lunes, 30 de diciembre de 2013

Hit me baby (OnHo) - Capítulo 2


Gracias a Minho y su afán por disimular delante de la gente, no había nadie que supiese su relación. O bueno, eso creía él pues Onew se lo había contado a una persona a sin decírselo a su novio o le mataría.

-No me puedo creer que te haya dejado plantado otra vez. ¿Cuántas van ya? –La voz enfadada de su amigo le taladraba los oídos mediante el altavoz del móvil.

-Si sigues gritando así no necesitaré el móvil para escucharte, Key. –El otro bufó, instándole a que respondiese. Un suspiro escapó de los labios de Onew antes de susurrar- No sé, ¿cuatro?

-De verdad que no entiendo cómo le permites tratarte así. Eres mayor que él, plántale cara. ¿Qué podrías perder?

-A él…-Key rodó los ojos al otro lado de la línea, Onew le conocía tan bien que casi pudo ver el movimiento en esos orbes felinos.

-Cuándo te entrará en la cabeza que hay chicos mejores que él, que no te tratarían así.

-Tal vez, pero yo solo quiero a Minho. –La voz del mayor sonaba frágil por lo que key intentó calmarse para no herirle más.

-¿Y qué vas a hacer? ¿Le perdonarás sin más como siempre? –Onew lo dudó un momento mientras se mordía el interior de la mejilla.

-No sé qué hacer. Aunque no lo compara entiendo su punto de vista, que no quiera que le dejen de lado si se enteran de que es gay y eso…

-Vale, pero una cosa es no decírselo a la gente –“Lo que es una tontería” pensó para sí- Pero otra cosa es que te haga ir hasta el campo de fútbol casi de noche para después dejarte tirado.

Onew no respondió nada. En realidad no sabía qué hacer ni qué decir porque sabía que su amigo estaba en lo cierto. Se quedaron en silencio un rato hasta que Key se dio por vencido.

-Mañana nos vemos. Piensa en lo que te he dicho, anda.

-Sí, hasta mañana. –Pero se despidió de la nada porque Key ya había colgado.

Bloqueó su teléfono y se lo guardó en un bolsillo mientras seguía su camino a casa cabizbajo. Cuando Minho se fue con sus amigos se quedó unos minutos en shock junto a los vestuarios viéndole marchar. Cuando le perdió de vista decidió que era una idiotez quedarse allí plantado y echó a caminar hacia casa. Por el camino llamó a Key para contarle lo ocurrido.

También conocía a Key desde hacía bastante tiempo, no tanto como a Minho pero cerca de 4 años. Su madre le apuntó a clases de canto en el colegio porque era algo que Onew quiso desde pequeñito y allí estaba Key, quien soñaba con actuar en grandes musicales cuando fuese mayor.

Tal vez fue la forma de ser de Key, con sus movimientos femeninos y su amor por la moda, lo que le hizo acercarse más a él. Algo en su interior le dijo que ese chico le entendería muy bien. Y así fue, poco después descubrió que Key tenía novio (el cual no le duró mucho, por cierto) y por fin pudo hablar con absoluta sinceridad con alguien.

Key era su amigo, su consejero y profesor en determinado temas (para ser Onew mayor, Key estaba bastante más experimentado en algunos ámbitos).

Onew llegó a casa y se fue directo a la cama. No quería hacer más que pensar qué hacer después de lo de esa tarde. Y sin llegar a ninguna conclusión, se durmió aún con la ropa de calle puesta.

Por la mañana Minho esperó a su novio en el sitio de siempre, desde donde caminaban juntos a clase cada día. Pero Onew no aparecía y ya se hacía tarde, por lo que se fue solo hasta allí. Nada más llegar vio a lo lejos a su pareja y estaba a punto de llamarle cuando se dio cuenta de que no estaba solo. Otro chico pasaba su brazo por la cintura de Onew y le acercaba a él. De espaldas no le reconoció pero ambos se giraron riendo supo quien era.

Key, ese chico al que toda la escuela conocía. Unos le admiraban porque siempre tenía a un montón de chicas rodeándole y otros le odiaban por el mismo motivo. Pero no pasaba desapercibido para nadie. Y estaba allí, abrazando a su novio cuando él mismo no podía hacerlo por miedo a que sus amigos sospechasen algo.

Con paso decidido y el ceño fruncido se acercó a ellos, que ni cuenta se dieron hasta que habló.

-Onew, ¿podemos hablar? –El chico le miró aún con la sonrisa que el otro había provocado y asintió.

-Ahora te veo, Key. –Éste tardó un momento en soltarle, dedicándole una mirada nada amigable al menor de los tres, y se fue- Así que sigo siendo “Onew”.

-¿Por qué te abraza así? –Susurró con los dientes apretados e ignorando las palabras del chico. Onew se encogió de hombros.

-Es mi amigo, no tiene nada de malo. A algunas personas no les importa mostrar algo de afecto en público, aunque no lo creas. –Comentó encogiéndose de hombros. Por una parte estaba exasperado porque Minho se pusiese así cuando era su culpa que los abrazos que recibía fuesen de otro, pero también estaba feliz por verle celoso.

-Eres mi novio, solo yo puedo abrazarte. –Respondió como un niño.

-Está bien, se lo iré diciendo a mi madre para que no me abrace más. –Resopló y se iba a dar la vuelta para irse pero Minho le sujetó de la muñeca.

-Vale, sé que estás molesto, lo siento. No volveré a hacerte lo de ayer. De verdad lo siento Jinki.  –Susurró de esa forma que provocaba que la piel del mayor se erizase. Movió la cabeza para concentrarse.

-No es la primera vez que me lo haces, Minho.

-Lo sé, y de verdad que no se repetirá. Si quedo contigo es contigo, no es justo que me vaya con otra gente y te deje tirado. –Hablaba mirando el suelo, avergonzado- Al menos debería haberte invitado a venir.

-No habría sido buena idea, creo que a tus amigos de fútbol no les caigo muy bien. –Arrugó la nariz en un gesto que el menor amaba porque le hacía ver más tierno de lo que ya era de por sí.

-Bueno, yo creo que a tu amigo Key tampoco le caigo muy bien. –Bufó molesto, mirando hacia el final del pasillo, donde el chico esperaba a su amigo.

-Es cierto, no le caes bien. –Minho le miró alucinando porque lo dijese así como si nada- Tranquilo, casi nadie le cae bien.

-Bien, yo a él tampoco lo soporto. –Miró alrededor comprobando que no había nadie cerca y susurró cerca del oído de su novio- Intenta quitarme lo que es mío.

Un escalofrío recorrió la espalda de Onew al escucharle hablar así y tan cerca. Tragó saliva con fuerza porque a veces tenía que hacer uso de todo su autocontrol para no lanzarse sobre Minho en medio de cualquier parte donde estuviesen.

-Él no intenta nada, sólo es mi amigo.

-Sí, ya. –Estaba totalmente convencido de lo contrario y eso le daba ganas de matar al idiota aquel. Justo sonó la campana que anunciaba el inicio de la primera clase, miró su reloj para comprobarlo- Debo irme. Tengo una sorpresa para ti aprovechando que mañana no hay clase. Espérame a la salida.

Minho le guiñó un ojo y salió casi corriendo hacia su clase, sin dejar que su novio preguntase o dijese cualquier cosa. A mitad de camino se giró de nuevo hacia él y gesticuló un “te quiero” con los labios que hizo que Onew se olvidase completamente del día anterior y sonriese como sólo él sabía.

Key llegaba a su lado justo entonces y al ver su sonrisa frunció las cejas.

-Ya le has perdonado. –Negó con la cabeza sin podérselo creer- Os dejo solos dos minutos y ya te has olvidado de lo que hizo.

-Ha dicho que me tiene preparada una sorpresa. –Sus ojos casi estaban cerrados gracias a la gran sonrisa que adornaba su rostro. Pasó por alto lo dicho por el otro- Me muero de ganas por saber qué será.

Echó a caminar emocionado hacia su clase, sin preocuparse porque llegaba tarde. Key se quedó un momento mirándole, con su interior ardiendo de rabia hacia el novio de su amigo. Cuándo se daría cuenta Onew de cómo eran las cosas en realidad…


Cerró los ojos unos segundos para recomponerse y se fue también a su clase. 


Continuará...

domingo, 29 de diciembre de 2013

Hit me baby (OnHo) - Capítulo 1



Onew descansaba con la cabeza apoyada en el hombro de su novio, con un brazo rodeando su pecho y los ojos cerrados, simplemente disfrutando la tranquilidad post-orgasmo en la que estaban sumergidos. Su novio acariciaba suavemente su pelo y entrelazaba su mano libre con la que se aferraba a su costado.

-Ojalá pudiésemos estar así siempre, Minho… -Suspiró Onew con una sonrisa.

-Sería muy aburrido, ¿no crees? Hay mejores cosas que hacer. –Ladeó la cabeza para mirarle con una sonrisa pícara. El mayor de ellos rodó los ojos sonrojándose levemente.

-Sabes a lo que me refiero, tonto.

Onew y Minho llevaban saliendo unos meses, pero se conocían de mucho antes. Cuando ambos eran pequeños  (Onew dos años mayor), la familia de Minho se mudó y fue cuando se conocieron. Podría decirse que eran casi vecinos pues vivían a un par de calles de distancia. La primera vez que se encontraron fue camino al colegio. Los dos iban acompañados de sus madres y ellas, al darse cuenta de que iban al mismo sitio, enseguida empezaron a hablar y presentaron a los pequeños. Y desde entonces, ir los 4 juntos todas las mañanas se convirtió en rutina hasta que la madre de Onew decidió que su hijo ya era lo suficientemente mayor para ir solo a clase. Entonces los dos niños ya se llevaban bastante bien y el mayor convenció a la madre de Minho de que no hacía falta que siguiese llevándole cada mañana, él se encargaría de cuidar a su pequeño amigo.

Los paseos de ida al colegio y vuelta a casa en soledad dieron lugar a conversaciones más profundas, donde empezaron a conocerse de verdad, y esas conversaciones a alguna que otra salida después de hacer las tareas, a dar una vuelta por el parque o simplemente ir a la casa del otro a jugar o ver películas.

Fueron los años los que hicieron que esos dos chicos se juntasen más y más hasta el punto de causar envidia en el resto de sus amigos, pues parecía que a veces eran ellos dos y nadie más. Hasta que la amistad no fue suficiente para ninguno de los dos y, antes de darse cuenta, estaban besándose en la casa de Minho, cuando pretendían despedirse por unos días ya que el menor se iba de viaje con su familia. Ninguno de los dos fue el primero en dar el paso ni en declararse propiamente dicho, sino que, como si fuese un acuerdo mutuo, se acercaron poco a poco y sus labios se encontraron, y solo fue lo que necesitaron parar saber que eran correspondidos.

Minho rodó haciendo rodar con él a su novio y quedó sobre éste, con los codos a ambos lados de su rostro y sus pieles totalmente pegadas una a la otra. Le miró con ternura y Onew sonrió. Con esa sonrisa que Minho amaba más que nada, esa que le permitía ver sus dientes blancos y que hacía que sus ojos se cerrasen casi completamente.

-Eres hermoso, Jinki.

Sólo sus más allegados le llamaban Jinki. Era su nombre real pero le parecía demasiado privado como para que cualquiera le llamase así, por lo que se hizo llamar Onew.

El mayor volvió a sonrojarse y torció la cabeza para esquivar su mirada. Minho le sujetó por la mandíbula y le hizo volver a encararle para tomar sus labios en un beso dulce y suave. Onew suspiró.

-Ojalá fueses así siempre…

-¿Qué dices? Siempre soy igual. –Minho le quitó importancia encogiéndose de hombros y, dándole un último besito, se levantó de la cama tapándose con la sábana que se había caído al suelo mientras hacían el amor minutos antes- Tengo entrenamiento de fútbol. ¿Vendrás  a verme?

Onew se incorporó apoyando los codos en la cama.

-¿Quieres que tu “amigo” Onew vaya a verte? –Recalcó la palabra frunciendo el ceño, pues nadie más que ellos dos sabían que eran pareja y Minho siempre le presentaba como su mejor amigo Onew. Mejor amigo, pero solo amigo al fin y al cabo. Ni si quiera le llamaba Jinki en público si podía evitarlo.

-No empieces con eso de nuevo, Jinki. –Estaba terminando de vestirse para ir a su casa y coger el equipo de fútbol antes de ir al entrenamiento- Ya hemos hablado de eso, aún no es tiempo de contarlo.

-Ya, ¿y cuándo lo será? –Murmuró por lo bajo, estirando las sábanas que estaban sobre él de mala forma. La mirada seria de Minho le hizo callar y dejar el tema. Otra vez.

-¿Vas a venir o no? –Cuestionó el menor, acercándose a la cama ya vestido. Su novio suspiró de nuevo y agachó la cabeza.

-Claro que iré.

Minho sonrió grande, le alzó el rostro y le robó un beso antes de despedirse y marcharse, quedando en verse más tarde.

De nuevo le tocaría fingir que no pasaba nada entre ellos. No podía acercarse más de lo necesario a Minho porque luego este le regañaba diciendo que al final iban a darse cuenta de que eran pareja. Y, por supuesto, nada de muestras de afecto. De hecho una vez hace unas semanas a Onew se le olvidó que uno de los compañeros de Minho andaba cerca e intentó abrazarle en la puerta de su clase. El menor se enfadó y esa tarde al volver a casa, le echó la bronca de su vida, diciendo que no podía ser tan descuidado y que al final por su culpa todo el mundo se enteraría.

A Onew eso le daba exactamente igual. Por él iría gritando por la calle que estaba saliendo con Choi Minho. Pero su novio creía que aún no debían contarlo, así que tendría que seguir la farsa de los buenos y mejores amigos, aunque le molestase.

Onew se volvió a desplomar en la cama al ver como Minho se perdía tras la puerta y se frotó la frente, intentando abandonar todos esos pensamientos que no le provocaban más que dudas y dolor de cabeza.

Cuando llegó al campo de fútbol donde Minho y su equipo entrenaban ya estaba oscureciendo y el entrenamiento estaba por acabar.  Le encantaba ver a su novio jugando al futbol porque ahí era uno de los pocos sitios donde podía ver al verdadero Minho, el competitivo, el pasional y luchador. El que pone todas sus fuerzas en conseguir su objetivo y nunca se rinde. Pero incluso eso podía enfadar al menor porque cuando le veía entrenar Onew era incapaz de apartar sus ojos de su novio y podía ser sospechoso.

Estaba empezando a cansarse realmente de todo eso, parecía que no podía hacer nada sin levantar sospechas así que prefería llegar tarde, verle dar su última carrera, con suerte marcaba algún gol y fin, se iban a los vestuarios y Onew esperaba a que su novio saliese y se fuesen dando un paseo a algún lugar, solos, para que Minho volviese a ser ese ser dulce que le daba mimos en la intimidad.  

Pero a veces no era tan fácil.

Cuando Minho salió de los vestuarios, con ropa limpia y el pelo húmedo, lo hizo junto a un par de miembros más de su equipo. Salían riendo y bromeando y al ver a Onew le saludaron pero nada más, se volvieron hacia Minho como si el mayor no estuviese allí.

-¿Dónde vamos a ir? ¿Tomamos algo antes de volver a casa? –Preguntó uno de ellos.

Minho miró de reojo a su novio, quien esperaba para irse con él ya que para eso había ido hasta allí a esas horas. Los otros dos siguieron insistiendo y preguntándole qué hacer.

Onew pensaba que su novio rechazaría las propuestas pues ellos dos ya tenían sus propios planes de pareja. Por eso le sorprendió que Minho aceptase sonriente y se fuese de allí, dirigiéndole un simple:

-Nos vemos mañana, Onew.


Le había dejado plantado. Otra vez. 



Continuará...

jueves, 6 de septiembre de 2012

Frankie Clown

Queríais que volviese al Frerard; aquí tenéis. 




DINNNG - DONNNG 



El timbre de la casa sonó y los más de 15 niños que había dentro se volvieron como locos, corriendo hasta la entrada sin hacer caso a los adultos que les vigilaban y les pedían un poco de cuidado. 

-¡Hola, holaaaa! -Gritó la persona al otro lado de la puerta con una voz divertida. Se trataba de un joven payaso con una peluca azul rizada, la cara blanca, la boca repintada de rojo y una nariz redonda roja también. Además, llevaba un traje de rayas y círculos con colores llamativos y unos zapatos 3 veces más grandes de lo normal. 

Los niños gritaron emocionados al verle. 

-Me han dicho que hoy es el cumpleaños de alguien, ¿sabeis vosotros de quien es? 

Todos los chavales gritaron a coro "¡De Mikey! ¡De Mikey!" 

-¡Aquí! ¡Yo soy Mikey! Mikey Way. -Gritó uno de los niños, un chico de gafas y pelo castaño, muy delgado y más alto que el resto. 

-Ohhh, ¡Felicidades, MikeyWay! Tengo un regalo para ti. 

Se sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta y lo extendió frente a los chicos, mostrándoles que no escondía nada en él. Puso el pañuelo alrededor de su puño izquierdo y sopló sobre él. A continuación levantó la tela y apareció un perrito de peluche del tamaño de la palma de la mano del payaso. 

Tanto niños como adultos aplaudieron sorprendidos. 

-¡Ah! ¿Es para mi? -Preguntó Mikey con los ojos brillantes. El payaso asintió con una gran sonrisa- Me encantas los perros, ¡gracias! 

-Muy bien niños, todos para dentro. Ahora el payaso Frankie os hará algunos trucos más. 

Todos volvieron a correr, esta vez hacia el salón, donde la mamá de Mikey había preparado una larga mesa llena de comida, refrescos y zumos. 

Se sentaron en el suelo, dejando un espacio frente a ellos para que el payaso hiciese su número. 

-¡Muy bien niños!-Llamó su atención con esa voz gangosa y graciosa- Para el siguiente número, necesitaré vuestra ayuda. 

Los mas jóvenes veían con entusiasmo todo lo que el payaso mágico hacía, la mayoría de ellos con la boca abierta y deseando ser payasos de mayores, mientras los mayores observaban desde lejos y reían ante las caras de asombro de los chavales. Todos, excepto un moreno con cara de fastidio que estaba en la esquina más alejada, compartiendo su enfado con sus colegas mediante el móvil. 

-Gee, cariño, ¿por qué no te acercas y ves la actuación? Este chico es muy bueno, se ha ganado a todos. Además es muy divertido. 

-Oh, si. Se ha sacado un pañuelo de la manga. WOW. -Le respondió con sarcasmo a su madre. 

-Al menos podías disimular por tu hermano y fingir que te lo pasas bien. -Gerard levantó la mirada por primera vez de su movil. 

-Es por su culpa que estoy aqui cuando podría estar tirándome a algún tipo en el baño de algún bar donde habría ido con mis colegas. 

-¡Gerard! Te recuerdo que no estás hablando con uno de tus amigotes y esa no es forma de hablarle a tu madre. -La vena hinchada en la frente de Donna hizo saber a Gerard que se callaba o nada bueno pasaría. Y no quería que Donna le cortase las pelotas por malhablado, gracias- Ahora mismo vas a darme el movil, vas a sentarte junto a los niños y vas a sonreir como si de verdad te lo estuvieses pasando bien. 

-Pero...

-Sin peros, Gerard. Si no quieres quedarte sin coche, más te vale que hagas lo que te he dicho. Ah, y si Frank quiere o necesita algo, serás el encargado de ayudarle. 

Gerard se guardó para él la respuesta poco educada que tenía en la punta de la lengua, le dio el móvil a Donna, que ya tenía la mano extendida, y se fue a sentar donde los niños se divertían con el payaso, que en ese momento regalaba globos con formas de animales. 

-Ey, moreno ¿tú también quieres un globito? -Le preguntó el payaso a Gerard con voz sensual cuando los niños se alejaron para jugar con sus "mascotas". 

-Yo no uso ese tipo de globitos precisamente. -Respondió secamente. 

Frank rió por lo bajo y Gerard no pudo evitar mirarle de reojo, pero en seguida volvió a ignorarle. 

-Vaya, vaya, moreno. No eres muy simpático, ¿no? -Se fue acercando poco a poco hasta quedar frente a él- Mira, si hueles esta flor, tu carácter mejorará. Está comprobado. 

-¿Qué mierda dices? Yo no quiero cambiar mi... -Justo entonces se giró hacia el payaso, que estaba de pie a unos centrímetros de él acercándole a la cara una flor de plástico que llevaba a modo de anillo gigante y no pudo terminar la frase, pues un chorro de agua impactó en su cara, mojándole hasta el flequillo. 

Frank se desternilló de risa al igual que un par de niños que lo habían visto. Gerard pasó de la sorpresa a la furia en menos de un segundo. Se puso en pie enfrentando al payaso. Era por lo menos una cabeza más alto que él. 

-¡¿Qué cojones haces, imbécil?!- Le gritó, echando chispas por los ojos. Le agarró de la camisa y le hizo ponerse de puntillas, pero ni por esas dejó de sonreír. 

-Vaya, creo que contigo no hace efecto. Ese mal humor es permanente. 

-¡Te mato, cabrón! -Dijo, zarandeándole con violencia. 

-¡GERARD!

Donna había entrado en el salón justo a tiempo de ver a su hijo mayor a punto de golpear al payaso. Varios niños chillaban a punto de llorar por los gritos y la escena que veían. 

-Suéltale ahora mismo y lárgate de mi vista. Te has quedado sin coche. -No elevó la voz en ningún momento, y eso era peor que cuando gritaba. 

Gerard apoyó al payaso de nuevo en el suelo pero no le soltó. 

-Espero no volver a verte, enano de mierda, porque te estamparé con la pared. -Susurró con veneno en la voz. 

-La próxima vez que me veas, lo único que querrás hacer será follar conmigo. -Respondió el más bajo con seguridad y chulería. 

-¿Pero qué te has creido? Solo eres un puto payaso de mierda. Nunca me fijaría en ti. 

-¡Gerard! -Volvio a llamarle Donna. Soltó a Frank y se dio media vuelta para largarse. Antes de irse le escuchó. 

-No apuestes sobre lo que no puedes ganar. 

*

"Maldito payaso y la madre que lo parió" pensaba Gerard. Donna le había echado de la fiesta de cumpleaños y no solo de la fiesta, sino de la casa. Eso sí, no sin antes hacerle disculparse con su hermano Mikey por 'estropearle su cumpleaños'. 

Y ahora estaba sentado en la acera frente a su casa, de espaldas a ésta, donde llevaba ya hora y media fumando por hacer algo y esperando a que la maldita fiesta terminase y los críos (payaso incluido) se largasen a su casa para que él pudiese irse a su habitación. 

En cualquier otra ocasión hubiese estado feliz porque su madre le echase de casa, pues así podría largarse con sus colegas. Pero sin coche y viviendo en el culo del mundo, era imposible. 

Así que allí estaba, fumando su sexto cigarrillo y maldiciendo al payaso una y otra vez. Se le acababan los insultos y volvía a empezar. 

De repente, padres fueron llegando en busca de sus hijos y los niños empezaron a irse, pero ni rastro del payaso. Cuando creyó que todos se habían ido, apagó el último cigarro (tendría que comprar una cajetilla nueva al día siguiente), se palmeó el pantalón para limpiarse y se giró para encaminarse a casa por fin. Pero al hacerlo casi choca contra un chico. 

Gerard fue a recriminarle por ponerse en su camino, pero solo fue capaz de boquear, pues las palabras se quedaron en su garganta. Se quedó embobado, mirando al chico como un tonto. 

Pero es que frente a él estaba el tío de sus sueños (Sí, a veces era todo un cursi, pero no hacía falta que nadie lo supiese). 

Era un chico más bajo que él, de pelo castaño oscuro, corto y con el flequillo cayéndole hacia un lado. Llevaba unos pantalones negros super ajustados un poco caídos, dejando ver parte de sus calzoncillos verdes En la parte superior llevaba una camiseta blanca y encima una camisa de cuadros negros y azules, arremangada hasta los codos. Por eso Gerard pudo ver la gran cantidad de tatuajes que adornaban sus brazos. También en su cuello tenía alguno, ademas de un piercing en el labio. 

El chico le miraba divertido, esperando que Gerard dejase de babear y dijese algo, pero como parecía que no reaccionaba, habló él. 

-¿Te gusta lo que ves? 

-¿Qué? Oh, lo siento. Es que... Joder, ya ves que si me gusta. -Jadeó, haciéndole reír- Soy Gerard. 

-Encantado, Gee. -Le dijo con confianza, como si se conociesen de toda la vida. Una parte específica del cuerpo de Gerard se mostró muy interesada cuando esa voz ronca pronunció su nombre- Yo soy... Anthony. 

-Oye, me puedes mandar a la mierda porque nos acabamos de conocer y tal, pero, si no estás ocupado, podríamos, no sé, ¿tomar algo?. 

-Bueno, ahora mismo tengo planes...

-Oh...

-Pero podrías venirte, si quieres. Tengo ensayo con mi banda asi que podrías venir a vernos y luego tomamos algo.

-Eso suena bien. -Aceptó sonriente. Anthony cogio una pesada mochila que había junto a él y le guió hasta su coche- ¿Y qué tocas? 

-Lo que quieras que te toque. -Gerard rió nervioso. Se sentía como un puto adolescente en su primera cita. 

-Me refería a qué tocas en la banda. De instrumento y eso. 

-Ah, pues la guitarra. Y también canto, aunque eso no se me da del todo bien. -Rió. 

-Joder, me muero por escucharte cantar. Si tu voz cantando es la mitad de sexy que al hablar, harás que me corra. -Los dos se echaron a reír, consiguiendo que el camino se hiciese más corto entre broma y broma, flirteo y flirteo. 

*

-Ahh, joder. Me encantas, Anthony. 

Una vez terminado el ensayo, los chicos de la banda invitaron a Gerard a unas cervezas y unos 'cigarrillos mágicos', como ellos los llamaron. Después de eso, cada uno se fue a su casa y, ante la indecisión de Gerard sobre si entrarle a Anthony o no, éste se ofreció para llevarle de regreso. 

Pero cuando ya estaban frente a la casa y Gerard se disponía a salir del coche abochornado por no haber sido capaz de lanzarse (cosa que nunca había sido problema para él, pero Anthony era diferente, era la encarnación de todos sus deseos), el más bajo le sujetó del brazo, le hizo sentarse de nuevo, y reptó como una serpiente hasta sentarse en su regazo y comerle la boca con ansias. Todo en décimas de segundos. 

Gerard no pudo creer su suerte y, sujetándose de su culo como si la vida le fuera en ello, respondió al beso. 

-¿Te gusto, Gee? 

-No sabes cuánto. -Murmuró contra su cuello entre beso y lametón. 

-¿Crees que soy atractivo? -Siguió preguntando con voz entrecortada. 

-Eres sexy. -Mordisco- Nunca he conocido a nadie más sexy que tú. -Metió las manos bajo su camiseta y Anthony enredó los dedos en su pelo, tirando de él hacia atrás para inclinarse y chupar su garganta con gula. 

-¿Te gustaría follar conmigo? -Gerard se apartó antes de responder para poder mirarle a los ojos, dejándole ver el deseo en estos. Además, quitó una de las manos que el chico tenía en su pelo y la llevó a su entrepierna para que notase lo duro que estaba.

-Anthony, estoy más cachondo que en toda mi puta vida y sólo me has besado. Por supuesto que quiero follar. 

-Dímelo. -Susurró con la voz tomada- Dime que me deseas, que estás loco por mi y que quieres follarme aqui y ahora. 

-Te deseo. -Beso- Estoy loco por ti. -Beso- Y quiero follarte aqui y ahora. 

Gerard se acercó de nuevo a su boca buscando el beso que iniciase todo lo demás. Sin embargo, Anthony le puso una mano en el pecho y le alejó. 

-¿Pero qué... 

-Ya he demostrado lo que quería, así que puedes irte. 

-¿Perdona? -Gerard no entendía nada de lo que estaba pasando, solo sabía que tenía el calentón de su vida y Anthony se estaba moviendo hacia su asiento dispuesto a dejarle con una barra de hierro entre las piernas. 

-Te dije que la próxima vez que me vieses querrías follar. Tú dijiste que no y ahora acabo de demostrarte que yo tenía razón. 

-Espera, espera, espera... ¿QUÉ? No entiendo nada. -La situación cada vez era más rara- ¿Eres Frank, el estúpido payaso por cuya culpa me han echado de mi casa? 

-¡Tachán! -El chico se puso la nariz roja del disfraz de payaso sonriendo con prepotencia, confirmando su pregunta. 

-¡Eres un cabronazo hijo de puta! -Frank amplió su sonrisa todo lo que pudo, de forma graciosa- Vete a la mierda. 

Abrió la puerta del coche echando humo por las orejas debido al cabreo que llevaba. 

-Ey, Gee. -Remarcó el nombre con falsa ternura- Cuando te aceptes a ti mismo lo que sientes por este payaso y mejores tu humor, llámame. -Alargó el brazo y le metió una tarjeta en el bolsillo trasero del pantalón mientras salía. 

-Que te den. -Fue la despedida del moreno. Frank movió la cabeza y rió cuando Gerard cerró la puerta de un portazo. 


Habían pasado 4 días desde esa horrible tarde en la que conoció al payaso y aún seguía cabreado con él. No, cabreado era poco comparado con lo que sentía realmente. Como se le encontrase en algún lugar se le cargaba. 

¿Quien se creía ese gilipollas para tomarle el pelo a él? ¿Quién se había pensado que era para dejarle con ese calentón por una simple apuesta en la que ni siquiera había aceptado participar? 

Porque lo cierto era que Gerard no sabía la razón real por la cual estaba tan enfadado con Frank, si por reírse de él o por dejarle a medias con las ganas que le tenía. 

De acuerdo, sí lo sabía, era por lo segundo. La verdad es que no se había portado muy bien con Frank cuando estuvo trabajando en la fiesta de su hermano. Vale, se había portado como un jodido borde aún a pesar de que Frank siempre fue de buenas. Pero es que estaba harto de tanto crío y lo tenía que pagar con alguien. 

Pero que se lo aceptase a sí mismo no quería decir que se lo fuese a admitir a Frank. Nunca. Já. 

Su discurso mental se fue por el deshague cuando se descubrió cogiendo el móvil y marcando ese número que ya se sabía de memoria de tantas veces que había meditado sobre si llamar o no. 

-¿Diga? -La voz de Frank al otro lado del teléfono le pilló de improviso. Se había dejado llevar por un impulso y no sabía ni lo que iba a decirle- ¿Quién llama?-Gerard seguía en silencio pero Frank le escuchaba respirar- Gerard, ¿eres tú? Te escucho respirar. Habla. 

-Soy yo. -Fue todo lo que pudo decir. 

-¿A qué debo tu llamada? ¿Acaso has reflexionado? 

-Sí. -Frank esperó que añadiese algo, pero no dijo más. 

-¿Y...? Gerard, no puedo ni me apetece sacarte las palabras con sacacorchos así que si no tienes nada que decirme, voy a colgar. 

-No, no. Espera. Sí tengo algo que decirte. -Se quedó en silencio unos segundos, respirando profundamemte. Frank mentiría si dijese que no se estaba mordiendo los labios con nerviosismo- Eres un capullo integral y todo eso. Bueno, ya te llamé de todo el otro día, así que no lo repetiré. Pero a pesar de todo me gustas, como nunca me había gustado nadie y lo siento porque el otro día me porté como un idiota contigo y...

-Gee. Gee, vale. -Le interrumpió al escucharle hablar cada vez más y más rápido- Está bien, Gee, no tienes que disculparte. Tu también me gustas. -Pudo escuchar un suspiro de alivio al otro lado del telefono por lo que rió por lo bajo- ¿No estás enfadado por lo de la otra noche? 

-¿Te refieres a dejarme con el calentón del siglo? Claro que estoy enfadado. Tendrás que hacer algo para que te perdone. 

-Mm.. se me ocurre algo con lo que seguro que me gano tu perdón. ¿Te apetece venir a mi casa? 

-Solo si me recibes con tu nariz de payaso. 




FIN

viernes, 10 de agosto de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 7 - FIN


CAPÍTULO 7:

Mikey ya no era un ser humano. O, al menos, hacía tiempo que había dejado de comportarse como tal. No hablaba, no reía ni lloraba, apenas comía... Todo lo que hacía era dormir la mayor cantidad de tiempo posible y respirar. Y habría dejado de hacer esto último de haber tenido fuerza suficiente.
Michael Way se había convertido en una masa de carne del color de la tiza que se movía por inercia, sin pensarlo, y se dedicaba a mirar el infinito a través de las sucias paredes. Nada le hacía reaccionar, ni los insultos, ni las palizas, ni las visitas esporádicas de sus familiares. Básicamente porque nunca recibía la visita que él deseaba.
Cumplía su tercer mes de condena en la prisión de Nueva Jersey. Tercer mes de una larga condena perpetua durante la cual le estaría prohibida la visita de su amada Elena.
Finalmente Alicia se había salido con la suya y el dinero y las manipulaciones consiguieron que Mikey diese con sus huesos en la cárcel por "abuso de menores". Ni la declaración de Elena ni la defensa de su abogado pudieron librarle.
Sus padres y su hermano estaban haciendo lo imposible por rebajar su condena al menos. Incluso Frank estaba dejándose la piel en ello. Pero todo estaba siendo inútil. El padre de Alicia controlaba lo inimaginable y ni un milagro podía sacarle de allí. Por primera vez en su vida, a Mikey se le pasó por la mente el asesinato cuando, al salir del juzgado tras recibir su condena, se encontró de frente con la sonrisa satisfecha y arrogante de Alicia.

Los primeros días en prisión gritó, lloró e imploró ver a Elena, al menos para despedirse de ella, pues en día del juicio le sacaron a rastras sin darle tiempo ni a una última mirada. Con el paso de los días comprendió que nunca más vería a su hermana y fue asimilándolo. Entonces la vida dejó de tener sentido y Mikey se convirtió en un ente ausente con el que tanto presos como guardias hacían lo que querían. Él sólo cerraba los ojos.
Su familia no daba a basto. No sólo no paraban ni un segundo intentando mejorar una solución o mejora, sino que además veían cómo día a día Elena decaía más y más. Su estado era paralelo al de Mikey por lo que sus padres empezaban a pensar que no sólo habían perdido un hijo, sino dos. Tampoco comía, lo cual la estaba haciendo enfermar, ni dormía y, en las pocas ocasiones en las que los somníferos la ayudaban a dormir, tenía pesadillas horribles y despertaba gritando y sollozando el nombre de Mikey hasta casi desgarrarse la garganta.
Las cosas no podían ir peor en la familia Way.
Cuando por fin estaban todos reunidos de nuevo y dos de ellos creyeron haber encontrado su verdadero amor, todo se derrumbaba y aprendían de la forma más cruel que nada es perfecto ni la felicidad dura por siempre.

...
-Elena. Elena, ¿estás ahí? -Llamaba Gerard desde la puerta del cuarto de la chica. No recibió ninguna contestación, como de costumbre, sólo el sonido de una respiración agitada causada por el llanto.
Sin esperar respuesta, entró en el cuarto que estaba en penumbras, caminando lentamente con una bandeja en las manos hacia donde sabía que estaba la cama y, sobre ella, como siempre, su hermana pequeña.

-¿Qué tal estás? -Susurró, recibiendo más silencio a cambio- Debes comer algo. -Se sentó al borde de la cama y acercó la bandeja a la chica, quien simplemente con el olor sintió su estómago retorcerse, por lo que se dio la vuelta y se envolvió en las mantas hasta la cabeza- No puedes seguir así. ¿Qué crees que diría Mikey si te viese en este estado?
El escuchar el nombre de la persona que amaba le hizo aumentar el llanto y doblarse sobre sí misma, abrazando sus rodillas. Gerard quiso cortarse la lengua por provocar eso. Suspiró y apartó la bandeja, dejándola en el suelo.
-¿Cuándo podré verle? -Susurró la chica, su voz sonando rota y ronca después de tanto tiempo sin hablar.
-Tengo algo importante que decirte. -Cogió aire para darse fuerza. No era nada fácil- Hemos hecho todo lo posible, contratando a los mejores abogados y buscando alguna posible fisura en el caso, pero no podemos hacer nada. No hay forma de que le rebajen la condena. Y, además... Nunca más podrás ver a Mikey. Aún cuando seas mayor de edad, al haber sido condenado por tu supuesto abuso, no te permitirán ir a verle. Lo siento.
Las lágrimas escapaban de los ojos de Gerard según hablaba y empeoraban al escuchar el empeoramiento del estado de Elena. Se tumbó junto a ella, ambos llorando sin consuelo de la forma más silenciosa posible y, al sentirlo, la chica se dio la vuelta y abrazó a su hermano con todas sus fuerzas, acompañándose mutuamente en el llanto hasta quedarse dormidos de puro cansancio.

...
Cuando Gerard se despertó, le sorprendió ver la luz del escrito de Elena encendida y a ella sentada en frente escribiendo algo. Desde que condenaron a Mikey, la chica se había movido de su cama nada y menos y verla en esa actitud era extraño.
Pero significaba que probablemente estaba empezando a superar la situación, así que no pudo evitar alegrarse un poco por ello.
Al incorporarse en la cama hizo ruido y Elena se giró hacia él.
-Perdona, Gee. ¿Te he despertado?

-No, tranquila. Me alegra ver que estás levantada ¿Qué haces?
-Escribo una carta para Mikey. -Explicó terminando de escribir y cerrando un sobre con la carta dentro- Vas hoy a verle, ¿verdad? -El mayor asintió- ¿Me harías el enorme favor de entregársela cuando vayas a verle esta tarde? Sólo es una especie de despedida, ya que no me dejaron hablar con él antes de llevársele.
-Claro, cuenta con ello. -Elena le tendió el sobre y Gerard se lo guardo en el bolsillo de su camisa de cuadros.
-Gracias. ¿Bajamos a comer? -Gerard sonrió tan grande como pudo, pensando que era la recuperación más rápida de la historia y feliz por ello. Asintió con la cabeza, rodeó los hombros de la menor y besó su frente antes de echar a andar con ella escaleras abajo hacia la cocina, donde Donna y Donald la recibieron con abrazos y besos y una sonrisa de oreja a oreja.
...
Mikey apretó la carta de Elena contra su pecho con todas sus fuerzas. Si se concentraba podía sentir el tacto de Elena, podía verla escribiéndole esas letras, pensando sólo en él. Era capaz de olerla.
Apretó los ojos y una lágrima se escapó entre sus pestañas oscuras.
Mikey estaba solo en su celda tras haber terminado la visita de su hermano. Su compañero estaría dándole una paliza a algún tipo de culo respingón que se hubiese negado a dejarse follar, como a él mismo le pasó cuando llegó a la cárcel. No le importaba lo más mínimo, todo lo que quería era leer esa carta, pero no dejaba de retrasar el momento. Sabía que algo no iba bien y sentía que si la leía no habría vuelta atrás.
Finalmente suspiró abriendo los ojos, abrió la carta y se acercó a la pequeña ventana de la celda para ver con más claridad.
Hola Mikey.
Esta mañana me he levantado con una idea fija en mi cabeza. Quiero disfrutar del día
con nuestra familia, así que voy a simular que todo va bien por unas horas. Pero en realidad soy incapaz de seguir adelante sin ti.
En este tiempo te has convertido en una pieza esencial de mi vida sin la cual no puedo respirar, por eso voy a terminar con todo.
Sólo quería disculparme contigo porque todo esto ha sido culpa mía. Yo fui la que te insistió para que mantuviéramos una relación aún sabiendo en los problemas que podías meterte. Siento haberte arruinado la vida.
Perdóname, mi amor.
No quiero que estés triste por mi, pero no puedo soportar tu ausencia, y menos sabiendo que nunca me dejarán verte de nuevo.
Adiós, mi vida. Siempre te amaré más que a nada, no lo olvides.
Elena.

Para el momento en que terminó de leer, Mikey estaba sentado en el suelo, llorando de desesperación y golpeando la cabeza contra la pared, la carta estrujada en sus manos.
Sin pararse a pensarlo, se había levantado y había cogido la sábana de su catre, anudándola a las barras de la ventana subido desde la vieja silla que había en la celda.
-No me arrepiento de nada, mi pequeña. Te amo y nadie cambiará eso. Volveremos a estar juntos.
Una patada a la silla que le sostenía le hizo caer al vacío hasta que la sábana alrededor de su cuello le detuvo en el aire.
El nombre de la chica fue lo último que se escuchó en la celda mientras la carta de su mano caía al suelo.

 
 
FIN