Onew
descansaba con la cabeza apoyada en el hombro de su novio, con un brazo
rodeando su pecho y los ojos cerrados, simplemente disfrutando la tranquilidad
post-orgasmo en la que estaban sumergidos. Su novio acariciaba suavemente su
pelo y entrelazaba su mano libre con la que se aferraba a su costado.
-Ojalá
pudiésemos estar así siempre, Minho… -Suspiró Onew con una sonrisa.
-Sería
muy aburrido, ¿no crees? Hay mejores cosas que hacer. –Ladeó la cabeza para
mirarle con una sonrisa pícara. El mayor de ellos rodó los ojos sonrojándose
levemente.
-Sabes
a lo que me refiero, tonto.
Onew
y Minho llevaban saliendo unos meses, pero se conocían de mucho antes. Cuando
ambos eran pequeños (Onew dos años
mayor), la familia de Minho se mudó y fue cuando se conocieron. Podría decirse
que eran casi vecinos pues vivían a un par de calles de distancia. La primera
vez que se encontraron fue camino al colegio. Los dos iban acompañados de sus
madres y ellas, al darse cuenta de que iban al mismo sitio, enseguida empezaron
a hablar y presentaron a los pequeños. Y desde entonces, ir los 4 juntos todas
las mañanas se convirtió en rutina hasta que la madre de Onew decidió que su
hijo ya era lo suficientemente mayor para ir solo a clase. Entonces los dos
niños ya se llevaban bastante bien y el mayor convenció a la madre de Minho de
que no hacía falta que siguiese llevándole cada mañana, él se encargaría de
cuidar a su pequeño amigo.
Los
paseos de ida al colegio y vuelta a casa en soledad dieron lugar a
conversaciones más profundas, donde empezaron a conocerse de verdad, y esas
conversaciones a alguna que otra salida después de hacer las tareas, a dar una
vuelta por el parque o simplemente ir a la casa del otro a jugar o ver
películas.
Fueron
los años los que hicieron que esos dos chicos se juntasen más y más hasta el
punto de causar envidia en el resto de sus amigos, pues parecía que a veces
eran ellos dos y nadie más. Hasta que la amistad no fue suficiente para ninguno
de los dos y, antes de darse cuenta, estaban besándose en la casa de Minho,
cuando pretendían despedirse por unos días ya que el menor se iba de viaje con
su familia. Ninguno de los dos fue el primero en dar el paso ni en declararse
propiamente dicho, sino que, como si fuese un acuerdo mutuo, se acercaron poco
a poco y sus labios se encontraron, y solo fue lo que necesitaron parar saber
que eran correspondidos.
Minho
rodó haciendo rodar con él a su novio y quedó sobre éste, con los codos a ambos
lados de su rostro y sus pieles totalmente pegadas una a la otra. Le miró con
ternura y Onew sonrió. Con esa sonrisa que Minho amaba más que nada, esa que le
permitía ver sus dientes blancos y que hacía que sus ojos se cerrasen casi
completamente.
-Eres
hermoso, Jinki.
Sólo
sus más allegados le llamaban Jinki. Era su nombre real pero le parecía
demasiado privado como para que cualquiera le llamase así, por lo que se hizo
llamar Onew.
El
mayor volvió a sonrojarse y torció la cabeza para esquivar su mirada. Minho le
sujetó por la mandíbula y le hizo volver a encararle para tomar sus labios en
un beso dulce y suave. Onew suspiró.
-Ojalá
fueses así siempre…
-¿Qué
dices? Siempre soy igual. –Minho le quitó importancia encogiéndose de hombros y, dándole un último
besito, se levantó de la cama tapándose con la sábana que se había caído al
suelo mientras hacían el amor minutos antes- Tengo entrenamiento de fútbol. ¿Vendrás
a verme?
Onew
se incorporó apoyando los codos en la cama.
-¿Quieres
que tu “amigo” Onew vaya a verte? –Recalcó la palabra frunciendo el ceño, pues
nadie más que ellos dos sabían que eran pareja y Minho siempre le presentaba
como su mejor amigo Onew. Mejor amigo, pero solo amigo al fin y al cabo. Ni si
quiera le llamaba Jinki en público si podía evitarlo.
-No
empieces con eso de nuevo, Jinki. –Estaba terminando de vestirse para ir a su
casa y coger el equipo de fútbol antes de ir al entrenamiento- Ya hemos hablado
de eso, aún no es tiempo de contarlo.
-Ya,
¿y cuándo lo será? –Murmuró por lo bajo, estirando las sábanas que estaban
sobre él de mala forma. La mirada seria de Minho le hizo callar y dejar el tema.
Otra vez.
-¿Vas
a venir o no? –Cuestionó el menor, acercándose a la cama ya vestido. Su novio
suspiró de nuevo y agachó la cabeza.
-Claro
que iré.
Minho
sonrió grande, le alzó el rostro y le robó un beso antes de despedirse y
marcharse, quedando en verse más tarde.
De
nuevo le tocaría fingir que no pasaba nada entre ellos. No podía acercarse más
de lo necesario a Minho porque luego este le regañaba diciendo que al final
iban a darse cuenta de que eran pareja. Y, por supuesto, nada de muestras de
afecto. De hecho una vez hace unas semanas a Onew se le olvidó que uno de los
compañeros de Minho andaba cerca e intentó abrazarle en la puerta de su clase.
El menor se enfadó y esa tarde al volver a casa, le echó la bronca de su vida,
diciendo que no podía ser tan descuidado y que al final por su culpa todo el
mundo se enteraría.
A
Onew eso le daba exactamente igual. Por él iría gritando por la calle que
estaba saliendo con Choi Minho. Pero su novio creía que aún no debían contarlo,
así que tendría que seguir la farsa de los buenos y mejores amigos, aunque le
molestase.
Onew
se volvió a desplomar en la cama al ver como Minho se perdía tras la puerta y
se frotó la frente, intentando abandonar todos esos pensamientos que no le
provocaban más que dudas y dolor de cabeza.
Cuando
llegó al campo de fútbol donde Minho y su equipo entrenaban ya estaba
oscureciendo y el entrenamiento estaba por acabar. Le encantaba ver a su novio jugando al futbol
porque ahí era uno de los pocos sitios donde podía ver al verdadero Minho, el
competitivo, el pasional y luchador. El que pone todas sus fuerzas en conseguir
su objetivo y nunca se rinde. Pero incluso eso podía enfadar al menor porque
cuando le veía entrenar Onew era incapaz de apartar sus ojos de su novio y
podía ser sospechoso.
Estaba
empezando a cansarse realmente de todo eso, parecía que no podía hacer nada sin
levantar sospechas así que prefería llegar tarde, verle dar su última carrera,
con suerte marcaba algún gol y fin, se iban a los vestuarios y Onew esperaba a
que su novio saliese y se fuesen dando un paseo a algún lugar, solos, para que
Minho volviese a ser ese ser dulce que le daba mimos en la intimidad.
Pero
a veces no era tan fácil.
Cuando
Minho salió de los vestuarios, con ropa limpia y el pelo húmedo, lo hizo junto
a un par de miembros más de su equipo. Salían riendo y bromeando y al ver a
Onew le saludaron pero nada más, se volvieron hacia Minho como si el mayor no
estuviese allí.
-¿Dónde
vamos a ir? ¿Tomamos algo antes de volver a casa? –Preguntó uno de ellos.
Minho
miró de reojo a su novio, quien esperaba para irse con él ya que para eso había
ido hasta allí a esas horas. Los otros dos siguieron insistiendo y preguntándole
qué hacer.
Onew
pensaba que su novio rechazaría las propuestas pues ellos dos ya tenían sus
propios planes de pareja. Por eso le sorprendió que Minho aceptase sonriente y
se fuese de allí, dirigiéndole un simple:
-Nos
vemos mañana, Onew.
Le
había dejado plantado. Otra vez.
Continuará...
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