viernes, 4 de mayo de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 4

CAPÍTULO 4:

-Gerard, estoy jodido. Bien jodido. -Le decía Mikey a su hermano una y otra vez mientras daba vueltas por el salón de su casa volviendo loco al mayor.

-Deja de decir eso de una vez. Siéntate, tranquilízate y dime qué demonios te pasa.

Al ver que Mikey no le hacía el menor caso y seguía repitiendo lo mismo, se levantó de donde había estado pintando hasta la llegada de su hermano, le cogió de un brazo y le obligó a sentarse en el sofá, quedándose a su lado.

Nunca había visto a su hermano tan angustiado e inquieto y eso no era para nada buena señal.

-Respira Mikey. Y ahora, cuéntame qué te ocurre. ¿Por qué estás así? -El menor cogió aire y cerró los ojos dándose fuerza mentalmente para hablar.

-¿Recuerdas a la chica que conocí hace algo más de un mes?

-Oh, sí. Esa de la que te enamoraste a primera vista y no parabas de hablar de ella, ¿cierto?

-Exacto. -Suspiró.

-¿Cómo se llamaba? ¿Selena? ¿Malena?

-Elena. -Le corrigió.

-Si, eso. Y bueno, ¿qué pasa con ella? -Le miró pensativo y abrió los ojos con temor- ¿La has embarazado?

-¿Qué? No, no. No es eso. -Gerard respiró aliviado- Es peor. Resulta que no la conocía tan bien como creía.

-¿Está casada?

-Ojala... Pero no puede casarse. No con su edad. -Comentó casi en un susurró.

-Espera, ¿qué? ¿Con su edad? Mikey...

-Tiene 16 años. -Le cortó- Yo pensando que era profesora y por eso iba al instituto y resulta que estaba estudiando. -Comentó más para sí mismo que para Gerard.

-Mikey, ¿cómo has podido acostarte con una niña de 16 años? Es como si te liases con nuestra, em, hermana. -Aún se les hacía raro el hecho de tener una hermana.

-Eso es lo peor. -Susurró cabizbajo- Es ella. Mi Elena.

Durante unos eternos minutos ninguno de los dos dijo nada. Mikey esperando con miedo la reacción de su hermano y Gerard rogando porque el otro dijese de repente que todo era una broma.

Pero eso nunca pasó, y cuando vio un par de lágrimas corriendo por las pálidas mejillas del castaño, la realidad le golpeó como un bate en las costillas.

-¿Estás... Estás hablando en serio? ¿Nuestra hermana Elena? ¿Ella es la chica especial y perfecta de la que estabas enamorado? -El llanto de Mikey aumentó como respuesta- Bueno, no sé si perfecta, pero especial es, eso seguro. -Comentó para después pasar un brazo alrededor del menor, intentando consolarle.

-Y lo peor es que aún la amo, Gerard. Intenté alejarme de ella cuando me habló de sus verdaderos padres y de repente mamá la invita a vivir con nosotros. Y para colmo, me entero de que sólo tiene 16 años. -Sollozó con fuerza, sintiendo los brazos de Gerard apretarse más a su alrededor- La amo, Gee. La amo más que a mi vida. Joder, soy un pedófilo incestuoso.

-No, Mikey, no hables así. Tú no sabías nada de esto cuando la conociste. Imagino que ha sido un duro golpe. Me tienes aquí para lo que necesites, lo sabes, ¿no?

Mikey asintió con la cabeza y volvieron a quedarse en silencio. Gerard fue a por un vaso de agua para su hermano y volvió junto a él.

-¿Y qué tal llevas la convivencia con ella?

-Estas semanas han sido horribles. Verla todas las mañanas con esa carita, aún medio dormida. Y por las noches cuando sale del baño sólo con una toalla para ir a su habitación... Pero lo peor es saber que está a unos pocos pasos y no puedo acercarme a ella, dormir con ella, besarla como tanto deseo.

-Mamá me decía que estaba preocupada por ti porque apenas pasabas por casa y cuando ibas te encerrabas en tu cuarto. Ya entiendo por qué.

-No le digas nada de esto a mamá, por favor. A nadie.

-¿El qué no le puedes decir a nadie, cariño?

La pareja de Gerard entraba en ese momento en el salón donde estaban. Tan ausentes estaban metidos en la conversación que no le habían escuchado llegar.

-Frankie, mi amor. No es nada. ¿Qué tal el día?

El recién llegado caminó hacia su novio, saludando a Mikey con un gesto de cabeza, y se sentó en el reposabrazos para darle un pequeño beso en los labios.

-Mejor ahora que estoy en casa. ¿Qué tal, Mikey? ¿Problemas existenciales que consultar con tu hermano?

-No, todo está bien. -Respondió con un tono no muy creíble y se puso en pie- Bueno, os dejo, que querréis estar solos.

-Espera, te acompaño a la puerta.

Gerard se levantó también, recibiendo una palmada juguetona en el culo por parte de Frank, y siguió a su hermano hasta la puerta de entrada.

-Gracias por escucharme y no juzgarme, Gee. En verdad necesitaba contárselo a alguien.

-No tienes nada que agradecerme. Para eso estoy aquí. -Le dio un piquito fraternal en los labios- Te quiero.

-Yo también te quiero.

Al dejar la casa de la pareja y caminar hasta la suya no pudo evitar pensar en la envidia que sentía hacia ellos. Frank y Gerard se tenían el uno al otro, se amaban y no dudaban en demostrárselo en cuanto podían. Nunca había visto tan feliz a su hermano como lo era desde que estaba con Frank.

Y él quería lo mismo. Alguien con quien compartir su vida, a quien llenar de cariño.

Sin darse cuenta estaba frente a la puerta de su casa, sin llaves y sintiendo pequeñas gotas de agua caer sobre él. Así que antes de empaparse, llamó al timbre.

Elena fue la que abrió la puerta.

-Ho-Hola, Mikey.

-Hola. -Pasó de largo sin mirarla demasiado y casi corrió hasta su habitación, donde cerró la puerta con pestillo.

Pero no recordó que en la habitación había otra puerta. Una que daba directamente a la habitación que fue de Gerard y ahora ocupaba Elena, sin tener que salir al pasillo.

Al llegar a su cuarto se dejó caer boca abajo en la cama y no notó que la puerta se abría y alguien caminaba hacia él hasta que una mano se posó con suavidad en su cabeza, acariciándole con la punta de los dedos. Y eso fue lo único que necesitó para reconocerla.

-Elena... ¿Qué haces aquí? -Preguntó en tono cansado, sin levantar la cara de la almohada.

-Deberíamos hablar.

-No hay nada de qué hablar. Por favor, vete de mi habitación.

Pero la joven no le hizo caso, sino que se sentó a su lado en la cama y llevó su mano de la cabeza del castaño hasta su espalda.

-Llevas todos estos días esquivándome. Mikey. Por favor, por lo menos escúchame.

El chico se removió un poco y se puso boca arriba, con los ojos cerrados, pues si la miraba, estando los dos en la cama, lo único que podría hacer sería recostarla en el colchón, besarla hasta dejarla sin aire y hacerle el amor toda la noche.

-¿Qué quieres que hablemos? ¿Cómo me engañaste haciéndome creer que trabajabas en ese instituto en lugar de decirme que tienes 16 años?

-Yo nunca te dije que trabajase ahí... Tú no preguntaste por mi edad y yo no comenté nada al respecto. Lo siento por eso. Pero de todas formas, lo que pasó, pasado está. Estuvimos juntos a pesar de que yo soy menor de edad.

-Yo no lo sabía. -La interrumpió.

-Lo que quiero decir es... Ya hemos hecho muchas cosas juntos y no hay vuelta atrás. ¿Por qué dejarlo entonces? Yo aún te amo. -Susurró eso último con voz entrecortada.

-¿Olvidas acaso que somos hermanos? Lo que hicimos estuvo mal. Eres pequeña y encima de mi familia. Soy un monstruo.

-No digas eso ni de broma. Dime. ¿Te parece mal que tu hermano esté enamorado de otro chico? ¿O que una persona mayor encuentre el amor con alguien más pequeño? El amor es para todo el mundo y nadie puede controlarlo. ¿Por qué iba a estar mal que tú y yo nos amásemos?

El sollozo que se escapó de su garganta coincidió con una lágrima que se escapaba de los ojos de Mikey. Al verlo, la chica cogió una de sus manos entre las suyas y la apretó con fuerza. Y, al no encontrar oposición alguna, se inclinó sobre él y rozó sus labios con los propios, sintiendo que el alma volvía a su cuerpo por fin desde que le vio alejarse de su casa hacía más de un mes.

Mikey, que se sentía igual, en un principio no hizo ningún movimiento, pero finalmente no pudo evitar corresponder ese beso tan anhelado por ambos.

Pero antes de dejarse llevar, la razón volvió a su cabeza y separó a la chica de sí, sentándose para quedar frente a frente, acariciando levemente su mejilla con los dedos.

-Aún así, esto está mal, Elena. No podemos estar juntos, entiéndelo.

-¿Todavía me quieres? -Le cortó, mirándole fijamente con esos ojos que le volvían loco.

-No solo te quiero. Te amo más que a mi vida, Elena. -Los ojos de ella brillaron de felicidad- Pero la gente no lo vera bien. Podrían denunciarme por estar con una menor de edad.

-Nadie tiene por qué saberlo. -Llevó una mano hasta el rostro del mayor, acariciando todos sus rasgos- Yo sólo quiero estar contigo, aunque para eso debamos llevarlo en secreto, o tengamos que fugarnos. No me importa, siempre que estés a mi lado.

Y antes de que alguien dijese algo más, sus labios se habían unido en un beso de verdad, no un simple roce como momentos antes.

Labios, dientes y lenguas se reconocieron después de tanto tiempo y se pegaron como si no quisiesen separarse nunca más, exactamente lo que pensaban sus dueños.

Poco a poco fue recostando a la chica sobre la cama, quedando él encima con cuidado de no dejar todo su peso sobre ella.

La ropa estorbaba y no tardó mucho en desaparecer mientras labios y manos recorrían todo el cuerpo contrario, recordando cada pliegue, cada recoveco y cada señal que nunca habían conseguido olvidar.

Pronto Mikey estaba dentro de la persona que amaba, mirándose fijamente a los ojos y prometiéndose en silencio no separarse nunca más.

Nadie podría nunca enterarse de lo que ocurría entre ellos, pero eso no evitaría que se amasen y compartiesen juntos cada momento posible.

Así, cada noche se pasarían en silencio a la habitación contigua, aprovecharían cada minuto en el que estuviesen solos en casa y saldrían juntos, simulando ser dos hermanos que por fin se han aceptado cuando en su interior todo lo que quieren es cogerse de la mano y mostrar al mundo la pareja de amantes que en realidad son.

A pesar de las circunstancias, todo parecía perfecto para ellos y por fin vivían felices.

Pero no todo es lo que parece, ni la felicidad dura para siempre...



Continuará...

jueves, 19 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 3



CAPÍTULO 3:


Tras unos segundos de reflexión interna, Mikey se echó a reír, dejando desconcertada a Elena.

-¿De qué te ríes?

-Muy buena broma. Casi me lo creo y todo. Uff.

-¿Por qué iba a bromear con esto?

-Venga, cielo, déjalo ya.

-¡No bromeo! -Se levantó de la cama sujetando la sábana para taparse. Estaba empezando a enfadarse por el comportamiento de su novio. Ese no era un tema con el que le gustase bromear.

Al ver su reacción, Mikey empezó a preocuparse de verdad.

-No puedes estar hablando en serio.

-¿Cómo se te ocurre pensar que puedo o quiero bromear con algo tan importante como eso? ¿No me crees? -Caminó hasta el armario, de donde sacó unos papeles que le lanzó a Mikey casi a la cara- Compruébalo.

Mikey miró los papeles por encima. Custodias y denuncias hasta llegar a lo que realmente le interesaba, los papeles que decían que Elena había nacido muerta.

Firmados por Donald y Donna Way. New Jersey.

De repente el mundo parecía que se había puesto boca abajo. Acababan de tener una tarde increíble, habían hecho el amor juntos por primera vez y estaban disfrutando de su compañía. Y ahora pasaba eso.

-No. No, no, no. -Murmuró, negándose a creerlo. Pero algo dentro de el le advertía de que podía ser cierto y que seria mucha casualidad que existiese un matrimonio llamado igual que viviese en el mismo sitio. Se puso de pie moviéndose de un lado a otro del cuarto. Además, recordaba que su madre había estado embarazada y había tenido problemas pero...- Esto no puede estar pasando.

-¿Qué te ocurre?

-Yo... Tengo que irme, lo siento. -Recogió toda su ropa y se vistió en menos de que lo dura un parpadeo, tan rápido que a Elena no le dio tiempo ni a acercarse a él para ver qué le pasaba.

-Mikey... Mikey, dime que te pasa. -Rogó preocupada al verle ponerse las zapatillas.

-Esto ha sido un error, Elena. Tengo que marcharme.

Mikey salió de la habitación dejando a una Elena paralizada que salió corriendo tras él cuando escuchó el sonido de la puerta principal al ser abierta, aún solo con la sábana.

-¡Mikey! -El chico se detuvo a unos pasos de la casa, sin mirarla- No sé qué ha pasado o si es por algo de lo que te he contado, pero no me dejes. Por favor.

Su voz sonaba temblorosa y rota, justo como se sentía ella en esos momentos. Mikey se giró para mirarla un momento y sintió que su alma se rompía al verla aferrada con una mano a la sábana y con la otra al marco de la puerta, los ojos rojos y las mejillas mojadas por sus lágrimas.

-Lo siento. -Fue lo único que dijo antes de girarse y caminar a paso rápido hasta su coche. Arrancó y se fue sin mirarla, pues si lo hacia tendría que volver y no podía hacerlo.

Ya en la soledad de su coche, a unas cuantas calles de distancia, paró y dejó escapar todo su dolor a modo de lágrimas desesperadas.

No podía ser cierto. Elena, la chica de la que se había enamorado a primera vista, a quien tantas veces había besado en el poco tiempo que llevaban juntos y con quien había hecho el amor escasas horas antes, no podía ser de su familia.

Su hermana.

La vida estaba siendo cruel con él y el destino se reía en su cara sin consideración.

En su casa, Elena se desplomaba sobre su cama, aspirando el aroma de Mikey que aún impregnaba las sábanas y almohadas, preguntándose qué había salido mal y por qué todo se había terminado tan rápido, sin encontrar una respuesta.

Durante las dos semanas siguientes, Elena llamó al móvil de Mikey, un día tras otro, recibiendo siempre la misma respuesta: nada.

Mikey no respondía sus llamadas ni mensajes y ya no le veía por las mañanas en el sitio de siempre.

Era como si hubiese desaparecido, y tampoco tenía donde buscarle. En el tiempo que duró su relación habían hablado de muchas cosas, pero nunca le había dicho dónde vivía ni le había hablado de su familia. Sólo sabía que tenía un hermano mayor, Gerard, del que hablaba a menudo y al cual parecía que admiraba más que a nadie.

Pero tampoco sabía nada sobre él. Al parecer tenía pareja y vivían juntos. Un compañero de trabajo. Pero no tenía idea de dónde.

Así que lo había dejado por imposible. Seguía llamando de vez en cuando, pero ya no tenia esperanzas de recibir contestación.

Desde aquel día en que Mikey se había ido, pasaba la mayor parte del día encerrada en su cuarto, pagada a su teléfono, y el resto de las horas buscaba información sobre sus padres.

Ya había averiguado que no se habían mudado fuera del país ni del estado, así que seguían viviendo en Jersey, sólo le quedaba averiguar dónde y decidirse a ir. Y también averiguo que, antes de ella, habían tenido otros dos hijos, de 31 y 28 años.

No fue hasta casi un mes después de dejar de ver a Mikey que por fin encontró la dirección de sus padres, pero todavía le llevó una semana más tener la valentía necesaria para ir a verles.

Y allí estaba, sentada en el sillón de la sala de estar de los señores Way escuchando cómo su tía Melani les contaba todo sobre el caso de tráfico de bebés y esperando cualquier reacción por parte de ellos, sobre todo esperando que no se lo creyesen.

Y en un primer momento fue así. Les parecía todo demasiado irreal para ser cierto. Años creyendo que estaba muerta y ahora le decían que había sido un engaño.

Pero con un vistazo a todos los documentos y pruebas que habían recopilado en esos años, terminaron aceptando que era cierto, que esa morena que estaba frente a ellos era su hija Elena, cuyos rasgos físicos les recordaban a los de la propia Donna en su adolescencia.

La mujer lloraba de emoción, de incredulidad y de alegría. Se levantó y, despacio, casi con miedo, se acercó a Elena, que se levantó para quedar frente a ella, y abrió los brazos en muda invitación.

Elena no lo dudó y se abrazó a ella con una gran sonrisa y alguna que otra lágrima por el tan esperado reencuentro. Después fue el turno de Donald de abrazarla, mas tímido que su mujer pero con la misma intensidad.

Se pusieron al día sobre sus vidas. Sus padres se mostraron muy interesados en qué tal había vivido con sus padres adoptivos y después Donald quiso enterarse de todo sobre la investigación, prometiéndole a Melani que les ayudaría en todo lo que pudiese.

-Como me gustaría que hubieses crecido con nosotros. Seguro que te hubieses llevado genial con tus hermanos. Sobre todo con Michael. -Donna y Elena hablaban al otro lado de la sala- Que, por cierto, ya debería de estar aquí. Ha estado tan raro estos últimos días... -Comentó con preocupación maternal.

-A mi también me habría gustado... Ojala me acepten como parte de la familia.

-Seguro que sí. Son muy buenos chicos. Gerard vive con su novio al otro lado de la ciudad y Michael vive aquí.

A Elena no le dio tiempo a pensar en la coincidencia que era que se llamasen Michael y Gerard, igual que Mikey y su hermano, porque en ese momento el hijo menor de los Way entraba por la puerta de la sala, quedándose a cuadros a ver a Elena allí.

-¡Michael, cariño! Ven, ven aquí que te presente.

Elena empezaba a encajar las piezas de ese rompecabezas que siempre había sido su vida.

Mikey, SU Mikey, era hijo de Donna y Donald lo que significaba que también era su hermano.

Ahora entendía la reacción del chico al mencionarle el nombre de sus verdaderos padres.

¡Eran hermanos! Y en su caso, hermanos era igual a incesto.

Mientras todas esas voces gritaban en su cabeza, Mikey se había acercado a su madre y ésta le estaba explicando todo lo que Elena y Melani les habían contado.

-Ella es tu hermana. Elena.

Los dos más jóvenes se miraron fijamente después de un mes de soportar la ausencia del otro. Finalmente, Mikey se acercó a Elena.

-Encantado. -Fue su simple respuesta, antes de estrecharle la mano.

-Cielo, es tu hermana. Dale una bienvenida mejor.

-No, así vale. -Respondió alejándose de nuevo para quedar al otro lado del cuarto y evitar tenerla tan cerca.

Si no ponía distancia entre ellos, se tiraría encima de ella y la besaría hasta morir.

-Justo antes de que llegases estaba diciéndole que ojala hubiese crecido con vosotros. Y como no fue así, me preguntaba si... -Hizo una pausa buscando las palabras correctas que no asustasen a la chica. Donald le dio ánimos con la mirada- Si querías venirte a vivir aquí, con nosotros. Ya que tus padres adoptivos no están... -Elena miró a Mikey de reojo, que tenía los ojos como platos, y Donna tomó su silencio como duda- Claro que imagino que no quieras, no nos conocemos apenas y...

-Si, Donna. Me encantaría. -Respondió finalmente con una gran sonrisa.

Mikey sintió que se derretía con ese gesto, pero lo disimuló lo mejor que puso y se acercó a su madre.

-¿Por qué va a quedarse aquí? ¡Ya tiene un casa! -Elena sintió una puñalada en el pecho. Pero es que si apenas podía estar en la misma habitación que ella sin tirársele encima, menos aguantaría vivir en la misma casa que ella, verse todos los días, ducharse en la misma bañera...

No podía pensar esas cosas. Era su hermana, y eso no pasa entre hermanos.
-¡Michael James Way! No seas maleducado. -Rugió Donald- Somos su familia y nos haremos cargo de ella.

-Es que... Ya tiene la edad para vivir sola. No necesita que nadie se haga cargo de ella. -Elena tragó duro y miró el suelo sabiendo lo que venía.

-¿La edad? ¿Desde cuándo los 16 años son edad suficiente para vivir sola?

-¿Q-qué? ¿16? No. Es imposible. Seguro que tiene muchos más... -Tartamudeó, mirando a Elena en busca de una explicación que no podía darle en ese momento. Por eso esquivó su mirada.

La chica sabía que ese día llegaría antes o después.

Tenía 16 años y estudiaba en el instituto, no trabajaba allí como su exnovio creía. Ella nunca le dijo su edad y él simplemente la dio por hecho.

Mikey la miró dolido por el engaño, pero ella seguía esquivándole.

-Está bien... Me voy. -Casi susurró antes de darse la vuelta y salir del salón para subir las escaleras hacia su habitación.

En la sala todo se quedó en silencio. Donna y Donald no entendían el comportamiento de su hijo, siempre tan educado y formal con la gente nueva y ahora tan frío y grosero. Melani no quería importunar a los dueños de la casa y Elena no sabía si le saldría la voz sin temblores después de toda la escena y el miedo que ahora tenía al ver cómo se había tomado lo de su edad.

-Bueno y... -Rompió el silencio Donna- ¿Entonces te quedas?

-Yo... No querría molestar.

-No molestas, cariño. Tenemos que recuperar el tiempo perdido. Seríamos felices si te quedases. -Le dijo con ternura y cariño.

-Está bien. -Sonrió de nuevo, sabiendo que todo iría bien con sus padres a partir de ahora- Me quedo.



Continuará... 

martes, 17 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 2



CAPÍTULO 2:


Los chicos mantuvieron su relación a escondidas por petición de Elena. Aunque Mikey no entendió por qué, aceptó. Así que se veían todas las mañanas hasta del trabajo, separándose siempre antes de llegar al instituto, y quedaban alguna que otra tarde para dar un paseo o tomar algo tranquilamente.

Fue una tarde lluviosa en la que Elena llamó a su novio al móvil, diciéndole que debido al frío y a la lluvia no le apetecía salir de casa, pero que si quería podía ir a verla a casa, que estaba sola hasta la noche.

Mikey aceptó, claro. El día anterior no habían podido verse por tener cosas que hacer, así que sería capaz de ir al otro lado del mundo para verla esa tarde.

Puntualmente llegó a su casa y llamó al timbre. Lo primero que sintió al ver abrirse la puerta fueron los brazos de Elena alrededor de sus hombros arrastrándole hasta dentro. Y, antes de poder decir nada, su boca fue poseía por otra ansiosa y húmeda y caliente.

-Vaya, qué bienvenida. -Murmuró casi sin aire cuando Elena le dio un poco de espacio para respirar.

Justo entonces se dio cuenta del rubor en las mejillas de Elena, que se mordía el labio nerviosa. Bajó la vista hasta su cuello blanco, acariciado por algunos mechones de pelo negro. Siguió bajando y jadeó sin darse cuenta, abriendo la boca.

Sus hombros estaban al descubierto por no llevar camiseta y su pecho estaba tapado únicamente por un sujetador verde de puntilla, más transparente que otra cosa.

Más abajo, su estómago liso y terso se mostraba en todo su esplendor sin nada que lo cubriese hasta llegar a sus caderas, donde unas braguitas a juego con el sujetador tapaban su parte más íntima. O medio tapaban, ya que también eran medio transparentes.

Durante su escrutinio, Mikey no había sido capaz de decir nada, sólo la miraba embobado, haciendo que el rostro de la chica se calentase más y más y se sonrojase, mordiendo más fuerte su labio.

-Elena...

-¿Te gusta? -Preguntó con timidez.

-¿Que si me gusta? -La miró como si estuviese loca por tan solo preguntarlo cuando era más que obvio y la recorrió con la mirada de arriba a abajo de nuevo, devorándola con los ojos- Es... Joder, no tengo palabras.

Una de las manos de Mikey se apoyó en el cuello de la chica, acariciando su nuca con la punta de los dedos para después llevarla a la parte delantera y bajarla poco a poco, disfrutando de la textura de toda esa piel a su disposición. Era apenas un roce que estaba provocando estragos en la morena.

Esa mano siguió bajando, sinuosa, pasando entre sus pechos sin apenas tocarlos hasta llegar a su estómago, donde rodeo su ombligo un par de veces.

Para ese momento, Elena había cerrado ya los ojos, dejándose embargar por las sensaciones de esos finos dedos conociendo su cuerpo.

Al llegar a la goma de su ropa interior, Mikey hizo el amago de retirar la mano, pero la mano de ella sujetándole por la muñeca lo impidió.

-No... Sigue. -Susurró, y abrió los ojos para mirarle fijamente y con seguridad- Por favor...

Mikey suspiró y colocó la mano de nuevo sobre su estómago, llevándola hasta su cadera, donde se entretuvo haciendo círculos con los dedos.

Poco a poco volvió a pegarse a ella, sintiendo la cada vez más rápida respiración de la chica contra su rostro, y terminó por unir sus labios, besándola con posesividad justo cuando las yemas de sus dedos traspasaban la barrera inferior de ropa.

Acarició superficialmente el fino y escaso bello que ahí tenía, suave y que le incitaba a ir más allá. Avanzó un poco más y tuvo que sujetar a Elena por la cintura con el otro brazo para evitar que se cayese por el temblar de sus piernas. La morena jadeó, buscando aire desesperadamente.

Todo lo que sentía era increíble y no quería que parase nunca, pero no estaban en el mejor sitio para hacer eso, así que sacando fuerzas de donde no tenía se separó un poco de Mikey y empezó a caminar hacia atrás, sin dejar que Mikey sacase sus dedos de donde los tenía.

Con un poco de trabajo llegaron hasta la habitación de Elena, amplia, con un gran ventanal cubierto por una cortina y una cama de matrimonio en el centro.

Al ver la cama, Mikey se hizo dueño de la situación otra vez y la llevó hasta ella. Apartó el edredón y la tumbó sobre las sábanas azules y frías, que al contacto con su espalda la hicieron arquearse.

Mikey besaba su cuello con dulzura mientras sus manos vagaban por su cintura, subiendo por los brazos hasta sus hombros para volver a bajar, esta vez abarcando con las manos abiertas sus pechos, los cuales masajeó, deshaciéndose rápidamente del sujetador.

Al dejarlos al aire, su boca fue bajando poco a poco por su cuello hasta llegar hasta ellos para besarlos y lamerlos, endureciendo sus pezones y arrancándole suaves gemidos a la chica, que se hicieron más fuertes y desesperados cuando dos dedos se introdujeron en ella.

Sin saber cómo, estaba totalmente desnuda, sintiendo las manos y la boca y la lengua de Mikey en todas partes, volviéndola loca. Pero él seguía con toda su ropa y eso no era justo, así que, apartando a Mikey con desgana, se arrodilló sobre la cama y le sacó la chaqueta y la camiseta sin rodeos.

Mikey se quitó los zapatos con los pies y besó a Elena, sintiendo las manos de esta por su pecho y su espalda antes de bajar al broche de su pantalón vaquero, que fue abierto en un abrir y cerrar de ojos.

Se puso de pie bajo la atenta mirada de Elena, con los ojos más oscuros que de costumbre si es que eso era posible, y se quitó el pantalón y los boxer de una sola vez, quedando ya por fin los dos en igualdad de condiciones.

Se arrodilló en la cama frente a su novia, la envolvió entre sus brazos y la recostó de nuevo, siguiendo donde lo había dejado.

Elena parecía un poco indecisa sobre lo que debía hacer, pero al final dejó su timidez aparte y recorrió con sus dedos la espalda del chico sobre ella, raspando suavemente son las uñas, algo que descubrió enseguida que encendía a Mikey más todavía. Acarició sus nalgas, apretándole más contra ella, y volvió a la parte delantera, cogiendo en su mano su duro y necesitado pene, mandándole descargas de placer a todas las células de su cerebro.

Cuando Mikey sintió que ya no podría aguantar mucho más, se separó de la boca de Elena lo justo para poder hablar, o más bien, jadearle.

-¿Cariño, tienes un condón?

-Si... Ahí en el cajón de la-la mesita.

El chico se incorporó para estirarse y alcanzar el cajón y de repente sintieron frío por separarse de la piel contraria, pero el disgusto no duró mucho, pues a los escasos segundos Mikey estaba de nuevo sobre ella, colocado entre sus piernas.

Le dio un pequeño beso para transmitirle confianza al ver cierto brillo de duda en sus ojos y empezó a penetrarla lentamente.

Elena se tensó en un primer momento, algo muy propio de las chicas vírgenes, pero Mikey rechazó esa idea. Elena no podía serlo todavía, seguro.

Aún así, siguió entrando en ella pero con todo su cuidado y su paciencia y al sentirse dentro del todo se inclinó para besarle con ternura aún sin moverse. Aunque su cuerpo gritaba por una liberación, lo último que haría sería dañarla.

Al sentirla relajarse bajo sus caricias y besos empezó a moverse despacio, sin dejar de mirarla nunca a los ojos. Miradas cargadas de pasión y cariño a partes iguales.

Según pasaba el tiempo, las embestidas eran más rápidas y Elena pedía más y más, y Mikey se lo daba encantado.

Con un último mordisco en la oreja y una penetración más que profunda, Elena se dejó ir, cayendo desmadejada sobre las almohadas.

Mikey le dio tiempo de reponerse pero volvió con lo que hacía, aunque no tardó mucho más en terminar también y caer desplomado a su lado, desde donde besó su hombro desnudo antes de pasar un brazo por su cintura y así descansaron unos minutos.

-Cuánto me alegro de que esté lloviendo. -Murmuró juguetón junto a su oído tras quitarse en condón y hacerle un nudo.

-Sí, se hacen mejores planes así, ¿verdad?

-Verdad. Elena... -Su voz se puso seria de repente.

-¿Qué ocurre?

-Sé que hace poco que nos conocemos y que estamos juntos pero creo que... Creo que te quiero más que a nada. -Los ojos de la chica brillaron al escucharle y antes de responder no pudo evitar besarle con dulzura.

-Yo también te quiero más que a nada.

Siguieron metidos bajo las sábanas durante una hora más, hablando, riendo y bromeando de todo un poco y hablando de cosas más serias también. Pasando el tiempo con la persona con la que querían estar.

-¿Y vives sola?

-No. Vivo con mis tíos. -Mikey se extrañó pero pensó en que conseguir una casa estaba complicado en los tiempos que corrían.

-¿Y tus padres?

-Ellos murieron... -Se sentó con la cabeza gacha y las rodillas dobladas y una sábana alrededor de su cuerpo desnudo. Mikey se sentó también y la abrazó.

-Lo siento. No sabía nada...

-No te preocupes. -Le sonrió con tristeza- De todas formas, ellos no eran mis padres de verdad. No quiero decir con eso que no les quiera. Les amaba con mi vida, ellos me criaron. Pero no eran mis padres.

-¿Cómo es eso?

-Verás, con catorce años mis padres murieron en un accidente de tráfico y, arreglando unos papeles de herencias y todo eso, mi tía, la hermana de mi madre, encontró los papeles de mi adopción y creyó conveniente decírmelo. Entonces decidí que quería encontrar a mis padres biológicos, aunque fuese solo por conocerlos. No les guardaba rencor por darme en adopción. -Mikey escuchaba atento cada palabra que salía de la boca de su novia- Mi tío tiene una agencia de detectives así que quien mejor que él para ayudarnos. Y lo que encontró no nos lo esperábamos para nada.

>>Resulta que cuando nací, a mis padres biológicos les dijeron que había muerto. Los médicos me llevaron a un centro de adopciones, donde me dejaron a cambio de una buena suma de dinero. Y allí me encontraron mis padres adoptivos, que no sabían nada de todo lo que había pasado.
Y lo peor es que no soy la única a la que le pasó, sino que hay un delito de tráfico de bebés bastante gordo detrás de todo esto, y ahora mis tíos están intentando destapar el asunto y meter a los culpables a la cárcel. Pero yo me conformo con conocer a mis padres.

-Dios, mi amor, no me imaginaba nada de eso. Lo siento.

-No tienes por qué sentirlo. -Se encogió de hombros- Si eso no hubiese pasado, las pistas de mis padres no me hubiesen llevado hasta aquí y no te habría conocido, así que en el fondo he salido ganando. -Sonrió, esta vez de verdad, y besó su mejilla.

-¿Eso quiere decir que sabes algo de tus padres?

-Sí, encontraron los documentos donde falsificaron mi muerte y están firmados por ellos. Se llaman Donal y Donna Way. Ahora solo tengo que encontrar dónde viven.

Pero Mikey ya no la escuchaba. Se había desconectado después de escuchar los nombres de sus supuestos padres biológicos. Sus padres. Los padres de él...




Continuará...

domingo, 15 de abril de 2012

Mikey y Elena Way - Capítulo 1


Esta historia está hecha como relago para @SweetReveenge_, según ella, mi Fan Numbre 1.
Para tí guapa :) Gracias por tu apoyo y tus bonitas palabras :3 



CAPÍTULO 1:


-Ui, lo siento.

-Perdóname.

Una chico y una chica caminaban con prisa por la acera, tan centrados en sus cosas que no se dieron cuenta de que iban por el mismo camino hasta que chocaron y las cosas de ella cayeron al suelo. El chico la ayudó a recoger sin levantar la mirada y, cuando al fin la miró y sus ojos se encontraron con los de ella, ambos se quedaron paralizados unos segundos. Finalmente, él pareció volver en sí. Recogió un último libro y se incorporó, tendiéndoselo.

-Disculpa, iba distraído. -La chica cogió el libro y sonrió con timidez- Me llamo Mikey.

-Yo soy Elena.

-Encantado. -Sonrió también y volvieron a perderse en la mirada contraria un rato, hasta que ella abrió grande los ojos, asustada.

-¡Mierda! ¡Es tarde, tengo que irme! -Y echó a correr sin decir más mientras Mikey se giraba, viéndola irse.

-¡Dime por lo menos donde podré verte de nuevo! -Gritó desesperado.

-¡Paso por aquí todas las mañanas! -Y desapareció tras una esquina.

Al día siguiente, unos minutos antes que el día anterior, Mikey estaba en la misma calle en la que se había chocado con Elena, apoyado en una pared, fumando un cigarrillo para intentar sacarse los nervios de encima.

Dos miradas le habían bastado para saber que esa chica no era como las demás, que tenía algo por lo que merecía la pena luchar y estaba dispuesto a hacerlo.

Varios minutos y dos cigarrillos después, la chica morena, de piel pálida y ojos negros como el carbón que había conocido el día anterior, caminaba distraída por la calle, acercándose a él poco a poco pero sin prestarle atención.

Mikey aprovechó ese momento para estudiarla de arriba a abajo.

Era alta y esbelta, con el pelo por los hombros, tan oscuro que, junto con esa piel tan clara, le recordaba vagamente a su hermano Gerard. Los pantalones ajustados marcaban su cadera y piernas y el escote de su camiseta mostraban parte de una más que decente delantera.

Caminaba sin fijarse en nada ni nadie de su alrededor, dando la sensación de ser muy despistada. Como el día anterior, llevaba varios libros en los brazos que Mikey no reconoció.

Al llegar a su lado, Elena iba a seguir de largo sin siquiera haberle visto.

-Hola.

Al escuchar una voz ronca junto a ella, que pensaba que estaba sola, se asustó y se giró de golpe, dejando caer los libros.

-Perdona, no quería asustarte. -Se disculpó el chico, agachándose a recoger los libros.

-No pasa nada, iba distraída. Gracias. -Cogió los libros que le daba el chico- ¿Qué tal?

-Esperándote. Y ahora que te veo, mucho mejor. -Elena bajó la mirada avergonzada a la vez que sus mejillas se teñían de rosado.

-¿Para qué me esperabas? -Decidió pasar por alto el resto de lo dicho por el chico, quien se encogió de hombros.

-Solo quería volver a verte.

-Pues aquí me tienes. -Sonrió, un poco más roja que antes- Pero debo irme o voy a llegar tarde.

Como el día anterior, Elena se dispuso a seguir su camino, pero esta vez Mikey echó a andar tras ella al ver que se alejaba. Apresuró un poco el paso hasta llegar a su altura. Elena no le miró, pero esta vez supo que estaba junto a ella, así que sonrió de nuevo mirando hacia el lado contrario.

-¿Dónde vas siempre con tanta prisa? -Preguntó él, divertido.

-¿Tú no trabajas? -No respondió, pero con eso Mikey entendió que la chica se dirigía a trabajar.

-Sí. ¿Me permites acompañarte?

-Claro, por qué no. -Caminaron un rato en silencio hasta que Elena le de reojo y se encontró los ojos del chico clavados en los suyos durante unos eternos segundos que se rompieron cuando Mikey gritó una advertencia y la agarró, tirando de ella hacia él para evitar que se chocase contra una farola.

Tras el susto, se encontraron abrazados uno al otro, Elena refugiada entre los brazos del chico. Volvieron a mirarse. Parecía que desde que se conocieron, apenas un día antes, era lo único que sabían hacer: mirarse fijamente a los ojos.

Inconscientemente, Mikey se estaba inclinando hacia la chica, sus ojos vagando desde los ojos negros hacia sus labios. Ella iba cerrando los ojos cuando de repente los abrió completamente de nuevo.

-Mierda, mierda, mierda. ¡Llegaré tarde de nuevo!

Se soltó con una disculpa y sin mirarle por vergüenza y se fue corriendo con un último movimiento de mano a modo de saludo.

Mikey volvió a quedarse mirándola desaparecer hasta entrar en el recinto de lo que parecía un instituto. "Debe ser profesora... Lo que daría yo por haber tenido una profesora como ella". Suspiró y volvió sobre sus pasos.

Mañana tras mañana, Mikey esperaba a Elena en el sitio de siempre, quien ahora no pasaba de largo sino que le buscaba con la mirada y se sonreían mutuamente al verse. Como todos los días desde hacía ya 9 días, la acompañaba hasta la puerta del instituto, hablando de cualquier cosa y conociendo así cosas de sus respectivas vidas, y se despedían hasta el día siguiente.

Hasta que una mañana Mikey no aguantó más y, nada más verla, se acercó a ella con paso decidido, interponiéndose en el camino de una asombrada Elena y, sin más, se inclinó sobre ella, poniendo las manos en su cintura, y la besó.

Al principio la pilló desprevenida, pero tras ese momento de confusión, la chica le respondió al beso y éste subió de intensidad.

Lo que empezó como una simple y tenue caricia de labios se profundizó cuando los labios se entreabrieron, chocando sus alientos y rozando sus lenguas.

Cuando se dificultaron sus respiraciones, se alejaron poco a poco, dejando que sus narices se rozasen aún y mirándose a los ojos como habían hecho todos los días.

Sus labios, al igual que sus ojos, brillaban bajo la luz del sol naciente.

-No sabes cuánto deseaba hacer esto. -Susurró Mikey contra sus labios, erizando la piel de Elena al sentir su cálido aliento contra su boca.

-Seguro que tanto como yo. -Respondió igual. Sonriendo, volvieron a juntar sus bocas, pero esta vez la chica rodeó su cuello con sus brazos y él su cintura, apretándola contra su cuerpo.

-¿No puedes faltar hoy?

-No debería pero... Puedo inventar alguna excusa. -Sonrió traviesa, rozaron sus labios una vez más y caminaron en dirección contraria a la que seguían siempre.

Según caminaban sin destino fijo, Mikey se atrevió a enredar sus dedos con los de Elena, quien le miró con cariño y apretó el agarre dándole seguridad.

Sus pasos les llevaron a un parque, totalmente vacío a esas horas de la mañana. Se sentaron bajo un árbol, la chica entre las piernas de él, apoyando la espalda en su pecho. Mientras hablaban, Mikey enredaba sus dedos en el cabello moreno y dejaba fugaces besos de ves en cuando en sus mejillas, en su cabeza y en su cuello, haciéndola estremecer.


Continuará...

FINAL DE OBSESIONADOS CON EL SEXO

No dije nada, pero el capítulo 54 fue el final del fic. Así que, eso. Gracias a los que lo leísteis :)

lunes, 27 de febrero de 2012

Cap. 54 "Obsesionados con el sexo"

CAPÍTULO 54:



F- Gee.

G- ¿Qué pasa?

Acababan de entrar a la habitación después de cenar, dispuestos a darse un merecido descanso. Pero parecía que Frank tenía otra idea, o al menos eso daba a entender su postura sobre la cama (sentado al borde del colchón y recostado hacia atrás en sus codos) y su mirada.

F- He sido padre.

Gerard se volvió hacia él, dejando de lado su intento por ponerse ropa más cómoda, y le miró entre divertido e interrogante.

G- Lo sé. Venimos del hospital, ¿recuerdas?

F- Ahám. -Asintió con la cabeza mientras movía un poco sus caderas sutilmente- Y aún no me has dado la enhorabuena. Pensé que íbamos a celebrarlo.

Acompañó su comentario de un puchero de lo más sexy y puso cara de niño bueno, cosa que realmente NO era, ni se le acercaba.

G- Oh, supongo que tendrás algo pensado... -Comentó en tono casual, acercándose a él lentamente, recorriendo su cuerpo aún vestido con una mirada depredadora.

F- Algo qué tal... ¿Horas de sexo salvaje y desenfrenado? -Una pregunta cargada de picardía a la que sabia que el pelirrojo no iba (ni podría) negarse.

G- Bien, ¿y a qué demonios estamos esperando?

Sin tiempo de añadir nada más, el pelirrojo había saltado sobre la cama con una especie de rugido y tenía atrapado a Frank entre su cuerpo y el colchón.

F- Vaya, ¿no estabas cansado? -Preguntó divertido cuando los besos de Gerard se dirigieron a su cuello y sus manos intentaban deshacerse de la camiseta para ganar más piel que besar.

G- Sí, lo estaba. -Le sacó la camiseta como pudo, lanzándola lejos, y besó sus hombros- Pero tú me enciendes, maldito enano. -Dejó pequeños besos a lo largo de su pecho y su estómago, pellizcando los pezones con los dedos provocando que Frank se retorciese bajo él- Podría vivir toda la vida sin dormir mientras estés a mi lado.- Jugueteó con la lengua en su ombligo y fue bajando el pantalón, descubriendo que, como era común en él, no llevaba nada debajo- Tú me das energía sólo con mirarme.

Finalmente levantó la vista, sonrió, ganándose una suave caricia en la mejilla, y engulló la polla de Frank sin pensar.

Frank elevó las caderas al verse sorprendido y gimió con su voz más ronca. Llevó las manos a la almohada para tener algo a lo que sujetarse y se dispuso a disfrutar de una buena mamada a manos de Gerard, el cual estaba casi arrodillado en el suelo.

F- Mmm. Dios. Joder. Gerard. -Se sentía al borde y no creía poder evitar terminar por mucho que pensase en otra cosa, porque, joder, esa lengua y esos dientes y esas manos que se paseaban por todas partes a la vez- Gee, para o voy a correrme ya. -Jadeó.

El pelirrojo le dio una sensual lamida más a toda su extensión y se incorporó. Frank soltó el aire que estaba guardando inconscientemente y empujó sus pantalones para quitarlos del medio.

Gerard, ahora de pie, se quitó la poca ropa que aún llevaba puesta y se acostó a su lado, de perfil al colchón. Frank le imitó poniéndose de frente a él.

Como si estuviesen conectados, lo primero que hicieron al estar cara a cara fue buscar sus labios.

Poco a poco el calor fue subiendo, la pasión se escapaba por los poros y la pasión se desbordaba. Y, sin darse cuenta de cuando, estaban restregándose uno contra el otro, gimiendo como perros y quedándose sin aliento. Tan empalmados que dolía.

F- Gírate. -Susurró sobre su boca.

Gerard no se hizo de rogar y se dio la vuelta, quedando de espalda a Frank que, después de echarse en la mano un poco del lubricante que guardaban bajo la almohada, se pegó a él tanto como pudo.

Con una mano levantó la pierna izquierda de Gerard para tener mejor ángulo y con la otra se lubricó a sí mismo y al pelirrojo.

Manteniendo la pierna alzada acercó su polla hasta su entrada y metió la hinchada cabeza, obligándose a detenerse antes de correrse al sentirse tan apretado y dándole tiempo también al otro de acostumbrarse a la intromisión (aunque sus cuerpos ya estaban hechos el uno al otro).

Cuando se tranquilizó un poco siguió empujando hasta chocar su pelvis con el culo de Gerard, que se sentía totalmente lleno, completo al tenerle dentro. Además, le encantaba esa postura, unidos y totalmente pegados. Se giró un poco al notar que Frank se incorporaba en un codo y se besaron, sin mover sus cuerpos aún.

G- Mierda, Frank, muévete ya. -Pidió moviendo su cadera, consiguiendo gemidos en ambos.

El menor empezó a moverse despacio, sabiendo que le desesperaba ir tan despacio.

G- Más rápido, joder. -Lloriqueó.

F- Amo hacerte sufrir. -Susurró junto a su oreja. Su aliento erizando el vello del pelirrojo- Sé lo que te gusta. -Hizo una pausa y mordió el lóbulo- Te gusta que te folle rápido y profundo. Con tanta fuerza que te sientas partir en dos y tan hondo que me sientas en tu garganta. -Según hablaba iba moviéndose más rápido y su voz salía jadeante- Te gusta sentirme dentro de ti, que gima en tu oído. -Lo hizo y sintió un escalofrío en el pelirrojo- Míralo. Te derrites en mis manos. Te pone cachondo que te diga cosas mientras follamos. Seguro que estás a punto de correrte, ¿a que sí? Lo estás deseando... -La forma de apretar los ojos del aludido fue toda la respuesta que necesitaba.

La mano que sujetaba su pierna se dirigió hasta su polla, goteante y necesitada, y empezó a masturbarle, primero lento y cada vez más rápido, hasta igualar las increíbles embestidas que le estaba dando.

Los dos estaban al máximo de las sensaciones que podían soportar y no les hizo falta mucho más para que terminasen viendo estrellas y satisfechos.

Tan cómodos estaban que ni un movimiento hicieron mientras descansaban. Al cabo de un rato, Gerard se giró y quedó de frente a su novio.

G- Eres un jodido pervertido, ¿sabías?

F- ¿Por qué dices eso? -Cuestionó con su mejor tono inocente.

G- Porque te gusta decirme guarradas mientras follamos.

F- Sí, bueno. Y a ti te encanta escucharlas. -Se encogió de hombros y, al mirarse, se echaron a reír.

G- Sí. Supongo que estamos hechos el uno para el otro. -Pasó los brazos alrededor de su cintura para acercarle más a su cuerpo.

F- ¿Ahora te das cuenta? -Ronroneó casi sobre su boca.

G- No. Lo sé desde el primer día que te vi.

Y un dulce beso fue la mejor forma de terminar un gran día.

...


A la mañana siguiente se despertaron pronto para poder organizar la llegada a casa de la bebé sin prisas.

Limpiaron y arreglaron todo con la tienda para recibir los muebles esa misma tarde y allí estaban, tirados en el suelo tratando de construirlos.

G- Este tornillo es de allí.

F- No, ahí va este. -Le enseñó uno más pequeño.

G- Que no. Ese es de aquella pata. Éste es el de ahí.

F- Coño, mira las instrucciones. Este tornillo con esta pieza y estos con aquella. Y después se unen las dos con los que tú dices.

G- Joder, esto es un asco. No hay quien entienda esos malditos dibujos. -Refunfuñó por milésima vez- Yo he pintado la habitación así que deberías de encargarte tú de esto. -Se puso de pie, sacudiéndose la ropa, pero Frank le agarró del brazo y le devolvió a su sitio, arrastrándose a gatas hasta sentarse en su regazo.

F- No tengas morro. Si no me ayudas, no tendrás tu premio. -Comentó antes de acariciarle el cuello sensualmente con las puntas de los dedos.

G- Mmm. ¿Cuál será mi premio si lo hago?

F- Tendrás que esperar para saberlo. -Susurró- Pero te puedo asegurar que valdrá la pena. -Su mano derecha se paseó incitantemente por el pecho del pelirrojo y, al llegar a la cinturilla del pantalón, se separó y volvió a lo suyo.

Gerard gruñó de frustración y se enfrascó otra vez en instrucciones, tornillos y piezas. No pararía hasta obtener su premio y eso hizo, ganándose una increíble mamada sobre el sofá y una buena sesión de sexo en la ducha.

...


Y por fin llegó el día.

Todo estaba listo: la habitación de la niña estaba preparada, toda la casa había recibido una limpieza a conciencia y los dos papás se mordían las uñas, rogando porque el tiempo pasase más rápido y así poder tener a la pequeña Helena en casa.

Era por la tarde cuando volvieron al hospital. Jamia les esperaba en la habitación que había estado ocupando, ya vestida con su ropa y preparada para irse, con la niña en brazos.

Jamia- Helena, dile hola a tus papis. -Sujetó la manita de la pequeña y la agitó hacia los chicos a modo de saludo.

F- Hola, cariño. -Le dio un beso en la mejilla a Jamia y cogió a su hija en sus brazos. Gerard saludó a Jamia igual y después dio un beso en la frente a Helena.

Jamia- Estaréis emocionados, ¿no?

G- No sabes cuanto. -Sonrió- Frankie lleva histérico estos dos días. Es toda una madraza preocupada por su hija. -Bromeó, ganándose un zape del aludido.

F- No le hagas caso. -Le dijo a la chica- ¿Qué tal estás tú?

Jamia- Perfectamente ya. Pero e da penita despedirme de la nena.

G- Ya sabes que puedes venir a verla siempre que quieras.

Jamia- Ya, gracias, pero en realidad... -Unos golpecitos en la puerta la interrumpieron- ¡Ya estás aquí! -Se levantó de un salto de la cama y corrió a los brazos del hombre que acababa de entrar.

-Hola, cariño. -Se dieron un suave beso en los labios bajo la curiosa mirada de los otros dos chicos. Al sentir que Jamia se había olvidado de ellos, Frank carraspeó para llamar su atención.

Jamia- Oh, perdonad. Chicos, él es Patrick, mi pareja. Patrick, Frank y Gerard. -Les presentó.

G- Encantado. -Le tendió una mano que el otro aceptó y Frank hizo lo mismo.

F- ¿Cuándo tenías pensado hablarnos de él, Jam? -Le recriminó divertido.

Jamia- Perdón. -Se encogió de hombros- Llevamos juntos tres meses ya y nos vamos a ir a vivir juntos.

F- Vaya, me alegro un montón. -Le dejó a Helena a Gerard y abrazó a la chica- Siempre seréis bienvenido en casa.

Jamia- Eso es lo que os iba a decir antes de que llegase Patrick. Nos vamos a vivir a Canadá, así que no nos veremos mucho. -Frank puso cara de pena- Pero os visitaremos de vez en cuando, no te preocupes.

F- Más te vale. Y tú, espero que la cuides bien.

Patrick- No lo dudes. Jam es todo para mí.

Pasaron un rato más allí, recogiendo las últimas cosas. Jamia se fue con Patrick tras la última visita del doctor y Frank y Gerard hicieron los mismo con Helena, cargados con pañales, ropita y algunas cosas más que le habían traído en esos días.

F- Bienvenida a casa, mi amor. -Le dijo a la nena en sus brazos al traspasar la puerta de casa.

Gerard dejó las cosas en la habitación de Helena y volvió con ellos. Frank se había sentado en el sofá acunando a la niña en su pecho y el pelirrojo se sentó junto a él, abrazándole.

G- Ya estamos todos. -Susurró y besó la mejilla de su pareja mientras acariciando la de Helena.





FIN

jueves, 23 de febrero de 2012

Cap. 53 "Obsesionados con el sexo"

CAPÍTULO 53:



Frank se había puesto en pie a toda prisa y se vestía con lo primero que encontraba.

G- Ey, ey. Tranquilo, cariño. -Intentó calmarle- Ese pantalón es mío. Y te has puesto la camiseta del revés. Relájate. -Se acercó a él, le besó la frente y le quitó la camiseta para ayudarle a ponérsela correctamente.

F- Es que estoy nervioso. Tenemos que ir al hospital corriendo. No podemos perdérnoslo. Cuando el bebé nazca quiero estar allí y...

G- Calma, calma. -Le cortó- Ven aquí. -Le abrazó y le besó en los labios suavemente- Nos vamos a vestir. Vas a tomarte una tila para estar más relajado y luego iremos al hospital.

F- Pero ¿y si tiene al bebé antes? -Lloriqueó dejándose abrazar.

G- Mi amor, puede tardar horas y horas en dar a luz. No nos perderemos nada. De todas formas, en cuanto antes nos pongamos a hacer todo lo que te he dicho, antes nos iremos, ¿vale? -Frank asintió, sentándose al borde de la cama aún muy agitado. Gerard se sentó junto a él y le acarició la espalda- Respira hondo. Muy bien, así. ¿Estás mejor?

F- Sí, gracias. Gerard...

G- Dime.

F- Voy a ser padre. -Dijo ausente, como si por primera vez comprendiese lo que pasaba en realidad.

G- Lo sé, cariño. -Sonrió y le besó en la mejilla para después ayudarle a levantarse.

...


Cuando por fin estaban de camino al hospital, Frank estaba más calmado, pero aún así se le notaba hiperactivo. Sus piernas no dejaban de moverse y tamborileaba con los dedos en sus piernas.

Preguntaron por Jamia en la recepción y una enfermera les indicó dónde se encontraba en esos momentos.

Fuera de la habitación estaban ya los padres de Frank, a los que habían llamado desde casa, y los de Jamia, que no veían del todo bien el hecho de que su hija fuese a darle custodia al chico y quitarse toda responsabilidad. Pero era su hija y la apoyaban.

F- ¿Cómo está? ¿Ha nacido ya? -Casi que gritó nada más verles.

Linda- No. Pero parece que Jamia está teniendo algunas complicaciones por el adelanto del embarazo. Esa chica rubia está con ella, no nos dejan entrar.

F- Necesito verla. -Golpeó la puerta de la habitación y Stella se asomó por ella.

Stella- Oh, Frank, al fin llegas.

F- ¿Cómo va todo? -Preguntó preocupado.

Stella- Parece que será más difícil de lo normal, pero todo está bien, no te preocupes. Entra a verla si quieres y yo me quedo fuera. Tú eres el padre. -Le sonrió y le dejó pasar para salir ella después.

En la habitación había un par de enfermeras que vigilaban los avances y el estado de Jamia, mientras ésta estaba tumbada en la cama sobre un montón de almohadas. Su rostro estaba empapado y el ceño fruncido en clara muestra de dolor.

Frank se acercó a ella temeroso y puso una mano sobre su brazo.

F- Ey, Jam. ¿Qué tal estás?

Jamia- Frank, ¡te odio! ¡Esto es lo peor del mundo!¡AHH! -Agarró una mano del chico y la apretó mientras sufría una dura contracción.

F- No te preocupes, ya queda poco. Pronto acabará todo. -Intentó tranquilizarla con voz suave y pasando una toallita húmeda por su frente.

Jamia- Eso espero. O te torturaré para que sientas una mínima parte de lo que yo estoy sintiendo ahora. -Le amenazó, causándole gracia a Frank, pero se abstuvo de reír por temor a que hablase en serio.

Pasaron el resto del tiempo en silencio, excepto por las quejas de Jamia y las palabras de aliento de Frank.

Así estuvieron por más de 6 horas en las que el chico salía de vez en cuando al pasillo para que entrase Stella o la madre de la chica en su lugar.

Y cuando estaban cerca de cumplir las 9 horas de parto, el doctor echó a Frank de la habitación, anunciándole a Jamia que había llegado la hora. En situaciones normales, el padre podría haberse quedado junto a la embarazada, pero no esta vez. Todo se estaba complicando e iban a tener que dormir a Jamia para llevar a cabo el parto.

Fuera de la habitación, la madre de Jamia se aferraba a su marido esperando noticias, Linda y Cheech cuchicheaban en un rincón y Frank caminaba, atacado de los nervios, de un lado a otro bajo la atenta mirada de Gerard.

Y al fin, después de otras 2 horas de espera, una enfermera salió con un bulto en los brazos.

-A ver, ¿quién es el papá de esta ricura? -Preguntó mirando al grupo de gente.

F- ¡Yo! Bueno, nosotros. -Rectificó mirando a Gerard. La emoción reflejada en los ojos de ambos. La enfermera les miró confuso y Frank negó con la cabeza- Es una larga historia.

Se acercaron a ella y enseguida le tendió el bebé a Frank, que la acunó con cuidado entre sus brazos, temiendo realizar cualquier movimiento.

-¿Qué tal está mi hija? -Escucharon preguntar de fondo, acompañado por una respuesta positiva de la enfermera. Pero ellos dos estaban muy ocupados con la personita que dormía en brazos de su padre.

G- ¿Qué es? -Preguntó acariciando la mejilla del bebé con una gran sonrisa, idéntica a la de su novio.

Frank removió un poco las mantas que lo envolvían y amplió su sonrisa todo lo posible y más.

F- Una niña.

G- Es preciosa. ¿Estás feliz? -Miró fijamente a Frank, cuyos ojos brillaban de lágrimas contenidas.

F- Más que en toda mi vida. -Torció un poco el cuello y besó suavemente los labios del pelirrojo- Ten, cógela.

G- Pero... Me da miedo.

F- Venga, eres su papá también, ¿no? -Su sonrisa llena de calidez terminó de convencerle. Extendió los brazos y apretó contra su pecho a la pequeña, que entonces se removió un poco y abrió los ojos.

G- Hola preciosa. -Susurró- Tienes los ojitos de papi Frank, ¿sabes?.

Mientras tanto, Linda y Cheech les observaban desde lejos llenos de ternura. Se morían de ganas por ver a la niña, pero pensaron que era bueno dejarles un momento para ellos.

F- Ahí están tus abuelos. -Dijo, llamando a sus padres con la mano para que se acercasen.

Al llegar a ellos, Gerard en seguida le dejó la niña a Linda, que empezaba a llorar que la emoción mientras su marido acariciaba la pequeña cabecita.

Cheeh- ¿Cómo se llamará?

F- Pues habíamos pensado algunos nombres pero... -Hizo una pausa y miró a los ojos de Gerard- Quiero que se llame Helena. -El pelirrojo elevó las cejas totalmente sorprendido, pues nunca había comentado eso.

G- ¿Q-Qué?

F- Gee, no sabes cuánto te agradezco todo lo que has hecho por mí. Y muchas veces me has hablado de cuánto querías a tu abuela y de lo mal que lo pasaste cuando ella murió así que quiero que se llame así. Helena.

Gerard se quedó en silencio un momento, digiriendo la noticia y perdido en los ojos de su pareja y sus pensamientos, hasta que por fin sonrió con todo lo que tenía y le abrazó, luchando por no llorar como su suegra.

G- Frank, te amo. No te hacer una idea de cuánto. Gracias, gracias, gracias. -Intercaló cada agradecimiento con un beso, terminando con uno sobre sus labios que se alargó unos minutos.

No se soltaron hasta que la voz de la enfermera les hizo volver al mundo real.

-Bueno, debo llevarme a la pequeña. Dentro de un rato podrán entrar a ver a la madre, que se está recuperando rápidamente.

Reticentes, le entregaron el bebé y se desplomaron en las sillas, por fin tranquilos después de tantas horas.

Cuando les avisaron de que Jamia estaba despierta y podían entrar a verla, fueron sus padres los primeros en pasar mientras Gerard, Frank y los padres de éste iban a comer algo para no molestarla con demasiadas visitas juntas. Y, cuando los padres de la chica se fueron a descansar a casa tras comprobar el estado de su hija, Linda y Cheech le hicieron una visita relámpago y dejaron a la pareja con ella.

F- Jam, ¿qué tal estás?

Al entrar encontraron a la chica dándole el pecho a la bebé. Al escucharles levantó la cabeza para mirarles y regalarles una sonrisa cansada.

Jamia- Agotada, pero bien. Ey, peque, mira a tus papás. -Le habló a la niña.

G- Has tenido una niña preciosa.

F- Pues claro. Ya sabes quienes son sus padres, ¿cómo no iba a serlo? -Gerard rodó los ojos y Jamia rió bajito para no asustar a la bebé.

G- Vaya, habló Mister Ego. -Los dos chicos se enzarzaron en una "pelea" a golpes suaves y algún que otro mordisco mientras Jamia los miraba divertida.

Jamia- La verdad es que hacéis una pareja increíble. Es muy afortunada de teneros. -Dijo, refiriéndose a la recién nacida.

Los chicos dejaron lo que hacían y se acercaron a ella.

F- Nada de esto sería posible sin ti. Muchas gracias.

G- Sí, gracias.

Jamia- Es lo menos que podía hacer después de que me perdonaseis por haber sido tan hija de puta. -Bromeó.

...


Un rato más tarde, Gerard y Frank llegaban a casa, habiendo dejado a Helena en el hospital y a Jamia descansando. No sería hasta dentro de dos días cuando podrían llevarse a la niña a casa, debido al parto anticipado. Aunque todo estuviese bien, habían preferido controlarla en sus primeras horas.

Cuando los chicos llegaron a casa, lo primero que hicieron, inconscientemente, fue entrar al que sería el cuarto de Helena.

Lo bueno sería que les daría tiempo a colocar los muebles, lo único que faltaba para dejarlo todo listo.






Continuará...