo, Frank entró en la habitación vestido con un boxer y colocándose la camiseta de Gerard.

F- ¿Por qué dais tantas voces? -Preguntó somnoliento y bostezando.

Mikey- ¿Tú también estabas en la habitación? -Se extrañó, calmando su tono de voz.

F- Claro. ¿Dónde iba a estar si no? -Caminó hasta Gerard y se sentó sobre su regazo, quitándole la taza de las manos para beber él.

Mikey- Pero Gerard y Quinn... Ellos dos estaban...

F- Ellos estaban en la habitación conmigo.

Bert- Y conmigo. -El ultimo que faltaba había despertado también- Es imposible dormir si no paráis de moveros y de gritar. -Se quejó. Fue a sentarse en el sitio libre en el sillón y el dolor de su trasero le hizo ver las estrellas- Mierda. Estas son las consecuencias de una noche loca.

Los otros tres que sabían a qué se refería se echaron a reír y Mikey se mostró más confuso aún.

Mikey- Entonces vosotros cuatro... -Hizo gestos con las manos y les miró uno por uno como asentían con la cabeza- Madre mía, no me lo puedo creer. No he conocido a personas más viciosas que vosotros.

Y con eso solo consiguió que volvieran a reír.

...


Las semanas siguientes a la fiesta Gerard y Frank los dedicaron a la mudanza para así instalarse definitivamente en su nuevo apartamento.

El pelirrojo ya tenía la mayoría de sus cosas allí, así que compraron los muebles y recogieron las de Frank.

Esa tarde se encontraban en el cuarto del menor de su antigua casa metiendo en cajas lo poco que les quedaba ya para terminar la mudanza.

Frank guardaba sus discos en una caja con cuidado de que ni se rompiesen ni se rayasen y Gerard miraba debajo de la cama por si se les había pasado algo.

Y sí que se dejaban algo; Una gran caja negra estaba allí escondida.

Metió medio cuerpo bajo la cama para alcanzarla y tiró de ella hacia afuera, colocándola sobre la cama. Se sentó al lado e intentó abrirla, pero tenía varios candados.

G- Ey, Frankie. ¿Qué es esto?

Frank dejó los discos a un lado para ver a qué se refería y sonrió de lado al descubrir la caja.

F- ¿Por qué no lo averiguas tú mismo? -Rebuscó en una cajón, sacó unas llaves y se las tiró. Gerard las cogió al vuelo y fue probando llave a llave hasta que consiguió abrir todos los candados.

Al abrir la caja sus ojos se quedaron como platos y la boca abierta.

G- No lo puedo creer... -Murmuró. Y cuando se repuso de la sorpresa preguntó, en tono divertido- ¿Has usado todo esto?

F- Pues claro. Todas y cada una de esas cosas.

G- ¿Y se puede saber por qué nunca me dijiste que tenías un arsenal de juguetitos sexuales como éste?

F- Creo que te lo comenté una vez... Cuando te enseñé una de mis películas porno caseras. Pero no te lo llegué a enseñar. -Explicó encogiéndose de hombros.

Gerard seguía cotilleando dentro de la caja, pensando ideas para utilizar todas esas cosas: Aceite para masaje, lubricantes y preservativos, todo de sabores, anillas retardantes, un dildo, un plug, esposas... Todo un sex shop en una caja, vamos.

G- ¿Para qué sirve esto? -Preguntó señalando un pequeño control remoto.

F- Mira, coge esta anilla. -Gerard sujetó lo que le daba en la mano y cuando Frank apretó un botón del mando, la anilla empezó a vibrar- Tiene varias velocidades. La puedes llevar puesta y que otra persona la controle como quiera. -Le contó con voz provocativa.

G- ¿Cuándo vamos a probar todo esto? -Gerard había cogido a Frank de la cintura y le había tirado sobre él en la cama para después besarle el cuello.

La respiración de Frank se agitó al sentir la lengua del pelirrojo contra su piel y las manos apretándole el culo para pegarle más a él.

F- Cuando acabemos la mudanza. -Un sonido lastimero escapó de la garganta de Gerard, pero no se movieron, sino que se besaron como si quisiesen sacarse el alma por la boca, moviendo sinuosamente las caderas para rozarse.

Y cuando mejor se estaba poniendo la cosa, la puerta se abrió y Linda apareció por ella.

Linda- Chicos ya está... Oh, perdón, lo siento. -Se disculpó, avergonzada al verles- Creo que estoy teniendo un deja vù. En fin, sólo venía a deciros que el coche está listo, todas las cajas están dentro ya. -Y salió, cerrando la puerta tras ella.

G- No me lo puedo creer. ¿Por qué tu madre siempre nos pilla en alguna situación comprometida? -Preguntó riendo y sentándose en la cama, aún con Frank sobre sus piernas.

F- Creo que tiene una especie de radar o algo así... ¿Nos vamos? -Se puso de pie, cogiendo la caja de los discos mientras Gerard cogía la recién descubierta y continuaron con la mudanza.

G- Espero que terminemos pronto con esto para que podamos usar todas esas cosas. -Resopló antes de salir.

...


G- Oye, Frank.

Gerard salía del dormitorio, recién levantado. El pelo rojo cayendo despeinado sobre sus ojos, el torso al aire y solo un boxer cubriendo su cuerpo.

Frank ya llevaba un rato despierto y preparaba el desayuno en la cocina. En su caso, vestido únicamente con un pantalón de pijama que le quedaba grande y dejaba ver los huesos de su cadera y la línea de vello que bajaba desde su ombligo y se perdía bajo la tela.

Al escuchar que le llamaba se giró y no pudo evitar sonreír al recorrerle de arriba a bajo con la mirada.

F- ¿Estás contento o es que te alegras de verme? -Preguntó con la vista fija en el más que marcado bulto dentro de su ropa interior. Sin darse cuenta se estaba relamiendo los labios.

Gerard sonrió interiormente. Ese último gesto no se le había pasado por alto, lo que le convencía de que su propósito no iba a ser rechazado.

G- Las dos cosas. Dime, ¿qué día es hoy? -Preguntó fingiendo desinterés.

F- Sábado. ¿Por qué? -El pelirrojo se encogió de hombros.

G- ¿Y qué hora es? -Extrañado por tanta pregunta sin sentido, el menor arrugó la frente y miró su reloj.

F- Las 10:20 de la mañana.

G- Muy bien. Pues recuérdalo porque desde este mismo momento hasta mañana domingo a las 10:20 de la mañana, serás mi esclavo. ¿No creerías que se me iba a olvidar? -Frank ronroneó ante el cambio de tono del pelirrojo y sonrió de medio lado.

F- Está bien... AMO. -Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Gerard ante ese apelativo- ¿Qué desea que haga? -Gerard se recompuso como pudo y, con voz firme dijo:

G- Te quiero desnudo y de rodillas comiéndome la polla. Mira cómo estoy por tu culpa. Te metes en mis sueños y me despierto más duro que una piedra.

Frank no dijo nada más. Sólo sonrió con picardía y empezó a quitarse el pantalón. Serían unas 24 horas muy interesantes.

Y eso era justamente lo que pensaba Gerard al ver cómo Frank se arrodillaba frente a él sin dejar de mirarle a los ojos y le bajaba el boxer lo justo para dejar libre su erección.

Tener 24 horas a Frank Iero a su entera disposición era un regalo que no iba a desperdiciar. Recién empezaba el día y ya tenía la cabeza llena de ideas para disfrutar hasta el último segundo.

Además, por fin habían terminado con el traslado al nuevo apartamento y podrían utilizar todos los juguetitos de esa caja tan especial.



[El resto de capítulo queda CENSURADO]




Continuará...