jueves, 19 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 3



CAPÍTULO 3:


Tras unos segundos de reflexión interna, Mikey se echó a reír, dejando desconcertada a Elena.

-¿De qué te ríes?

-Muy buena broma. Casi me lo creo y todo. Uff.

-¿Por qué iba a bromear con esto?

-Venga, cielo, déjalo ya.

-¡No bromeo! -Se levantó de la cama sujetando la sábana para taparse. Estaba empezando a enfadarse por el comportamiento de su novio. Ese no era un tema con el que le gustase bromear.

Al ver su reacción, Mikey empezó a preocuparse de verdad.

-No puedes estar hablando en serio.

-¿Cómo se te ocurre pensar que puedo o quiero bromear con algo tan importante como eso? ¿No me crees? -Caminó hasta el armario, de donde sacó unos papeles que le lanzó a Mikey casi a la cara- Compruébalo.

Mikey miró los papeles por encima. Custodias y denuncias hasta llegar a lo que realmente le interesaba, los papeles que decían que Elena había nacido muerta.

Firmados por Donald y Donna Way. New Jersey.

De repente el mundo parecía que se había puesto boca abajo. Acababan de tener una tarde increíble, habían hecho el amor juntos por primera vez y estaban disfrutando de su compañía. Y ahora pasaba eso.

-No. No, no, no. -Murmuró, negándose a creerlo. Pero algo dentro de el le advertía de que podía ser cierto y que seria mucha casualidad que existiese un matrimonio llamado igual que viviese en el mismo sitio. Se puso de pie moviéndose de un lado a otro del cuarto. Además, recordaba que su madre había estado embarazada y había tenido problemas pero...- Esto no puede estar pasando.

-¿Qué te ocurre?

-Yo... Tengo que irme, lo siento. -Recogió toda su ropa y se vistió en menos de que lo dura un parpadeo, tan rápido que a Elena no le dio tiempo ni a acercarse a él para ver qué le pasaba.

-Mikey... Mikey, dime que te pasa. -Rogó preocupada al verle ponerse las zapatillas.

-Esto ha sido un error, Elena. Tengo que marcharme.

Mikey salió de la habitación dejando a una Elena paralizada que salió corriendo tras él cuando escuchó el sonido de la puerta principal al ser abierta, aún solo con la sábana.

-¡Mikey! -El chico se detuvo a unos pasos de la casa, sin mirarla- No sé qué ha pasado o si es por algo de lo que te he contado, pero no me dejes. Por favor.

Su voz sonaba temblorosa y rota, justo como se sentía ella en esos momentos. Mikey se giró para mirarla un momento y sintió que su alma se rompía al verla aferrada con una mano a la sábana y con la otra al marco de la puerta, los ojos rojos y las mejillas mojadas por sus lágrimas.

-Lo siento. -Fue lo único que dijo antes de girarse y caminar a paso rápido hasta su coche. Arrancó y se fue sin mirarla, pues si lo hacia tendría que volver y no podía hacerlo.

Ya en la soledad de su coche, a unas cuantas calles de distancia, paró y dejó escapar todo su dolor a modo de lágrimas desesperadas.

No podía ser cierto. Elena, la chica de la que se había enamorado a primera vista, a quien tantas veces había besado en el poco tiempo que llevaban juntos y con quien había hecho el amor escasas horas antes, no podía ser de su familia.

Su hermana.

La vida estaba siendo cruel con él y el destino se reía en su cara sin consideración.

En su casa, Elena se desplomaba sobre su cama, aspirando el aroma de Mikey que aún impregnaba las sábanas y almohadas, preguntándose qué había salido mal y por qué todo se había terminado tan rápido, sin encontrar una respuesta.

Durante las dos semanas siguientes, Elena llamó al móvil de Mikey, un día tras otro, recibiendo siempre la misma respuesta: nada.

Mikey no respondía sus llamadas ni mensajes y ya no le veía por las mañanas en el sitio de siempre.

Era como si hubiese desaparecido, y tampoco tenía donde buscarle. En el tiempo que duró su relación habían hablado de muchas cosas, pero nunca le había dicho dónde vivía ni le había hablado de su familia. Sólo sabía que tenía un hermano mayor, Gerard, del que hablaba a menudo y al cual parecía que admiraba más que a nadie.

Pero tampoco sabía nada sobre él. Al parecer tenía pareja y vivían juntos. Un compañero de trabajo. Pero no tenía idea de dónde.

Así que lo había dejado por imposible. Seguía llamando de vez en cuando, pero ya no tenia esperanzas de recibir contestación.

Desde aquel día en que Mikey se había ido, pasaba la mayor parte del día encerrada en su cuarto, pagada a su teléfono, y el resto de las horas buscaba información sobre sus padres.

Ya había averiguado que no se habían mudado fuera del país ni del estado, así que seguían viviendo en Jersey, sólo le quedaba averiguar dónde y decidirse a ir. Y también averiguo que, antes de ella, habían tenido otros dos hijos, de 31 y 28 años.

No fue hasta casi un mes después de dejar de ver a Mikey que por fin encontró la dirección de sus padres, pero todavía le llevó una semana más tener la valentía necesaria para ir a verles.

Y allí estaba, sentada en el sillón de la sala de estar de los señores Way escuchando cómo su tía Melani les contaba todo sobre el caso de tráfico de bebés y esperando cualquier reacción por parte de ellos, sobre todo esperando que no se lo creyesen.

Y en un primer momento fue así. Les parecía todo demasiado irreal para ser cierto. Años creyendo que estaba muerta y ahora le decían que había sido un engaño.

Pero con un vistazo a todos los documentos y pruebas que habían recopilado en esos años, terminaron aceptando que era cierto, que esa morena que estaba frente a ellos era su hija Elena, cuyos rasgos físicos les recordaban a los de la propia Donna en su adolescencia.

La mujer lloraba de emoción, de incredulidad y de alegría. Se levantó y, despacio, casi con miedo, se acercó a Elena, que se levantó para quedar frente a ella, y abrió los brazos en muda invitación.

Elena no lo dudó y se abrazó a ella con una gran sonrisa y alguna que otra lágrima por el tan esperado reencuentro. Después fue el turno de Donald de abrazarla, mas tímido que su mujer pero con la misma intensidad.

Se pusieron al día sobre sus vidas. Sus padres se mostraron muy interesados en qué tal había vivido con sus padres adoptivos y después Donald quiso enterarse de todo sobre la investigación, prometiéndole a Melani que les ayudaría en todo lo que pudiese.

-Como me gustaría que hubieses crecido con nosotros. Seguro que te hubieses llevado genial con tus hermanos. Sobre todo con Michael. -Donna y Elena hablaban al otro lado de la sala- Que, por cierto, ya debería de estar aquí. Ha estado tan raro estos últimos días... -Comentó con preocupación maternal.

-A mi también me habría gustado... Ojala me acepten como parte de la familia.

-Seguro que sí. Son muy buenos chicos. Gerard vive con su novio al otro lado de la ciudad y Michael vive aquí.

A Elena no le dio tiempo a pensar en la coincidencia que era que se llamasen Michael y Gerard, igual que Mikey y su hermano, porque en ese momento el hijo menor de los Way entraba por la puerta de la sala, quedándose a cuadros a ver a Elena allí.

-¡Michael, cariño! Ven, ven aquí que te presente.

Elena empezaba a encajar las piezas de ese rompecabezas que siempre había sido su vida.

Mikey, SU Mikey, era hijo de Donna y Donald lo que significaba que también era su hermano.

Ahora entendía la reacción del chico al mencionarle el nombre de sus verdaderos padres.

¡Eran hermanos! Y en su caso, hermanos era igual a incesto.

Mientras todas esas voces gritaban en su cabeza, Mikey se había acercado a su madre y ésta le estaba explicando todo lo que Elena y Melani les habían contado.

-Ella es tu hermana. Elena.

Los dos más jóvenes se miraron fijamente después de un mes de soportar la ausencia del otro. Finalmente, Mikey se acercó a Elena.

-Encantado. -Fue su simple respuesta, antes de estrecharle la mano.

-Cielo, es tu hermana. Dale una bienvenida mejor.

-No, así vale. -Respondió alejándose de nuevo para quedar al otro lado del cuarto y evitar tenerla tan cerca.

Si no ponía distancia entre ellos, se tiraría encima de ella y la besaría hasta morir.

-Justo antes de que llegases estaba diciéndole que ojala hubiese crecido con vosotros. Y como no fue así, me preguntaba si... -Hizo una pausa buscando las palabras correctas que no asustasen a la chica. Donald le dio ánimos con la mirada- Si querías venirte a vivir aquí, con nosotros. Ya que tus padres adoptivos no están... -Elena miró a Mikey de reojo, que tenía los ojos como platos, y Donna tomó su silencio como duda- Claro que imagino que no quieras, no nos conocemos apenas y...

-Si, Donna. Me encantaría. -Respondió finalmente con una gran sonrisa.

Mikey sintió que se derretía con ese gesto, pero lo disimuló lo mejor que puso y se acercó a su madre.

-¿Por qué va a quedarse aquí? ¡Ya tiene un casa! -Elena sintió una puñalada en el pecho. Pero es que si apenas podía estar en la misma habitación que ella sin tirársele encima, menos aguantaría vivir en la misma casa que ella, verse todos los días, ducharse en la misma bañera...

No podía pensar esas cosas. Era su hermana, y eso no pasa entre hermanos.
-¡Michael James Way! No seas maleducado. -Rugió Donald- Somos su familia y nos haremos cargo de ella.

-Es que... Ya tiene la edad para vivir sola. No necesita que nadie se haga cargo de ella. -Elena tragó duro y miró el suelo sabiendo lo que venía.

-¿La edad? ¿Desde cuándo los 16 años son edad suficiente para vivir sola?

-¿Q-qué? ¿16? No. Es imposible. Seguro que tiene muchos más... -Tartamudeó, mirando a Elena en busca de una explicación que no podía darle en ese momento. Por eso esquivó su mirada.

La chica sabía que ese día llegaría antes o después.

Tenía 16 años y estudiaba en el instituto, no trabajaba allí como su exnovio creía. Ella nunca le dijo su edad y él simplemente la dio por hecho.

Mikey la miró dolido por el engaño, pero ella seguía esquivándole.

-Está bien... Me voy. -Casi susurró antes de darse la vuelta y salir del salón para subir las escaleras hacia su habitación.

En la sala todo se quedó en silencio. Donna y Donald no entendían el comportamiento de su hijo, siempre tan educado y formal con la gente nueva y ahora tan frío y grosero. Melani no quería importunar a los dueños de la casa y Elena no sabía si le saldría la voz sin temblores después de toda la escena y el miedo que ahora tenía al ver cómo se había tomado lo de su edad.

-Bueno y... -Rompió el silencio Donna- ¿Entonces te quedas?

-Yo... No querría molestar.

-No molestas, cariño. Tenemos que recuperar el tiempo perdido. Seríamos felices si te quedases. -Le dijo con ternura y cariño.

-Está bien. -Sonrió de nuevo, sabiendo que todo iría bien con sus padres a partir de ahora- Me quedo.



Continuará... 

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