martes, 17 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 2



CAPÍTULO 2:


Los chicos mantuvieron su relación a escondidas por petición de Elena. Aunque Mikey no entendió por qué, aceptó. Así que se veían todas las mañanas hasta del trabajo, separándose siempre antes de llegar al instituto, y quedaban alguna que otra tarde para dar un paseo o tomar algo tranquilamente.

Fue una tarde lluviosa en la que Elena llamó a su novio al móvil, diciéndole que debido al frío y a la lluvia no le apetecía salir de casa, pero que si quería podía ir a verla a casa, que estaba sola hasta la noche.

Mikey aceptó, claro. El día anterior no habían podido verse por tener cosas que hacer, así que sería capaz de ir al otro lado del mundo para verla esa tarde.

Puntualmente llegó a su casa y llamó al timbre. Lo primero que sintió al ver abrirse la puerta fueron los brazos de Elena alrededor de sus hombros arrastrándole hasta dentro. Y, antes de poder decir nada, su boca fue poseía por otra ansiosa y húmeda y caliente.

-Vaya, qué bienvenida. -Murmuró casi sin aire cuando Elena le dio un poco de espacio para respirar.

Justo entonces se dio cuenta del rubor en las mejillas de Elena, que se mordía el labio nerviosa. Bajó la vista hasta su cuello blanco, acariciado por algunos mechones de pelo negro. Siguió bajando y jadeó sin darse cuenta, abriendo la boca.

Sus hombros estaban al descubierto por no llevar camiseta y su pecho estaba tapado únicamente por un sujetador verde de puntilla, más transparente que otra cosa.

Más abajo, su estómago liso y terso se mostraba en todo su esplendor sin nada que lo cubriese hasta llegar a sus caderas, donde unas braguitas a juego con el sujetador tapaban su parte más íntima. O medio tapaban, ya que también eran medio transparentes.

Durante su escrutinio, Mikey no había sido capaz de decir nada, sólo la miraba embobado, haciendo que el rostro de la chica se calentase más y más y se sonrojase, mordiendo más fuerte su labio.

-Elena...

-¿Te gusta? -Preguntó con timidez.

-¿Que si me gusta? -La miró como si estuviese loca por tan solo preguntarlo cuando era más que obvio y la recorrió con la mirada de arriba a abajo de nuevo, devorándola con los ojos- Es... Joder, no tengo palabras.

Una de las manos de Mikey se apoyó en el cuello de la chica, acariciando su nuca con la punta de los dedos para después llevarla a la parte delantera y bajarla poco a poco, disfrutando de la textura de toda esa piel a su disposición. Era apenas un roce que estaba provocando estragos en la morena.

Esa mano siguió bajando, sinuosa, pasando entre sus pechos sin apenas tocarlos hasta llegar a su estómago, donde rodeo su ombligo un par de veces.

Para ese momento, Elena había cerrado ya los ojos, dejándose embargar por las sensaciones de esos finos dedos conociendo su cuerpo.

Al llegar a la goma de su ropa interior, Mikey hizo el amago de retirar la mano, pero la mano de ella sujetándole por la muñeca lo impidió.

-No... Sigue. -Susurró, y abrió los ojos para mirarle fijamente y con seguridad- Por favor...

Mikey suspiró y colocó la mano de nuevo sobre su estómago, llevándola hasta su cadera, donde se entretuvo haciendo círculos con los dedos.

Poco a poco volvió a pegarse a ella, sintiendo la cada vez más rápida respiración de la chica contra su rostro, y terminó por unir sus labios, besándola con posesividad justo cuando las yemas de sus dedos traspasaban la barrera inferior de ropa.

Acarició superficialmente el fino y escaso bello que ahí tenía, suave y que le incitaba a ir más allá. Avanzó un poco más y tuvo que sujetar a Elena por la cintura con el otro brazo para evitar que se cayese por el temblar de sus piernas. La morena jadeó, buscando aire desesperadamente.

Todo lo que sentía era increíble y no quería que parase nunca, pero no estaban en el mejor sitio para hacer eso, así que sacando fuerzas de donde no tenía se separó un poco de Mikey y empezó a caminar hacia atrás, sin dejar que Mikey sacase sus dedos de donde los tenía.

Con un poco de trabajo llegaron hasta la habitación de Elena, amplia, con un gran ventanal cubierto por una cortina y una cama de matrimonio en el centro.

Al ver la cama, Mikey se hizo dueño de la situación otra vez y la llevó hasta ella. Apartó el edredón y la tumbó sobre las sábanas azules y frías, que al contacto con su espalda la hicieron arquearse.

Mikey besaba su cuello con dulzura mientras sus manos vagaban por su cintura, subiendo por los brazos hasta sus hombros para volver a bajar, esta vez abarcando con las manos abiertas sus pechos, los cuales masajeó, deshaciéndose rápidamente del sujetador.

Al dejarlos al aire, su boca fue bajando poco a poco por su cuello hasta llegar hasta ellos para besarlos y lamerlos, endureciendo sus pezones y arrancándole suaves gemidos a la chica, que se hicieron más fuertes y desesperados cuando dos dedos se introdujeron en ella.

Sin saber cómo, estaba totalmente desnuda, sintiendo las manos y la boca y la lengua de Mikey en todas partes, volviéndola loca. Pero él seguía con toda su ropa y eso no era justo, así que, apartando a Mikey con desgana, se arrodilló sobre la cama y le sacó la chaqueta y la camiseta sin rodeos.

Mikey se quitó los zapatos con los pies y besó a Elena, sintiendo las manos de esta por su pecho y su espalda antes de bajar al broche de su pantalón vaquero, que fue abierto en un abrir y cerrar de ojos.

Se puso de pie bajo la atenta mirada de Elena, con los ojos más oscuros que de costumbre si es que eso era posible, y se quitó el pantalón y los boxer de una sola vez, quedando ya por fin los dos en igualdad de condiciones.

Se arrodilló en la cama frente a su novia, la envolvió entre sus brazos y la recostó de nuevo, siguiendo donde lo había dejado.

Elena parecía un poco indecisa sobre lo que debía hacer, pero al final dejó su timidez aparte y recorrió con sus dedos la espalda del chico sobre ella, raspando suavemente son las uñas, algo que descubrió enseguida que encendía a Mikey más todavía. Acarició sus nalgas, apretándole más contra ella, y volvió a la parte delantera, cogiendo en su mano su duro y necesitado pene, mandándole descargas de placer a todas las células de su cerebro.

Cuando Mikey sintió que ya no podría aguantar mucho más, se separó de la boca de Elena lo justo para poder hablar, o más bien, jadearle.

-¿Cariño, tienes un condón?

-Si... Ahí en el cajón de la-la mesita.

El chico se incorporó para estirarse y alcanzar el cajón y de repente sintieron frío por separarse de la piel contraria, pero el disgusto no duró mucho, pues a los escasos segundos Mikey estaba de nuevo sobre ella, colocado entre sus piernas.

Le dio un pequeño beso para transmitirle confianza al ver cierto brillo de duda en sus ojos y empezó a penetrarla lentamente.

Elena se tensó en un primer momento, algo muy propio de las chicas vírgenes, pero Mikey rechazó esa idea. Elena no podía serlo todavía, seguro.

Aún así, siguió entrando en ella pero con todo su cuidado y su paciencia y al sentirse dentro del todo se inclinó para besarle con ternura aún sin moverse. Aunque su cuerpo gritaba por una liberación, lo último que haría sería dañarla.

Al sentirla relajarse bajo sus caricias y besos empezó a moverse despacio, sin dejar de mirarla nunca a los ojos. Miradas cargadas de pasión y cariño a partes iguales.

Según pasaba el tiempo, las embestidas eran más rápidas y Elena pedía más y más, y Mikey se lo daba encantado.

Con un último mordisco en la oreja y una penetración más que profunda, Elena se dejó ir, cayendo desmadejada sobre las almohadas.

Mikey le dio tiempo de reponerse pero volvió con lo que hacía, aunque no tardó mucho más en terminar también y caer desplomado a su lado, desde donde besó su hombro desnudo antes de pasar un brazo por su cintura y así descansaron unos minutos.

-Cuánto me alegro de que esté lloviendo. -Murmuró juguetón junto a su oído tras quitarse en condón y hacerle un nudo.

-Sí, se hacen mejores planes así, ¿verdad?

-Verdad. Elena... -Su voz se puso seria de repente.

-¿Qué ocurre?

-Sé que hace poco que nos conocemos y que estamos juntos pero creo que... Creo que te quiero más que a nada. -Los ojos de la chica brillaron al escucharle y antes de responder no pudo evitar besarle con dulzura.

-Yo también te quiero más que a nada.

Siguieron metidos bajo las sábanas durante una hora más, hablando, riendo y bromeando de todo un poco y hablando de cosas más serias también. Pasando el tiempo con la persona con la que querían estar.

-¿Y vives sola?

-No. Vivo con mis tíos. -Mikey se extrañó pero pensó en que conseguir una casa estaba complicado en los tiempos que corrían.

-¿Y tus padres?

-Ellos murieron... -Se sentó con la cabeza gacha y las rodillas dobladas y una sábana alrededor de su cuerpo desnudo. Mikey se sentó también y la abrazó.

-Lo siento. No sabía nada...

-No te preocupes. -Le sonrió con tristeza- De todas formas, ellos no eran mis padres de verdad. No quiero decir con eso que no les quiera. Les amaba con mi vida, ellos me criaron. Pero no eran mis padres.

-¿Cómo es eso?

-Verás, con catorce años mis padres murieron en un accidente de tráfico y, arreglando unos papeles de herencias y todo eso, mi tía, la hermana de mi madre, encontró los papeles de mi adopción y creyó conveniente decírmelo. Entonces decidí que quería encontrar a mis padres biológicos, aunque fuese solo por conocerlos. No les guardaba rencor por darme en adopción. -Mikey escuchaba atento cada palabra que salía de la boca de su novia- Mi tío tiene una agencia de detectives así que quien mejor que él para ayudarnos. Y lo que encontró no nos lo esperábamos para nada.

>>Resulta que cuando nací, a mis padres biológicos les dijeron que había muerto. Los médicos me llevaron a un centro de adopciones, donde me dejaron a cambio de una buena suma de dinero. Y allí me encontraron mis padres adoptivos, que no sabían nada de todo lo que había pasado.
Y lo peor es que no soy la única a la que le pasó, sino que hay un delito de tráfico de bebés bastante gordo detrás de todo esto, y ahora mis tíos están intentando destapar el asunto y meter a los culpables a la cárcel. Pero yo me conformo con conocer a mis padres.

-Dios, mi amor, no me imaginaba nada de eso. Lo siento.

-No tienes por qué sentirlo. -Se encogió de hombros- Si eso no hubiese pasado, las pistas de mis padres no me hubiesen llevado hasta aquí y no te habría conocido, así que en el fondo he salido ganando. -Sonrió, esta vez de verdad, y besó su mejilla.

-¿Eso quiere decir que sabes algo de tus padres?

-Sí, encontraron los documentos donde falsificaron mi muerte y están firmados por ellos. Se llaman Donal y Donna Way. Ahora solo tengo que encontrar dónde viven.

Pero Mikey ya no la escuchaba. Se había desconectado después de escuchar los nombres de sus supuestos padres biológicos. Sus padres. Los padres de él...




Continuará...

domingo, 15 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 1


Esta historia está hecha como relago para @SweetReveenge_, según ella, mi Fan Numbre 1.
Para tí guapa :) Gracias por tu apoyo y tus bonitas palabras :3 



CAPÍTULO 1:


-Ui, lo siento.

-Perdóname.

Una chico y una chica caminaban con prisa por la acera, tan centrados en sus cosas que no se dieron cuenta de que iban por el mismo camino hasta que chocaron y las cosas de ella cayeron al suelo. El chico la ayudó a recoger sin levantar la mirada y, cuando al fin la miró y sus ojos se encontraron con los de ella, ambos se quedaron paralizados unos segundos. Finalmente, él pareció volver en sí. Recogió un último libro y se incorporó, tendiéndoselo.

-Disculpa, iba distraído. -La chica cogió el libro y sonrió con timidez- Me llamo Mikey.

-Yo soy Elena.

-Encantado. -Sonrió también y volvieron a perderse en la mirada contraria un rato, hasta que ella abrió grande los ojos, asustada.

-¡Mierda! ¡Es tarde, tengo que irme! -Y echó a correr sin decir más mientras Mikey se giraba, viéndola irse.

-¡Dime por lo menos donde podré verte de nuevo! -Gritó desesperado.

-¡Paso por aquí todas las mañanas! -Y desapareció tras una esquina.

Al día siguiente, unos minutos antes que el día anterior, Mikey estaba en la misma calle en la que se había chocado con Elena, apoyado en una pared, fumando un cigarrillo para intentar sacarse los nervios de encima.

Dos miradas le habían bastado para saber que esa chica no era como las demás, que tenía algo por lo que merecía la pena luchar y estaba dispuesto a hacerlo.

Varios minutos y dos cigarrillos después, la chica morena, de piel pálida y ojos negros como el carbón que había conocido el día anterior, caminaba distraída por la calle, acercándose a él poco a poco pero sin prestarle atención.

Mikey aprovechó ese momento para estudiarla de arriba a abajo.

Era alta y esbelta, con el pelo por los hombros, tan oscuro que, junto con esa piel tan clara, le recordaba vagamente a su hermano Gerard. Los pantalones ajustados marcaban su cadera y piernas y el escote de su camiseta mostraban parte de una más que decente delantera.

Caminaba sin fijarse en nada ni nadie de su alrededor, dando la sensación de ser muy despistada. Como el día anterior, llevaba varios libros en los brazos que Mikey no reconoció.

Al llegar a su lado, Elena iba a seguir de largo sin siquiera haberle visto.

-Hola.

Al escuchar una voz ronca junto a ella, que pensaba que estaba sola, se asustó y se giró de golpe, dejando caer los libros.

-Perdona, no quería asustarte. -Se disculpó el chico, agachándose a recoger los libros.

-No pasa nada, iba distraída. Gracias. -Cogió los libros que le daba el chico- ¿Qué tal?

-Esperándote. Y ahora que te veo, mucho mejor. -Elena bajó la mirada avergonzada a la vez que sus mejillas se teñían de rosado.

-¿Para qué me esperabas? -Decidió pasar por alto el resto de lo dicho por el chico, quien se encogió de hombros.

-Solo quería volver a verte.

-Pues aquí me tienes. -Sonrió, un poco más roja que antes- Pero debo irme o voy a llegar tarde.

Como el día anterior, Elena se dispuso a seguir su camino, pero esta vez Mikey echó a andar tras ella al ver que se alejaba. Apresuró un poco el paso hasta llegar a su altura. Elena no le miró, pero esta vez supo que estaba junto a ella, así que sonrió de nuevo mirando hacia el lado contrario.

-¿Dónde vas siempre con tanta prisa? -Preguntó él, divertido.

-¿Tú no trabajas? -No respondió, pero con eso Mikey entendió que la chica se dirigía a trabajar.

-Sí. ¿Me permites acompañarte?

-Claro, por qué no. -Caminaron un rato en silencio hasta que Elena le de reojo y se encontró los ojos del chico clavados en los suyos durante unos eternos segundos que se rompieron cuando Mikey gritó una advertencia y la agarró, tirando de ella hacia él para evitar que se chocase contra una farola.

Tras el susto, se encontraron abrazados uno al otro, Elena refugiada entre los brazos del chico. Volvieron a mirarse. Parecía que desde que se conocieron, apenas un día antes, era lo único que sabían hacer: mirarse fijamente a los ojos.

Inconscientemente, Mikey se estaba inclinando hacia la chica, sus ojos vagando desde los ojos negros hacia sus labios. Ella iba cerrando los ojos cuando de repente los abrió completamente de nuevo.

-Mierda, mierda, mierda. ¡Llegaré tarde de nuevo!

Se soltó con una disculpa y sin mirarle por vergüenza y se fue corriendo con un último movimiento de mano a modo de saludo.

Mikey volvió a quedarse mirándola desaparecer hasta entrar en el recinto de lo que parecía un instituto. "Debe ser profesora... Lo que daría yo por haber tenido una profesora como ella". Suspiró y volvió sobre sus pasos.

Mañana tras mañana, Mikey esperaba a Elena en el sitio de siempre, quien ahora no pasaba de largo sino que le buscaba con la mirada y se sonreían mutuamente al verse. Como todos los días desde hacía ya 9 días, la acompañaba hasta la puerta del instituto, hablando de cualquier cosa y conociendo así cosas de sus respectivas vidas, y se despedían hasta el día siguiente.

Hasta que una mañana Mikey no aguantó más y, nada más verla, se acercó a ella con paso decidido, interponiéndose en el camino de una asombrada Elena y, sin más, se inclinó sobre ella, poniendo las manos en su cintura, y la besó.

Al principio la pilló desprevenida, pero tras ese momento de confusión, la chica le respondió al beso y éste subió de intensidad.

Lo que empezó como una simple y tenue caricia de labios se profundizó cuando los labios se entreabrieron, chocando sus alientos y rozando sus lenguas.

Cuando se dificultaron sus respiraciones, se alejaron poco a poco, dejando que sus narices se rozasen aún y mirándose a los ojos como habían hecho todos los días.

Sus labios, al igual que sus ojos, brillaban bajo la luz del sol naciente.

-No sabes cuánto deseaba hacer esto. -Susurró Mikey contra sus labios, erizando la piel de Elena al sentir su cálido aliento contra su boca.

-Seguro que tanto como yo. -Respondió igual. Sonriendo, volvieron a juntar sus bocas, pero esta vez la chica rodeó su cuello con sus brazos y él su cintura, apretándola contra su cuerpo.

-¿No puedes faltar hoy?

-No debería pero... Puedo inventar alguna excusa. -Sonrió traviesa, rozaron sus labios una vez más y caminaron en dirección contraria a la que seguían siempre.

Según caminaban sin destino fijo, Mikey se atrevió a enredar sus dedos con los de Elena, quien le miró con cariño y apretó el agarre dándole seguridad.

Sus pasos les llevaron a un parque, totalmente vacío a esas horas de la mañana. Se sentaron bajo un árbol, la chica entre las piernas de él, apoyando la espalda en su pecho. Mientras hablaban, Mikey enredaba sus dedos en el cabello moreno y dejaba fugaces besos de ves en cuando en sus mejillas, en su cabeza y en su cuello, haciéndola estremecer.


Continuará...

FINAL DE OBSESIONADOS CON EL SEXO

No dije nada, pero el capítulo 54 fue el final del fic. Así que, eso. Gracias a los que lo leísteis :)

lunes, 27 de febrero de 2012

Cap. 54 "Obsesionados con el sexo"

CAPÍTULO 54:



F- Gee.

G- ¿Qué pasa?

Acababan de entrar a la habitación después de cenar, dispuestos a darse un merecido descanso. Pero parecía que Frank tenía otra idea, o al menos eso daba a entender su postura sobre la cama (sentado al borde del colchón y recostado hacia atrás en sus codos) y su mirada.

F- He sido padre.

Gerard se volvió hacia él, dejando de lado su intento por ponerse ropa más cómoda, y le miró entre divertido e interrogante.

G- Lo sé. Venimos del hospital, ¿recuerdas?

F- Ahám. -Asintió con la cabeza mientras movía un poco sus caderas sutilmente- Y aún no me has dado la enhorabuena. Pensé que íbamos a celebrarlo.

Acompañó su comentario de un puchero de lo más sexy y puso cara de niño bueno, cosa que realmente NO era, ni se le acercaba.

G- Oh, supongo que tendrás algo pensado... -Comentó en tono casual, acercándose a él lentamente, recorriendo su cuerpo aún vestido con una mirada depredadora.

F- Algo qué tal... ¿Horas de sexo salvaje y desenfrenado? -Una pregunta cargada de picardía a la que sabia que el pelirrojo no iba (ni podría) negarse.

G- Bien, ¿y a qué demonios estamos esperando?

Sin tiempo de añadir nada más, el pelirrojo había saltado sobre la cama con una especie de rugido y tenía atrapado a Frank entre su cuerpo y el colchón.

F- Vaya, ¿no estabas cansado? -Preguntó divertido cuando los besos de Gerard se dirigieron a su cuello y sus manos intentaban deshacerse de la camiseta para ganar más piel que besar.

G- Sí, lo estaba. -Le sacó la camiseta como pudo, lanzándola lejos, y besó sus hombros- Pero tú me enciendes, maldito enano. -Dejó pequeños besos a lo largo de su pecho y su estómago, pellizcando los pezones con los dedos provocando que Frank se retorciese bajo él- Podría vivir toda la vida sin dormir mientras estés a mi lado.- Jugueteó con la lengua en su ombligo y fue bajando el pantalón, descubriendo que, como era común en él, no llevaba nada debajo- Tú me das energía sólo con mirarme.

Finalmente levantó la vista, sonrió, ganándose una suave caricia en la mejilla, y engulló la polla de Frank sin pensar.

Frank elevó las caderas al verse sorprendido y gimió con su voz más ronca. Llevó las manos a la almohada para tener algo a lo que sujetarse y se dispuso a disfrutar de una buena mamada a manos de Gerard, el cual estaba casi arrodillado en el suelo.

F- Mmm. Dios. Joder. Gerard. -Se sentía al borde y no creía poder evitar terminar por mucho que pensase en otra cosa, porque, joder, esa lengua y esos dientes y esas manos que se paseaban por todas partes a la vez- Gee, para o voy a correrme ya. -Jadeó.

El pelirrojo le dio una sensual lamida más a toda su extensión y se incorporó. Frank soltó el aire que estaba guardando inconscientemente y empujó sus pantalones para quitarlos del medio.

Gerard, ahora de pie, se quitó la poca ropa que aún llevaba puesta y se acostó a su lado, de perfil al colchón. Frank le imitó poniéndose de frente a él.

Como si estuviesen conectados, lo primero que hicieron al estar cara a cara fue buscar sus labios.

Poco a poco el calor fue subiendo, la pasión se escapaba por los poros y la pasión se desbordaba. Y, sin darse cuenta de cuando, estaban restregándose uno contra el otro, gimiendo como perros y quedándose sin aliento. Tan empalmados que dolía.

F- Gírate. -Susurró sobre su boca.

Gerard no se hizo de rogar y se dio la vuelta, quedando de espalda a Frank que, después de echarse en la mano un poco del lubricante que guardaban bajo la almohada, se pegó a él tanto como pudo.

Con una mano levantó la pierna izquierda de Gerard para tener mejor ángulo y con la otra se lubricó a sí mismo y al pelirrojo.

Manteniendo la pierna alzada acercó su polla hasta su entrada y metió la hinchada cabeza, obligándose a detenerse antes de correrse al sentirse tan apretado y dándole tiempo también al otro de acostumbrarse a la intromisión (aunque sus cuerpos ya estaban hechos el uno al otro).

Cuando se tranquilizó un poco siguió empujando hasta chocar su pelvis con el culo de Gerard, que se sentía totalmente lleno, completo al tenerle dentro. Además, le encantaba esa postura, unidos y totalmente pegados. Se giró un poco al notar que Frank se incorporaba en un codo y se besaron, sin mover sus cuerpos aún.

G- Mierda, Frank, muévete ya. -Pidió moviendo su cadera, consiguiendo gemidos en ambos.

El menor empezó a moverse despacio, sabiendo que le desesperaba ir tan despacio.

G- Más rápido, joder. -Lloriqueó.

F- Amo hacerte sufrir. -Susurró junto a su oreja. Su aliento erizando el vello del pelirrojo- Sé lo que te gusta. -Hizo una pausa y mordió el lóbulo- Te gusta que te folle rápido y profundo. Con tanta fuerza que te sientas partir en dos y tan hondo que me sientas en tu garganta. -Según hablaba iba moviéndose más rápido y su voz salía jadeante- Te gusta sentirme dentro de ti, que gima en tu oído. -Lo hizo y sintió un escalofrío en el pelirrojo- Míralo. Te derrites en mis manos. Te pone cachondo que te diga cosas mientras follamos. Seguro que estás a punto de correrte, ¿a que sí? Lo estás deseando... -La forma de apretar los ojos del aludido fue toda la respuesta que necesitaba.

La mano que sujetaba su pierna se dirigió hasta su polla, goteante y necesitada, y empezó a masturbarle, primero lento y cada vez más rápido, hasta igualar las increíbles embestidas que le estaba dando.

Los dos estaban al máximo de las sensaciones que podían soportar y no les hizo falta mucho más para que terminasen viendo estrellas y satisfechos.

Tan cómodos estaban que ni un movimiento hicieron mientras descansaban. Al cabo de un rato, Gerard se giró y quedó de frente a su novio.

G- Eres un jodido pervertido, ¿sabías?

F- ¿Por qué dices eso? -Cuestionó con su mejor tono inocente.

G- Porque te gusta decirme guarradas mientras follamos.

F- Sí, bueno. Y a ti te encanta escucharlas. -Se encogió de hombros y, al mirarse, se echaron a reír.

G- Sí. Supongo que estamos hechos el uno para el otro. -Pasó los brazos alrededor de su cintura para acercarle más a su cuerpo.

F- ¿Ahora te das cuenta? -Ronroneó casi sobre su boca.

G- No. Lo sé desde el primer día que te vi.

Y un dulce beso fue la mejor forma de terminar un gran día.

...


A la mañana siguiente se despertaron pronto para poder organizar la llegada a casa de la bebé sin prisas.

Limpiaron y arreglaron todo con la tienda para recibir los muebles esa misma tarde y allí estaban, tirados en el suelo tratando de construirlos.

G- Este tornillo es de allí.

F- No, ahí va este. -Le enseñó uno más pequeño.

G- Que no. Ese es de aquella pata. Éste es el de ahí.

F- Coño, mira las instrucciones. Este tornillo con esta pieza y estos con aquella. Y después se unen las dos con los que tú dices.

G- Joder, esto es un asco. No hay quien entienda esos malditos dibujos. -Refunfuñó por milésima vez- Yo he pintado la habitación así que deberías de encargarte tú de esto. -Se puso de pie, sacudiéndose la ropa, pero Frank le agarró del brazo y le devolvió a su sitio, arrastrándose a gatas hasta sentarse en su regazo.

F- No tengas morro. Si no me ayudas, no tendrás tu premio. -Comentó antes de acariciarle el cuello sensualmente con las puntas de los dedos.

G- Mmm. ¿Cuál será mi premio si lo hago?

F- Tendrás que esperar para saberlo. -Susurró- Pero te puedo asegurar que valdrá la pena. -Su mano derecha se paseó incitantemente por el pecho del pelirrojo y, al llegar a la cinturilla del pantalón, se separó y volvió a lo suyo.

Gerard gruñó de frustración y se enfrascó otra vez en instrucciones, tornillos y piezas. No pararía hasta obtener su premio y eso hizo, ganándose una increíble mamada sobre el sofá y una buena sesión de sexo en la ducha.

...


Y por fin llegó el día.

Todo estaba listo: la habitación de la niña estaba preparada, toda la casa había recibido una limpieza a conciencia y los dos papás se mordían las uñas, rogando porque el tiempo pasase más rápido y así poder tener a la pequeña Helena en casa.

Era por la tarde cuando volvieron al hospital. Jamia les esperaba en la habitación que había estado ocupando, ya vestida con su ropa y preparada para irse, con la niña en brazos.

Jamia- Helena, dile hola a tus papis. -Sujetó la manita de la pequeña y la agitó hacia los chicos a modo de saludo.

F- Hola, cariño. -Le dio un beso en la mejilla a Jamia y cogió a su hija en sus brazos. Gerard saludó a Jamia igual y después dio un beso en la frente a Helena.

Jamia- Estaréis emocionados, ¿no?

G- No sabes cuanto. -Sonrió- Frankie lleva histérico estos dos días. Es toda una madraza preocupada por su hija. -Bromeó, ganándose un zape del aludido.

F- No le hagas caso. -Le dijo a la chica- ¿Qué tal estás tú?

Jamia- Perfectamente ya. Pero e da penita despedirme de la nena.

G- Ya sabes que puedes venir a verla siempre que quieras.

Jamia- Ya, gracias, pero en realidad... -Unos golpecitos en la puerta la interrumpieron- ¡Ya estás aquí! -Se levantó de un salto de la cama y corrió a los brazos del hombre que acababa de entrar.

-Hola, cariño. -Se dieron un suave beso en los labios bajo la curiosa mirada de los otros dos chicos. Al sentir que Jamia se había olvidado de ellos, Frank carraspeó para llamar su atención.

Jamia- Oh, perdonad. Chicos, él es Patrick, mi pareja. Patrick, Frank y Gerard. -Les presentó.

G- Encantado. -Le tendió una mano que el otro aceptó y Frank hizo lo mismo.

F- ¿Cuándo tenías pensado hablarnos de él, Jam? -Le recriminó divertido.

Jamia- Perdón. -Se encogió de hombros- Llevamos juntos tres meses ya y nos vamos a ir a vivir juntos.

F- Vaya, me alegro un montón. -Le dejó a Helena a Gerard y abrazó a la chica- Siempre seréis bienvenido en casa.

Jamia- Eso es lo que os iba a decir antes de que llegase Patrick. Nos vamos a vivir a Canadá, así que no nos veremos mucho. -Frank puso cara de pena- Pero os visitaremos de vez en cuando, no te preocupes.

F- Más te vale. Y tú, espero que la cuides bien.

Patrick- No lo dudes. Jam es todo para mí.

Pasaron un rato más allí, recogiendo las últimas cosas. Jamia se fue con Patrick tras la última visita del doctor y Frank y Gerard hicieron los mismo con Helena, cargados con pañales, ropita y algunas cosas más que le habían traído en esos días.

F- Bienvenida a casa, mi amor. -Le dijo a la nena en sus brazos al traspasar la puerta de casa.

Gerard dejó las cosas en la habitación de Helena y volvió con ellos. Frank se había sentado en el sofá acunando a la niña en su pecho y el pelirrojo se sentó junto a él, abrazándole.

G- Ya estamos todos. -Susurró y besó la mejilla de su pareja mientras acariciando la de Helena.





FIN

jueves, 23 de febrero de 2012

Cap. 53 "Obsesionados con el sexo"

CAPÍTULO 53:



Frank se había puesto en pie a toda prisa y se vestía con lo primero que encontraba.

G- Ey, ey. Tranquilo, cariño. -Intentó calmarle- Ese pantalón es mío. Y te has puesto la camiseta del revés. Relájate. -Se acercó a él, le besó la frente y le quitó la camiseta para ayudarle a ponérsela correctamente.

F- Es que estoy nervioso. Tenemos que ir al hospital corriendo. No podemos perdérnoslo. Cuando el bebé nazca quiero estar allí y...

G- Calma, calma. -Le cortó- Ven aquí. -Le abrazó y le besó en los labios suavemente- Nos vamos a vestir. Vas a tomarte una tila para estar más relajado y luego iremos al hospital.

F- Pero ¿y si tiene al bebé antes? -Lloriqueó dejándose abrazar.

G- Mi amor, puede tardar horas y horas en dar a luz. No nos perderemos nada. De todas formas, en cuanto antes nos pongamos a hacer todo lo que te he dicho, antes nos iremos, ¿vale? -Frank asintió, sentándose al borde de la cama aún muy agitado. Gerard se sentó junto a él y le acarició la espalda- Respira hondo. Muy bien, así. ¿Estás mejor?

F- Sí, gracias. Gerard...

G- Dime.

F- Voy a ser padre. -Dijo ausente, como si por primera vez comprendiese lo que pasaba en realidad.

G- Lo sé, cariño. -Sonrió y le besó en la mejilla para después ayudarle a levantarse.

...


Cuando por fin estaban de camino al hospital, Frank estaba más calmado, pero aún así se le notaba hiperactivo. Sus piernas no dejaban de moverse y tamborileaba con los dedos en sus piernas.

Preguntaron por Jamia en la recepción y una enfermera les indicó dónde se encontraba en esos momentos.

Fuera de la habitación estaban ya los padres de Frank, a los que habían llamado desde casa, y los de Jamia, que no veían del todo bien el hecho de que su hija fuese a darle custodia al chico y quitarse toda responsabilidad. Pero era su hija y la apoyaban.

F- ¿Cómo está? ¿Ha nacido ya? -Casi que gritó nada más verles.

Linda- No. Pero parece que Jamia está teniendo algunas complicaciones por el adelanto del embarazo. Esa chica rubia está con ella, no nos dejan entrar.

F- Necesito verla. -Golpeó la puerta de la habitación y Stella se asomó por ella.

Stella- Oh, Frank, al fin llegas.

F- ¿Cómo va todo? -Preguntó preocupado.

Stella- Parece que será más difícil de lo normal, pero todo está bien, no te preocupes. Entra a verla si quieres y yo me quedo fuera. Tú eres el padre. -Le sonrió y le dejó pasar para salir ella después.

En la habitación había un par de enfermeras que vigilaban los avances y el estado de Jamia, mientras ésta estaba tumbada en la cama sobre un montón de almohadas. Su rostro estaba empapado y el ceño fruncido en clara muestra de dolor.

Frank se acercó a ella temeroso y puso una mano sobre su brazo.

F- Ey, Jam. ¿Qué tal estás?

Jamia- Frank, ¡te odio! ¡Esto es lo peor del mundo!¡AHH! -Agarró una mano del chico y la apretó mientras sufría una dura contracción.

F- No te preocupes, ya queda poco. Pronto acabará todo. -Intentó tranquilizarla con voz suave y pasando una toallita húmeda por su frente.

Jamia- Eso espero. O te torturaré para que sientas una mínima parte de lo que yo estoy sintiendo ahora. -Le amenazó, causándole gracia a Frank, pero se abstuvo de reír por temor a que hablase en serio.

Pasaron el resto del tiempo en silencio, excepto por las quejas de Jamia y las palabras de aliento de Frank.

Así estuvieron por más de 6 horas en las que el chico salía de vez en cuando al pasillo para que entrase Stella o la madre de la chica en su lugar.

Y cuando estaban cerca de cumplir las 9 horas de parto, el doctor echó a Frank de la habitación, anunciándole a Jamia que había llegado la hora. En situaciones normales, el padre podría haberse quedado junto a la embarazada, pero no esta vez. Todo se estaba complicando e iban a tener que dormir a Jamia para llevar a cabo el parto.

Fuera de la habitación, la madre de Jamia se aferraba a su marido esperando noticias, Linda y Cheech cuchicheaban en un rincón y Frank caminaba, atacado de los nervios, de un lado a otro bajo la atenta mirada de Gerard.

Y al fin, después de otras 2 horas de espera, una enfermera salió con un bulto en los brazos.

-A ver, ¿quién es el papá de esta ricura? -Preguntó mirando al grupo de gente.

F- ¡Yo! Bueno, nosotros. -Rectificó mirando a Gerard. La emoción reflejada en los ojos de ambos. La enfermera les miró confuso y Frank negó con la cabeza- Es una larga historia.

Se acercaron a ella y enseguida le tendió el bebé a Frank, que la acunó con cuidado entre sus brazos, temiendo realizar cualquier movimiento.

-¿Qué tal está mi hija? -Escucharon preguntar de fondo, acompañado por una respuesta positiva de la enfermera. Pero ellos dos estaban muy ocupados con la personita que dormía en brazos de su padre.

G- ¿Qué es? -Preguntó acariciando la mejilla del bebé con una gran sonrisa, idéntica a la de su novio.

Frank removió un poco las mantas que lo envolvían y amplió su sonrisa todo lo posible y más.

F- Una niña.

G- Es preciosa. ¿Estás feliz? -Miró fijamente a Frank, cuyos ojos brillaban de lágrimas contenidas.

F- Más que en toda mi vida. -Torció un poco el cuello y besó suavemente los labios del pelirrojo- Ten, cógela.

G- Pero... Me da miedo.

F- Venga, eres su papá también, ¿no? -Su sonrisa llena de calidez terminó de convencerle. Extendió los brazos y apretó contra su pecho a la pequeña, que entonces se removió un poco y abrió los ojos.

G- Hola preciosa. -Susurró- Tienes los ojitos de papi Frank, ¿sabes?.

Mientras tanto, Linda y Cheech les observaban desde lejos llenos de ternura. Se morían de ganas por ver a la niña, pero pensaron que era bueno dejarles un momento para ellos.

F- Ahí están tus abuelos. -Dijo, llamando a sus padres con la mano para que se acercasen.

Al llegar a ellos, Gerard en seguida le dejó la niña a Linda, que empezaba a llorar que la emoción mientras su marido acariciaba la pequeña cabecita.

Cheeh- ¿Cómo se llamará?

F- Pues habíamos pensado algunos nombres pero... -Hizo una pausa y miró a los ojos de Gerard- Quiero que se llame Helena. -El pelirrojo elevó las cejas totalmente sorprendido, pues nunca había comentado eso.

G- ¿Q-Qué?

F- Gee, no sabes cuánto te agradezco todo lo que has hecho por mí. Y muchas veces me has hablado de cuánto querías a tu abuela y de lo mal que lo pasaste cuando ella murió así que quiero que se llame así. Helena.

Gerard se quedó en silencio un momento, digiriendo la noticia y perdido en los ojos de su pareja y sus pensamientos, hasta que por fin sonrió con todo lo que tenía y le abrazó, luchando por no llorar como su suegra.

G- Frank, te amo. No te hacer una idea de cuánto. Gracias, gracias, gracias. -Intercaló cada agradecimiento con un beso, terminando con uno sobre sus labios que se alargó unos minutos.

No se soltaron hasta que la voz de la enfermera les hizo volver al mundo real.

-Bueno, debo llevarme a la pequeña. Dentro de un rato podrán entrar a ver a la madre, que se está recuperando rápidamente.

Reticentes, le entregaron el bebé y se desplomaron en las sillas, por fin tranquilos después de tantas horas.

Cuando les avisaron de que Jamia estaba despierta y podían entrar a verla, fueron sus padres los primeros en pasar mientras Gerard, Frank y los padres de éste iban a comer algo para no molestarla con demasiadas visitas juntas. Y, cuando los padres de la chica se fueron a descansar a casa tras comprobar el estado de su hija, Linda y Cheech le hicieron una visita relámpago y dejaron a la pareja con ella.

F- Jam, ¿qué tal estás?

Al entrar encontraron a la chica dándole el pecho a la bebé. Al escucharles levantó la cabeza para mirarles y regalarles una sonrisa cansada.

Jamia- Agotada, pero bien. Ey, peque, mira a tus papás. -Le habló a la niña.

G- Has tenido una niña preciosa.

F- Pues claro. Ya sabes quienes son sus padres, ¿cómo no iba a serlo? -Gerard rodó los ojos y Jamia rió bajito para no asustar a la bebé.

G- Vaya, habló Mister Ego. -Los dos chicos se enzarzaron en una "pelea" a golpes suaves y algún que otro mordisco mientras Jamia los miraba divertida.

Jamia- La verdad es que hacéis una pareja increíble. Es muy afortunada de teneros. -Dijo, refiriéndose a la recién nacida.

Los chicos dejaron lo que hacían y se acercaron a ella.

F- Nada de esto sería posible sin ti. Muchas gracias.

G- Sí, gracias.

Jamia- Es lo menos que podía hacer después de que me perdonaseis por haber sido tan hija de puta. -Bromeó.

...


Un rato más tarde, Gerard y Frank llegaban a casa, habiendo dejado a Helena en el hospital y a Jamia descansando. No sería hasta dentro de dos días cuando podrían llevarse a la niña a casa, debido al parto anticipado. Aunque todo estuviese bien, habían preferido controlarla en sus primeras horas.

Cuando los chicos llegaron a casa, lo primero que hicieron, inconscientemente, fue entrar al que sería el cuarto de Helena.

Lo bueno sería que les daría tiempo a colocar los muebles, lo único que faltaba para dejarlo todo listo.






Continuará...

domingo, 19 de febrero de 2012

Cap. 52 "Obsesionados con el sexo"

CAPÍTULO 52:



F- ¿Quieres que vayamos mañana a cenar por ahí?

G- Lo siento, cielo, pero tengo que quedarme en la editorial. No sé a qué hora llegaré.

Y otra mañana volvían a tener la misma conversación.

Desde hacía algunos días, Gerard se iba a trabajar en la editorial por la mañana y no volvía hasta tarde por la noche. Estaban a punto de lanzar un nuevo cómic y trabajaban contra reloj, por lo que debían aprovechar todo el tiempo que pudiesen.

Y Frank ya no sabía qué hacer tanto tiempo solo en casa, sin su pareja.

F- No me jodas. ¿Mañana también?

G- No empecemos otra vez, Frank. Lo hemos hablado miles de veces ya. Hasta que no publiquemos el cómic no tendré un horario fijo y tendré que quedarme hasta tarde.

F- Si lo entiendo pero es que... -Frank se acercó a él hasta rodear su cuello con los brazos y mirarle fijamente a escasos centímetros de distancia- Pasamos poquísimo tiempo juntos y te echo de menos. - Rozó su nariz con la del pelirrojo- Además, me muero de aburrimiento solo en casa. -Añadió separándose de él y cruzando los brazos sobre el pecho.

G- Yo también te echo de menos, princesa. -Susurró volviendo a abrazarle- Pero sabes que esto es importante para mí. Búscate algo que hacer mientras yo no esté. Llama a Pete o a alguno.

F- Ellos también tienen sus trabajos. Soy el único que no hace nada.

G- Oh, es verdad. Eres un mantenido. -Bromeó.

F- Calla, estúpido.

G- Va, no te enfades. -Le dio un beso en los labios que en seguida consiguió hacerle sonreír- Tengo que irme, ¿vale?

F- ¿Seguro que quieres irte? -Preguntó en tono sugerente, rozando sus labios con los contrarios y acariciando sus contados con las manos.

G- Claro que no quiero. -Por un momento se dejó llevar por las sensaciones de Frank acariciando su cuerpo, pero volvió en sí al ver el reloj de la pared- Pero debo irme. -Se alejó con desgana de él y le besó de nuevo, más profundo esta vez, para después susurrarle- Hasta la noche. Te amo.

F- Yo también te amo.

Y le vio salir del apartamento.

Frank suspiró audiblemente y se preparó para otro día aburrido.

Estuvo un rato viendo la televisión, escuchó música, tocó la guitarra en la terraza y compuso un par de canciones.

Pero por la tarde estaba que se subía por las paredes, agobiado de estar todo el día encerrado en casa sin nada que hacer.

Así que decidió salir a dar un paseo.

Caminó por el parque y se sentó al lado de una fuente, fumando un cigarrillo y viendo a la gente pasar de un lado a otro. Y entre el gentío reconoció a una chica con una enorme barriga de embarazada.

Sonrió y corrió hasta ella.

F- ¡Jamia!

Jamia- Hola, Frankie. ¿Qué haces por aquí?

F- Pasar el rato. No tengo nada mejor que hacer. -Respondió encogiéndose de hombros y llevando una mano hasta el vientre de ella con ternura- ¿Cómo estás?

Jamia- Los dos estamos perfectos. -Refiriéndose al bebé- Muy cansada, eso sí. No sabes qué ganas tengo de dar a luz de una buena vez.

F- Es normal. Pero ya queda poco. -Una idea le golpeó de repente- Oye, sé que cuando nazca el bebé no tendrás ninguna responsabilidad con él y eso pero me preguntaba si querrías venir conmigo a comprar algunas cosas para él.

Jamia- ¿Y Gerard?

F- Está muy ocupado con un nuevo lanzamiento. Y el punto de vista de una mujer siempre viene bien.

Jamia- Entonces te acompañaré en cantada. -Aceptó con una sonrisa.

Ese día no fueron de compras, ya que la chica realmente necesitaba descansar. Pero quedaron para el día siguiente. Y el otro. Y el otro.

Juntos compraron una cuna para el nuevo miembro de la familia, un cambiador, una trona y algunos adornos para la que sería su habitación.

Las compras les llevaron varios días y tras ella empezaron a quedar para simplemente entretenerse y hacerse compañía.

Jamia sabía bien que Frank odiaba estar solo y más odiaba el aburrimiento, así que vio una buena forma de agradecerle sus cuidados pasando tiempo con él.

Pero Gerard veía eso con ojos muy diferentes.

Le daba igual que Frank pasase todo su tiempo con sus amigos, su familia o con quien fuese. Pero Jamia... Vale que la chica había cambiado y todo ese rollo, pero no podía olvidar que ella y Frank habían estado mucho tiempo siendo pareja.

Y escuchar a Frank hablando de ella todas las noches, de lo que habían hecho, lo que le había contado o cualquier otra mierda, le hacía hervir de celos.

Y esa noche estalló.

F- Jamia dice que podíamos poner este color en la pared del dormitorio del bebé, que es tranquilizante. -Le contó mostrándole una paleta con muestras de pinturas.

G- Pues si ella lo dice, tendrá razón. Jamia es tan lista y divertida. -Dijo con desprecio y sarcasmo.

F- Gee, ¿qué te pasa?

G- ¡Pues que estoy harto! Te pasas todo el día con ella y cuando estamos juntos no paras de nombrarla.

F- Por si no te has dado cuenta, paso tanto tiempo con ella porque tú estás todo el maldito día trabajando.

G- ¡Pero has elegido todos los muebles del bebé con ella! ¡Y la decoración! Dejándome a mí de lado. No me tomas en cuenta.

F- No te dejo de lado, pero si tenemos que esperar a que estés libre para preparar el cuarto, nace el bebé y sigue vacío.

G- ¿¡Puedes hacerme el favor de dejar de echarme en cara a todas horas que paso poco tiempo en casa!?

F- No te lo echo en cara, sólo te digo la verdad.

G- Vale, perfecto. Me largo. Vete con ella si tan a gusto estás. -Se levantó de la mesa del comedor y salió del apartamento dando un portazo, dejando a Frank dentro, con la mirada perdida y destrozado sin saber qué había pasado.

Pasó toda la noche en vela esperando a que su novio regresase, pero cuando llegó el medio día seguía estando solo.

Estaba asustado. Tenía pánico de que Gerard le hubiese dejado solo de nuevo.

El pelirrojo no era así. No se iría por una pelea tan tonta, y menos sin hablarlo bien antes o sin avisar. Pero que no volviese a casa le tenía de los nervios.

Después de llamar a Mikey para comprobar que al menos estaba bien y no le había pasado nada, llamó a Jamia y fue a su casa.

Lo único que podía levantarle el ánimo no era estar con ella, sino sentir a su bebé junto a él, aunque fuese dentro del vientre de la chica.

Estuvo toda la tarde con ella, quien le tranquilizó cuando Frank le contó lo que había pasado, y esta vez fue él quien no volvió a casa.

Pero a la noche siguiente se dijo que no podía escapar de los problemas. Llevaba muchos años haciéndolo, resguardándose en el alcohol y las drogas y había acabado muy mal, así que debía cambiar eso. Volvería para hacer frente a lo que hiciese falta.

Cuando se encontró frente a la puerta del apartamento, cerró los ojos y respiró hondo antes de abrir.

Todo seguía tal y como lo había dejado el día anterior. Pero unos ruidos donde las habitaciones llamaron su atención.

Despacio y sin hacer ruido caminó por el pasillo, mirando dentro de los cuartos, sin ver a nadie dentro, hasta llegar al cuarto del bebé.

Lo que allí vio le hizo respirar tranquilo y sonreír.

Gerard estaba totalmente concentrado de cara a la pared del fondo, rodeado de botes de pintura, pinceles y brochas desparramados por el suelo.

Frank le observó desde la puerta sin hacer ruido para que no le descubriese. El pelirrojo estaba terminando un dibujo en la pared frente a él. Se mordía el labio como siempre que se concentrada profundamente en algo, sus manos estaban llenas de pintura y su ropa manchada de distintos colores. También sus mejillas y su frente tenían restos de color.

Esa imagen causó gran ternura en Frank, que entró por fin en la habitación.

F- Gerard. -Le llamó desde atrás con voz suave, sobresaltándole ligeramente cuando vio que había terminado.

El pelirrojo se llevó una mano al pecho.

G- ¡Frank! Me has asustado.

F- Perdona. -Se disculpó con una risilla- ¿Qué haces?

G- Frankie. -El pelirrojo se giró, dejando los utensilios que estaba usando en el suelo, y se acercó al otro- Lo siento. Lo siento tanto. No tenía que haberme ido así la otra noche. No tenía ningún derecho a enfadarme así. He sido yo el que ha estado ausente y preocupado únicamente por mi trabajo. Además fue mi idea la de que buscases algo que hacer. Y me parece perfecto que hayas estado con Jamia y os hayáis hecho compañía el uno al otro. Sólo es que estaba celoso, entiéndeme, yo...

No pudo seguir con su alocado discurso cuando los labios de Frank se presionaron con los suyos.

F- Está bien, lo entiendo. -Le dijo cuando rompieron el beso, pero sin alejarse demasiado, aún con las frentes unidas. Pero después frunció el ceño, se cruzó de brazos y se alejó- ¡Pero no vuelvas a hacerme eso! No sabes lo mal que lo he pasado, pensé que me habías dejado de nuevo.

Gerard le miró con culpa en los ojos y no pudo resistirse a abrazarle al ver el tierno puchero de sus labios.

G- Lo siento, cariño. No volveré a hacerlo. Antes me corto la lengua.

F- No. Si vuelves a hacerlo, seré yo quien te corte otra cosa. -Y para hacerse entender, apretó con fuerza su paquete, haciéndole encogerse de dolor.

G- Vale, vale. Me lo tendría merecido. -Frank dejó de apretar, sonriendo, pero no quitó la mano, sino que le masajeó suavemente la zona para contrarrestar el dolor- Mmm, sí eso está mejor. -Suspiró, centrándose en esa deliciosa fricción. Pero todo terminó tan rápido como empezó y esa mano se alejó de él- Eres cruel.

F- Te está quedando increíble. -Comentó ignorándole y dando vueltas sobre sí mismo para ver la habitación entera, con la boca abierta.

Las cuatro paredes de la habitación estaban pintadas de azul cielo. En la esquina más cercana a la puerta había un árbol de color marrón suyas ramas iban hacia las dos paredes que se unían en ese punto, y esas ramas tenían algunas hojas verdosas y un par de pajarillos, todo pintado a mano.
En frente, en el centro de la pared contraria y entre dos ventanas, otro árbol del mismo estilo, cuyas ramas pasaban por encima de los cristales.
Por último, alrededor de toda la habitación y a la altura del suelo, había pintado hierba.

Estar en ese cuarto hacía creer que estabas en mitad del campo. Sólo faltaba el sonido de los pájaros.

G- ¿Te gusta? -Le susurró al oído tras abrazarle por la espalda.

F- Es impresionante. Eres un artista. -Gerard sonrió mostrando todos sus dientes.

G- Cuando me fui me encerré en la editorial y pasé allí la noche pensando. Ayer por la tarde volví para hacer las paces contigo pero no estabas, así que decidí hacer algo para compensar mi estúpido comportamiento. Llevo un día y medio aquí metido trabajando. No he dormido más que un par de horas cuando salí a comer algo.

F- Eh, no puedes hacer eso. Tienes que comer y dormir. Te hará mal el olor y los vapores de la pintura.

G- Estoy bien, mamá. -Bromeó.

F- Hablo en serio. Es por tu salud.

G- Ya he terminado. Comemos y me acuesto, ¿te parece? -Le dijo, rozando su nariz contra el escorpión de su cuello. Frank asintió.

Mientras Frank preparaba la cena y la mesa, Gerard se duchó, se relajó y se quitó toda la pintura de encima.

Después de cenar se metieron en la cama. Gerard no había dormido, pero Frank no había descansado nada la noche anterior por culpa de la preocupación. Así que se quedaron dormidos al momento, uno en brazos del otro, felices. Olvidando que había un mundo más allá de esa habitación.

Pero una llamada de teléfono por la mañana les trajo de vuelta a la realidad. Frank respondió adormilado.

F- ¿Quién?

-¿Eres Frank?

F- Sí. ¿Quién es?

-Soy Stella, la amiga de Jamia. Ella está en el hospital.

F- ¿Qué? -Gritó, sentándose de golpe y asustando a Gerard- ¿Qué ha pasado?

-Parece que el bebé se ha adelantado.

F- Voy para allá enseguida. Hasta ahora. -La chica se despidió y cortaron.

G- ¿Qué ha pasado, Frank?

F- Jamia está en el hospital. El bebé viene de camino.




Continuará...

sábado, 11 de febrero de 2012

Cap. 51 "Obsesionados con el sexo"

La mañana siguiente a la fiesta fue rara. No rara para todos los invitados, pero sí para los que están encerrados todavía en la habitación.

Y no porque se arrepintiesen de lo que había pasado, sino porque tremendo lío de piernas, brazos, cabezas y demás no es una forma típica de despertarse.

Gerard fue el primero en hacerlo.

Frente a él aún estaba Frank, al cual tenía abrazado desde la espalda. Detrás estaba Quinn, quien, a propósito o sin darse cuenta, había colado su erección matutina entre las nalgas del pelirrojo. Y al otro lado de Frank estaba Bert, con una pierna sobre la cintura de Frank y el pelo tapándole la cara.

Al ver la situación no puedo evitar reír por lo bajo. Intentando mover la cama lo menos posible para no molestar a los otros tres, que aún seguían durmiendo, consiguió levantarse. Rebuscó por el suelo y encontró su boxer y sólo con eso salió del cuarto.

Entró a la cocina restregándose los ojos y pensando en meterse un buen café en vena para espabilarse, cuando se encontró de frente con su hermano.

Mikey- Vaya, al fin el anfitrión se digna a aparecer.

G- Buenos días a ti también, Michael. Dime que has hecho café.

Mikey- Por supuesto. ¿Por quién me tomas? -Gerard caminó hasta la cafetera, encontrándola vacía- Pero solo para mí, claro. No soy el criado de nadie.

El mayor de los hermanos gruñó y puso a funcionar la cafetera mientras Mikey se iba al salón riendo. Le encantaba molestar a su hermano recién levantado.

Cuando por fin consiguió su taza de café recién hecho fue al salón y se dejó caer junto a su hermano en el sofá, suspirando tras darle un gran sorbo a la bebida.

G- ¿Qué pasó con los demás?

Mikey- Ray se fue pronto porque hoy tenía que trabajar o no se qué. Pete hizo muy buenas migas con ese tal James y desaparecieron después que vosotros. Y Bill y Shannon se despertaron un poco antes que tú y se fueron. No sé qué habrá sido de los demás, pero me alegro que el rubio ese, Quinn, se haya ido, porque anoche no se despegó de mí ni un momento, intentando sobarme a la menor oportunidad.

Quinn- Es que eres tan mono y tan achuchable... Dan ganas de no despegar las manos de tu cuerpo. -Quinn se había despertado ya y había estado escuchando a Mikey desde detrás del sillón, desde donde hablaba ahora.

Al escucharle Mikey se giró asustado y su cara se volvió de color rojo.

Mikey- Yo, esto... -Intentaba disculparse cuando se dio cuenta de algo, así que frunció el ceño y miró fijamente a su hermano- ¿Por qué sale del dormitorio y tan escaso de ropa como tú?

G- Verás hermanito, es que anoche nosotros... -Pero antes de poder explicarse fue interrumpido.

Mikey- ¡GERARD ARTHUR WAY LEE! No me puedo creer que le hagas eso a Frank. ¡Y menos recién salido del centro de rehabilitación! ¿Dónde está? -Le gritó. Gerard sólo le miraba como si le hubiera salido una tercera cabeza y Quinn prefería mantenerse al margen.

Pero antes de que Mikey decidiese pegar a su hermano o algo por el estilo, Frank entró en la habitación vestido con un boxer y colocándose la camiseta de Gerard.

F- ¿Por qué dais tantas voces? -Preguntó somnoliento y bostezando.

Mikey- ¿Tú también estabas en la habitación? -Se extrañó, calmando su tono de voz.

F- Claro. ¿Dónde iba a estar si no? -Caminó hasta Gerard y se sentó sobre su regazo, quitándole la taza de las manos para beber él.

Mikey- Pero Gerard y Quinn... Ellos dos estaban...

F- Ellos estaban en la habitación conmigo.

Bert- Y conmigo. -El ultimo que faltaba había despertado también- Es imposible dormir si no paráis de moveros y de gritar. -Se quejó. Fue a sentarse en el sitio libre en el sillón y el dolor de su trasero le hizo ver las estrellas- Mierda. Estas son las consecuencias de una noche loca.

Los otros tres que sabían a qué se refería se echaron a reír y Mikey se mostró más confuso aún.

Mikey- Entonces vosotros cuatro... -Hizo gestos con las manos y les miró uno por uno como asentían con la cabeza- Madre mía, no me lo puedo creer. No he conocido a personas más viciosas que vosotros.

Y con eso solo consiguió que volvieran a reír.

...


Las semanas siguientes a la fiesta Gerard y Frank los dedicaron a la mudanza para así instalarse definitivamente en su nuevo apartamento.

El pelirrojo ya tenía la mayoría de sus cosas allí, así que compraron los muebles y recogieron las de Frank.

Esa tarde se encontraban en el cuarto del menor de su antigua casa metiendo en cajas lo poco que les quedaba ya para terminar la mudanza.

Frank guardaba sus discos en una caja con cuidado de que ni se rompiesen ni se rayasen y Gerard miraba debajo de la cama por si se les había pasado algo.

Y sí que se dejaban algo; Una gran caja negra estaba allí escondida.

Metió medio cuerpo bajo la cama para alcanzarla y tiró de ella hacia afuera, colocándola sobre la cama. Se sentó al lado e intentó abrirla, pero tenía varios candados.

G- Ey, Frankie. ¿Qué es esto?

Frank dejó los discos a un lado para ver a qué se refería y sonrió de lado al descubrir la caja.

F- ¿Por qué no lo averiguas tú mismo? -Rebuscó en una cajón, sacó unas llaves y se las tiró. Gerard las cogió al vuelo y fue probando llave a llave hasta que consiguió abrir todos los candados.

Al abrir la caja sus ojos se quedaron como platos y la boca abierta.

G- No lo puedo creer... -Murmuró. Y cuando se repuso de la sorpresa preguntó, en tono divertido- ¿Has usado todo esto?

F- Pues claro. Todas y cada una de esas cosas.

G- ¿Y se puede saber por qué nunca me dijiste que tenías un arsenal de juguetitos sexuales como éste?

F- Creo que te lo comenté una vez... Cuando te enseñé una de mis películas porno caseras. Pero no te lo llegué a enseñar. -Explicó encogiéndose de hombros.

Gerard seguía cotilleando dentro de la caja, pensando ideas para utilizar todas esas cosas: Aceite para masaje, lubricantes y preservativos, todo de sabores, anillas retardantes, un dildo, un plug, esposas... Todo un sex shop en una caja, vamos.

G- ¿Para qué sirve esto? -Preguntó señalando un pequeño control remoto.

F- Mira, coge esta anilla. -Gerard sujetó lo que le daba en la mano y cuando Frank apretó un botón del mando, la anilla empezó a vibrar- Tiene varias velocidades. La puedes llevar puesta y que otra persona la controle como quiera. -Le contó con voz provocativa.

G- ¿Cuándo vamos a probar todo esto? -Gerard había cogido a Frank de la cintura y le había tirado sobre él en la cama para después besarle el cuello.

La respiración de Frank se agitó al sentir la lengua del pelirrojo contra su piel y las manos apretándole el culo para pegarle más a él.

F- Cuando acabemos la mudanza. -Un sonido lastimero escapó de la garganta de Gerard, pero no se movieron, sino que se besaron como si quisiesen sacarse el alma por la boca, moviendo sinuosamente las caderas para rozarse.

Y cuando mejor se estaba poniendo la cosa, la puerta se abrió y Linda apareció por ella.

Linda- Chicos ya está... Oh, perdón, lo siento. -Se disculpó, avergonzada al verles- Creo que estoy teniendo un deja vù. En fin, sólo venía a deciros que el coche está listo, todas las cajas están dentro ya. -Y salió, cerrando la puerta tras ella.

G- No me lo puedo creer. ¿Por qué tu madre siempre nos pilla en alguna situación comprometida? -Preguntó riendo y sentándose en la cama, aún con Frank sobre sus piernas.

F- Creo que tiene una especie de radar o algo así... ¿Nos vamos? -Se puso de pie, cogiendo la caja de los discos mientras Gerard cogía la recién descubierta y continuaron con la mudanza.

G- Espero que terminemos pronto con esto para que podamos usar todas esas cosas. -Resopló antes de salir.

...


G- Oye, Frank.

Gerard salía del dormitorio, recién levantado. El pelo rojo cayendo despeinado sobre sus ojos, el torso al aire y solo un boxer cubriendo su cuerpo.

Frank ya llevaba un rato despierto y preparaba el desayuno en la cocina. En su caso, vestido únicamente con un pantalón de pijama que le quedaba grande y dejaba ver los huesos de su cadera y la línea de vello que bajaba desde su ombligo y se perdía bajo la tela.

Al escuchar que le llamaba se giró y no pudo evitar sonreír al recorrerle de arriba a bajo con la mirada.

F- ¿Estás contento o es que te alegras de verme? -Preguntó con la vista fija en el más que marcado bulto dentro de su ropa interior. Sin darse cuenta se estaba relamiendo los labios.

Gerard sonrió interiormente. Ese último gesto no se le había pasado por alto, lo que le convencía de que su propósito no iba a ser rechazado.

G- Las dos cosas. Dime, ¿qué día es hoy? -Preguntó fingiendo desinterés.

F- Sábado. ¿Por qué? -El pelirrojo se encogió de hombros.

G- ¿Y qué hora es? -Extrañado por tanta pregunta sin sentido, el menor arrugó la frente y miró su reloj.

F- Las 10:20 de la mañana.

G- Muy bien. Pues recuérdalo porque desde este mismo momento hasta mañana domingo a las 10:20 de la mañana, serás mi esclavo. ¿No creerías que se me iba a olvidar? -Frank ronroneó ante el cambio de tono del pelirrojo y sonrió de medio lado.

F- Está bien... AMO. -Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Gerard ante ese apelativo- ¿Qué desea que haga? -Gerard se recompuso como pudo y, con voz firme dijo:

G- Te quiero desnudo y de rodillas comiéndome la polla. Mira cómo estoy por tu culpa. Te metes en mis sueños y me despierto más duro que una piedra.

Frank no dijo nada más. Sólo sonrió con picardía y empezó a quitarse el pantalón. Serían unas 24 horas muy interesantes.

Y eso era justamente lo que pensaba Gerard al ver cómo Frank se arrodillaba frente a él sin dejar de mirarle a los ojos y le bajaba el boxer lo justo para dejar libre su erección.

Tener 24 horas a Frank Iero a su entera disposición era un regalo que no iba a desperdiciar. Recién empezaba el día y ya tenía la cabeza llena de ideas para disfrutar hasta el último segundo.

Además, por fin habían terminado con el traslado al nuevo apartamento y podrían utilizar todos los juguetitos de esa caja tan especial.



[El resto de capítulo queda CENSURADO]




Continuará...