domingo, 15 de julio de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 6

CAPÍTULO 6:


-¿Vamos a ir ahí? -Susurró Elena para no romper la atmósfera tan acogedora que se había formado en la habitación.

La chica estaba recostaba sobre el brazo izquierdo de Mikey, ambos desnudos después de haber hecho el amor, sobre la cama, viendo unas fotos que el mayor había ido recolectando. Eran fotos de un pequeño pueblecito en la costa de España donde vivirían los dos juntos cuando la chica terminase el instituto, sin nadie que les conociese y, por tanto, que les mirase mal por la relación que tenían.

-Exacto, pequeña. Compraremos una casita para los dos y nos iremos. Seremos una pareja más y no tendremos que escondernos. -Respondió también en susurros, acariciando el brazo de la chica.

-Ojala pudiésemos irnos ahora mismo.

-Sólo tenemos que aguantar unos meses para que termines el instituto y nos iremos.

-Mh-hm. -Fue su única respuesta, ya que empezaba a adormilarse. Se acurrucó más contra el chico y cerró los ojos, relajándose con el subir y bajar de su pecho. Mikey recogió las fotos y las dejó en el suelo junto a la cama antes de acomodarse junto a ella, dejándose llevar por el sueño.

Por eso, por estar dormidos y sumidos el uno en el otro, no escucharon el follón que se armó en el piso de abajo.

El único sonido que rompía el silencio de la casa era el del televisor del salón, donde Donna y Donald dormitaban tumbados en el sillón uno junto al otro. Pasaron por alto el sonido de la sirena de policía, pensando que algo había ocurrido en algún lugar de la ciudad, como siempre, por lo que se asustaron cuando la sirena empezó a sonar cada vez más fuerte hasta llegar a su calle. Lo siguiente, fue el sonido de golpes en la puerta de entrada.

Donna se levantó de un salto, muerta de miedo. Donald hizo lo mismo, intentando tranquilizarla sin resultado. Cuando los llamados se hicieron más insistentes, Donald por fin fue hasta la puerta y la abrió, encontrándose al otro lado con varios policías y las luces del coche patrulla iluminando la calle.

-Buenas noche. ¿Qué ocurre, agentes?

-Venimos en busca de Michael James Way.

-¿Michael? ¿Qué ha ocurrido? -Medio gritó Donna desde detrás de su marido.

-Tenemos una orden judicial y nos han encargado encontrarle y llevarle a comisaría. -Sin explicar más, hizo un gesto de cabeza a sus compañeros y entró en la casa, quitando a Donna y Donald del camino sin mucho cuidado seguido por los otros. Revisaron la planta baja sin encontrar a nadie y subieron las escaleras hacia las habitaciones. La primera puerta era un baño y al lado estaba el cuarto de Donna y Donald. La siguiente era el antiguo cuarto de Gerard, actualmente de Elena, el cual estaba vacío.

Los señores Way se preocuparon al ver que la menor de sus hijos no estaba en su habitación como debería, pero lo dejó pasar un momento cuando vio al oficial encaminarse a la última habitación. No permitiría que le hiciesen nada a su pequeño sin darle una muy buena razón, menos aún llevársele a comisaría porque sí. Por ello, se interpuso entre el policía y la puerta impidiéndole el paso.

-Apártese, señora. No lo haga más difícil.

-No pienso dejarle entrar hasta que no me diga qué ocurre.

-Donna... -Intentó hablar su marido, pero la mujer se negó.

-No pueden venir a las 11 de la noche y entrar en mi casa como si nada, diciendo que van a llevarse a mi pequeño a la cárcel y pretender que yo me quede tan tranquila mirando.

-Su hijo está acusado de abusar de una menor de edad. Más específicamente, de su hermana pequeña.

-¿Que mi hijo qué? No, está usted equivocado. ¡Eso es imposible!

-Nuestro hijo nunca haría una cosa así. Él es un buen chico. -Intervino Donald de nuevo. Sin embargo el policía no había ido allí a escuchar excusas de la familia.

-Señora, apártese o la llevaré a usted también a comisaría. -Con otro gesto de cabeza, dos de sus compañeros se acercaron a Donna y, cogiéndola cada uno de un brazo, la quitaron del medio.

El policía que parecía estar al mando se acercó a la puerta de nuevo y, sin más, abrió.

-¿Lo ve señora? Tiene a un puto pervertido abusador de menores como hijo. ¡Michael Way! -Gritó. Ese fue el momento en el que tanto el nombrado como Elena se despertaron sobresaltados, descubriendo con pánico que la habitación estaba llena de gente y ellos estaban desnudos, en la cama, y son marcas que delataban lo que habían hecho un rato antes- Queda usted detenido por abuso de menores. Se viene con nosotros a comisaría.

-P-pero , ¿qué... -Mikey estaba totalmente en blanco. No sabía que hacer o qué decir, sólo escuchaba una y otra vez en su cabeza "por abuso de menores".

-¡No, no! ¡Mikey! -Elena gritaba aterrada de que se llevasen a su pareja a prisión o cualquier otro sitio. El chico estaba en estado de shock y ni se movía. Los gritos de sus padres retumbaban en sus oídos junto a las acusaciones del policía.

Viendo que el joven no se movía, los dos policías de antes fueron hacia él y le sacaron de la cama. En un momento de razón, Mikey recordó que estaba desnudo y cogió la ropa que antes había tirado al suelo para ponérsela a toda prisa.

En cuestión de segundos, los policías habían puesto las esposas alrededor de sus muñecas y le sacaban de la casa mientras le leían sus derechos. Elena corrían tras ellos gritando y los dos mayores no sabían que hacer. Donna lloraba y Donald discutía con el agente.

Pero nada sirvió para cambiar las cosas. Mikey terminó en el interior del coche de policía, con la mirada fija en el infinito del asiento delantero, rumbo a la comisaría y, probablemente, a la cárcel.

Las siguientes horas fueron de desesperación total.

Donald y Donna acribillaron a preguntas a una derrumbada Elena que apenas podía hilar dos palabras debido al llanto. Llamaron a Gerard y Frank para informarles y que ayudasen en lo posible y contactaron con el mejor abogado que conocían y podían permitirse.

El abogado en seguida fue a la comisaría donde Mikey estaba retenido a informarse de todo lo que pudiese. Descubrió que Mikey había sido denunciado por Alicia y que sería el padre de ésta el juez encargado de llevar a cabo el juicio, lo cual complicaría las cosas, pues todos sabían la extraña obsesión de la joven con el menor de los Way.

Fue gracias a Alicia y su padre, que el juicio contra Mikey se hizo enseguida, cosa que nunca ocurría. Esa misma mañana, cuando el joven llevaba unas pocas horas en el calabozo de la comisaría, un policía le sacó entre insultos y algún que otro golpe, le puso las esposas y le metió en un coche patrulla donde iba otro policía más para llevarle al juicio.

-Michael James Way. Se le acusa de pedofilia por obligar a una joven de 16 años a mantener una relación con usted. -Inició el juez. El abogado defensor se levantó de su asiento.

-¡Protesto! La relación era de mutuo acuerdo. Tanto el señor Way como la joven Elena eran plenamente consciente de lo que estaban pasando.

-Rechazada. Aguarde su turno. -Rechazó el juez- En primer lugar hablará la acusación. -El abogado de la acusación se puso en pie.

-Gracias, señoría. Vengo en representación de El Defensor del Menor para asegurarme de que metan en prisión a Michael James Way por abusar física y mentalmente de la joven llamada Elena Way, que, además de ser menor de edad, es también su hermana. Hemos obtenido las pruebas que confirmas que hubo relaciones sexuales entre el acusado y la chica. -Se acercó al jurado y les entregó unos papeles.

Y es que, a lo largo de esas horas, la policía había regresado a la casa de los Way con una orden judicial para llevar a Elena al hospital y que le realizasen una serie de pruebas que confirmasen o negasen la existencia de relaciones sexuales entre los dos.

-Como verán, las pruebas son concluyentes. -El juez asintió con la cabeza, al igual que la mayor parte del jurado- No tengo nada más que añadir por el momento. -Le dirigió una mirada de asco a Mikey, que miraba fijamente la mesa frente a él, ausente. De fondo se escuchaban los sollozos de su madre y los susurros de su hermano y Frank.

-Es su turno, defensa.

-Bien. Como he dicho antes, ambos jóvenes iniciaron una relación amorosa de mutuo acuerdo, ninguno de los dos estaba obligado como bien ha declarado Elena Way. Es cierto que podían haber hecho las cosas de otra forma, pero de ahí a acusar a mi cliente de abuso a una menor hay un gran paso. En las pruebas médicas realizadas a la joven no se aprecian marcas ni signos que nos lleven a pensar que ha sido obligada a realizar determinadas acciones. -Añadió señalando los documentos que aún ojeaban algunas personas del jurado.

-Protesto, señoría. Una chica de 16 años no sabe los peligros de una relación con alguien tan mayor. Ese chico de ahí le habrá hecho ver cosas que no son y la habrá mantenido engañada por quien sabe cuánto tiempo, aprovechándose sexualmente de ella cuando necesitaba satisfacerse. Si Michael Way hubiese conocido a una mujer de su edad, habría dejado tirada a esta joven con daños psíquicos irreversibles, los cuales probablemente ya tenga. Por eso, por pedofilia y abusos reiterados a lo largo del tiempo y con el agravante de ser parte de la misma familia, pedimos para el acusado Cadena Perpetua.





Continuará...

sábado, 2 de junio de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 5



CAPÍTULO 5:



El mayor problema de la relación de Mikey y Elena (dejando de lado la diferencia de edad, el hecho de ser hermanos, que no pudiesen mostrarla en público, etc, etc, etc) era un problema que Mikey acarreaba desde hacía ya varios años.

Y el problema tenía nombre y apellido: Alicia Simmons.

Alicia era una chica de 24 años a la que conoció cuando ella tenía 20 y él 24, en la fiesta de un colega que tenían en común. Y desde la primera palabra que cruzaron, la chica se mostró más que interesada en él.

Esa misma noche intentó ligárselo, sin conseguirlo. Y los siguientes 4 años no había cesado en su intento.

De alguna forma había conseguido su número de teléfono, tanto el fijo como el móvil, y después de esa fiesta le llamaba prácticamente todos los días. Le esperaba a la salida del trabajo y “coincidía” con él en los lugares más extraños.

Estaba totalmente obsesionada con él.

Le hacía regalos, iba diciendo por ahí que salían juntos y se presentaba en su casa cuando menos lo esperaba. Incluso en varias ocasiones había amenazado con suicidarse si no le concedía una cita o algo por el estilo.

En un principio, Mikey la había tomado en serio.

Intentaba hablar con ella, la rechazaba sutilmente y se preocupaba por sus amenazas.

Pero después de 4 años había aprendido a ignorarla.

Si se la encontraba en la calle, simplemente pasaba de ella. Tiraba sus regalos según los recibía y, si se presentaba en su casa, la echaba de allí sin muchos miramientos.

Pero es que, en serio, era una pesada y estaba harto de ella.

Y en ese momento no hacía más que complicar las cosas, porque Mikey y Elena tenían que poner especial cuidado al estar juntos, no fuese a ser que Alicia apareciese de repente y les pillase.

Si ya de por si era difícil tener tiempo para ellos solos, era aún peor al tener que vigilar que esa loca de pelo negro no estuviese espiando desde alguna esquina...

...

-¿Irás mañana a recogerme al instituto? -Preguntó Elena contra el cuello de Mikey.

Era de noche y la pareja descansaba abrazada en la cama de él, hablando en susurros, mitad por no querer que sus padres les escuchasen, mitad por no querer romper la magia del momento que vivían ahí acurrucados.

-Pues claro, pequeña. Como cada viernes. -Respondió, dándole después un beso en la frente- Además, luego iremos a casa de Gerard y Frank.

-Me gustaría poder decirle a la gente que quien va a buscarme es mi novio y no mi hermano...

-Por el momento habrá que conformarse con lo que tenemos. -Volvió a besar su frente, bajando después por su nariz, rozando sus mejillas para terminar cubriendo los labios de la menor con los suyos.

La besó despacio, con ternura, sin intención de llegar más allá. Simplemente intentando mostrarle mediante actos lo que sentía por ella.

Pero como todo entre ellos, parecía poco. Así que sin pretenderlo, el beso fue subiendo intensidad, con más lengua, más dientes y más saliva. Y cuando se quisieron dar cuenta, Elena estaba sentada sobre Mikey y se movía contra él de forma sinuosa, volviéndole loco.

-Hazme el amor otra vez, Mikey. -Ronroneó contra sus labios, sensual y cálido.

El chico no dijo nada. Tampoco es que hubiese podido, pues la boca de Elena se había adueñado de la suya de nuevo, sin dejarle apenas respirar.

Aunque, ¿a quién le importa respirar cuando la boca de la persona que amas está enganchada a la tuya?

La hizo girar sin despegarse de ella, dejándola bajo su cuerpo, y dio gracias de que ya no tuviesen ropa de por medio debido a su sesión de sexo anterior.

Besó cada porción de piel que encontraba disponible y paseó sus manos por ese cuerpo que era su perdición, sintiendo a Elena relajarse con sus caricias y empezar a respirar de forma más agitada cuando se acercaba a ciertas partes de su anatomía.

Cuando envolvió sus pezones con los labios, el cuerpo de la chica se arqueó hasta lo imposible, rozándose más aún con la piel caliente de Mikey.

-Vamos, Mikey... Por favor. -Gimió, apretando sus dedos en la fuerte espalda de su novio y clavando ligeramente las uñas, sabiendo cómo ponía eso al chico.

-Dios, Elena. No hagas eso si no quieres que acabemos antes de empezar. -Gruñó, reptando por su cuerpo para llegar a sus labios y morderla suavemente.

Ella sólo rió junto a su oído, sintiendo el escalofrío que recorrió el cuerpo del mayor.

Mikey resguardó su cara en el cuello de Elena, besando y lamiendo con ganas, mientras ella se estiraba para coger un condón de la mesilla y ponérsele al chico en un rápido y eficaz movimiento.

Al sentirlo, Mikey la hizo rodar sobre sí misma, dejándola de espaldas a él, y colocó una almohada bajo su estómago para que estuviese más cómoda y él tuviera mejor ángulo.

Besó sus hombros y su espalda, prestándole atención a cada una de sus vértebras antes de volver a subir y pegar su mejilla a la de ella.

Acariciando su costado con una mano, usó la otra para guiarse hasta el centro de su cuerpo y penetrarla poco a poco, la costumbre haciéndolo más fácil y permitiéndole establecer un ritmo constante en seguida.

Para entonces Elena no era más que gelatina que vibraba bajo el toque de su novio. Ronroneos y gemidos lo único que salía de su boca, más o menos el mismo estado de Mikey.

Al sentirse a punto, Mikey volvió a esa boca que era su cielo personal, dejándose las últimas fuerzas en ese beso pasional y desenfrenado que Elena respondió como pudo, antes de caer los dos en la bruma del orgasmo.

Elena se desplomó sobre el colchón, sintiendo a Mikey caer tras ella y respirar aún agitado contra su piel, erizándose sin poder evitarlo.

Agotado salió de ella y se quitó el condón, echándolo a alguna parte que no le interesaba, y rodeó a su pareja con un brazo, dispuesto a descansar hasta que tuviese que volver a su habitación para no despertar sospechas innecesarias.

...

Tal como acordaron, a la hora de salida Mikey esperaba a Elena aparcado una calle más allá del instituto.

Era más tarde de lo normal, los estudiantes eran cada vez más escasos y Elena seguía sin aparecer. Y Mikey empezaba a ponerse nervioso, porque sí, puede que fuese un poco (demasiado) sobre-protector, pero Elena era lo que más quería en ese mundo y sólo tenía 16 años...

Mientras se angustiaba por todas las cosas malas que podían haberle ocurrido y se planteaba ir llamando a la policía, un golpe en el cristal le sacó de sus pensamientos. allí estaba su Elena, sana y salva.

Mikey suspiró mentalmente cuando ella entraba en el coche. Miró a todos lados, vigilando que no hubiese nadie, y se inclinó para darle un pequeño beso en los labios a su novio, que respondió con una sonrisa.

-¡Hola! -Saludó ella con alegría.

-Buenas, preciosa. ¿Se puede saber dónde estabas? Me estaba empezando a preocupar... -Se quejó con un puchero en los labios.

-Aw mi niño, que se preocupa por nada. -Se burló poniendo morritos y apretujando las mejillas de Mikey.

-Eso vas a tener que pagármelo. -El mayor subió la cabeza fingiendo enfado y Elena sonrió de medio lado.

-Creo que sé cómo hacer que se te pase el mar humor. -Miró de nuevo la calle para comprobar que no había nadie y, sonriendo con picardía, se pasó al asiento de atrás, cogiendo una mano de Mikey y obligándole a seguirla.

Le hizo sentarse en la mitad del asiento y ella se colocó a horcajadas sobre sus muslos. Las manos de Mikey se movieron como guiadas por un imán hasta las caderas de su chica.

Al resguardo de los cristales ahumados del coche, Elena se adueñó de la boca del chico con posesividad y agresividad, enredando sus lenguas y recorriendo todo el interior de su boca, gimiendo suavemente al sentir las manos de Mikey recorriendo sus sensibles costados para terminar enredadas en su pelo largo y negro.

El sonido de un golpeteo contra el cristal les recordó que estaban en mitad de la calle, por lo que Elena se arrojó rápidamente a un lado de Mikey y éste intentó ponerse lo más presentable posible antes de abrir el cristal de su ventanilla.

Casi le da un ataque al encontrarse a Alicia al otro lado, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su prominente escote.

-¡Alicia! -La saludó con demasiada efusividad, así que intentó relajarse- ¿Querías algo?

-¿Qué hacéis ahí atrás? -Cuestionó, cotilleando el interior del coche, donde Elena disimulada mirando por el cristal contrario, aún con los labios rojos a juego con sus mejillas.

-Oh, nada. Em... Estaba ayudando a Elena con... con unos deberes. Sí, eso.

-¿Aquí, en el coche? -Preguntó desconfiada.

-Sí. Son para las clases extraescolares que tiene ahora, ya sabes. Y se supone que debía llevarlos hecho pero no. Es una cabeza loca. -Negó con la cabeza riendo, como un hermano que se pelea en broma con su hermana.

En cualquier otra ocasión no le daría tantas explicaciones a Alicia, pero el haberle pillado de improviso junto a los nervios le estaban haciendo hablar más de la cuenta, lo cual solo lograba que Alicia desconfiase más y más.

Había visto a los dos hermanos pasarse de repente a la parte trasera del coche y, al acercarse solo vio dos figuras que se movían mucho debido a los cristales tintados, pero daba la sensación de que Elena estaba sobre Mikey, por lo que llamó a la ventanilla para ver qué hacían.

La excusa de Mikey no era demasiado creíble y ya les había visto antes en situaciones algo “raras”, pero decidió dejarlo pasar por el momento.

-Ya... Oye, ¿por qué no salimos tú y yo cuando dejes a tu hermana en clase? Podemos pasarlo muy bien... -Cambió el tono de voz a uno más provocativo, inclinándose para colar la cabeza dentro del coche, pretendiendo besarle, pero Mikey se hizo para atrás evitándolo.

-No, lo siento Ali, tengo que ir a hacer unas cosas, ya sabes, trabajo. -Sonrió con fingida pena antes de volver a hablar- Bueno, tenemos que irnos o llegará tarde. Que tengas un buen día. -Y sin darle tiempo a más, subió la ventanilla, cambiándose rápidamente de sitio para encender el coche y largarse de allí lo antes posible.

Unas calles más allá, Elena se movió al asiento del copiloto, rompiendo el tenso silencio que les acompañaba desde la charla con Alicia.

-Así que... Ali, ¿eh? -Comentó como si nada, pero sin poder evitar el tono de desprecio.

-Cariño, no estarás celosa ¿no?

-Oh, no, ¿es que debería? -Estaba enfadada y Mikey lo sabía, por lo que quitó la mano derecha del volante y cogió una de las de Elena, enlazando sus dedos un momento mientras hablaba.

-Sólo quería quitármela de encima cuanto antes, ya sabes qué pesada es. No deberías ponerte celosa por nadie, yo solo tengo ojos para ti. Mi corazón es tuyo, preciosa. -Susurró.

Y Elena no pudo seguir más tiempo enfadada. No cuando su Mikey le decía esas cosas tan bonitas y sinceras, así que se estiró un poco para besarle en la mejilla y siguieron el camino como si no hubiese pasado nada.

...

-Mikey, no hagas eso aquí. Nos van a ver. -Susurró asustada, intentando separarse del chico, que la tenía abrazada por la cintura y pretendía besarla.

Estaban en la casa de Gerard y éste y Frank habían ido a la cocina a por unas bebidas y algo de picar.

-No te preocupes. Ya lo sabemos.

Gerard entraba en el salón donde ellos estaban con una sonrisa, seguido por Frank, que les miraba divertido.

-¿Vo-Vosotros lo sabéis? -Ambos chicos asintieron a la vez con la cabeza- ¿Y n-no os parece mal? -Esta vez negaron, también a la vez.

-Yo solo quiero que mi hermanito (y mi hermanita) sean felices. Y si para eso tienen que estar juntos... -Se encogió de hombros.

-Y yo no soy muy dado a cumplir las normas, así que no tengo ningún problema.

-Los dos lo saben, nos apoyan y no se lo dirán a nadie. -Susurró Mikey junto al oído de la chica, abrazándola de nuevo, ahora desde la espalda- Aquí somos libres para hacer lo que queramos sin peligro a que me detengan o algo así. -Bromeó.

-Nada de “lo que queramos”. -Se opuso Gerard, moviendo las manos y poniendo cara de asco- No estoy dispuesto a ver a mis hermanos follando en mitad de mi salón o algo así.

-Jo, ¿por qué no? -Preguntó Frank con un puchero en los labios. Gerard le miró feo, por lo que levantó las manos en señal de paz- Vale, no he dicho nada.

Mikey y Elena reían viendo la pelea de la otra pareja, hasta que el chico la besó suave en los labios y ella no pudo evitar sonrojarse.

-Se me hace raro poder estar así delante de otras personas. -Murmuró, cohibida.

-Pues vete acostumbrando, porque en algún momento tú y yo nos vamos a ir bien lejos, donde no nos conozca nadie y podamos mostrar nuestro amor delante de todos.

-Eww, Mikey. Eres lo más cursi y ñoño que existe. -Dijo Frank, copiando la cara de asco de su novio. Mikey le enseñó el dedo del medio en respuesta.

Mientras ellos cuatro pasaban una tarde de maravilla, una chica morena observaba desde la acera de enfrente lo que ocurría a través de las ventanas.

Ahora sí que no había ninguna duda. La relación de Mikey y Elena no tenía nada que ver con una relación fraternal.

Y no estaba dispuesta a compartir al chico.

Mikey era suyo, o no de nadie. Ella se encargaría personalmente de que así fuese.




Continuará...

viernes, 4 de mayo de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 4

CAPÍTULO 4:

-Gerard, estoy jodido. Bien jodido. -Le decía Mikey a su hermano una y otra vez mientras daba vueltas por el salón de su casa volviendo loco al mayor.

-Deja de decir eso de una vez. Siéntate, tranquilízate y dime qué demonios te pasa.

Al ver que Mikey no le hacía el menor caso y seguía repitiendo lo mismo, se levantó de donde había estado pintando hasta la llegada de su hermano, le cogió de un brazo y le obligó a sentarse en el sofá, quedándose a su lado.

Nunca había visto a su hermano tan angustiado e inquieto y eso no era para nada buena señal.

-Respira Mikey. Y ahora, cuéntame qué te ocurre. ¿Por qué estás así? -El menor cogió aire y cerró los ojos dándose fuerza mentalmente para hablar.

-¿Recuerdas a la chica que conocí hace algo más de un mes?

-Oh, sí. Esa de la que te enamoraste a primera vista y no parabas de hablar de ella, ¿cierto?

-Exacto. -Suspiró.

-¿Cómo se llamaba? ¿Selena? ¿Malena?

-Elena. -Le corrigió.

-Si, eso. Y bueno, ¿qué pasa con ella? -Le miró pensativo y abrió los ojos con temor- ¿La has embarazado?

-¿Qué? No, no. No es eso. -Gerard respiró aliviado- Es peor. Resulta que no la conocía tan bien como creía.

-¿Está casada?

-Ojala... Pero no puede casarse. No con su edad. -Comentó casi en un susurró.

-Espera, ¿qué? ¿Con su edad? Mikey...

-Tiene 16 años. -Le cortó- Yo pensando que era profesora y por eso iba al instituto y resulta que estaba estudiando. -Comentó más para sí mismo que para Gerard.

-Mikey, ¿cómo has podido acostarte con una niña de 16 años? Es como si te liases con nuestra, em, hermana. -Aún se les hacía raro el hecho de tener una hermana.

-Eso es lo peor. -Susurró cabizbajo- Es ella. Mi Elena.

Durante unos eternos minutos ninguno de los dos dijo nada. Mikey esperando con miedo la reacción de su hermano y Gerard rogando porque el otro dijese de repente que todo era una broma.

Pero eso nunca pasó, y cuando vio un par de lágrimas corriendo por las pálidas mejillas del castaño, la realidad le golpeó como un bate en las costillas.

-¿Estás... Estás hablando en serio? ¿Nuestra hermana Elena? ¿Ella es la chica especial y perfecta de la que estabas enamorado? -El llanto de Mikey aumentó como respuesta- Bueno, no sé si perfecta, pero especial es, eso seguro. -Comentó para después pasar un brazo alrededor del menor, intentando consolarle.

-Y lo peor es que aún la amo, Gerard. Intenté alejarme de ella cuando me habló de sus verdaderos padres y de repente mamá la invita a vivir con nosotros. Y para colmo, me entero de que sólo tiene 16 años. -Sollozó con fuerza, sintiendo los brazos de Gerard apretarse más a su alrededor- La amo, Gee. La amo más que a mi vida. Joder, soy un pedófilo incestuoso.

-No, Mikey, no hables así. Tú no sabías nada de esto cuando la conociste. Imagino que ha sido un duro golpe. Me tienes aquí para lo que necesites, lo sabes, ¿no?

Mikey asintió con la cabeza y volvieron a quedarse en silencio. Gerard fue a por un vaso de agua para su hermano y volvió junto a él.

-¿Y qué tal llevas la convivencia con ella?

-Estas semanas han sido horribles. Verla todas las mañanas con esa carita, aún medio dormida. Y por las noches cuando sale del baño sólo con una toalla para ir a su habitación... Pero lo peor es saber que está a unos pocos pasos y no puedo acercarme a ella, dormir con ella, besarla como tanto deseo.

-Mamá me decía que estaba preocupada por ti porque apenas pasabas por casa y cuando ibas te encerrabas en tu cuarto. Ya entiendo por qué.

-No le digas nada de esto a mamá, por favor. A nadie.

-¿El qué no le puedes decir a nadie, cariño?

La pareja de Gerard entraba en ese momento en el salón donde estaban. Tan ausentes estaban metidos en la conversación que no le habían escuchado llegar.

-Frankie, mi amor. No es nada. ¿Qué tal el día?

El recién llegado caminó hacia su novio, saludando a Mikey con un gesto de cabeza, y se sentó en el reposabrazos para darle un pequeño beso en los labios.

-Mejor ahora que estoy en casa. ¿Qué tal, Mikey? ¿Problemas existenciales que consultar con tu hermano?

-No, todo está bien. -Respondió con un tono no muy creíble y se puso en pie- Bueno, os dejo, que querréis estar solos.

-Espera, te acompaño a la puerta.

Gerard se levantó también, recibiendo una palmada juguetona en el culo por parte de Frank, y siguió a su hermano hasta la puerta de entrada.

-Gracias por escucharme y no juzgarme, Gee. En verdad necesitaba contárselo a alguien.

-No tienes nada que agradecerme. Para eso estoy aquí. -Le dio un piquito fraternal en los labios- Te quiero.

-Yo también te quiero.

Al dejar la casa de la pareja y caminar hasta la suya no pudo evitar pensar en la envidia que sentía hacia ellos. Frank y Gerard se tenían el uno al otro, se amaban y no dudaban en demostrárselo en cuanto podían. Nunca había visto tan feliz a su hermano como lo era desde que estaba con Frank.

Y él quería lo mismo. Alguien con quien compartir su vida, a quien llenar de cariño.

Sin darse cuenta estaba frente a la puerta de su casa, sin llaves y sintiendo pequeñas gotas de agua caer sobre él. Así que antes de empaparse, llamó al timbre.

Elena fue la que abrió la puerta.

-Ho-Hola, Mikey.

-Hola. -Pasó de largo sin mirarla demasiado y casi corrió hasta su habitación, donde cerró la puerta con pestillo.

Pero no recordó que en la habitación había otra puerta. Una que daba directamente a la habitación que fue de Gerard y ahora ocupaba Elena, sin tener que salir al pasillo.

Al llegar a su cuarto se dejó caer boca abajo en la cama y no notó que la puerta se abría y alguien caminaba hacia él hasta que una mano se posó con suavidad en su cabeza, acariciándole con la punta de los dedos. Y eso fue lo único que necesitó para reconocerla.

-Elena... ¿Qué haces aquí? -Preguntó en tono cansado, sin levantar la cara de la almohada.

-Deberíamos hablar.

-No hay nada de qué hablar. Por favor, vete de mi habitación.

Pero la joven no le hizo caso, sino que se sentó a su lado en la cama y llevó su mano de la cabeza del castaño hasta su espalda.

-Llevas todos estos días esquivándome. Mikey. Por favor, por lo menos escúchame.

El chico se removió un poco y se puso boca arriba, con los ojos cerrados, pues si la miraba, estando los dos en la cama, lo único que podría hacer sería recostarla en el colchón, besarla hasta dejarla sin aire y hacerle el amor toda la noche.

-¿Qué quieres que hablemos? ¿Cómo me engañaste haciéndome creer que trabajabas en ese instituto en lugar de decirme que tienes 16 años?

-Yo nunca te dije que trabajase ahí... Tú no preguntaste por mi edad y yo no comenté nada al respecto. Lo siento por eso. Pero de todas formas, lo que pasó, pasado está. Estuvimos juntos a pesar de que yo soy menor de edad.

-Yo no lo sabía. -La interrumpió.

-Lo que quiero decir es... Ya hemos hecho muchas cosas juntos y no hay vuelta atrás. ¿Por qué dejarlo entonces? Yo aún te amo. -Susurró eso último con voz entrecortada.

-¿Olvidas acaso que somos hermanos? Lo que hicimos estuvo mal. Eres pequeña y encima de mi familia. Soy un monstruo.

-No digas eso ni de broma. Dime. ¿Te parece mal que tu hermano esté enamorado de otro chico? ¿O que una persona mayor encuentre el amor con alguien más pequeño? El amor es para todo el mundo y nadie puede controlarlo. ¿Por qué iba a estar mal que tú y yo nos amásemos?

El sollozo que se escapó de su garganta coincidió con una lágrima que se escapaba de los ojos de Mikey. Al verlo, la chica cogió una de sus manos entre las suyas y la apretó con fuerza. Y, al no encontrar oposición alguna, se inclinó sobre él y rozó sus labios con los propios, sintiendo que el alma volvía a su cuerpo por fin desde que le vio alejarse de su casa hacía más de un mes.

Mikey, que se sentía igual, en un principio no hizo ningún movimiento, pero finalmente no pudo evitar corresponder ese beso tan anhelado por ambos.

Pero antes de dejarse llevar, la razón volvió a su cabeza y separó a la chica de sí, sentándose para quedar frente a frente, acariciando levemente su mejilla con los dedos.

-Aún así, esto está mal, Elena. No podemos estar juntos, entiéndelo.

-¿Todavía me quieres? -Le cortó, mirándole fijamente con esos ojos que le volvían loco.

-No solo te quiero. Te amo más que a mi vida, Elena. -Los ojos de ella brillaron de felicidad- Pero la gente no lo vera bien. Podrían denunciarme por estar con una menor de edad.

-Nadie tiene por qué saberlo. -Llevó una mano hasta el rostro del mayor, acariciando todos sus rasgos- Yo sólo quiero estar contigo, aunque para eso debamos llevarlo en secreto, o tengamos que fugarnos. No me importa, siempre que estés a mi lado.

Y antes de que alguien dijese algo más, sus labios se habían unido en un beso de verdad, no un simple roce como momentos antes.

Labios, dientes y lenguas se reconocieron después de tanto tiempo y se pegaron como si no quisiesen separarse nunca más, exactamente lo que pensaban sus dueños.

Poco a poco fue recostando a la chica sobre la cama, quedando él encima con cuidado de no dejar todo su peso sobre ella.

La ropa estorbaba y no tardó mucho en desaparecer mientras labios y manos recorrían todo el cuerpo contrario, recordando cada pliegue, cada recoveco y cada señal que nunca habían conseguido olvidar.

Pronto Mikey estaba dentro de la persona que amaba, mirándose fijamente a los ojos y prometiéndose en silencio no separarse nunca más.

Nadie podría nunca enterarse de lo que ocurría entre ellos, pero eso no evitaría que se amasen y compartiesen juntos cada momento posible.

Así, cada noche se pasarían en silencio a la habitación contigua, aprovecharían cada minuto en el que estuviesen solos en casa y saldrían juntos, simulando ser dos hermanos que por fin se han aceptado cuando en su interior todo lo que quieren es cogerse de la mano y mostrar al mundo la pareja de amantes que en realidad son.

A pesar de las circunstancias, todo parecía perfecto para ellos y por fin vivían felices.

Pero no todo es lo que parece, ni la felicidad dura para siempre...



Continuará...

jueves, 19 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 3



CAPÍTULO 3:


Tras unos segundos de reflexión interna, Mikey se echó a reír, dejando desconcertada a Elena.

-¿De qué te ríes?

-Muy buena broma. Casi me lo creo y todo. Uff.

-¿Por qué iba a bromear con esto?

-Venga, cielo, déjalo ya.

-¡No bromeo! -Se levantó de la cama sujetando la sábana para taparse. Estaba empezando a enfadarse por el comportamiento de su novio. Ese no era un tema con el que le gustase bromear.

Al ver su reacción, Mikey empezó a preocuparse de verdad.

-No puedes estar hablando en serio.

-¿Cómo se te ocurre pensar que puedo o quiero bromear con algo tan importante como eso? ¿No me crees? -Caminó hasta el armario, de donde sacó unos papeles que le lanzó a Mikey casi a la cara- Compruébalo.

Mikey miró los papeles por encima. Custodias y denuncias hasta llegar a lo que realmente le interesaba, los papeles que decían que Elena había nacido muerta.

Firmados por Donald y Donna Way. New Jersey.

De repente el mundo parecía que se había puesto boca abajo. Acababan de tener una tarde increíble, habían hecho el amor juntos por primera vez y estaban disfrutando de su compañía. Y ahora pasaba eso.

-No. No, no, no. -Murmuró, negándose a creerlo. Pero algo dentro de el le advertía de que podía ser cierto y que seria mucha casualidad que existiese un matrimonio llamado igual que viviese en el mismo sitio. Se puso de pie moviéndose de un lado a otro del cuarto. Además, recordaba que su madre había estado embarazada y había tenido problemas pero...- Esto no puede estar pasando.

-¿Qué te ocurre?

-Yo... Tengo que irme, lo siento. -Recogió toda su ropa y se vistió en menos de que lo dura un parpadeo, tan rápido que a Elena no le dio tiempo ni a acercarse a él para ver qué le pasaba.

-Mikey... Mikey, dime que te pasa. -Rogó preocupada al verle ponerse las zapatillas.

-Esto ha sido un error, Elena. Tengo que marcharme.

Mikey salió de la habitación dejando a una Elena paralizada que salió corriendo tras él cuando escuchó el sonido de la puerta principal al ser abierta, aún solo con la sábana.

-¡Mikey! -El chico se detuvo a unos pasos de la casa, sin mirarla- No sé qué ha pasado o si es por algo de lo que te he contado, pero no me dejes. Por favor.

Su voz sonaba temblorosa y rota, justo como se sentía ella en esos momentos. Mikey se giró para mirarla un momento y sintió que su alma se rompía al verla aferrada con una mano a la sábana y con la otra al marco de la puerta, los ojos rojos y las mejillas mojadas por sus lágrimas.

-Lo siento. -Fue lo único que dijo antes de girarse y caminar a paso rápido hasta su coche. Arrancó y se fue sin mirarla, pues si lo hacia tendría que volver y no podía hacerlo.

Ya en la soledad de su coche, a unas cuantas calles de distancia, paró y dejó escapar todo su dolor a modo de lágrimas desesperadas.

No podía ser cierto. Elena, la chica de la que se había enamorado a primera vista, a quien tantas veces había besado en el poco tiempo que llevaban juntos y con quien había hecho el amor escasas horas antes, no podía ser de su familia.

Su hermana.

La vida estaba siendo cruel con él y el destino se reía en su cara sin consideración.

En su casa, Elena se desplomaba sobre su cama, aspirando el aroma de Mikey que aún impregnaba las sábanas y almohadas, preguntándose qué había salido mal y por qué todo se había terminado tan rápido, sin encontrar una respuesta.

Durante las dos semanas siguientes, Elena llamó al móvil de Mikey, un día tras otro, recibiendo siempre la misma respuesta: nada.

Mikey no respondía sus llamadas ni mensajes y ya no le veía por las mañanas en el sitio de siempre.

Era como si hubiese desaparecido, y tampoco tenía donde buscarle. En el tiempo que duró su relación habían hablado de muchas cosas, pero nunca le había dicho dónde vivía ni le había hablado de su familia. Sólo sabía que tenía un hermano mayor, Gerard, del que hablaba a menudo y al cual parecía que admiraba más que a nadie.

Pero tampoco sabía nada sobre él. Al parecer tenía pareja y vivían juntos. Un compañero de trabajo. Pero no tenía idea de dónde.

Así que lo había dejado por imposible. Seguía llamando de vez en cuando, pero ya no tenia esperanzas de recibir contestación.

Desde aquel día en que Mikey se había ido, pasaba la mayor parte del día encerrada en su cuarto, pagada a su teléfono, y el resto de las horas buscaba información sobre sus padres.

Ya había averiguado que no se habían mudado fuera del país ni del estado, así que seguían viviendo en Jersey, sólo le quedaba averiguar dónde y decidirse a ir. Y también averiguo que, antes de ella, habían tenido otros dos hijos, de 31 y 28 años.

No fue hasta casi un mes después de dejar de ver a Mikey que por fin encontró la dirección de sus padres, pero todavía le llevó una semana más tener la valentía necesaria para ir a verles.

Y allí estaba, sentada en el sillón de la sala de estar de los señores Way escuchando cómo su tía Melani les contaba todo sobre el caso de tráfico de bebés y esperando cualquier reacción por parte de ellos, sobre todo esperando que no se lo creyesen.

Y en un primer momento fue así. Les parecía todo demasiado irreal para ser cierto. Años creyendo que estaba muerta y ahora le decían que había sido un engaño.

Pero con un vistazo a todos los documentos y pruebas que habían recopilado en esos años, terminaron aceptando que era cierto, que esa morena que estaba frente a ellos era su hija Elena, cuyos rasgos físicos les recordaban a los de la propia Donna en su adolescencia.

La mujer lloraba de emoción, de incredulidad y de alegría. Se levantó y, despacio, casi con miedo, se acercó a Elena, que se levantó para quedar frente a ella, y abrió los brazos en muda invitación.

Elena no lo dudó y se abrazó a ella con una gran sonrisa y alguna que otra lágrima por el tan esperado reencuentro. Después fue el turno de Donald de abrazarla, mas tímido que su mujer pero con la misma intensidad.

Se pusieron al día sobre sus vidas. Sus padres se mostraron muy interesados en qué tal había vivido con sus padres adoptivos y después Donald quiso enterarse de todo sobre la investigación, prometiéndole a Melani que les ayudaría en todo lo que pudiese.

-Como me gustaría que hubieses crecido con nosotros. Seguro que te hubieses llevado genial con tus hermanos. Sobre todo con Michael. -Donna y Elena hablaban al otro lado de la sala- Que, por cierto, ya debería de estar aquí. Ha estado tan raro estos últimos días... -Comentó con preocupación maternal.

-A mi también me habría gustado... Ojala me acepten como parte de la familia.

-Seguro que sí. Son muy buenos chicos. Gerard vive con su novio al otro lado de la ciudad y Michael vive aquí.

A Elena no le dio tiempo a pensar en la coincidencia que era que se llamasen Michael y Gerard, igual que Mikey y su hermano, porque en ese momento el hijo menor de los Way entraba por la puerta de la sala, quedándose a cuadros a ver a Elena allí.

-¡Michael, cariño! Ven, ven aquí que te presente.

Elena empezaba a encajar las piezas de ese rompecabezas que siempre había sido su vida.

Mikey, SU Mikey, era hijo de Donna y Donald lo que significaba que también era su hermano.

Ahora entendía la reacción del chico al mencionarle el nombre de sus verdaderos padres.

¡Eran hermanos! Y en su caso, hermanos era igual a incesto.

Mientras todas esas voces gritaban en su cabeza, Mikey se había acercado a su madre y ésta le estaba explicando todo lo que Elena y Melani les habían contado.

-Ella es tu hermana. Elena.

Los dos más jóvenes se miraron fijamente después de un mes de soportar la ausencia del otro. Finalmente, Mikey se acercó a Elena.

-Encantado. -Fue su simple respuesta, antes de estrecharle la mano.

-Cielo, es tu hermana. Dale una bienvenida mejor.

-No, así vale. -Respondió alejándose de nuevo para quedar al otro lado del cuarto y evitar tenerla tan cerca.

Si no ponía distancia entre ellos, se tiraría encima de ella y la besaría hasta morir.

-Justo antes de que llegases estaba diciéndole que ojala hubiese crecido con vosotros. Y como no fue así, me preguntaba si... -Hizo una pausa buscando las palabras correctas que no asustasen a la chica. Donald le dio ánimos con la mirada- Si querías venirte a vivir aquí, con nosotros. Ya que tus padres adoptivos no están... -Elena miró a Mikey de reojo, que tenía los ojos como platos, y Donna tomó su silencio como duda- Claro que imagino que no quieras, no nos conocemos apenas y...

-Si, Donna. Me encantaría. -Respondió finalmente con una gran sonrisa.

Mikey sintió que se derretía con ese gesto, pero lo disimuló lo mejor que puso y se acercó a su madre.

-¿Por qué va a quedarse aquí? ¡Ya tiene un casa! -Elena sintió una puñalada en el pecho. Pero es que si apenas podía estar en la misma habitación que ella sin tirársele encima, menos aguantaría vivir en la misma casa que ella, verse todos los días, ducharse en la misma bañera...

No podía pensar esas cosas. Era su hermana, y eso no pasa entre hermanos.
-¡Michael James Way! No seas maleducado. -Rugió Donald- Somos su familia y nos haremos cargo de ella.

-Es que... Ya tiene la edad para vivir sola. No necesita que nadie se haga cargo de ella. -Elena tragó duro y miró el suelo sabiendo lo que venía.

-¿La edad? ¿Desde cuándo los 16 años son edad suficiente para vivir sola?

-¿Q-qué? ¿16? No. Es imposible. Seguro que tiene muchos más... -Tartamudeó, mirando a Elena en busca de una explicación que no podía darle en ese momento. Por eso esquivó su mirada.

La chica sabía que ese día llegaría antes o después.

Tenía 16 años y estudiaba en el instituto, no trabajaba allí como su exnovio creía. Ella nunca le dijo su edad y él simplemente la dio por hecho.

Mikey la miró dolido por el engaño, pero ella seguía esquivándole.

-Está bien... Me voy. -Casi susurró antes de darse la vuelta y salir del salón para subir las escaleras hacia su habitación.

En la sala todo se quedó en silencio. Donna y Donald no entendían el comportamiento de su hijo, siempre tan educado y formal con la gente nueva y ahora tan frío y grosero. Melani no quería importunar a los dueños de la casa y Elena no sabía si le saldría la voz sin temblores después de toda la escena y el miedo que ahora tenía al ver cómo se había tomado lo de su edad.

-Bueno y... -Rompió el silencio Donna- ¿Entonces te quedas?

-Yo... No querría molestar.

-No molestas, cariño. Tenemos que recuperar el tiempo perdido. Seríamos felices si te quedases. -Le dijo con ternura y cariño.

-Está bien. -Sonrió de nuevo, sabiendo que todo iría bien con sus padres a partir de ahora- Me quedo.



Continuará... 

martes, 17 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 2



CAPÍTULO 2:


Los chicos mantuvieron su relación a escondidas por petición de Elena. Aunque Mikey no entendió por qué, aceptó. Así que se veían todas las mañanas hasta del trabajo, separándose siempre antes de llegar al instituto, y quedaban alguna que otra tarde para dar un paseo o tomar algo tranquilamente.

Fue una tarde lluviosa en la que Elena llamó a su novio al móvil, diciéndole que debido al frío y a la lluvia no le apetecía salir de casa, pero que si quería podía ir a verla a casa, que estaba sola hasta la noche.

Mikey aceptó, claro. El día anterior no habían podido verse por tener cosas que hacer, así que sería capaz de ir al otro lado del mundo para verla esa tarde.

Puntualmente llegó a su casa y llamó al timbre. Lo primero que sintió al ver abrirse la puerta fueron los brazos de Elena alrededor de sus hombros arrastrándole hasta dentro. Y, antes de poder decir nada, su boca fue poseía por otra ansiosa y húmeda y caliente.

-Vaya, qué bienvenida. -Murmuró casi sin aire cuando Elena le dio un poco de espacio para respirar.

Justo entonces se dio cuenta del rubor en las mejillas de Elena, que se mordía el labio nerviosa. Bajó la vista hasta su cuello blanco, acariciado por algunos mechones de pelo negro. Siguió bajando y jadeó sin darse cuenta, abriendo la boca.

Sus hombros estaban al descubierto por no llevar camiseta y su pecho estaba tapado únicamente por un sujetador verde de puntilla, más transparente que otra cosa.

Más abajo, su estómago liso y terso se mostraba en todo su esplendor sin nada que lo cubriese hasta llegar a sus caderas, donde unas braguitas a juego con el sujetador tapaban su parte más íntima. O medio tapaban, ya que también eran medio transparentes.

Durante su escrutinio, Mikey no había sido capaz de decir nada, sólo la miraba embobado, haciendo que el rostro de la chica se calentase más y más y se sonrojase, mordiendo más fuerte su labio.

-Elena...

-¿Te gusta? -Preguntó con timidez.

-¿Que si me gusta? -La miró como si estuviese loca por tan solo preguntarlo cuando era más que obvio y la recorrió con la mirada de arriba a abajo de nuevo, devorándola con los ojos- Es... Joder, no tengo palabras.

Una de las manos de Mikey se apoyó en el cuello de la chica, acariciando su nuca con la punta de los dedos para después llevarla a la parte delantera y bajarla poco a poco, disfrutando de la textura de toda esa piel a su disposición. Era apenas un roce que estaba provocando estragos en la morena.

Esa mano siguió bajando, sinuosa, pasando entre sus pechos sin apenas tocarlos hasta llegar a su estómago, donde rodeo su ombligo un par de veces.

Para ese momento, Elena había cerrado ya los ojos, dejándose embargar por las sensaciones de esos finos dedos conociendo su cuerpo.

Al llegar a la goma de su ropa interior, Mikey hizo el amago de retirar la mano, pero la mano de ella sujetándole por la muñeca lo impidió.

-No... Sigue. -Susurró, y abrió los ojos para mirarle fijamente y con seguridad- Por favor...

Mikey suspiró y colocó la mano de nuevo sobre su estómago, llevándola hasta su cadera, donde se entretuvo haciendo círculos con los dedos.

Poco a poco volvió a pegarse a ella, sintiendo la cada vez más rápida respiración de la chica contra su rostro, y terminó por unir sus labios, besándola con posesividad justo cuando las yemas de sus dedos traspasaban la barrera inferior de ropa.

Acarició superficialmente el fino y escaso bello que ahí tenía, suave y que le incitaba a ir más allá. Avanzó un poco más y tuvo que sujetar a Elena por la cintura con el otro brazo para evitar que se cayese por el temblar de sus piernas. La morena jadeó, buscando aire desesperadamente.

Todo lo que sentía era increíble y no quería que parase nunca, pero no estaban en el mejor sitio para hacer eso, así que sacando fuerzas de donde no tenía se separó un poco de Mikey y empezó a caminar hacia atrás, sin dejar que Mikey sacase sus dedos de donde los tenía.

Con un poco de trabajo llegaron hasta la habitación de Elena, amplia, con un gran ventanal cubierto por una cortina y una cama de matrimonio en el centro.

Al ver la cama, Mikey se hizo dueño de la situación otra vez y la llevó hasta ella. Apartó el edredón y la tumbó sobre las sábanas azules y frías, que al contacto con su espalda la hicieron arquearse.

Mikey besaba su cuello con dulzura mientras sus manos vagaban por su cintura, subiendo por los brazos hasta sus hombros para volver a bajar, esta vez abarcando con las manos abiertas sus pechos, los cuales masajeó, deshaciéndose rápidamente del sujetador.

Al dejarlos al aire, su boca fue bajando poco a poco por su cuello hasta llegar hasta ellos para besarlos y lamerlos, endureciendo sus pezones y arrancándole suaves gemidos a la chica, que se hicieron más fuertes y desesperados cuando dos dedos se introdujeron en ella.

Sin saber cómo, estaba totalmente desnuda, sintiendo las manos y la boca y la lengua de Mikey en todas partes, volviéndola loca. Pero él seguía con toda su ropa y eso no era justo, así que, apartando a Mikey con desgana, se arrodilló sobre la cama y le sacó la chaqueta y la camiseta sin rodeos.

Mikey se quitó los zapatos con los pies y besó a Elena, sintiendo las manos de esta por su pecho y su espalda antes de bajar al broche de su pantalón vaquero, que fue abierto en un abrir y cerrar de ojos.

Se puso de pie bajo la atenta mirada de Elena, con los ojos más oscuros que de costumbre si es que eso era posible, y se quitó el pantalón y los boxer de una sola vez, quedando ya por fin los dos en igualdad de condiciones.

Se arrodilló en la cama frente a su novia, la envolvió entre sus brazos y la recostó de nuevo, siguiendo donde lo había dejado.

Elena parecía un poco indecisa sobre lo que debía hacer, pero al final dejó su timidez aparte y recorrió con sus dedos la espalda del chico sobre ella, raspando suavemente son las uñas, algo que descubrió enseguida que encendía a Mikey más todavía. Acarició sus nalgas, apretándole más contra ella, y volvió a la parte delantera, cogiendo en su mano su duro y necesitado pene, mandándole descargas de placer a todas las células de su cerebro.

Cuando Mikey sintió que ya no podría aguantar mucho más, se separó de la boca de Elena lo justo para poder hablar, o más bien, jadearle.

-¿Cariño, tienes un condón?

-Si... Ahí en el cajón de la-la mesita.

El chico se incorporó para estirarse y alcanzar el cajón y de repente sintieron frío por separarse de la piel contraria, pero el disgusto no duró mucho, pues a los escasos segundos Mikey estaba de nuevo sobre ella, colocado entre sus piernas.

Le dio un pequeño beso para transmitirle confianza al ver cierto brillo de duda en sus ojos y empezó a penetrarla lentamente.

Elena se tensó en un primer momento, algo muy propio de las chicas vírgenes, pero Mikey rechazó esa idea. Elena no podía serlo todavía, seguro.

Aún así, siguió entrando en ella pero con todo su cuidado y su paciencia y al sentirse dentro del todo se inclinó para besarle con ternura aún sin moverse. Aunque su cuerpo gritaba por una liberación, lo último que haría sería dañarla.

Al sentirla relajarse bajo sus caricias y besos empezó a moverse despacio, sin dejar de mirarla nunca a los ojos. Miradas cargadas de pasión y cariño a partes iguales.

Según pasaba el tiempo, las embestidas eran más rápidas y Elena pedía más y más, y Mikey se lo daba encantado.

Con un último mordisco en la oreja y una penetración más que profunda, Elena se dejó ir, cayendo desmadejada sobre las almohadas.

Mikey le dio tiempo de reponerse pero volvió con lo que hacía, aunque no tardó mucho más en terminar también y caer desplomado a su lado, desde donde besó su hombro desnudo antes de pasar un brazo por su cintura y así descansaron unos minutos.

-Cuánto me alegro de que esté lloviendo. -Murmuró juguetón junto a su oído tras quitarse en condón y hacerle un nudo.

-Sí, se hacen mejores planes así, ¿verdad?

-Verdad. Elena... -Su voz se puso seria de repente.

-¿Qué ocurre?

-Sé que hace poco que nos conocemos y que estamos juntos pero creo que... Creo que te quiero más que a nada. -Los ojos de la chica brillaron al escucharle y antes de responder no pudo evitar besarle con dulzura.

-Yo también te quiero más que a nada.

Siguieron metidos bajo las sábanas durante una hora más, hablando, riendo y bromeando de todo un poco y hablando de cosas más serias también. Pasando el tiempo con la persona con la que querían estar.

-¿Y vives sola?

-No. Vivo con mis tíos. -Mikey se extrañó pero pensó en que conseguir una casa estaba complicado en los tiempos que corrían.

-¿Y tus padres?

-Ellos murieron... -Se sentó con la cabeza gacha y las rodillas dobladas y una sábana alrededor de su cuerpo desnudo. Mikey se sentó también y la abrazó.

-Lo siento. No sabía nada...

-No te preocupes. -Le sonrió con tristeza- De todas formas, ellos no eran mis padres de verdad. No quiero decir con eso que no les quiera. Les amaba con mi vida, ellos me criaron. Pero no eran mis padres.

-¿Cómo es eso?

-Verás, con catorce años mis padres murieron en un accidente de tráfico y, arreglando unos papeles de herencias y todo eso, mi tía, la hermana de mi madre, encontró los papeles de mi adopción y creyó conveniente decírmelo. Entonces decidí que quería encontrar a mis padres biológicos, aunque fuese solo por conocerlos. No les guardaba rencor por darme en adopción. -Mikey escuchaba atento cada palabra que salía de la boca de su novia- Mi tío tiene una agencia de detectives así que quien mejor que él para ayudarnos. Y lo que encontró no nos lo esperábamos para nada.

>>Resulta que cuando nací, a mis padres biológicos les dijeron que había muerto. Los médicos me llevaron a un centro de adopciones, donde me dejaron a cambio de una buena suma de dinero. Y allí me encontraron mis padres adoptivos, que no sabían nada de todo lo que había pasado.
Y lo peor es que no soy la única a la que le pasó, sino que hay un delito de tráfico de bebés bastante gordo detrás de todo esto, y ahora mis tíos están intentando destapar el asunto y meter a los culpables a la cárcel. Pero yo me conformo con conocer a mis padres.

-Dios, mi amor, no me imaginaba nada de eso. Lo siento.

-No tienes por qué sentirlo. -Se encogió de hombros- Si eso no hubiese pasado, las pistas de mis padres no me hubiesen llevado hasta aquí y no te habría conocido, así que en el fondo he salido ganando. -Sonrió, esta vez de verdad, y besó su mejilla.

-¿Eso quiere decir que sabes algo de tus padres?

-Sí, encontraron los documentos donde falsificaron mi muerte y están firmados por ellos. Se llaman Donal y Donna Way. Ahora solo tengo que encontrar dónde viven.

Pero Mikey ya no la escuchaba. Se había desconectado después de escuchar los nombres de sus supuestos padres biológicos. Sus padres. Los padres de él...




Continuará...

domingo, 15 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 1


Esta historia está hecha como relago para @SweetReveenge_, según ella, mi Fan Numbre 1.
Para tí guapa :) Gracias por tu apoyo y tus bonitas palabras :3 



CAPÍTULO 1:


-Ui, lo siento.

-Perdóname.

Una chico y una chica caminaban con prisa por la acera, tan centrados en sus cosas que no se dieron cuenta de que iban por el mismo camino hasta que chocaron y las cosas de ella cayeron al suelo. El chico la ayudó a recoger sin levantar la mirada y, cuando al fin la miró y sus ojos se encontraron con los de ella, ambos se quedaron paralizados unos segundos. Finalmente, él pareció volver en sí. Recogió un último libro y se incorporó, tendiéndoselo.

-Disculpa, iba distraído. -La chica cogió el libro y sonrió con timidez- Me llamo Mikey.

-Yo soy Elena.

-Encantado. -Sonrió también y volvieron a perderse en la mirada contraria un rato, hasta que ella abrió grande los ojos, asustada.

-¡Mierda! ¡Es tarde, tengo que irme! -Y echó a correr sin decir más mientras Mikey se giraba, viéndola irse.

-¡Dime por lo menos donde podré verte de nuevo! -Gritó desesperado.

-¡Paso por aquí todas las mañanas! -Y desapareció tras una esquina.

Al día siguiente, unos minutos antes que el día anterior, Mikey estaba en la misma calle en la que se había chocado con Elena, apoyado en una pared, fumando un cigarrillo para intentar sacarse los nervios de encima.

Dos miradas le habían bastado para saber que esa chica no era como las demás, que tenía algo por lo que merecía la pena luchar y estaba dispuesto a hacerlo.

Varios minutos y dos cigarrillos después, la chica morena, de piel pálida y ojos negros como el carbón que había conocido el día anterior, caminaba distraída por la calle, acercándose a él poco a poco pero sin prestarle atención.

Mikey aprovechó ese momento para estudiarla de arriba a abajo.

Era alta y esbelta, con el pelo por los hombros, tan oscuro que, junto con esa piel tan clara, le recordaba vagamente a su hermano Gerard. Los pantalones ajustados marcaban su cadera y piernas y el escote de su camiseta mostraban parte de una más que decente delantera.

Caminaba sin fijarse en nada ni nadie de su alrededor, dando la sensación de ser muy despistada. Como el día anterior, llevaba varios libros en los brazos que Mikey no reconoció.

Al llegar a su lado, Elena iba a seguir de largo sin siquiera haberle visto.

-Hola.

Al escuchar una voz ronca junto a ella, que pensaba que estaba sola, se asustó y se giró de golpe, dejando caer los libros.

-Perdona, no quería asustarte. -Se disculpó el chico, agachándose a recoger los libros.

-No pasa nada, iba distraída. Gracias. -Cogió los libros que le daba el chico- ¿Qué tal?

-Esperándote. Y ahora que te veo, mucho mejor. -Elena bajó la mirada avergonzada a la vez que sus mejillas se teñían de rosado.

-¿Para qué me esperabas? -Decidió pasar por alto el resto de lo dicho por el chico, quien se encogió de hombros.

-Solo quería volver a verte.

-Pues aquí me tienes. -Sonrió, un poco más roja que antes- Pero debo irme o voy a llegar tarde.

Como el día anterior, Elena se dispuso a seguir su camino, pero esta vez Mikey echó a andar tras ella al ver que se alejaba. Apresuró un poco el paso hasta llegar a su altura. Elena no le miró, pero esta vez supo que estaba junto a ella, así que sonrió de nuevo mirando hacia el lado contrario.

-¿Dónde vas siempre con tanta prisa? -Preguntó él, divertido.

-¿Tú no trabajas? -No respondió, pero con eso Mikey entendió que la chica se dirigía a trabajar.

-Sí. ¿Me permites acompañarte?

-Claro, por qué no. -Caminaron un rato en silencio hasta que Elena le de reojo y se encontró los ojos del chico clavados en los suyos durante unos eternos segundos que se rompieron cuando Mikey gritó una advertencia y la agarró, tirando de ella hacia él para evitar que se chocase contra una farola.

Tras el susto, se encontraron abrazados uno al otro, Elena refugiada entre los brazos del chico. Volvieron a mirarse. Parecía que desde que se conocieron, apenas un día antes, era lo único que sabían hacer: mirarse fijamente a los ojos.

Inconscientemente, Mikey se estaba inclinando hacia la chica, sus ojos vagando desde los ojos negros hacia sus labios. Ella iba cerrando los ojos cuando de repente los abrió completamente de nuevo.

-Mierda, mierda, mierda. ¡Llegaré tarde de nuevo!

Se soltó con una disculpa y sin mirarle por vergüenza y se fue corriendo con un último movimiento de mano a modo de saludo.

Mikey volvió a quedarse mirándola desaparecer hasta entrar en el recinto de lo que parecía un instituto. "Debe ser profesora... Lo que daría yo por haber tenido una profesora como ella". Suspiró y volvió sobre sus pasos.

Mañana tras mañana, Mikey esperaba a Elena en el sitio de siempre, quien ahora no pasaba de largo sino que le buscaba con la mirada y se sonreían mutuamente al verse. Como todos los días desde hacía ya 9 días, la acompañaba hasta la puerta del instituto, hablando de cualquier cosa y conociendo así cosas de sus respectivas vidas, y se despedían hasta el día siguiente.

Hasta que una mañana Mikey no aguantó más y, nada más verla, se acercó a ella con paso decidido, interponiéndose en el camino de una asombrada Elena y, sin más, se inclinó sobre ella, poniendo las manos en su cintura, y la besó.

Al principio la pilló desprevenida, pero tras ese momento de confusión, la chica le respondió al beso y éste subió de intensidad.

Lo que empezó como una simple y tenue caricia de labios se profundizó cuando los labios se entreabrieron, chocando sus alientos y rozando sus lenguas.

Cuando se dificultaron sus respiraciones, se alejaron poco a poco, dejando que sus narices se rozasen aún y mirándose a los ojos como habían hecho todos los días.

Sus labios, al igual que sus ojos, brillaban bajo la luz del sol naciente.

-No sabes cuánto deseaba hacer esto. -Susurró Mikey contra sus labios, erizando la piel de Elena al sentir su cálido aliento contra su boca.

-Seguro que tanto como yo. -Respondió igual. Sonriendo, volvieron a juntar sus bocas, pero esta vez la chica rodeó su cuello con sus brazos y él su cintura, apretándola contra su cuerpo.

-¿No puedes faltar hoy?

-No debería pero... Puedo inventar alguna excusa. -Sonrió traviesa, rozaron sus labios una vez más y caminaron en dirección contraria a la que seguían siempre.

Según caminaban sin destino fijo, Mikey se atrevió a enredar sus dedos con los de Elena, quien le miró con cariño y apretó el agarre dándole seguridad.

Sus pasos les llevaron a un parque, totalmente vacío a esas horas de la mañana. Se sentaron bajo un árbol, la chica entre las piernas de él, apoyando la espalda en su pecho. Mientras hablaban, Mikey enredaba sus dedos en el cabello moreno y dejaba fugaces besos de ves en cuando en sus mejillas, en su cabeza y en su cuello, haciéndola estremecer.


Continuará...

FINAL DE OBSESIONADOS CON EL SEXO

No dije nada, pero el capítulo 54 fue el final del fic. Así que, eso. Gracias a los que lo leísteis :)