domingo, 24 de julio de 2011

This is the best day ever - Cap. Especial (parte 1)

¡Ya estoy de vuelta! Y aquí os traigo el regalo prometido.
Aún no está totalmente acabado el capítulo, pero como me está quedando muy largo, lo voy a dividir en dos partes y así subo hoy la primera como os dije.
Espero que os guste y me comenteis qué os parece por aquí, por Tuenti o por Twitter, por donde queráis, pero espero vuestras opiniones.

Y sin más, aquí está....

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Capítulo especial Parte 1:


Un mes.
Ya había pasado un mes desde aquella magnífica tarde en casa de Gerard donde dos amigos se habían hecho saber el amor que sentían uno por el otro desde un tiempo atrás. Un mes desde que dos mitades se unieron para ser uno solo.


Era sábado por la mañana y Gerard aún dormía profundamente. No había dormido demasiado bien, pues la noche anterior le había propuesto a Frank pasar allí la noche y despertar juntos el día que por fin cumplían un mes como pareja, pero éste se había negado, diciéndole que había prometido a un amigo que hacía mucho tiempo que no veía dedicarle el día y que se había olvidado de que ese mismo día cumplían un mes.
Tras pedirle perdón varias veces a Gerard y negarse a no cumplir su promesa para con su amigo, el mayor le dijo que estaba cansado y por favor se fuese, que ya se verían otro día.

Así que Gerard continuaba durmiendo, pues qué sentido tenía despertar un día tan especial si la persona con la que quería pasarlo no iba a estar con él. Por ello decidió que no saldría de la cama más que lo justo y necesario.
Pero las cosas nunca son como piensas.


A las 10 de la mañana, mientras Gerard dormía plácidamente boca arriba, alguien se coló en su habitación y se acercó sigilosamente a la cama.
Sabiendo cómo de profundo dormía el chico, cogió el pañuelo negro que llevaba en las manos y con cuidado lo pasó alrededor de su cabeza, impidiéndole la vista en caso de que abriese los ojos.
Después, se subió sobre la cama, quedando de rodillas con una pierna a cada lado del cuerpo de Gerard y se acercó hasta su cara, dejando escapar su cálido aliento sobre la boca del otro, que al sentirlo arrugó la frente por el cambio del aire.
El siguiente paso fue acercarse a una de sus orejas y hacer lo mismo, y en esta ocasión Gerard se removió ligeramente debajo del otro cuerpo, justo antes de recibir una mordida en el lóbulo de esa misma oreja, haciendo que de la garganta de Gerard escapase un sencillo gemido.
Pero seguía sin despertar, así que su visitante decidió que ya era el momento de acercarse a la boca del otro y así lo hizo. Primero rozó sus labios con su lengua para después aprisionar el inferior entre sus dientes y rozar ambas bocas en una suave caricia que en seguida se tornó más profunda y salvaje, consiguiendo tras unos segundos que Gerard por fin se despertase.
Lo normal hubiese sido asustarse al despertar en esa situación, más si tienes los ojos tapados impidiéndote ver a quien tienes encima, pero eso no fue lo que hizo Gerard, pues reconocería esos labios y ese aroma en cualquier lugar.
Quiso llevar sus manos hasta el pañuelo que cubría sus ojos, sin dejar el choque de labios, pero las manos del otro se lo impidieron, sujetándole de las muñecas a ambos lados de su cuerpo.
-Frank...
-¿De verdad creías que no pasaría contigo un día tan especial como éste? -Cuestionó el aludido sobre los labios del otro, rozándolos con cada una de las palabras- Debería sentirme ofendido solo porque se te haya pasado por la cabeza...
Gerard pudo notar el puchero que hizo Frank sobre sus labios y no pudo evitar eliminar la mínima distancia entre ellos dándole un pequeño beso para después alejarse y volver a acercarse adueñándose por completo de la boca ajena ya proclamada como suya.
-Te amo. Te amo mucho y siento haber creído que me dejarías solo hoy. -Le dijo con seguridad y aunque no pudo verlo por el pañuelo, Frank sonrió con ternura, desprendiendo puro amor por cada poro de su cuerpo mientras le acariciaba la mejilla.
-Yo también te amo y por nada del mundo dejaré de pasar estos días contigo. -Le fue dejando un camino de besos desde la mandíbula hasta sus cubiertos ojos- Es más, si por mí fuese, pasaría contigo todos y cada uno de los días de mi vida.
Lo último se lo dijo en un susurro sobre su oído, logrando erizarle cada bello del cuerpo mientras ambos sonreían todo lo que sus labios se lo permitían.
Tras otro beso, dulce y lento, Gerard volvió a intentar quitarse el pañuelo pero Frank le dio un manotazo para impedirlo, dejando escapar una risilla al ver como Gerard arrugaba la frente.
-¿Por qué me has puesto esto?
-Porque era una sorpresa y quería comprobar si me reconocías sin verme.
-Es imposible no reconocerte. Tu olor es especial, tu sabor es único y tu piel tiene un tacto suave y delicado a la vez que rudo en tus manos que no podría olvidar por nada del mundo.
Y ante esto, Frank se lanzó desesperado a la boca del otro al sentir cómo las palabras llegaban hasta el fondo de su alma. Lamió gustoso sus labios y los mordió ferozmente hasta que la lengua de Gerard se coló en lo más profundo de su boca, llegando a rozar su campanilla y comenzando una lucha con la propia.
Tras unos minutos de beso apasionado, las manos de Gerard se colaron bajo la camiseta de Frank y fueron bajando en una suave caricia hasta el borde de su pantalón, pero entonces Frank le detuvo.
-Ahora no, Gee. Hoy habrá tiempo para todo.
Le dio un pico en los labios y se levantó, dejando a Gerard refunfuñando y de brazos cruzados.
-Siéntate. -Ordenó Frank, pero al ver que no le hacía caso lo intentó de nuevo- Mi amor, te prometo que esta noche acabamos con esto, pero tengo algunas cosas pensadas para hoy. Por favor, no te enfades y siéntate.
Ante estas palabras y sobre todo la forma en que fueron dichas, no pudo negarse, así que se incorporó y se apoyó en el respaldo tratando de disimular una sonrisa.
Frank se acercó con una bandeja en sus manos, se sentó frente a Gerard juntando sus piernas cruzadas con las de él y dejó la bandeja sobre las del mayor. A continuación le sujetó de la nuca, le acercó y le quitó el pañuelo de los ojos, dejándole ver lo que tenía sobre él.
Se trataba de una bandeja de madera con un mantelito azul y blanco que contenía un plato con frutas troceadas y otro con galletas y chocolates, un vaso de zumo y una gran taza de café. Y como adorno, una rosa de color rojo intenso sobre una pequeña caja con papel de regalo con las iniciales del mayor.
-Mi amor, ¿te he dicho cuánto de amo? -Preguntó Gerard acariciándole la mejilla y besándole con cuidado de no tirar nada, antes de lanzarse a por la taza de café.
-Sí, pero siempre está bien que me lo recuerdes. -Respondió con esa sonrisa que parecía pegada de por vida a su cara.
Tras comer un poco, Gerard se dio cuenta de que Frank no estaba comiendo nada, sino que solamente le miraba a él.
-¿No comes nada?
-No, tranquilo, es todo tuyo.
-Pero lo mío es tuyo, ya lo sabes.
Gerard cogió un trozo de fruta con sus dedos y lo llevó a la boca del otro, quien lo saboreó y luego relamió los dedos que aún estaban sobre sus labios.
-Bueno, ¿y qué hacías durmiendo a esta hora? -Preguntó después.
-Pues... Decidí que si no iba a pasar el día contigo no tenía sentido levantarme. Pensaba dormir hasta mañana. -Respondió agachando la cabeza por la vergüenza.
-¡Oh, que tierno Gee!
Frank levantó el rostro de Gerard cogiéndole del mentón y le acarició las mejillas con ambas manos.
-Siento haberte engañado y habértelo hecho pasar mal, pero debía ser una sorpresa.
-No pasa nada, ha valido la pena.
Sonrieron, se besaron y siguieron comiendo.
Tras intercambiar comida, más besos, miradas y palabras dulces, Frank le acercó el regalo a Gerard, quien lo cogió sin dejar de mirarle a los ojos.
-¿Qué es? -Preguntó con emoción contenida.
-Ábrelo.
Y eso hizo. Arrancó el papel y se quedó sin habla al ver qué era.
Se trataba del último recopilatorio de Misfits que había salido al mercado, con contenido inédito y vídeos de directos.
-Ábrelo. -Repitió.
Abrió la caja del disco como si de porcelana se tratase y soltó un grito de alegría al ver el librillo que contenía firmado y dedicado por los miembros de la banda.
Frank saltó en risas al escucharle gritar mientras retiraba la bandeja y la dejaba en el suelo.
-Espero que te guste. -Comentó con inocencia.
Pero Gerard se había quedado sin habla, son los ojos brillantes fijos en la dedicatoria, así que sólo pudo demostrarle mediante acciones cuánto le había gustado.
Sin darle tiempo a a reaccionar, se abalanzó sobre Frank, tumbándole del empujón. Se situó sobre él, apoderándose de su boca, dejando el disco sobre su estómago para poder sujetarle el cuello con las manos, mientras el otro le sujetaba de la cintura.
Cuando ya casi no les quedó aire, Gerard se alejó un poco y le dejó varios besos en el rostro mientras le repetía una y otra vez "gracias" y "te amo".
-Yo también tengo algo para ti. -Se levantó, fue hasta el armario y volvió con una cajita entre sus manos. Se la entregó a Frank cuando se sentó de nuevo a su lado y esperó a que lo abriese y fue entonces cuando él casi cayó de espaldas sobre el colchón al ser abrazado con fuerza por Frank, sintiendo que le espachurraría, por lo que solo puso reír.
Dentro de la caja había una fina pulsera de plata con una inscripción con sus nombres y la fecha de su primer día juntos.
Una solitaria lágrima escapó de los ojos de Frank y cayó sobre el hombro de Gerard, quien se separó para mirarle a los ojos asustado, pero sólo pudo ver una resplandeciente sonrisa.
-Ey, ¿por qué lloras?
-Es que... Soy tan feliz, Gee. Tú me has hecho feliz, lo eres todo para mí. TODO. -Enfatizó.
-Tú también eres todo para mí. Tú eres todo.
Gerard atrapó la lágrima entre sus labios, besó sus ojos, su nariz y finalmente su boca, en un beso delicado y sin prisa. Un beso que demostraba todo lo que sentían el uno por el otro.
Cuando se separaron, dejaron sus frentes unidas mientras Gerard le colocaba la pulsera.
-Gracias... -Le dio un beso superficial- Anda, cámbiate y nos vamos por ahí.
-¿A dónde?
-De momento donde tú quieras. Te dejo elegir.
Le acarició el cabello y salió de la habitación para dejar la bandeja en la cocina mientras Gerard se arreglaba para salir.
Cuando terminó de prepararse salió al salón, donde Frank le esperaba sentado en el sillón, de espaldas a él y no le escuchó llegar.
Aprovechando eso, Gerard se acercó sin hacer ruido, abrazándole por la espalda y dejando sus labios sobre su oreja derecha, riendo por el susto que le había dado.
-¿Nos vamos, amor? -Susurró.
-¿Ya has pensado dónde me llevarás? -Preguntó tras besarle en la comisura de los labios.
-Sí, pero es sorpresa. -Rodeó el sillón hasta quedar en frente y le tendió una mano para ayudarle a levantarse. -Vámonos.
Cogidos de la mano salieron de la casa de Gerard y fueron caminando hasta un parque cercano para hacer tiempo hasta la hora de la comida. Allí descansaron, se besaron, hablaron y demostraron su amor de todas las formas posibles que se permiten en un lugar como ese. Y sobre todo hicieron muchas fotos para inmortalizar el momento.
Cuando llegó la hora de comer, volvieron a casa de Gerard a por el coche.
Al entraron, Gerard sacó de su bolsillo el pañuelo con el que Frank le había vendado los ojos por la mañana, se giró hacia él con una sonrisilla traviesa y le tapó los ojos.
-¿Dónde vamos? -Cuestionó Frank, repentinamente nervioso.
-Shh, es una sorpresa. -Mordió su mentón y centró la atención en la carretera.
Tras unos 15 minutos de recorrido, aparcó el coche frente a una casa y salió para ayudar a Frank a hacer lo mismo, sin destaparle aún.
Le guió hasta el interior de la casa y pronto les inundó el aroma de la comida. Cuando llegaron al comedor, iluminado por la tenue luz de las velas, Gerard se colocó detrás de Frank y le retiró el pañuelo, dejando sus brazos alrededor de su pecho, esperando a que dijese algo, pero estaba sin palabras.
Sobre la mesa había varios platos con distintos tipos de comida, dos platos vacíos y sus respectivos cubiertos, dos cosas de cristal y una cubitera con una botella de vino. Y, alrededor, un montón de pétalos de rosa roja, iguales a los de la que le había regalado Frank.
-¿No dices nada?
-Yo... Esto... ¡Guau! ¿Cuándo has hecho todo esto? -Preguntó Frank aún sin poder creerse lo que veía.
-Se me ocurrió mientras me cambiaba de ropa esta mañana. Llamé a Mikey para que nos prestara la casa y preparase todo mientras yo te entretenía por ahí. -Le contó encogiéndose de hombros. Avanzó hacia la mesa y separó una silla para que se sentase Frank.
-Dios, como quiero a tu hermano.
-¡Eh! ¿Más que a mí? -Le cuestionó haciendo un puchero a escasos centímetros de su rostro.
-Claro que le quiero más que a ti. -Gerard puso cara de confusión- Porque a ti no te quiero, a ti te amo, tonto. -Y besó sus labios deshaciéndose de esa cara de preocupación.
-No me asustes así nunca más. -Le regañó Gerard con una sonrisa mientras se sentaba en su silla frente a Frank, al otro lado de la mesa.
Durante la comida, continuaron haciendo fotos y charlando sobre cualquier cosa y cuando terminaron, Gerard se llevó los platos sucios a la cocina y regresó con el postre, una tarde de chocolate y mucha nata por encima.
-Mmm.. que apetecible lo que viene, se me antoja ahora mismo.
Gerard se sentó en su sitio dispuesto a partir la tarta, pero sólo alcanzó a sentarse y dejar la tarta, pues algo rozó su muslo derecho, acercándose peligrosamente a su entrepierna.
Bajó la vista y vio que se trataba del pie descalzo de Frank, que ya había llegado a su hombría y se entretenía presionando primero ligeramente y después un poco más fuerte.
-¿No se t-te antojaba la tarta?
-Yo nunca dije nada de tarta. TÚ te me antojas, aquí y ahora.
-Pero tú dij-iste esta mañana que hasta la noche... -No pudo terminar pues Frank le interrumpió.
-Sé lo que dije, pero no me puedo aguantar más.
Mientras hablaba cambió el movimiento de su pie, haciendo ahora movimientos circulares sobre esa parte tan sensible de Gerard que ya estaba más que dura, obligándole a cerrar los ojos por el placer.
-Además, se me ha ocurrido un uso mejor para la tarta. -Murmuró Frank.
Gerard abrió los ojos extasiado, viendo en los ojos de Frank esa lujuria que no había aparecido aún en todo el día, lo cual era raro en él.
-Vaya, vaya. Ha vuelto el Frank pervertido. -Suspiró casi sin aire- La única co-condición de Mikey para dej-arnos la casa fue: "Nada de seeexo -Dijo alargando la palabra, pues al oirle Frank apretó su pie- en mi cama ni en mi sillón de p-iel"
-Oh, genial, entonces no dijo nada de la mesa. -Comentó riendo y mojando sus labios.
Se levantó de la mesa mientras Gerard se quejaba por dejar de sentir las caricias de Frank y se acercó a él, agarrando el cuello de su camiseta y tirando de él hasta levantarle y clavarle en sus labios en un beso lujurioso y rebosante de deseo.
Mientras se besaban, Gerard acercó su mano al pastel y pringó sus dedos en él, los pasó por la barbilla y las mejillas de Frank y después dejó sus labios para recorrer con su lengua esos sitios manchados.
-¿Este es el uso que querías darle? -Preguntó después de morderle la mejilla.
-Algo parecido. -Susurró tras llevarse los dedos de Gerard aún con restos de nata a la boca y chuparlos con lascivia.
-Hm, enséñame entonces. -Susurró igual pero sobre el oído del otro, terminando con un mordisco en el lóbulo.
Tras esto, Frank empujó a Gerard contra el borde de la mesa y llevó sus manos al extremo de la camiseta de éste, tirando de ella hasta sacarla y lanzarla al otro lado de la habitación. Después se quitó la suya y cogió un buen pedazo de pastel con la mano y lo embarró en el torso del mayor, centrándose en la zona de los pezones, rozando ligeramente sus dedos sobre la piel, volviéndole loco al ser tan poco el contacto.
Pero lo que siguió terminó por subirle el calor que ya sentía.
Cuando Frank decidió que ya estaba suficientemente pringado, alejó sus manos, sujetando las de Gerard a cada lado de su cuerpo y rozó su lengua en la clavícula del mayor, dejando unos cuantos besos en sus hombros y mordiendo sobre el hueso de la clavícula, dejando algunas marcas rojizas para después continuar bajando y comenzar a lamer toda la nata el chocolate que Gerard tenía encima, dejando para el final sus pezones, donde se recreó con cortas lamidas y ligeros mordiscos, haciendo que se pusiesen completamente duros mientras Gerard no podía dejar de gimotear y suspirar con la respiración entrecortada.
-Por favor Frank... Déjame tocarte. -Imploró.
Frank soltó una carcajada y soltó las manos de Gerard, que enseguida fueron a su propio pantalón para desabrochárselo, pues la presión era insoportable, y después fueron al de Frank para hacer lo mismo, pero más despacio, para hacerle sufrir un poco.
Pasó una de sus manos un par de veces rozando el abultamiento del menor sobre el pantalón, haciéndole suspirar.
-Ah... Dios Gerard, ¡mete la mano ahí de una jodida vez!
Gerard no pudo evitar reírse por lo bajo antes de desabrocharle el pantalón y dejarlo caer hasta las rodillas. Después metió sus manos dentro del boxer de Frank, pero las llevó hasta sus nalgas, apretándolas y acercándole a su pelvis para rozarse, provocando algunos gemidos roncos por parte de ambos.
-Vamos Gerard, me estás matando, joder.
-No voy a tocarte Frankie. -Gimió en su oído- Voy a hacer algo mejor...Te la voy a comer.
-Mierda, cómo me pones cuando hablas así. -Gimió Frank mordiéndose el labio.
Gerard bajó los boxer del menor, deteniéndose a mirar su pene sonrosado y totalmente engrosado, pareciéndole lo más apetecible sobre la tierra. A continuación cogió un trozo de pastel, lo repartió entre sus manos y con ellas rodeó el miembro del otro, moviéndolas de arriba a abajo hasta que quedó totalmente cubierto.
Para ese momento Frank tuvo que apoyar sus manos sobre la mesa para sujetarse y no caer de bruces y ya no sabía qué hacer para retardar el orgasmo. Además, la visión de Gerard relamiéndose los labios y poniéndose de rodillas era tremendamente sensual, a la vez que dañina para su cordura.
Gerard se acercó despacio, primero retirando un poco de dulce de la base de su miembro y después pasando la lengua por toda su extensión, deteniéndose en la punta para jugar con ella, haciendo círculos que obligaron a Frank a gemir tan alto que pensó que lo habrían oído desde la calle.
Y ya no pudo más, por lo que empujó la cabeza de Gerard sujetándole del cabello hasta que éste se introdujo todo lo que pudo de su hombría en la boca, sonriendo por la ferocidad del otro.
Después de chupar y succionar en distintos puntos que hacían que Frank pusiese los ojos en blanco y tras eliminar todo resto de tarta, Frank no pudo aguantar ni un momento más y se corrió ahí mismo, mezclándose su semilla con el dulce que aún tenía Gerard en su boca, haciendo de éste algo más sabroso aún.
Tras tragárselo de buena gana, se levantó del suelo, sujetando a Frank que temblaba por los espasmos del orgasmo, y se pegó a su boca, compartiendo el sabor que aún guardaba su saliva.
-Nene... Eso ha sido... Guau, bestial.
-Estás tan bueno... -Gerard se relamió los labios sobre los de Frank.
-Lo sé. -Y se ganó un mordisco por parte de Gerard.
-Oye, en cuanto consiga reponerme, si quieres yo...
-Tranquilo, esta noche podrás devolverme el favor. -Le guiñó un ojo.
-Nene, tienes restos en la cara. -Frank eliminó la distancia y pasó la lengua por los restos de nata, chocolate y semen que habían alrededor de la boca de Gerard mientras éste reía y él sonreía.
Después, Gerard fue al baño a deshacerse el problema que aún había dentro de su pantalón y a lavarse un poco y Frank, después de reponerse, llevó las cosas a la cocina y se lavó ahí.
-¿Qué hora es, Frank? -Preguntó cuando volvieron los dos al salón y se tumbaron en el sillón.
-Son las... 6. Vaya, haces que el tiempo vuele. -Gerard se carcajeó- ¿A qué hora regresaba Mikey?
Justo en ese momento la puerta de entrada se abría y aparecía el nombrado, dando voces para avisar de su llegada, pues no quería encontrarse nada traumático.
-Vamos a tomarle el pelo un rato. -Le susurró Gerard a Frank- Gime como tú sabes, nene. -Frank sonrió con diversión e hizo lo que le mandaban.
-¡Oh, si Gerard! ¡Mmm, más fuerte, nene!
-Ahhh, mierda, Frank, que estrecho estás...
-Vamos, Gee, dame duro ¡párteme en dos!
-Mmm, Frankie, Frankie, ¡como me pones, nene!
Mikey carraspeó la garganta desde la puerta del salón, ya los había descubierto y al verle ahí, con la cara pálida por el susto, Gerard y Frank no pudieron evitar estallar en risas y retorcerse sobre el sillón.
-Sois unos cabrones, pensé que os encontraría follando en mi salón. -Comentó un Mikey rabioso.
-Ay, hermanito, más quisieras. Te quedaste con las ganas aquel día de la fiesta que al final no montamos la orgía ¿eh?
-No vuelvo a hacerte un favor en mi vida...
-Venga Mikey, era una broma, no te enfades con nosotros. Hemos cumplido tu condición y no hemos tenido sexo ni en tu cama ni en tu sillón de piel. -Le informó Frank con seriedad levantándose hacia él, pero sin poder evitar reír al final.
-¿Eso quiere decir que sí lo habéis hecho en otro sitio? ¡Arggg! -Gritó haciendo una mueca de asco.
-No, en realidad no hemos follado en ningún sitio, al menos no del todo...
-¡Cállate Gerard! No quiero saber nada de vuestra jodida vida sexual.
Volvieron a reír, pero en esta ocasión Mikey terminó por unírseles también.
-Oh, ¡os ha sobrado tarta! -Exclamó al verla en la cocina y se acercó a ella decidido a comer un trozo.
Pero al ver que su hermano y Gerard se miraron cómplices y volvían a estallar en carcajadas otra vez, se imaginó una escena entre los dos y la tarta y, poniendo de nuevo su cara de asco, la lanzó de lleno al cubo de la basura.
-Bueno hermano, nosotros nos vamos ya. Muchas gracias por todo, en serio. Y perdona por la bromita.
-No hay de qué, pero espero no encontrar ninguna sustancia blanquecina no catalogada en mi casa ¿eh? -Comentó riendo.
-Gracias, Mikey. Nos vemos, te debemos una.
-Adiós cuñado. Adiós Gerard.
Se despidieron con un abrazo y salieron de la casa hacia el coche.
-¿Y ahora dónde vamos? -Preguntó Gerard antes de arrancar.
-Mm, no sé.. ¿Dónde quieres ir? ¿Te apetece tomar algo?
-¿Y si vamos a tomar un café? -Preguntó Gerard con emoción, por lo que Frank rió por lo bajo.
-Qué predecible eres, nene. Vamos entonces, yo conduzco ahora ¿si?
-Está bien.
Lo que Gerard no se imaginaba es que aún le quedaban más sorpresas por descubrir...




Continuará...




 

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