domingo, 29 de diciembre de 2013

Hit me baby (OnHo) - Capítulo 1



Onew descansaba con la cabeza apoyada en el hombro de su novio, con un brazo rodeando su pecho y los ojos cerrados, simplemente disfrutando la tranquilidad post-orgasmo en la que estaban sumergidos. Su novio acariciaba suavemente su pelo y entrelazaba su mano libre con la que se aferraba a su costado.

-Ojalá pudiésemos estar así siempre, Minho… -Suspiró Onew con una sonrisa.

-Sería muy aburrido, ¿no crees? Hay mejores cosas que hacer. –Ladeó la cabeza para mirarle con una sonrisa pícara. El mayor de ellos rodó los ojos sonrojándose levemente.

-Sabes a lo que me refiero, tonto.

Onew y Minho llevaban saliendo unos meses, pero se conocían de mucho antes. Cuando ambos eran pequeños  (Onew dos años mayor), la familia de Minho se mudó y fue cuando se conocieron. Podría decirse que eran casi vecinos pues vivían a un par de calles de distancia. La primera vez que se encontraron fue camino al colegio. Los dos iban acompañados de sus madres y ellas, al darse cuenta de que iban al mismo sitio, enseguida empezaron a hablar y presentaron a los pequeños. Y desde entonces, ir los 4 juntos todas las mañanas se convirtió en rutina hasta que la madre de Onew decidió que su hijo ya era lo suficientemente mayor para ir solo a clase. Entonces los dos niños ya se llevaban bastante bien y el mayor convenció a la madre de Minho de que no hacía falta que siguiese llevándole cada mañana, él se encargaría de cuidar a su pequeño amigo.

Los paseos de ida al colegio y vuelta a casa en soledad dieron lugar a conversaciones más profundas, donde empezaron a conocerse de verdad, y esas conversaciones a alguna que otra salida después de hacer las tareas, a dar una vuelta por el parque o simplemente ir a la casa del otro a jugar o ver películas.

Fueron los años los que hicieron que esos dos chicos se juntasen más y más hasta el punto de causar envidia en el resto de sus amigos, pues parecía que a veces eran ellos dos y nadie más. Hasta que la amistad no fue suficiente para ninguno de los dos y, antes de darse cuenta, estaban besándose en la casa de Minho, cuando pretendían despedirse por unos días ya que el menor se iba de viaje con su familia. Ninguno de los dos fue el primero en dar el paso ni en declararse propiamente dicho, sino que, como si fuese un acuerdo mutuo, se acercaron poco a poco y sus labios se encontraron, y solo fue lo que necesitaron parar saber que eran correspondidos.

Minho rodó haciendo rodar con él a su novio y quedó sobre éste, con los codos a ambos lados de su rostro y sus pieles totalmente pegadas una a la otra. Le miró con ternura y Onew sonrió. Con esa sonrisa que Minho amaba más que nada, esa que le permitía ver sus dientes blancos y que hacía que sus ojos se cerrasen casi completamente.

-Eres hermoso, Jinki.

Sólo sus más allegados le llamaban Jinki. Era su nombre real pero le parecía demasiado privado como para que cualquiera le llamase así, por lo que se hizo llamar Onew.

El mayor volvió a sonrojarse y torció la cabeza para esquivar su mirada. Minho le sujetó por la mandíbula y le hizo volver a encararle para tomar sus labios en un beso dulce y suave. Onew suspiró.

-Ojalá fueses así siempre…

-¿Qué dices? Siempre soy igual. –Minho le quitó importancia encogiéndose de hombros y, dándole un último besito, se levantó de la cama tapándose con la sábana que se había caído al suelo mientras hacían el amor minutos antes- Tengo entrenamiento de fútbol. ¿Vendrás  a verme?

Onew se incorporó apoyando los codos en la cama.

-¿Quieres que tu “amigo” Onew vaya a verte? –Recalcó la palabra frunciendo el ceño, pues nadie más que ellos dos sabían que eran pareja y Minho siempre le presentaba como su mejor amigo Onew. Mejor amigo, pero solo amigo al fin y al cabo. Ni si quiera le llamaba Jinki en público si podía evitarlo.

-No empieces con eso de nuevo, Jinki. –Estaba terminando de vestirse para ir a su casa y coger el equipo de fútbol antes de ir al entrenamiento- Ya hemos hablado de eso, aún no es tiempo de contarlo.

-Ya, ¿y cuándo lo será? –Murmuró por lo bajo, estirando las sábanas que estaban sobre él de mala forma. La mirada seria de Minho le hizo callar y dejar el tema. Otra vez.

-¿Vas a venir o no? –Cuestionó el menor, acercándose a la cama ya vestido. Su novio suspiró de nuevo y agachó la cabeza.

-Claro que iré.

Minho sonrió grande, le alzó el rostro y le robó un beso antes de despedirse y marcharse, quedando en verse más tarde.

De nuevo le tocaría fingir que no pasaba nada entre ellos. No podía acercarse más de lo necesario a Minho porque luego este le regañaba diciendo que al final iban a darse cuenta de que eran pareja. Y, por supuesto, nada de muestras de afecto. De hecho una vez hace unas semanas a Onew se le olvidó que uno de los compañeros de Minho andaba cerca e intentó abrazarle en la puerta de su clase. El menor se enfadó y esa tarde al volver a casa, le echó la bronca de su vida, diciendo que no podía ser tan descuidado y que al final por su culpa todo el mundo se enteraría.

A Onew eso le daba exactamente igual. Por él iría gritando por la calle que estaba saliendo con Choi Minho. Pero su novio creía que aún no debían contarlo, así que tendría que seguir la farsa de los buenos y mejores amigos, aunque le molestase.

Onew se volvió a desplomar en la cama al ver como Minho se perdía tras la puerta y se frotó la frente, intentando abandonar todos esos pensamientos que no le provocaban más que dudas y dolor de cabeza.

Cuando llegó al campo de fútbol donde Minho y su equipo entrenaban ya estaba oscureciendo y el entrenamiento estaba por acabar.  Le encantaba ver a su novio jugando al futbol porque ahí era uno de los pocos sitios donde podía ver al verdadero Minho, el competitivo, el pasional y luchador. El que pone todas sus fuerzas en conseguir su objetivo y nunca se rinde. Pero incluso eso podía enfadar al menor porque cuando le veía entrenar Onew era incapaz de apartar sus ojos de su novio y podía ser sospechoso.

Estaba empezando a cansarse realmente de todo eso, parecía que no podía hacer nada sin levantar sospechas así que prefería llegar tarde, verle dar su última carrera, con suerte marcaba algún gol y fin, se iban a los vestuarios y Onew esperaba a que su novio saliese y se fuesen dando un paseo a algún lugar, solos, para que Minho volviese a ser ese ser dulce que le daba mimos en la intimidad.  

Pero a veces no era tan fácil.

Cuando Minho salió de los vestuarios, con ropa limpia y el pelo húmedo, lo hizo junto a un par de miembros más de su equipo. Salían riendo y bromeando y al ver a Onew le saludaron pero nada más, se volvieron hacia Minho como si el mayor no estuviese allí.

-¿Dónde vamos a ir? ¿Tomamos algo antes de volver a casa? –Preguntó uno de ellos.

Minho miró de reojo a su novio, quien esperaba para irse con él ya que para eso había ido hasta allí a esas horas. Los otros dos siguieron insistiendo y preguntándole qué hacer.

Onew pensaba que su novio rechazaría las propuestas pues ellos dos ya tenían sus propios planes de pareja. Por eso le sorprendió que Minho aceptase sonriente y se fuese de allí, dirigiéndole un simple:

-Nos vemos mañana, Onew.


Le había dejado plantado. Otra vez. 



Continuará...

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